Rezar por el Papa
Lo ha solicitado él: “Os pido que recéis por mí, para que pueda cumplir fielmente el alto cometido que la Providencia divina me ha encomendado como sucesor del Apóstol Pedro”. Pero, aunque no lo hubiese pedido expresamente, seguiría siendo una obligación nuestra. Hay que rezar por el Papa, siempre, y más que nunca en un momento en que su autoridad – autoridad recibida de Cristo- está siendo contestada; no sólo por los que formalmente están fuera de la Iglesia, sino incluso por los que, aparentemente, están dentro.
El Papa es el Papa. No puedo ocultar mi simpatía por un Papa, Juan Pablo II. La primera vez que lo vi – en Portugal, allá por el año 1982, en el Santuario de Nuestra Señora de Sameiro – me causó una profunda impresión. Tenía yo quince años, a punto de cumplir dieciséis. Se celebraba una “Misa por las familias”. El Papa llegó tarde, por un problema de transporte o de lo que fuera. Y allí estábamos, sin dormir desde el día anterior, esperándole. No defraudó.
Después, en muchísimas ocasiones y en lugares diferentes, vi a Juan Pablo II. Para mí, un santo. Un cristiano ejemplar, un sacerdote ejemplar, un Obispo ejemplar, un Papa ejemplar. Le sucedió Benedicto XVI, Joseph Ratzinger, el mejor teólogo vivo de siglo XX. Benedicto XVI me inspira una admiración distinta. Veo al Papa Benedicto como un hombre que no apela más que a la fuerza de la razón. No me imagino a Benedicto XVI dando un golpe en la mesa. Yo creo que él espera que lo que resulta evidente a sus ojos resulte evidente a los ojos de todos. Y quizá, en esto, como en tantas cosas, el Papa actual nos supera. Él está por encima, con su suavidad, con su firmeza, con su modestia, con su humildad.
Me alegré mucho de que eligiesen Papa a Joseph Ratzinger. Viví su elección en plena Plaza de San Pedro, en un inolvidable mes de abril. Pero, desde el principio, sentí tristeza por él. No necesitaba el Cardenal Ratzinger, para pasar a la historia, ser Papa. Es más, ser Papa sólo le iba a acarrear sufrimientos. Y resulta evidente que es así. Un Papa manso, paciente, benigno, bueno está siendo maltratado. Inmisericordemente maltratado. Y nos pide que recemos por él.
Me permito recordar que, en los formularios de las Misas por diversas necesidades, hay una Misa por el Papa. Animo a celebrar, siempre que la liturgia lo permita, esa Misa. En una antigua plegaria se decía: “Dominus conservet eum, et vivificet eum, et beatum faciat eum in terra, et non tradat eum in animam inimicorum eius”; que el Señor le guarde, y le dé vida, y le haga feliz en la tierra, y no le entregue en poder de sus enemigos. Pues eso, a rezar por el Papa. Es nuestra obligación y, además, Benedicto XVI se lo merece.
Guillermo Juan Morado.
6 comentarios
Secretaría de Su Santidad
00120 Città del Vaticano
Yo oro por el, el Senor asi lo quiere. Que Dios le de sabiduria, ciencia y discernimiento para llevar la barca de Pedro a buen puerto.
Un salaudo.
Un cordial saludo
Siento no haberme expresado bien. de todas formas nunca estudie teologia o nada parecido. Pero creo firmemente en el credo de la iglesia.
Un saludo.
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