Total apoyo al Cabildo de Córdoba

Parece que, para algunos, todo vale. La operación de acoso a la Iglesia Católica con algunos pretextos, falsos, es digna de ser denunciada públicamente: que si el IBI, que si las inmatriculaciones, que si el dinero que financia a Cáritas…

Este último punto es de lo peor: solo mencionan, los que acusan, la cantidad que del presupuesto anual de la Conferencia Episcopal Española se destina a Cáritas, silenciando que las Cáritas parroquiales se financian al cien por cien con fondos eclesiales (parroquiales), y, asimismo, casi, las Cáritas diocesanas.

Es la ceremonia de la confusión, del engaño. Lo mismo con las famosas “inmatriculaciones” de bienes. Silencian que hasta hace nada, hasta 1998, la Iglesia Católica no podía registrar sus propiedades. Pero no poder ir al Registro no significa, en absoluto, que no pudiese acreditar su propiedad.

Y lo del IBI es otro mantra, cansino y falso. Hablan solo de la Iglesia, y se olvidan de la ley del mecenazgo, y de las exenciones de ese impuesto que afectan a muchas otras entidades: partidos, sindicatos, etc.

Ya lo de Córdoba, lo de su catedral, roza lo esperpéntico. Que la catedral de Córdoba es de la Iglesia no lo dudan ni ellos, los que acusan. Lo saben de sobra. Pero les da igual: Miente que algo queda. Miente y conseguirás, si tienes el poder, que tu mentira parezca verdad.

Toda la legislación da fe de que la propiedad de la catedral de Córdoba es de la Iglesia. Y si se cuestiona esto, esta propiedad, habrá que preguntar por qué:

¿Acaso la catedral, antigua mezquita, está abandonada o en ruinas? No.

¿Es imposible visitarla? Tampoco.

 ¿Hay peligro de que ese bien cultural se desvirtúe?. En absoluto.

Yo creo, en el fondo, que hay mala voluntad por parte de los que, día sí y día también, insisten en lo mismo. Ellos saben que no tienen razón, pero les da igual. Están a lo que están: a fastidiar y a derivar la atención, para que no se centre  esa atención pública en sus miserias, en las miserias del poder.

El Cabildo de Córdoba, y de ahí mi apoyo, responde con argumentos, con razones: históricas, jurídicas y de sentido común.

Pero los que están en contra, por más que apelen al diálogo, no pretenden dialogar.

Ni un paso atrás. No seamos ingenuos. Hoy la Iglesia ha de ganarse el respeto ante los poderes emergentes. No podrá hacerlo sin el apoyo de los católicos. De todos los católicos.

Y, por desgracia, no veo yo que ese apoyo sea tan claro.

 

Guillermo Juan Morado.

Los comentarios están cerrados para esta publicación.