Ayuno y abstinencia
Llega la Cuaresma, un tiempo de penitencia que nos ayuda a prepararnos para la Pascua de Resurrección. La obligación de hacer penitencia proviene de un mandato del Señor, que pide no sólo obras exteriores, sino la conversión del corazón: “Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno no sea conocido por los hombres, sino por tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará” (Mt 6, 17-18).
La Iglesia, siguiendo este mandato de Cristo, ha querido que todos los fieles se “se unan en alguna práctica común de penitencia” y para ello ha fijado algunos días penitenciales “en los que se dediquen los fieles de manera especial a la oración, realicen obras de piedad y de caridad y se nieguen a sí mismos, cumpliendo con mayor fidelidad sus propias obligaciones y, sobre todo, observando el ayuno y la abstinencia” (CIC, c. 1249).
Obviamente, estas prácticas comunes no agotan el deber de hacer penitencia. Constituyen más bien un recuerdo para cada uno y un signo de pertenencia al Pueblo de Dios; una expresión externa y social de la búsqueda de la conversión. Nos ayudan a vivir en sintonía con la liturgia para avanzar en el amor a Dios y al prójimo; adquiriendo el dominio sobre nuestros instintos y la libertad del corazón.
El ayuno, según ha legislado la Conferencia Episcopal Española, “ha de guardarse el miércoles de ceniza y el Viernes Santo” y “consiste en no hacer sino una sola comida al día; pero no se prohíbe tomar algo de alimento a la mañana y a la noche, guardando las legítimas costumbres respecto a la cantidad y calidad de los alimentos”. Obliga a todos los mayores de edad hasta que hayan cumplido cincuenta y nueve años. La abstinencia, que consiste en no tomar carne los viernes de Cuaresma (ya que en los demás viernes del año puede sustituirse la abstinencia por otras prácticas piadosas), obliga a los que han cumplido catorce años.
En su Mensaje para la Cuaresma de 2009 el Papa explica con gran sencillez y profundidad el sentido del ayuno: “El verdadero ayuno, por consiguiente, tiene como finalidad comer el ‘alimento verdadero’, que es hacer la voluntad del Padre (cfr. Jn 4,34). Si, por lo tanto, Adán desobedeció la orden del Señor de ‘no comer del árbol de la ciencia del bien y del mal’, con el ayuno el creyente desea someterse humildemente a Dios, confiando en su bondad y misericordia”.
Someterse humildemente a Dios. En ese sometimiento consiste nuestra verdadera grandeza, nuestra auténtica libertad.
Guillermo Juan Morado.
3 comentarios
Primero que nada, decirle que es la primera vez que escribo en su blog (no así en otros como en el de Luis Fernando o Eleuterio). Y la verdad que debería haberlo hecho antes, porque sus consejos en unos casos, e "instrucciones" en otros, son de gran utilidad para intentar ser un poquito mejor cristiano.
El tema del ayuno y la abstinencia, especialmente en cuaresma es una de esas cosas que no viven la mayoría de católicos. Cuando, por lo que sea, ese día tienes una comida en sociedad y en el menú o hay nada que no lleve carne, y tu pides que te preparen algo distinto, la gente te mira raro, incluso aquellos que se dicen católicos.
Mucha culpa de lo que sucede la tienen los medios de comunicación al servicio de la nueva "religión" zapateril. Te cuentan, por ejemplo, cuanto dura el Ramadán, qué comen, etc., pero de la cuaresma, del tiempo de preparación de los católicos para la pascua, nada de nada.
Que el ayuno y la abstinencia físicos nos ayuden a recordar que el verdadero alimento es la Palabra y el mismo Dios hecho hombre.
+ CREDO IN UNUM DEUM
El ayuno le deja a uno muy débil; ése es un significado importante: yo no puedo, por tanto me confío al buen Dios, mi fuerza.
Deberíamos ayunar cuando tenemos que tomar una decisión importante, cuando pedimos por la conversión de alguien, cuando deseamos que nuestra misión (la que nos corresponda como miembros de la Iglesia) lleve a los demás a Dios.
La abstinencia también es importante; mi padre, un hombre del campo, decía que el pescado no mantiene el cuerpo como la carne: le hacía sentirse débil.
He visto que las apariciones de Medjugorje insisten mucho en el ayuno (también en la oración, la Eucaristía, la Penitencia).
Tenemos la escuela de los santos y los primeros cristianos ayunaban mucho.
Debiéramos recuperarlo más que dos días al año.
Saludos.
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