Cincuenta años de 14 parroquias de Vigo
Hoy (29 de enero de 2020) he podido leer en “Faro de Vigo” un interesante artículo de Alberto Cuevas Fernández, sacerdote y periodista, titulado “Cincuentenario de 14 parroquias de la ciudad”.
D. Alberto Cuevas es una bendición para esta diócesis de Tui-Vigo y, al mismo tiempo, es responsable, en buena medida, del trato que los medios de comunicación social de Vigo, incluidos los periódicos, dispensan a la iglesia diocesana y a las parroquias. Ese trato, no adverso, consiste en escuchar y en no ser rácanos a la hora de informar. Ni más ni menos.
Dice Alberto Cuevas que “han pasado 50 años y las circunstancias sociales y pastorales de ahora son distintas a las de aquella época. Quizá incluso contrarias”. Tiene toda la razón. Mi parroquia, la de San Pablo, de Vigo, es una de esas 14 nuevas parroquias. La situación no es, evidentemente, la misma. En una entrevista en “Atlántico Diario”, he afirmado que “ahora ya no coinciden población y feligreses, la Parroquia es un pequeño rebaño” (“Atlántico”, 24 de enero de 2020, página 19).
Los católicos somos, en Vigo, y creo que en España, una minoría. ¿Quiénes van a Misa el domingo? Calculo que no llegará al 5% de la población. De todos modos, es una minoría, o ha de serlo, significativa, decisiva. A mí me gusta que la parroquia que me han encomendado esté dedicada a San Pablo, apóstol de los gentiles.
Estaría encantado de que los párrocos y las parroquias supiésemos adaptarnos a esta realidad de “minoría significativa”, al “menos es más”. Menos celebraciones, pero mucho más cuidadas. Menos nostalgias y más apuesta por el presente y el futuro. Menos estadísticas y más confianza en Dios y en la fuerza de la fe.
No podemos permitirnos el lujo de ir llorando por las esquinas. Lo que fue, alguna vez, una especie de coextensión entre ciudadanía e Iglesia, no será más – si es que, en realidad ha sido - . No se trata de añorar lo perdido, sino de mantener el presente y de hacer propuestas de cara al futuro.
Creer es bueno para el hombre. La fe es verdadera, buena y bella. Es mejor ser cristiano que no serlo. Hay mil motivos para creer. Nadie es, o debería de serlo, inmune a la fe. El ser humano es el “animal divino”.
La falta de interés por la religión podría ser, quizá, una muestra de abdicación ante lo que nos define más profundamente, ante la inquietud que nos mueve a interrogarnos sobre todo y ante la apertura que nos lleva a trascendernos, a ir más allá de los límites de la propia piel.
Estamos, los cristianos de hoy, más cerca de los primeros siglos del Cristianismo que de la época de nuestros padres. Necesitamos, como los primeros cristianos, experimentar el apoyo y el aliento de la comunidad de los creyentes: “Sin el domingo, no podemos vivir”, decían aquellos pioneros en la fe.
Hoy podríamos repetir lo mismo: “Sin el domingo, sin la vivencia comunitaria de la fe, no podremos resistir”. El Catecismo de la Iglesia Católica dice que “cada creyente es como un eslabón en la gran cadena de los creyentes”.
A veces, no siempre, “menos es (puede ser) más”. Necesitamos, en cualquier caso, que alguien lo cuente. D. Alberto Cuevas, sacerdote y periodista, con sensibilidad ante los tiempos que nos toca vivir, con respeto hacia todos, con enorme mesura, no se cansa, a su modo, amable, de contarlo.
Debemos sentirnos agradecidos por ello. La fe, el cristianismo, una parroquia… siguen siendo realidades que comprometen a muchas buenas personas y que velan, a su modo, por la dignidad del hombre. Creo que merece la pena seguir contándolo.
Guillermo Juan Morado.
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