Lecturas. "As Costas do Alén", de Fernando Juan Morado
Decía recientemente Michel Onfray que, en las bases de nuestra cultura, se encuentran – aunque no exclusivamente - el genio del cristianismo y el genio del judaísmo. El genio del cristianismo consiste, según el filósofo francés, en hacer posible una civilización de la alegoría, del símbolo, de la metáfora. El genio judío, piensa Onfray, se expresa en la hermenéutica, en la razón explicativa. En la explicación de las parábolas se unen, en cierto modo, la imagen y la razón.
Símbolo. Imagen. Razón ampliada. No debemos disociar los componentes de esta tríada. El símbolo no aliena el significante del significado, sino que los vincula, los relaciona, como vincula y relaciona lo visible y lo invisible. La imaginación nos recuerda que, sin imagen, no hay pensamiento, ya que la imagen media entre lo sensible y lo inteligible. La razón ampliada, no reducida al racionalismo, al cálculo, al algoritmo, supone una protesta frente a la separación entre el espíritu y la carne.
El nexo entre símbolo, imaginación y razón constituye no solamente una posibilidad sino, incluso, un deber moral. A veces, es preciso imaginar lo inimaginable para conocer lo real y actuar concretamente. Nicolas Stevees, un agudo pensador de nacionalidad francesa y norteamericana, reivindica la necesidad de construir una “utopía de lo posible”. Por su parte, P. Sequeri, desde Italia, apuesta por una razón que sea una “ratio hominis digna”, que deje lugar al afecto, a la confianza y al saber.
No todo se reduce al utilitarismo, que no puede relegar al ostracismo la sensibilidad y la nostalgia de justicia y de sentido. La apuesta por una “razón digna del hombre” va de la mano con una percepción estética – sensible- del mundo.
Algunas de estas claves las encuentro en la lectura de “As costas do Alén. Crónicas dun toxo arnal”, de Fernando Juan Morado, con ilustraciones de A Flaira María Rodríguez, A Coruña 2021, 105 páginas (ISBN 9-788412-327595). La realidad no visible, o al menos no evidente en una primera aproximación, se agranda para abrir espacio al ámbito de lo fantástico, en el que se entrelazan imágenes y textos.
Al comienzo de todo se nos advierte: “tened cuidado con los animales que están medio locos con los cazadores y con las obras” (p. 11). Una locura, la de los animales, que queda en cierto modo plasmada en un manuscrito compuesto por su autora, Cede, que se transmuta en un tojo atento a las confidencias y los relatos de un cuervo azul. Ya al final, se resume: “En el fondo, se trata de una crónica de los tiempos, en muchos aspectos, nada esperanzadores, que nos ha tocado vivir, donde no falta una gran preocupación por el deterioro ecológico que está sufriendo nuestro planeta” (p. 103).
Me quedo con la traducción al griego de uno de los Poemas del Cuervo Azul, “Corvo azul voaba silandeiro…”, realizada, la traducción, por Xavier Gómez Álvarez.
Guillermo Juan Morado.
Publicado en Atlántico Diario.
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