El callejero de Madrid y la memoria histórica
Hoy he leído, un tanto sorprendido, no por el fondo sino por la forma, algunos artículos publicados en periódicos de Galicia. Se mostraban muy molestos, los autores de estos textos, por el propósito del Ayuntamiento de Madrid de borrar del callejero a personajes como, por ejemplo, a Álvaro Cunqueiro.
Álvaro Cunqueiro es un importante literato gallego. Si no han leído “Merlín y familia” o “Si el viejo Simbad volviese a las islas”, háganlo. Si lo hacen, en el caso de que aún no lo hayan hecho, me evitarán dar más explicaciones.
Yo no he conocido a Álvaro Cunqueiro (1911-1981), aunque sí, por una razón puramente circunstancial, a su hijo César Cunquiero, un notario que tenía su notaría muy cerca de donde está mi parroquia. Por una consulta técnica, como motivo, pude hablar con él y quedé impresionado por su inmensa cultura.
En el Faro de Vigo han publicado un artículo titulado, ni más ni menos, “Cunqueiricidio”. Lo firma Ceferino de Blas y dice, entre otras cosas:
“Si los concejales madrileños persisten en su intención de expulsar del callejero a Cunqueiro, y la larga lista de escritores y artistas que vivieron durante el franquismo y prestigiaron la cultura -Dalí, Josep Pla, Mihura, Jardiel Poncela, Julio Camba…-, no merecen estar donde están. Son mastuerzos. Previsiblemente no se llevará a cabo el cunqueiricidio porque PSOE, PP y Ciudadanos se lo impedirán al grupo de la alcaldesa Manuela Carmena. Pero basta la intención para dejar en evidencia el sectarismo de quienes lo pretenden. Sin quererlo, inciden en los mismos errores de quienes más odian, los fascistas. Lo mismo que los nazis perseguían a los artistas de vanguardia, a éstos, llamémoslos “neos” - leninistas, marxistas u lo que sean, también les estorban los escritores y artistas que no consideran de su cuerda. Interpretan “su” memoria histórica -como ellos la entienden-, como “la” memoria histórica. Olvidan la coplilla machadiana (de Antonio, el bueno), al malo (Manuel) también quieren quitarle su calle: “tu verdad, no, la verdad, vamos juntos a buscarla, la tuya guárdatela".
No menos complacientes están en La Voz de Galicia, periódico en el que Roberto L. Blanco Valdés escribe: el nuevo equipo de gobierno de Madrid está preparando “una amplia lista de figuras de nuestra historia para limpiar su callejero de franquistas reales o supuestos. ¡Una nueva depuración! ¡A estas alturas! Pues sí, otra más, en la que los inquisidores no se han parado en barras al repartir los capirotes”. Y cita a Eugenio D’Ors, a Josep Pla, Jardiel Poncela, Miguel Mihuera, Gerardo Diego, Manuel Machado y, también, Álvaro Cunqueiro.
Bueno, si el Ayuntamiento de Madrid - que dirá, también, sobre este desatino, que es una falsa alarma - quisiese renombrar sus calles, yo le animaría a aplicar, con criterio amplio, la Ley de la Memoria Histórica. Esta ley dice, en su artículo primero, que tiene por objeto “reconocer y ampliar derechos a favor de quienes padecieron persecución o violencia por razones políticas, ideológicas o de creencia religiosa, durante la Guerra Civil y la Dictadura”.
O sea, que no hará falta esperar, además de las calles que pueda haber ya, algunas nuevas. Por falta de mártires no será. Vamos, que si aplican la ley de la Memoria Histórica, Madrid podría parecer el “Martirologio”.
No obstante, dejen la calle de Álvaro Cunqueiro. ¿Qué les cuesta? ¿Por qué se enfadan hasta con Merlín y con Simbad?
Guillermo Juan Morado.
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