Mes de mayo virtual: Día tercero
Día 3. Madre de Dios
“Cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la Ley, para rescatar a los que estaban bajo la Ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción” (Gálatas 4,4-5).
Dios, para enviar a su Hijo al mundo, escogió la mediación maternal de una mujer, María. El Hijo de Dios, sin dejar de ser Dios, se hizo verdaderamente hombre, Hijo de María. Los cristianos, ya desde los primeros tiempos, invocaban a la santa Madre de Dios, como testimonia la antiquísima oración, de los siglos III o IV: “Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios; no deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades; antes bien, líbranos siempre de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita”.
Al confesar a María como “Madre de Dios”, la Iglesia profesa la verdadera identidad de Jesús como Verbo encarnado. En Éfeso, en el año 431, cuando los obispos reunidos en concilio proclamaron solemnemente la maternidad divina de María, el pueblo cristiano reaccionó con enorme entusiasmo: “Nos llevaron en medio de antorchas a nuestras residencias. Era de noche. La alegría era general y toda la ciudad se iluminó. Las mujeres iban con incensarios delante de nosotros”, relata San Cirilo.
Y, pocos años más tarde, en 451, el concilio de Calcedonia explicaba con gran profundidad el sentido de la maternidad divina de la Virgen: el Hijo fue “engendrado del Padre antes de los siglos según la divinidad, y en los últimos días, por nosotros y por nuestra salvación, engendrado de María Virgen, la Madre de Dios, según la humanidad”.
María concibió en su seno a su Hijo y lo acogió con fe y humildad en su corazón. Un antiguo texto litúrgico nos dice que santa María se gozó de dos gracias: “se admira porque concibió virgen, se alegra porque alumbró al Redentor”. De un modo análogo, también el Hijo de Dios nace en cada uno de nosotros cuando nos abrimos a Él mediante la fe y el Bautismo.
Oración
Dios todopoderoso, que, según lo anunciaste por el ángel, has querido que tu Hijo se encarnara en el seno de María, la Virgen, escucha nuestras súplicas y haz que sintamos la protección de María los que la proclamamos verdadera Madre de Dios. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Guillermo Juan Morado.
5 comentarios
Un abrazo.
Más bien serviría de ejemplo de cómo una niña educada en los 60-70 y en inmersión completa en piedad mariana en toda hora y momento, no pasó más allá de un regusto estético en ciertos momentos (sobre todo en el canto) mientras que la figura de la virgen se le aparecía como algo ajeno a ella, muy de estampita de misal de viejas y sin significatividad ninguna en su vida interior de relación con Cristo.
Eso fui yo de niña y adolescente y, aunque a más de uno/a por aquí le parezca horrible, no han cambiado mucho las cosas. Pero yo me voy leyendo todo lo que escribas del mes de mayo virtual, me voy metiendo en la PDA, para llevarlo con facilidad de un lado a otro.
Aunque ya te digo que me hubiera gustado poder decir que puedo ser útil, ya ves en lo tocante a devociones marianas soy de cero. Cualquiera de los lectores de Berenice o del nuevo blog de remedios Falaguera te hará aportaciones llenas de vida.
Fíjate lo que me llama la atención: la noticia que da san Cirilo. Esas curiosidades de los primeros siglos me conmueven porque se ve una historia tan lejana pero tan auténtica, tan que aun en los momentos de crisis o de disensiones internas, los cristianos eran otra cosa... Ese tipo de datos históricos (tanto de la Gran Historia como de la Intrahistoria sobre todo, aunque sean meras anécdocas e incluso leyendas de dudosa historicidad), me gustan mucho si se refieren a los primeros siglos.
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