Lío en la farándula: Dolce&Gabbana versus Elton John

Digo farándula empleando esta palabra sin añadirle ninguna carga negativa. Podría hablar, de modo similar, de gresca entre celebridades, entre personas famosas que destacan en los ámbitos de la vida social - ese mundo formado por personajes de los negocios, el deporte, la política y el espectáculo - . En inglés se suele aludir, creo, a esta constelación de estrellas con la expresión beautiful people.

 

A lo que vamos. Parece que los modistos italianos Stefano Gabbana y Domenico Dolce, dueños de la marca Dolce&Gabbana, han expresado en público, en voz alta, lo que pensamos la mayor parte de las personas en el mundo: que el espacio adecuado para acoger y educar a los hijos es la familia, que tiene como pilar al padre y a la madre.

 

Expresar esta convicción, tan de sentido común por otra parte, no significa despreciar a los niños que no nacen del amor de su padre y de su madre, sino que son el resultado, muy querido o nada querido, de otros avatares. Los niños son niños, personas humanas que recorren los primeros pasos en el camino de la vida. Todos ellos, independientemente de cómo hayan sido concebidos en cada caso, merecen toda la estima, todo el amor y todo el apoyo.

 

Pues la expresión de la sensata preferencia de los modistos italianos, de su apuesta por lo que hoy se llama la familia tradicional como contexto más adecuado para procrear a los niños, y no solo para tenerlos a cualquier coste, ha irritado a otros famosos, sobre todo al cantante Elton John, quien argumenta que sus hijos no son sintéticos.

 

Tiene razón el cantante: sus hijos no son sintéticos. Son niños. Pero esta defensa legítima de sus vástagos no es suficiente como para que se erija en una especie de inquisidor que descalifica las opiniones contrarias a la suya y llame, como quien convoca un auto de fe, al bloqueo comercial contra los productos de Dolce&Gabbana. No nos perdamos la amenaza posmoderna: ¡no es la hoguera, es el dinero!.

 

A este reto, Stefano Gabbana ha contestado con una cierta dosis de humor. Preguntado por si este boicot tendrá consecuencias en sus ventas, Gabbana bromeó afirmando que “quizá” pierdan “algún fan de Elton John” pero “tal vez” ganen “alguna madre".

 

Por su parte, su socio comercial, Domenico Dolce, siciliano, se remitía a lo que a él le han transmitido: “he crecido con un modelo de familia tradicional, formado por una madre, un padre y un hijo” (….) “Mi visión de la vida es lo que me han transmitido”.

 

Hasta aquí, la farándula. Y, desde luego, condeno la pretensión totalitaria de los que niegan, a quienes disienten, el derecho a disentir.

 

Pero, al hilo de esta polémica, me surgen preguntas más de fondo: ¿Es lícito tener un hijo ayudándose de cualquier procedimiento que la técnica y las leyes hagan posible? Más allá del deseo que cualquier persona tenga de ser padre o de ser madre, ¿puede serlo siempre a cualquier precio?

 

Un niño puede quedarse huérfano, ¿pero es moralmente responsable privarlo conscientemente de madre o de padre desde el principio? Las técnicas de reproducción asistida, si suplantan la procreación, tienen algo de sintéticas, de industriales. Y el recurso a la maternidad subrogada me parece, sinceramente, una aberración. Subrogar es sustituir o poner a alguien o algo en lugar de otra persona o cosa. Una madre no se puede pretender sustituir ya antes incluso de ser concebido el hijo, y una mujer no es una incubadora.

 

Y esto ya no es un lío de la farándula. Es una cuestión antropológica sobre la que deberíamos meditar todos, con respeto, pero con profundidad.

 

No he hecho alusión, a propósito, a la condición gay de los protagonistas de la polémica. No viene al caso. Personas y parejas heterosexuales se empeñan, a veces, en tener hijos sea como sea. Y ese empeño debería dejarse iluminar un poco más por los dictados de la razón (que no están en contraste con los de la revelación y de la fe cristianas).

 

 

Guillermo Juan Morado.

 

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