El Libro Gordo...

El libro gordo

 

“El libro gordo de Petete” era una enciclopedia y un programa de televisión que, al finalizar, terminaba con estas palabras: “El libro gordo te enseña, el libro gordo entretiene, y yo te digo contenta, hasta el programa que viene”.

Hoy los niños no tienen a Petete ni su libro gordo. No les hará falta. Tampoco tendrán a sus padres – que pueden ser malos malísimos: machistas, homófobos, etc. - . Solo les quedarán las ministras y los ministros. Solo les quedará el Gobierno. Solo les quedará el todo y lo único; el poder y la confusión.

Rousseau, ese gran pedagogo, lo tenía meridianamente claro. A sus propios vástagos los envió a la inclusa para que el Estado se ocupase de ellos. Lo hacía - ¡oh precursor! – para apartarlos de la mala influencia de su familia política.

A este paso solo los hijos de padres igualitarios, partidarios de experimentar recíprocamente, por un conducto común, la sumisión que libera, podrán ser educados por sus progenitores – A, B, C o lo que cuadre - . Los demás niños, no. Los demás, a la inclusa, a la escuela pública convertida en inclusa, donde las grandes maestras dictarán, con inefable oráculo, cómo habrán de encaminarse en esta vida y cómo habrán de programar hasta su muerte.

Habrá ley y presupuesto para todo. Podrán, los de la inclusa, “consumar”, es un decir, cuando quieran, con quien quieran, donde quieran, como quieran…Podrán hacer todo, menos cuestionar la autoridad de las grandes ministras, de las grandes regentes del hospicio. Podrán abortar, sin permiso parental, aquellas ingenuas que no se hayan enterado de las infinitas posibilidades de la espeleología.

En este vodevil, los padres, a callar. No tienen nada que decir. Si son adictos de algún “vicio” – llámese, digamos, “religión” – que paguen el colegio o el hospital privado. A pagar y a callar. Que sus impuestos valen menos que los impuestos de quienes sostienen en el poder y en la confusión a las grandes ministras.

Los descontentos protestan por protestar. Encima de ignorantes, protestones. ¡Qué lean, qué aprendan! Pueden empezar por “La sagrada familia”, de Marx y Engels. Pueden empezar si las ministras lo autorizan. Si no, no.

A este paso, los padres y las madres, los progrenitores A, B, C…, acabarán por mandar a todos los niños que hayan conseguido nacer a la inclusa del Partido Único. Ya que el Partido los educa, que los mantenga también. Cualquier cosa será mejor para esas criaturas que soportar a padres y madres que no cuentan con el visto bueno de las ministras. Algo similar pensaba Rousseau. Y no solo él.

Guillermo Juan Morado.

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