El “sorpasso”
La palabra “sorpasso” significa, creo, algo así como “adelantamiento”. Y se ha convertido ya en una categoría política.
Como están, en la memoria de todos, los resultados de las últimas elecciones no hará falta incidir en ese significado político. ¿Que Podemos “adelantaba”, en el carril de la izquierda, al PSOE? Pues parece que no. Ellos, unos y otros, los adelantadores y los adelantados, sabrán – o no - por qué. Quizá porque circular solo por la izquierda es más arriesgado.
Pero el “sorpasso” nos puede afectar a todos. Vamos a nuestro ritmo, conduciendo nuestra vida en la medida en la que está a nuestro alcance y, de golpe, de modo inesperado, algo nos “sorpassa”, si cabe conjugar así. Por ejemplo, un percance de salud con el que no contábamos a priori. Y con la mayor parte de esos imprevistos no se cuenta.
Esos imprevistos pueden llegar a cualquier edad y a cualquier hora del día. Y no vale decir, una vez que han pasado, algo tan socorrido como “se veía venir”. O sí o no. No siempre lo que acontece es previsible de modo directo.
¡Qué terriblemente difícil, y no absurdo, es estar vivo! Nada limita más con la vida que la muerte. Y, quizá sin sospecharlo, la muerte, o su amenaza, su aviso poco deseado, nos puede dar, a poco que nos descuidemos, el “sorpasso”.
Me decía un Obispo muy sabio: “Por lo que pueda pasar, conviene confesarse cada siete días”. ¡Por lo menos!, añado yo.
Cuando uno es muy joven tiene, sin fundamento, la sensación de que no habrá “sorpasso”. Es como una protesta de la vida frente a la muerte. Como una sensación, prometeica, de ser invulnerable. Una apuesta que no soporta la confrontación con la realidad.
Las cosas son lo que son y, nos guste más o menos, seguirán siendo lo que pueden ser; que supone, en cierto modo, una mejora, pero dentro de lo posible.
Querer lo imposible equivale a perder el tiempo. Querer ser lo que nunca se puede llegar a ser es vivir en un mundo paralelo, que jamás se encuentra con el mundo real – el único que existe -.
Quizá el único “sorpasso” sensato sea el que proporciona la esperanza. A donde no llego – ni puedo llegar – sí puede hacerlo Alguien que es más sabio que yo. Y ese reconocimiento equivale a la confesión de la potestad de Dios: Dios puede más que nosotros. Dios puede ayudarnos a lograr el “sorpasso” de la muerte.
Solo Él.
Guillermo Juan Morado.
PS: Dedico este post a mi amigo Arturo. No es el “sorpasso” para él, pero es una - posible - advertencia del mismo. Y, lo que hoy le ha tocado a él, le puede tocar a cualquiera.
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