Una celebración muy digna: el funeral por los fallecidos por la pandemia
Lo he seguido – el funeral - a través del móvil y me ha gustado; es decir, me ha ayudado a rezar, a pensar, a ponerme en el lugar de los familiares de los fallecidos.
Muchos, católicos. Otros, no. Pero la Iglesia Católica ora por todos. Y yo, como católico, agradecería también que otras personas religiosas orasen por mí o por los míos, aunque no compartiesen mi fe.
La liturgia de difuntos, en todos sus componentes, eleva el alma. Las lecturas, con todo su realismo divino y humano. Los cantos, que en esta celebración han sido sobrios y bellos. La homilía del cardenal Osoro, muy adecuada y basada en los textos bíblicos.
No solo estaba el cardenal Osoro, sino asimismo el presidente de la Conferencia Episcopal Española, el Obispo Secretario, el Nuncio de Su Santidad y un nutrido grupo de cardenales, arzobispos y obispos. Son representantes jerárquicos de la Iglesia en España y han estado donde debían estar: rezando por los difuntos y por sus familiares.
También estaban – supongo que las autoridades eclesiásticas los habrían invitado – representantes del Estado. Ante todo, su Majestad el Rey y la familia real. Si se reza por miles de fallecidos es muy adecuado que el Jefe del Estado, en España es el Rey, se haga presente. Y lo ha hecho, de modo ejemplar, con su familia.
Y el Gobierno de la Nación y otras autoridades de las demás instituciones políticas. Es lo normal. Ellos son los primeros que han de estar al servicio de su pueblo, también cuando se reza por su pueblo. Porque buena parte del pueblo, mucha o poca, es lo de menos, pero una parte legítima del pueblo desea que se rece por los difuntos.
El cardenal Osoro ha hablado, basándose en el Evangelio, de filiación y de fraternidad. Ojalá sepamos encarnar ese programa en el día a día: somos hijos de Dios y, en consecuencia, hermanos. Y ha hablado también de esperanza. Y nada es más necesario.
No voy a analizar esta celebración con más detalle. Mi impresión es excelente: Sobria, solemne, religiosa, esperanzada.
Guillermo Juan Morado.
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