¡Grita tu aborto!
Así suena una frase que se está haciendo famosa entre los sectores que defienden la legitimidad moral, social y legal del aborto: “Grita tu aborto”, “Shout Your Abortion”. Si el recurso al aborto es visto como algo bueno, normal y justo no hay, en consecuencia, por qué ocultarlo.
No creo que nadie en su sano juicio “presuma” de haber abortado. Pero sí que se reivindica el no ocultar que se ha hecho: “Grítalo”, “no lo calles”, “no tienes de qué avergonzarte”. Creo, si lo entiendo bien, que ese es el mensaje. Es defender que, muchas veces, es más honrado abortar que no hacerlo.
A estas alturas del conocimiento científico ya no cuela decir que abortar es lo mismo que eliminar un tumor. Ni siquiera cuela que, simplemente, equivale a eliminar a un ser vivo. Ya casi todos reconocen que el eliminado no es solo un ser vivo, sino también un ser humano. Los más instruidos en filosofía y en derecho, discutirán si ese ser humano es, además, una persona, o si es solo un “bien”, o ni siquiera eso.
Son formas de tipificar, según conveniencia, una realidad. En el fondo, sabemos más que de sobra que un embrión humano es un ser humano en sus primeras etapas de vida. ¿Qué otra cosa podría ser si no? Pero, de un modo muy relativista, se hace depender su condición de persona de factores que no son del todo objetivos.
En penúltima instancia de si es autoconsciente y de si puede manifestar esta autoconsciencia. Y en última instancia de si nosotros, y nuestras leyes, lo reconocemos como persona o no. Y esto vale para los embriones y para los enfermos con demencia, etc. ¿Son personas o no lo son? Pues dependerá de lo que juzguemos en cada momento, de lo que nos parezca, sobre todo si estamos respaldados por las leyes, por el poder.
Al final, el único argumento a favor del aborto es muy claro en su formulación: “Nosotras parimos, nosotras decidimos”. Se postula que una mujer puede decidir si quiere ser madre o si no quiere serlo, si quiere aceptar al embrión como hijo o si opta por eliminarlo, porque considera que llega, ese “producto”, en un momento no deseado, no oportuno… etc. No es lo objetivo en sí, es lo objetivo en tanto que es reconocido por el sujeto primeramente implicado, que es la mujer, aunque no solo ella (pero se dice, en la teoría, que es solo ella).
Así el aborto pasa a ser visto como algo bueno. Lo malo sería obligar a una mujer a ser madre sin desearlo. Pero no solo es algo bueno, o puede serlo, el aborto, sino que también es algo “normal”. Forma parte ya de los usos cotidianos. Nadie es señalado como un monstruo por haber abortado. Incluso líderes de opinión que propician el recurso al aborto son aclamados como grandes filántropos. Y, finalmente, es algo justo: Mejor es abortar a un hijo no deseado que exponerlo a una vida penosa, mejor es abortarlo que, una vez nacido, abandonarlo o cederlo en adopción.
La mente humana tiende a ser más o menos coherente, más o menos lógica. Si las bases están mal puestas, el razonamiento, con total coherencia formal, puede llegar hasta lo más aberrante o absurdo.
¿Grita tu aborto? No, nadie abortado puede gritar su aborto. Cuando se aborta, el único que no puede decir nada es el abortado. Que es alguien, sea aceptado o no, deseado o no, reconocido o no.
Es no solo un ser vivo, sino un ser humano que tiene que ser tratado como una persona. ¿Cómo justificar que a seres humanos vivos se les trate como no personas?
¿Grita tu aborto? No. Grita para que nadie aborte. Para que nadie enmascare la realidad del aborto. No es solo el “nosotras parimos, nosotras decidimos”. Es también el qué tipo de ser se llegaría a parir y el quién sobre el que se decide si ha de vivir o no.
Suficientemente serio como para no reivindicar el aborto a gritos.
Guillermo Juan Morado.
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