Ser humano

La ministra de Igualdad ha sentenciado que un feto (humano) de trece semanas de gestación es un ser vivo, pero no un ser humano. “Vivo” significa que tiene vida. Diciendo que es un ser vivo, lo único que se afirma es que no está muerto y, de paso, que el aborto consiste en matarlo. Pero no se puede estar vivo, sin más, sino que hay que ser algo o alguien para poder, además, estar vivo o no estarlo.

Y del ser, y no sólo del estar, va el debate. Un primer interrogante es negativo: ¿Si el feto que crece en el vientre de una mujer no es humano, entonces qué es? ¿Una planta, un mero animal? Ya sabemos, porque está vivo, que no es una piedra. Pero del amplio espectro de los seres vivos, ¿a qué especie pertenece?

Pues bien, la ciencia nos da una primera pista. Así el catedrático César Nombela ha explicado que “un ser humano tiene varias etapas de vida y una de ellas es su etapa fetal”. En realidad, el cigoto es ya un nuevo ser humano, diverso y distinto de sus padres, con un genoma humano. Entre esa célula resultante de la unión del gameto masculino con el femenino y un individuo adulto no hay saltos cualitativos. Con el tiempo, el jovencísimo ser humano pasará a ser un niño, un adolescente, un adulto y, si la suerte lo acompaña, hasta un anciano.

Si es un ser humano, si pertenece biológicamente a la especie humana, es una persona humana. O se es persona o no se es. No se puede ser persona sólo en potencia. Persona es el hombre y no una cualidad del hombre. Es persona porque es un ser singular humano, único e irrepetible, en su concreta realidad individual; no es uno más de una serie. De esa condición deriva su dignidad. Toda persona existe como si fuese única; no puede ser sustituida por otra.

Esa persona, ese jovencísimo ser humano, pide ser reconocido como tal; pide un crédito por anticipado: que le dejen desarrollarse y manifestar que es lo que ya es desde el principio. Si no tratásemos a un niño de corta edad como a alguien que va a llegar a ser un hombre adulto, ese niño nunca podría desplegar plenamente las cualidades que ya tiene germinalmente: la capacidad de pensar, de hablar, de amar, de actuar racionalmente.

Lo que el embrión humano es despierta en nosotros una obligación ética de respeto incondicional que incluye, al nivel más básico, el respeto de su derecho a la vida. Por ello, el aborto no puede quedar encerrado en el círculo vicioso del “nosotros parimos, nosotros decidimos”. Un tercero, un ser vivo, un ser humano, está en juego.

Y a ese tercero, todos, le debemos un incondicional respeto. Y no podemos quedarnos cruzados de brazos ante el injusto atentado de privar a ese “alguien” de seguir siendo no sólo un ser vivo, sino un ser humano; es decir, una persona, valiosa en sí misma y por sí misma.

Todavía no hay comentarios

Dejar un comentario



No se aceptan los comentarios ajenos al tema, sin sentido, repetidos o que contengan publicidad o spam. Tampoco comentarios insultantes, blasfemos o que inciten a la violencia, discriminación o a cualesquiera otros actos contrarios a la legislación española, así como aquéllos que contengan ataques o insultos a los otros comentaristas, a los bloggers o al Director.

Los comentarios no reflejan la opinión de InfoCatólica, sino la de los comentaristas. InfoCatólica se reserva el derecho a eliminar los comentarios que considere que no se ajusten a estas normas.