Ultracatólicos
Como en la viña del Señor hay de todo y sólo a Él le corresponderá, en el último Juicio, separar a las ovejas de las cabras me voy a ahorrar todo tipo de condenas, ya que, entre otras razones, no tengo autoridad para emitir ninguna. Me contentaré con una somera descripción de un fenómeno, ruidoso aunque poco importante, que podríamos nombrar con el término “ultracatólicos”.
El “ultra” es el que extrema y radicaliza su ideología. El “ultracatólico” extrema y radicaliza, exagera hasta la intransigencia, lo que él entiende que es el catolicismo. Un catolicismo que, en la mente y en las palabras del “ultracatólico”, deja de ser lo que es, una religión, para convertirse en mera ideología o, mejor aún, en un arma arrojadiza.
Cada uno de nosotros cree de acuerdo con lo que es, con su propio talante, con su carácter, con su modo de ser. Poco a poco, la gracia de Cristo nos transforma, pero este proceso es lento y costoso, ya que exige nuestra correspondencia. No es extraño, por consiguiente, que algunos católicos tiendan, por temperamento, a ser más rígidos y otros, por idénticos motivos, a ser más tolerantes. No se puede criticar, sólo por esta causa, al que creyendo lo mismo que uno cree tiene una personalidad diferente y un enfoque diferente de cómo ha de vivirse, expresarse y pensarse la fe católica.
El “ultracatólico” va más allá de esta sana alteridad, de esta necesaria pluralidad, de esta multiplicidad que sólo Dios puede reconducir a unidad. El “ultracatólico” – y ésta es su característica más destacable – no sólo discrepa del que, sin alejarse un milímetro de la fe común, ve las cosas de otro modo. No, no le basta este disentimiento. El “ultracatólico” odia al que discrepa de su peculiar visión, ideológica visión, del catolicismo. Siente una antipatía y una aversión tan profunda al otro, al que no piensa en todo absolutamente como él, que se ciega. No distingue los muchos matices que puede haber entre el blanco y el negro. El que vea gris claro donde él ve negro pasa a engrosar, de modo automático, la lista de enemigos a combatir.
El “ultracatólico” se deja dominar por una pasión cinegética. Una vez que identifica, o que cree identificar, a su presa, no la suelta. Recuerda, con esa memoria empapada de rencor, hasta los mínimos detalles que puedan ayudarle a lanzar la red, a disparar su escopeta. El “ultracatólico” tiene, además, como cazador que es, paciencia. Sabe esperar y, al mínimo descuido, salta a degüello sobre su víctima. Su caza no es un deporte, es una verdadera obsesión depredadora, y como necesita como respirar el hacer capturas se lanza, a la primera de cambio, sobre cualquiera que asome por su territorio, vasto territorio, tan grande como el mundo.
El “ultracatólico” destaca igualmente por su ignorancia, aunque sepa de muchas cosas; por su tendencia a la simplificación; por la obcecación maniática que pone en no dejarse convencer nunca por quien no sea tan “ultracatólico” como él – porque más que él, estima, es imposible serlo -.
La única esperanza, y el único deseo, es que el “ultracatólico” deje de ser “ultra” y pase a ser, sin más añadidos, “católico”. Lo triste es que, de cambiar, suele dejar de ser católico para seguir siendo, salvo un milagro, solamente “ultra”.
Guillermo Juan Morado.
24 comentarios
Y también es cierto, que esas personas creyendo ser posedores de la verdad en "el sentido" que ellos consideran "aceptable" , es decir "ultra", es difícil (pero no imposible) que modifiquen su forma de ser creyentes, pero incluso los cazadores más rapaces a veces vuelven a la consciencia racional y cuelgan el arma en la chimenea, pasando ésta a ser un mero objeto decorativo de otros tiempos ya pasados y superados.
Un saludo.
Gracias por tu aportación.
Lo que más gracia me hace es la pasión cinegética y la paciencia en el acecho, ja ja ja ja
Llevaba tiempo sin que nada consiguiera arrancarme una sonrisa...
Mensaje a la Iglesia de Laodicea Apocalipsis 3:15,16
A mi entender no hay ultra-católicos. Creo que hay ultras de-lo-que-sea, en religión, en política, en las relaciones sociales, en el fútbol.
En esta misma columna alguien le insinúa su posible malestar en un entorno como éste, posiblemente porque hay intervinientes que pueden ser un tanto rígidos en sus ideas.
Ciertamente creo que ese es el principio del ultra, aquel que se considera en posesión de la verdad y que no duda, para demostrar estar en lo cierto, en acusar a los demás de cualquier cosa, llegando incluso a la descalificación por cuestiones de edad, o cualquier otra cosa que se le ocurra en el momento
NO por defenderla sino por CÓMO decís defenderla. Hay cosas que tienen a su peor enemigo en sus propio defensores. Y este es el caso.
Estimado amigo o amiga,
Con sinceridad, me gustaría que me dijeras cómo hay que defender la verdad sin que te llamen ultracatólico. Das por hecho que por cómo la defiendo o defendemos, se nos puede llamar así. Yo te digo mi idea, imperfecta en la práctica, sin duda, pero recta en la intención: Combatir las ideas y caridad con las personas. Igual que a un hijo no dejas de quererlo al hacerle ver sus defectos, o uno mismo sabe que quien te hace ver tus errores no está contra ti, sino todo lo contrario. Lo peor en estos temas, para mi, la indiferencia: tú "a tu bola" y el otro a la suya.
Yo creo que es bueno y hace bien a los demás.
No sé de dónde sale la definición cinegética, pero esa misma pasión la comparte el utracatólico y el ultraateo y el ultralaicista y el ultra a secas, sin más adjetivos.
El respeto no es tibieza, ni debilidad, es una característica que debiera ir adherida en cualquier relación con los demás.
Me alegro que haya escrito el post. Es gracioso y tiene su miga.
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