¿Manifestación? ¿Por qué no?
Manifestarse, en sí mismo, no está mal. Parece un recurso legítimo. Las personas pueden reunirse públicamente y reclamar algo, o expresar su protesta por algo. De ese “algo” que convoca la reunión dependerá que la manifestación merezca aplauso o vilipendio.
Uno puede manifestarse – al menos en democracia – en favor o en contra de muchas cosas. Salvado el legítimo derecho a hacerlo, siempre dentro de un orden, puede haber manifestaciones absurdas o pertinentes. Manifestarse en contra de la lluvia sería un ejemplo de manifestación absurda. Que llueva o no depende en escasa medida de lo que nosotros deseemos y, también en corta medida, de la expresión externa de nuestros deseos. Pertinente puede ser, por ejemplo, reclamar en las calles, o donde se tercie, el fin del terrorismo, una mayor solidaridad con los países empobrecidos o el fin de la violencia doméstica. Claro que del hecho de que una manifestación sea pertinente no se deduce, de modo inmediato, que sea eficaz.
Si una causa merece ser defendida, a voz en grito y en susurros, en las calles y en las casas, en público y en privado, es el derecho inalienable de todo ser humano inocente a la vida. Yo, de manifestarme, me manifestaría a favor de la vida. Incluso en el supuesto de que esa manifestación fuese ineficaz, porque hay ciertos estados de somnolencia, de pereza, de inactividad que ni siquiera los gritos consiguen conjurar. Los ataques a la vida son continuados, consentidos, habituales. Hasta tal punto cotidianos que apenas llaman la atención.
Si todos fuésemos un poco más normales, el aborto nos sublevaría profundamente, nos alzaría en motín, excitaría como ninguna otra cosa nuestra indignación y protesta. Pero, claro, si todos fuésemos un poco más normales no habría aborto; o, al menos, no habría aborto con amparo legal.
El tema del aborto va, con mucho, más allá de una cuestión que afecte sólo a las madres – entre paréntesis, ¡como si los padres no existiesen! -; o que afecte a los profesionales del “negocio” – sangriento negocio - de las mal llamadas “clínicas” . Afecta a todos y, de modo muy destacado, a los responsables del bien común. El bien “común” no puede ir en contra de los “bienes” que benefician a todos los ciudadanos. Y la vida humana es un “bien”; una realidad que posee un valor positivo y que, por ello, resulta estimable. Y todos salimos ganando si, como sociedad, respetamos ese bien básico.
Los legisladores – los de ayer y los de hoy – que han promovido leyes que amparan el aborto no deberían dormir tranquilos. Tampoco quienes dirigen las estructuras sanitarias de un país, en la medida en que las ponen a disposición de la muerte. Pero los legisladores se inmolan a un solo ídolo: el voto. ¿Y quién les vota? ¿Quién les da “carta blanca” para que hagan y deshagan, como césares absolutos, dueños de vida y haciendas – eso sí, con respaldo parlamentario - ? Los legisladores tienen cómplices. Y esos cómplices podemos ser cada uno de nosotros.
Pensemos por un momento: ¿Estamos de acuerdo con el permisivismo sexual, con el “todo vale”, con el “con mi cuerpo hago lo que quiero”? ¿Nos avergonzamos, sutil o descaradamente, de una virtud tan denostada como la castidad? ¿Nos parece más saludable el recurso al preservativo o a la píldora del día siguiente que una abstinencia responsable? ¿Damos por hecho que a las personas hay que tratarlas como animales en celo? ¿Nos parece que ser madre es muy poca cosa para una mujer o que ser padre es un poca cosa para un hombre? ¿Despreciamos a la que vemos embarazada por segunda, por tercera o por cuarta vez? ¿Nos desentendemos de quienes atraviesan dificultades económicas y los culpabilizamos por el “delito”, encima, de haber tenido hijos? ¿Callamos devotamente ante la apariencia de imparcialidad, de progreso, de apuesta por lo humano de las grandes organizaciones que, bajo capa de mejoras para los pobres, exportan el aborto incluso recurriendo a chantajes económicos?
Sí, podemos manifestarnos a favor de la vida. Es más, debemos hacerlo. Como personas de bien, como ciudadanos democráticos, y hasta – y no en último lugar – como cristianos. ¿Pero no habrá que cambiar muchas cosas en nuestra mente y en nuestro corazón? ¿No habrá que apostar por otro tipo de vida para que esa protesta sea pertinente y eficaz? Es verdad, no obstante, que lo mejor no es enemigo de lo bueno. Las calles son de todos; también de los que apuestan por la vida.
Guillermo Juan Morado.
13 comentarios
Veo por sus escritos que es usted un sacerdote equilibrado y serio. Por ello, me permito pedirle un favor: Debajo de su blog aparece otro anónimo desde Barcelona en el que se insulta gravemente y de forma permanente al señor cardenal de Barcelona con graves difamaciones e incluso calumnias mezquinas. Le pido que con su influencia consiga que en esta página no aparezcan más blogs anónimos.
De antemano se lo agradezco por el bien de la Iglesia.
De todas formas, considero que todas las manifestaciones no son defendibles, al igual que no todas las ideas son respetables. En esta línea, la sociedad de hoy en día ha dado por hecho que cualquier opinión, por peregrina e inmoral que sea, es defendible y, por ende, es posible su reivindicación pública (aborto ,orgullo homosexual, etc.)
Pues no señores. Basta ya de permitir que posiciones como la de estar a favor del asesinato de niños puedan ser mantenidas públicamente, mientras el cardenal-arzobispo de Madrid se amilana a la hora de liderar una posible manifestación a favor de la vida.
Concluyendo, no todas las ideas son válidas ni pueden ser defendidas públicamente.
+ Un saludo
Y como ya le he dicho en el blog de monseñor Sebastián, no puede usted ir propagando mentiras. Germinans germinabit critica mucho al cardenal Sistach. A veces de forma muy viva. Pero jamás se ha proferido desde su página y desde su blog en ReL un solo insulto contra el cardenal. Ni uno. Yo no lo admitiría. No hace falta que nadie me lo tenga que decir o aconsejar.
Cada día me gusta más leer su blog, sus escritos me sirven de gran ayuda par las clases de Religión en Secundaria.
¡¡Muchas gracias!!
Tampoco es para tanto..., los alumnos solo demandan cariño, y entre col y col, lechuga!!
Por eso no me gusta demasiado el penúltimo pa´rrafo, el de las interrogaciones retóricas: si seguimos mezclando churras con merinas, seguimos como hasta ahora: muy eficaz no habrá sido la estrategia de mezclar el NO rotundo y absoluto al aborto con reivindicaciones como los conciertos educativos, la persecución a los homosexuales, el no al preservativo, u otros temas que tan gratuitamente aparecen como el de los seres humanos como "animales en celo" o el pensar que ser madre o padre es "poca cosa". No conozco a nadie (no los conozco porque no existe ¡menos aún a un/a "progre"!) que considere la maternidad o paternidad como "poca cosa. Así que si empezamos con ese tipo de acusaciones gratuitas y esa agresividad que no viene a cuento,menos gente atraeremos y más se verá la reivindicación pro-vida como una chifladura, por eso, por mezclarla con temas o secundarísimos o inventados o agresivos.
O pretender mezclarlo con uan idea tan absurda como que si no se sigue la HV 100% uno es una especie de animal en celo. Pues claro, si se va ofendiendo así, la gente se tomará el tema del aborto, mezclado con ese otro, como un tema en el mejor de los casos, secundario.
Sólo he ido a una manifestación pro-vida, convocada exclusivamente contra el aborto, y volví avergonzada. Desde entonces ha llovido mucho y no han cesado de aumentar las atroces cifras del aborto.
Salud
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