Mensaje para la Cuaresma del obispo de Tui-Vigo: “No nos cansemos de hacer el bien”
La enseñanza de los obispos es una expresión del magisterio ordinario de la Iglesia. El concilio Vaticano II dice que “los obispos son los predicadores del Evangelio que llevan nuevos discípulos a Cristo. Son también los maestros auténticos, por estar dotados de la autoridad de Cristo. Ellos predican al pueblo que tienen confiado la fe que hay que creer y que hay que llevar a la práctica y la iluminan con la luz del Espíritu Santo” (LG 25).
Predicadores, evangelizadores, maestros dotados de autoridad. Es una responsabilidad inmensa. Por eso, a veces, llama la atención la frivolidad con la que algún obispo, desempeñando incluso cargos muy importantes, pide abiertamente cambiar la doctrina no tanto sobre lo que “hay que creer”, como, sobre todo, lo que “hay que llevar a la práctica”. Como si la doctrina – la verdad del Evangelio – pudiese ser objeto de componendas, de consensos o de pactos. Pero este no es el objetivo del presente post.
Inspirándose en el mensaje del papa Francisco para la Cuaresma, basado en Gálatas 6,9-10, el obispo de Tui-Vigo hace una interesante glosa, que se resume en tres momentos: “Sembrar”, “Hacer el bien desde la esperanza cristiana”, “Sin desfallecer, a su tiempo cosecharemos”.
¿Qué supone sembrar? Nos compromete, ante todo, a “buscar el tiempo oportuno para sembrar la semilla de Dios en nuestras vidas”. La Cuaresma es este tiempo oportuno, que nos hace proyectar nuestra mirada, sin olvidarnos del hoy de nuestra existencia, a la vida eterna, la verdadera meta que aguardamos.
Hacer el bien desde la esperanza cristiana. Con gran finura, citando la enseñanza de Benedicto XVI en Spe salvi, el obispo de Tui-Vigo nos advierte: “para nosotros que vivimos desde siempre con el concepto cristiano de Dios y nos hemos acostumbrado a él, el tener esperanza, que proviene del encuentro real con Dios, resulta ya casi imperceptible. Porque llegar a conocer a Dios, al Dios verdadero, eso es lo que significa recibir esperanza” (Spe salvi, 3).
La fe y la esperanza están íntimamente entrelazadas. La fe nos da ya algo de lo que esperamos. Y, ambas, fe y esperanza, son activas; conducen a la caridad: “Hacer el bien es implicarse en la caridad activa hacia el prójimo. Durante esta Cuaresma practiquemos la limosna, dando con alegría; aprovechemos especialmente este tiempo para cuidar a quienes tenemos cerca; busquemos a quien está necesitado; escuchemos al que no tiene con quien comunicarse y sufre la soledad. Pongamos en práctica la invitación de hacer el bien a todos, entregando nuestro tiempo para amar a los más pequeños e indefensos, a los abandonados y despreciados”.
Sin desfallecer, a su tiempo cosecharemos. El amor, la justicia, la solidaridad… han de ser conquistados cada día. No basta pensar que, si un día hemos amado, amaremos siempre. Se trata de un desafío cotidiano. El “sin desfallecer” apela a la “paciente constancia”. Lo meritorio no es ser bueno un día; es no cansarse de intentar serlo todos los días.
Agradezco a nuestro Obispo este escrito. También la Lumen gentium recuerda: “Los obispos, cuando enseñan en comunión con el Romano Pontífice, merecen el respeto de todos, pues son los testigos de la verdad divina y católica” (LG 25).
Guillermo Juan Morado.
El texto puede leerse también en Faro de Vigo y en Atlántico Diario.
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