¿Por qué existe una diplomacia pontificia?
La diplomacia existe porque unas naciones se relacionan con otras. La Santa Sede no es, propiamente hablando, una nación. La “Santa Sede” hace referencia a la jurisdicción y potestad del Sumo Pontífice, vicario de Cristo. Se trata de una jurisdicción y potestad que resulta, también en lo temporal, soberana; es decir, suprema e independiente. Para favorecer esta soberanía e independencia existe, en la actualidad, el Estado Vaticano.
Pero los medios no son los fines. Leyendo el Discurso del Papa pronunciado en la Audiencia al Cuerpo Diplomático acreditado cerca de la Santa Sede (7.I.2013) podemos comprender la razón última por la que la Santa Sede se relaciona con los Estados: “Ya desde sus comienzos, la Iglesia está orientada ‘kat’holon’, abraza a todo el universo”.
La Iglesia no es una nación más. Es el Pueblo de Dios, el Cuerpo de Cristo, el sacramento universal de salvación. Pero como tal “sacramento” tiene una parte visible, social, institucional. Visiblemente, socialmente, institucionalmente, es posible decir: “Ahí está la Iglesia”.
La Iglesia no está fuera del mundo, sino en el mundo, aunque no sea del mundo. ¿Por qué y para qué? Para promover “el bien integral, espiritual y material, de todo hombre”, tratando de “promover por todas partes su dignidad trascendente”. ¿Y por qué? Porque todo hombre ha sido creado por Dios a su imagen y semejanza. Todo hombre ha sido redimido por Cristo. Y la Iglesia, unida a Cristo, es, como decía Pablo VI, “el proyecto visible del amor de Dios hacia la humanidad”.
El amor de Dios no se cuida solo de procurar el fin último del hombre – que no es otro que la comunión con Él en la gloria - , sino que incluye asimismo el bien del hombre en este mundo. ¿Cómo podrá contribuir a lograrlo la Iglesia? Tal como ha dicho el papa, iluminando “la conciencia recta de los ciudadanos [de las distintas sociedades]” e invitándolos “a trabajar por el bien de cada persona y el progreso del género humano”.
Mucho se reivindica “lo público”, lo perteneciente a todos. Nada nos concierne más a todos que nuestra condición creatural. La Iglesia recuerda esa condición. En base a ella, recuerda que verdad y paz están íntimamente relacionadas, ya que “sin una apertura a la trascendencia, el hombre cae fácilmente presa del relativismo, resultándole difícil actuar de acuerdo con la justicia y trabajar por la paz”.
Sin la protección del hombre no hay paz: Sin la protección de la vida – y cuando la Iglesia defiende la vida defiende al ser humano, hombre y mujer - , sin el cuidado de la educación, sin la defensa de la libertad religiosa y, en definitiva, sin la caridad… no hay paz.
Ante la Santa Sede están acreditados muchísimos Estados del mundo, creo que 180. No todos los embajadores que han oído al papa compartirán los principios del discurso pontificio, pero todos, si son personas de buena fe, podrán comprobar que, si el mundo se distancia mucho de lo que el papa les ha dicho, no irá a mejor sino a peor.
El papa habla basándose en la universalidad del Evangelio. En una Palabra dirigida por Dios a todos los hombres de la tierra.
Guillermo Juan Morado.
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