El Obispo de Lugo lo tiene claro
La Voz de Galicia ha publicado una entrevista al Obispo de Lugo, Mons. Carrasco Rouco. El tema, la Educación para la Ciudadanía. La ocasión, la reciente publicación de una “Nota” de los Obispos de Galicia que ha sido acogida, por sectores ligados al poder, con descalificaciones sumarísimas.
En la entrevista, Mons. Carrasco Rouco entra en materia. La crítica que se puede hacer a la Educación para la Ciudadanía no es una crítica puramente formal y teórica. No se trata sólo de que, abstractamente considerado el problema, se vulnere el derecho fundamental de los padres a educar a sus hijos en conformidad con sus propias convicciones morales y religiosas. Derecho que, en efecto, se vulnera. Pero hay más, esa lesión al papel de los padres toma cuerpo en asuntos bien concretos; por ejemplo en lo relacionado con la ideología de género y con el modelo de familia.
A estas alturas ya hay manuales de Educación para la Ciudadanía. Ya no se discute sobre la letra de un decreto, sino sobre los textos que los sufridos alumnos tendrán que estudiar, incluso contra la voluntad de sus padres, si es que estos no objetan. Textos que, en aspectos importantes, imponen una ideología; una visión de la realidad amparada no por la verdad de las cosas, sino por el poder.
Es muy expresivo que Mons. Carrasco Rouco se pregunte, a la hora de dilucidar qué es el bien, si hay que preguntar a Platón – es decir, a la tradición filosófica – o al ministro de turno. La antigua opción Ética o Religión era mucho más razonable que la actual oferta: Educación moral a golpe de mayoria parlamentaria para todos y Religión condenada a los márgenes del sistema educativo.
No sólo los padres deberían rechazar este rodillo ideológico. También los filósofos. Los valores morales, su reconocimiento, su descubrimiento, la justificación racional de las normas de lo bueno y de lo malo no se pueden imponer por decreto. Esa tarea corresponde a la razón y no a la estrategia de las mayorías parlamentarias. En el caso de la Religión, son los padres y los alumnos los que, libremente, piden al Estado que les facilite el ejercicio del propio derecho a recibir la educación más conforme con su visión de la vida.
Una democracia auténtica no debería imponer esta Educación para la Ciudadanía. Quizá otra, pero no ésta. Pero, bajo el paraguas del diálogo, del talante y del progreso se ampara, únicamente, una vocación totalitaria. El César no se conforma con ser César. Quiere ser Dios.
Guillermo Juan Morado.
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