La pesada amenaza del terrorismo islamista
Matar sin discriminación, como hacen los terroristas, es, si cabe, especialmente contrario a la justicia. Ayer ha habido víctimas en Francia, en Túnez, en Kuwait y en Somalia. Las seguirá habiendo, por desgracia, aunque no sepamos de antemano ni cuándo ni dónde.
A la vez que se producen esas acciones terroristas se siguen perpetrando gravísimos atentados – también terroristas, en el fondo - contra civiles, como en Siria o en Iraq y en otros países.
La amenaza del mal llamado “Estado Islámico” está ahí, y nos recuerda cada día su presencia y su poder destructivo. Y somos muchos los que nos preguntamos si lo que se está haciendo para frenar esa barbarie es suficiente o no. Si vemos los resultados, parece a todas luces que no se hace lo suficiente.
¿Qué busca esta gente? ¿Escalar todas las cimas de la perversidad humana hasta llegar a ser considerados como interlocutores políticos, capaces de negociar sus planes? No lo sabemos.
Algunos dicen que el terrorismo “funciona”. Es decir, que llegar hasta el extremo en la maldad permite lograr ser considerado como un adversario fuerte con el que hay que dialogar y pactar.
Lo que sí sabemos es que los cristianos, y no solo ellos, aunque ellos quizá en primer lugar, están siendo masacrados.
“La comunidad internacional debe enfrentar y combatir este peligro [el terrorismo islamista] para la humanidad entera, sin lavarse las manos o peor, tratando de circunscribirlo a regiones lejanas de sus propios países: los muertos ya son de diversas nacionalidades y Europa, como América, se convirtieron en el objetivo casi cotidiano”. En este diagnóstico coinciden la Universidad sunnita de Al-Azhar y el mismo Vaticano.
Sin una estrategia unitaria, decía el presidente de Túnez, no se puede luchar contra esta amenaza.
¿Hasta cuándo esperar la caída de las máscaras y el logro de un compromiso común?
El plan del mal llamado Estado Islámico revive los peores episodios de la historia de la humanidad y nos hace pensar si, también hoy, como en etapas no excesivamente lejanas de la historia de Europa, nos ponemos de perfil ante tantas atrocidades.
Usar la religión como pretexto para matar es un sacrilegio. Benedicto XVI, en su conferencia pronunciada en la Universidad de Ratisbona, ha sido una voz profética:“no actuar según la razón, no actuar con el ‘logos’ es contrario a la naturaleza de Dios”.
Esta violencia absurda ha de ser denunciada y combatida por todos. Pero ha de ser denunciada, en primer lugar, por quienes pretenden tributar culto a Dios. Y combatida por todos los medios posibles – dentro de un orden – , por los que hoy tienen el poder. Y los que tienen el poder son, en primer lugar, los Estados. No vale mirar para otro lado.
Guillermo Juan Morado.
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