Juan Pablo II, cuarto aniversario
Ya en la inminencia de la Semana Santa recordamos hoy, día 2 de abril, el fallecimiento del Papa Juan Pablo II. Casi al finalizar la Cuaresma, la Iglesia de dirige a Dios pidiendo que “mire con amor a los que han puesto su esperanza en su misericordia”. El Papa Juan Pablo II se ha apoyado, constantemente, en la misericordia de Dios. En una anotación de su testamento espiritual datada en el año 2000, escribía: “Espero también que, mientras pueda cumplir el servicio petrino en la Iglesia, la misericordia de Dios me dé las fuerzas necesarias para este servicio”. Cuando, con conciencia de deber y de agradecimiento, cumplimos lo que el Papa pedía en su testamento: “Tras la muerte, pido santas misas y oraciones”, lo hacemos con la dulce certeza de que Dios “mira con amor” a su siervo Juan Pablo II. La mirada de Dios nos sostiene aquí en la tierra y nos acompaña, después del paso de la muerte, en la vida eterna.
Las lecturas de este jueves de la quinta semana de Cuaresma nos hablan de la fidelidad de Dios a la Alianza: “El Señor se acuerda de su alianza eternamente”, no se desdice de la palabra dada (Sal 104). Y en el Evangelio es Jesús mismo quien afirma: “Os aseguro: quien guarda mi palabra no sabrá lo que es morir para siempre” (cf Jn 8,51-59). La vida de fe es una conjunción de lealtades; una alianza entre la lealtad de Dios, que no falla, y nuestra pobre respuesta, que puede ser también leal si nos apoyamos en la gracia, en la misericordia divina. “Guardar la palabra” es algo más que escucharla, es acogerla en el corazón y dejar que germine en las obras y en la vida. ¿Acaso no hemos visto y palpado todos la fecundidad de la vida del Papa Juan Pablo II? Un Papa que supo ser leal: A Cristo, a su Iglesia, a la humanidad, a su atormentada patria polaca, a su difícil misión de Sucesor de Pedro.
Y también somos testigos de la fecundidad de su muerte. El Papa, acostumbrado a servir, quería que su muerte fuese asimismo útil: “Aceptando ya desde ahora esa muerte – escribía en 1980- , espero que Cristo me dé la gracia para el último paso, es decir, la Pascua (mía). Espero que también la haga útil para esta causa más importante a la que trato de servir: la salvación de los hombres, la salvaguarda de la familia humana y, en ella, de todas las naciones y pueblos (entre ellos, me dirijo también de manera particular a mi patria terrena); que sea útil para las personas que de manera particular me ha confiado, para la Iglesia, para la gloria del mismo Dios”.
Como ha dicho Benedicto XVI, refiriéndose a su antecesor: “la muerte [de Juan Pablo II] fue el sello de una existencia totalmente entregada a Cristo, configurada a él incluso físicamente por los rasgos del sufrimiento y del abandono confiado en los brazos del Padre celestial. Como atestiguan los que estuvieron cerca de él, sus últimas palabras fueron: ‘Dejad que vaya al Padre’; así culminaba una vida totalmente orientada a conocer y contemplar el rostro del Señor”.
Que esta fecundidad luminosa de su vida y de su muerte nos impulse a todos a confiarnos a la misericordia divina; a la fidelidad del amor de Dios. Que la Virgen Santísima, a quien Juan Pablo II llamó “la Madre de mi esperanza”, le muestre, en la ternura de su mirada, el amor de la mirada de Dios.
Guillermo Juan Morado
2 comentarios
Soy uno de ese medio millón de chavales que estuvo en el monte del gozo el 20 de agosto de 1989. Sospecho que también estabas por ahí. Descarto que estuviera Luis Fernando , ya que en esa época era aún más borrico que ahora (jejeeje..., lo siento , no lo he podido evitar. Seguro que él no me desmiente).
La frase de JPii que me llamaba la atención es "el vale la pena dar la vida por cristo"Cada vez que la oigo "me se" ponen los pelos como escarpias. Hoy la ha puesto cristina L.S. en su programa de radio.
también el "no tegáis miedo", claro.
De Juan Pablo segundo he aprendido a seguir a Cristo con Paciencia , la paciencia que se necesita para hacer apostolado y perseverar a pesar de las miserias propias y de otros. Paciencia que se fundamenta en la seguridad de la Fe, en la Esperanza de que el mal no tiene la última palabra y en la Caridad que lo soporta todo.
Y he aprendido a seguir a Cristo con Alegría , la alegría de saberse hijos de Dios en medio de las tribulaciones y contrariedades del día a día.
A pesar de que Wojtilla tenía (como he dicho) paciencia "a largo plazo", efecto sin duda de la Gracia de Dios, sospecho que uno de sus defectos fundamentales era la impaciencia, era impulsivo. Me da la impresión que luchaba día a día para no dejarse llevar por la impaciencia, quizás la ira. Eso me gusta, ya que los santos son útiles en cuanto reflejan modos de seguir a Cristo de personas NORMALES con DEfectos y miserias, contra las que luchan día a día.
El evangelio está lleno de gente así. Detesto las hagiografía de santos. Un tío que mee agua bendita no me sirve de ejemplo para seguir a Cristo. Dicen que "las noches oscuras del alma" son habituales. Menos mal.
Gracias KAROL WOJTILA.
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