"Evangelii guadium": Tentaciones en la pastoral
El papa Francisco acaba de regalar a la Iglesia la exhortación apostólica “Evangelii gaudium”. Es un texto amplio, de rico contenido, que no se puede resumir simplemente en un artículo. Lo mejor será leerlo en su integridad y no de cualquier manera, sino con el deseo de aprender – ya que quien habla es el Papa – y de dejarse interpelar – ya que, ciertamente, nos “exhorta”, nos incita a emprender unos caminos y a evitar otros - .
Voy a fijarme solo en un apartado del capítulo segundo, capítulo dedicado a la crisis del compromiso comunitario, en el que expone las “tentaciones de los agentes de pastoral” (n. 76-109). Me parece un diagnóstico de gran lucidez, que refleja la experiencia y la reflexión de un pastor de la Iglesia, del pastor universal.
En este apartado se habla de actitudes a las que hay que decir sí y de actitudes a las que hay que decir no. ¿A qué debemos decir sí, según el Papa? Ante todo, al entusiasmo misionero, a la pasión evangelizadora. La misión – el anuncio de Jesucristo – forma parte de lo que somos. No es un añadido incómodo ni una carga pesada. Es preciso superar el individualismo, la crisis de identidad y la caída del fervor.
Hay que decir sí a las relaciones nuevas que genera Jesucristo, a salir de uno mismo para abrirse a otros: “El Hijo de Dios, en su encarnación, nos invitó a la revolución de la ternura”, anota con gran expresividad el Papa.
Decir “sí” a algunas cosas implica decir “no” a otras. ¿A qué otras? A la “acedia egoísta” que se traduce en un continuo escapar del compromiso. Y el motivo de fondo es que el compromiso no se vive bien por falta de una espiritualidad “que impregne la acción y la haga deseable”; en suma, por huir de la cruz: “El inmediatismo ansioso de estos tiempos hace que los agentes pastorales no toleren fácilmente lo que signifique alguna contradicción, un aparente fracaso, una crítica, una cruz”.
De este modo, como advertía J. Ratzinger, se gesta la mayor amenaza, que “es el gris pragmatismo de la vida cotidiana de la Iglesia en el cual aparentemente todo procede con normalidad, pero en realidad la fe se va desgastando y degenerando en mezquindad”.
Hay que decir no al pesimismo estéril, ya que “el mayor realismo no debe significar menor confianza en el Espíritu ni menor generosidad”. No podemos evangelizar desde “la conciencia de derrota”: “El triunfo cristiano es siempre una cruz, pero una cruz que al mismo tiempo es bandera de victoria, que se lleva con una ternura combativa ante los embates del mal”. En los desiertos del mundo hacen falta personas de fe que mantengan viva la esperanza.
Hay que decir no a la mundanidad espiritual, que consiste en “buscar, en lugar de la gloria del Señor, la gloria humana y el bienestar personal”. Y para evitar este desastre es preciso no encerrarse en el subjetivismo ni confiar exclusivamente en las propias fuerzas. De un modo muy vivo el Papa advierte que no podemos preferir ser “generales de ejércitos derrotados antes que simples soldados de un escuadrón que sigue luchando”.
Hay que decir no “a la guerra entre nosotros”: “¡Atención a la tentación de la envidia! ¡Estamos en la misma barca y vamos hacia el mismo puerto! Pidamos la gracia de alegrarnos con los frutos ajenos, que son de todos”.
Otros desafíos eclesiales se abren ante nosotros: Para los laicos, aplicando el Evangelio a la transformación de la sociedad. Para la Iglesia y para el mundo, ampliando los espacios para una presencia de la mujer más incisiva, también donde se toman decisiones importantes.
Desafíos actuales son, asimismo, la evangelización de los jóvenes, la escucha de los ancianos y la promoción de las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada.
“Los desafíos están para superarlos. Seamos realistas, pero sin perder la alegría, la audacia y la entrega esperanzada. ¡No nos dejemos robar la fuerza misionera!”
Realismo, alegría, esperanza. Todo un programa.
Guillermo Juan Morado.
________________________________
Muy pronto, un nuevo libro mío:
Los comentarios están cerrados para esta publicación.