En la fiesta de Santo Tomás: Agradecimiento a dos profesores
Instituto Teológico “San José” de Vigo.
Festividad de Santo Tomás de Aquino,
Vigo, 27 de enero de 2012
- Acto Académico: Homenaje a los profesores Mons. Antonio Hernández Matías y Dr. D. Julio Andión Marán –
Excmo. y Rvdmo. Sr. Obispo,
Excmo. y Rvdmo. Sr. Obispo Emérito,
Sres. Profesores y Alumnos,
Rvdos. Sacerdotes,
Sres. y Sras.,
1. Para el Instituto Teológico “San José” es un honor celebrar con todos ustedes la festividad de Santo Tomás de Aquino. Santo Tomás nos recuerda de modo permanente la identidad, la tarea y la prioridad de la Teología: hablar de Dios, pensar en Dios.
Como decía el papa Benedicto XVI: “la teología no habla de Dios como de una hipótesis de nuestro pensamiento. Habla de Dios porque Dios mismo ha hablado con nosotros. La verdadera tarea de la teología consiste en entrar en la Palabra de Dios, tratar de entenderla en la medida de lo posible y hacer que nuestro mundo la entienda, a fin de encontrar así las respuestas a nuestros grandes interrogantes” (“Discurso a la Comisión Teológica Internacional", 5-12-2008).
Santo Tomás no se cansó de acentuar que Dios es el objeto principal – más exactamente, el sujeto principal – de la teología: “Todo lo que trata la doctrina sagrada lo hace teniendo como punto de mira a Dios. Bien porque se trata de Dios mismo, bien porque se trata de algo referido a Él como principio y como fin. De donde se sigue que Dios es verdaderamente el sujeto de esta ciencia” (ST I,1,7).
Al mismo tiempo, Santo Tomás era muy consciente del valor fundamental de la Sagrada Escritura para la teología: “Las autoridades que dimanan de la Escritura canónica son argumentos usados como propios e imprescindibles”. Más aun: “Nuestra fe se fundamenta en la revelación hecha a los Profetas y a los Apóstoles, los cuales escribieron los libros canónicos, no en la revelación hipotéticamente hecha a otros doctores” (ST I,1,8 ad 2).
Por otra parte, la teología, según el Aquinate, no se agota en un fin teórico, especulativo. Tiene también una finalidad como ciencia práctica: “la felicidad eterna, que es el fin al que se orientan todos los objetivos de las ciencias prácticas”.
2. No es preciso forzar las cosas para encontrar en esta festividad el marco adecuado para homenajear, para agradecer, la tarea docente de dos de nuestros profesores: Mons. Antonio Hernández Matías y el Dr. D. Julio Andión Marán. Se han dedicado durante muchos años a dos áreas centrales del saber teológico: La Sagrada Escritura y la Teología Sistemática.
El decreto Optatam totius del Concilio Vaticano II establece: “Fórmense con diligencia especial los alumnos en el estudio de la Sagrada Escritura, que debe ser como el alma de toda la teología; una vez antepuesta una introducción conveniente, iníciense con cuidado en el método de la exégesis, estudien los temas más importantes de la Divina Revelación, y en la lectura diaria y en la meditación de las Sagradas Escrituras reciban su estímulo y su alimento” (OT 16).
Una teología sin el estudio de la Sagrada Escritura sería, además de una contradicción, una teología muerta, sin alma, sin vida. A Mons. Antonio Hernández Matías le debemos – muchísimos alumnos – la posibilidad de haber tenido una “introducción conveniente” al estudio de la Escritura. Se podría pensar, insensatamente, que las “introducciones” son prescindibles, cuando en realidad no lo son en absoluto. Asignaturas como Historia de la Salvación y, sobre todo, la Introducción General a la Sagrada Escritura – que no son las únicas que ha explicado D. Antonio – resultan de una importancia capital. La singularidad de la Sagrada Escritura radica, justamente, en su naturaleza de “Palabra de Dios en palabras humanas”. La Biblia es un texto inspirado y un texto canónico, indescifrable si uno se olvida de su autoría divina y de su contexto eclesial.
El amor por la palabra bíblica está en el origen de la cultura europea y occidental. El Humanismo tiene en la atención a la letra sagrada, a la exégesis y a la hermenéutica del texto, uno de sus principales motivos inspiradores. Numerosos indicios hacen pensar que D. Antonio se inscribe en esta línea de tradición humanista. No solo por su reconocida admiración por D. Luis Marliano, un obispo de Tui en la corte de Carlos V, sino por su veneración por los libros, por la palabra escrita, por la imprenta, que fija y difunde la letra.
El mismo decreto conciliar, sobre la formación sacerdotal, dice, justo después: “Ordénese la teología dogmática de forma que, ante todo, se propongan los temas bíblicos; expóngase luego a los alumnos la contribución que los Padres de la Iglesia de Oriente y de Occidente han aportado en la fiel transmisión y comprensión de cada una de las verdades de la Revelación, y la historia posterior del dogma, considerada incluso en relación con la historia general de la Iglesia; aprendan luego los alumnos a ilustrar los misterios de la salvación, cuanto más puedan, y comprenderlos más profundamente y observar sus mutuas relaciones por medio de la especulación, siguiendo las enseñanzas de Santo Tomás; aprendan también a reconocerlos presentes y operantes en las acciones litúrgicas y en toda la vida de la Iglesia; a buscar la solución de los problemas humanos bajo la luz de la Revelación; a aplicar las verdades eternas a la variable condición de las cosas humanas, y a comunicarlas en modo apropiado a los hombres de su tiempo” (OT 16).
Me permito un subrayado: “Ordénese la teología dogmática de forma que, ante todo, se propongan los temas bíblicos”. No me parece gratuita esta insistencia si nos referimos a la enseñanza del Prof. Dr. D. Julio Andión Marán - que ha tenido menos alumnos, pero no muchos menos que D. Antonio -. Recuerdo que, cuando yo era seminarista, se presentó en Vigo la versión gallega de la Biblia. D. Julio, en su intervención, no se apartó en nada del tema de la Palabra, como recordando que la teología “habla de Dios porque Dios mismo ha hablado con nosotros”. Asimismo, era frecuente en sus clases escuchar una referencia a la positividad de la teología, a la positividad del dato revelado – así lo decía, si mi memoria no falla - .
3. Cada uno de estos profesores, y también los demás profesores que nos han acompañado durante estos años, merecerían una auténtica laudatio. Yo me he dispensado de hacerla, pero no puedo dispensarme, haciéndome portavoz de generaciones de estudiantes, de un sentido agradecimiento: Nos han servido, nos han ayudado, han sabido despertar en nosotros el gusto por el sabroso saber acerca de Dios y de su Palabra.
Pedimos que el Señor les premie, con la generosidad que solo Él puede tener. Y pedimos también que otros que son o han sido recientemente alumnos se conviertan en maestros. Una familia pobre sabe que la mejor herencia que les puede dejar a sus hijos es una buena formación. La Iglesia, la Diócesis, es una familia pobre, pero es también una familia sabia que, estoy seguro de ello, no ahorrará esfuerzos a la hora de invertir en recursos para que nunca falten buenos profesores en nuestro Centro.
Hablaba Benedicto XVI, como haciéndose eco de Santo Tomás, de la verdadera tarea de la teología: “entrar en la Palabra de Dios”. La “nueva evangelización” no puede tener una prioridad distinta. Por ello, es muy oportuno que en su ultima lectio – una expresión muy solemne, pero que esperamos que no corresponda a la realidad, ya que no queremos prescindir ni de la aportación de D. Antonio ni de la de D. Julio – nos hable de “Dios amor, amor de Dios: Una propuesta concreta para la nueva evangelización”.
Muchas gracias.
Guillermo Juan Morado.
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