Los comienzos del seguimiento
Homilía para el II Domingo del Tiempo Ordinario (Ciclo B)
La historia de la vocación de Samuel constituye una anticipación de lo que será el discipulado cristiano. Samuel habitaba en el templo, pues había sido confiado por su madre al sacerdote Elí (cf 1 Sm 3, 3-10.19). Por la noche oyó una voz que lo llamaba. Samuel cree que lo llama el sacerdote y acude a él: “Aquí estoy, vengo porque me has llamado”. Muestra así una disponibilidad ejemplar. Sin embargo, Elí le contesta: “No te he llamado; vuelve a acostarte”.
Lo mismo sucede por segunda y tercera vez. Samuel todavía no tiene experiencia de la voz de Dios, de la llamada divina. Necesita el consejo de Elí que, comprendiendo que la llamada procedía de Dios, le dice a Samuel cómo ha de contestar: “Anda, acuéstate; y si te llama alguien responde: Habla, Señor, que tu siervo te escucha”. Así lo hace Samuel cuando vuelve a oír la voz y, de este modo, puede comenzar su relación con el Señor y su misión profética.
También dos de los discípulos de Juan – uno de ellos era Andrés – inician el seguimiento de Cristo. No oyen una voz, sino que ven a Jesús, ven su rostro y se dejan atraer por Él. Jesús les pregunta: “¿Qué buscáis?”. Ellos le contestaron: “Rabí, ¿dónde vives?”. Jesús les dice: “Venid y lo veréis” (cf Jn 1,35-42).
Para conocer a Jesús, para saber dónde mora, no basta con la mera información que se tenga sobre Él; es necesaria la experiencia personal de convivir con Él, tratándolo de cerca. Como ha escrito el Cardenal Ratzinger, “el camino del conocimiento hacia Dios y hacia Cristo es un camino de vida. Para expresarlo con lenguaje bíblico: para conocer a Cristo es necesario seguirlo. Solo entonces nos enteramos de dónde vive”.
La experiencia del trato con el Señor entusiasma a Andrés, que no puede dejar de comunicarla y por eso se dirige en primer lugar a su hermano Simón, para decirle: “Hemos encontrado al Mesías”. Y lo llevó a Jesús. Aquí está resumida toda la obra de la evangelización: encontrarse con Jesús por la fe impulsa de por sí a comunicar ese don a los otros. Ningún plan, ningún método, ningún programa puede suplir la experiencia del encuentro con el Señor, con la Verdad que salva la vida y que enciende el corazón.
Hagamos, decía San Agustín, una casa digna en nuestro corazón, “adonde venga el Señor y nos instruya”. Dejemos que Jesús more en nosotros para que así nos haga santos, semejantes a Él. Como dice el papa Benedicto XVI, “la santidad siempre es fuerza que transforma a los demás”, que cambia a los hombres y al mundo.
San Pablo, dirigiéndose a los corintios, les pide un testimonio concreto de santidad: la pureza. “¡Glorificad a Dios con vuestro cuerpo!”, exhorta (cf 1 Cor 6, 13-20). La sexualidad no es una función meramente fisiológica, como el comer, puesto que implica a la totalidad de la persona. No respetar el propio cuerpo o no respetar el cuerpo de los demás equivale a no respetarse como personas. Y, si se trata de cristianos, supone además una profanación, ya que el cuerpo es templo del Espíritu Santo.
El Apóstol se dirige a unos cristianos de Corinto que, en su inmoralidad, habían ido en algunos casos más allá incluso que los paganos. También hoy, cuando las costumbres del mundo que nos rodea no invitan de modo especial a vivir la pureza, se hace necesario el ejemplo de la vida limpia de los cristianos.
Guillermo Juan Morado.
6 comentarios
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Al proyecto de la "Nueva" Evangelización, eso mismo es lo que tenemos que aplicar.
“la santidad siempre es fuerza que transforma a los demás”, que cambia a los hombres y al mundo
Parece que el mundo hoy entiende mal la santidad, pero la realidad es que no somos suficientemente santos como para transformar a los demás gracias a nuestar santidad.
Para ello, ambos hubieron de interrumpir lo que estaban haciendo, y ponerse en camino. Dejaron, postergaron, optaron por lo único importante, cosa que ratificaron después.
En suma, renunciar, sin renuncia pues como que no.
Por otro lado el Pater, nos entrelaza lo importante que es conocer a la persona , cuantos hay que sin saber por desconocimiento odian y no quieren a Cristo, a su iglesia, más cuando se les cae la venda de los ojos ,quieren saber más de la persona y hasta llegan a enamorarse de él, San Agustín : Tarde te ame, hermosura…,pero más vale tarde que nunca, y así la paciencia de Dios para con nosotros .
Me encantaría poner un enlace sobre la vida de San Agustín de Hipona, pero si ponéis el nombre en el google ,os sale la peli.
Interesantes y oportunas me parecen las palabras del Obispo de Códoba sobre este tema: "la castidad es la virtud que educa la sexualidad, haciéndola humana y sacándola de su más brutal animalidad. Cuando la sexualidad está bien encauzada, la persona vive en armonía consigo misma y en armonía con los demás, evitando toda provocación o violencia. La castidad viene protegida por el pudor(...) Pero,cuando la sexualidad está desorganizada, es como una bomba de mano, que puede explotar en cualquier momento y herir al que la lleva consigo. Y esto sea dicho para todos los estados de vida: para la persona soltera, en la que no hay lugar para el ejercicio de la sexualidad, para la persona casada, que ha de saber administrar sus impulsos en aras del amor auténtico, para la persona consagrada, que vive su sexualidad sublimada en un amor más puro y oblativo".
Hoy, los medios de comunicación-radio, televisión, prensa, Internet-, así como la Escuela-Educación para la Ciudadanía- están contribuyendo a trivializar la sexualidad. No obstante, si tenemos en cuenta la edad-cada vez más temprana-, así como el ámbito donde se practica-fuera del Matrimonio-, esto no deja de ser un indicativo más de la grave crisis humana que padece la sociedad y a la que no se le da respuesta, porque no interesa y porque además los máximos responsables políticos han contribuido a ello. Me quedo perpleja, cuando escucho a no pocas mujeres, valorar y defender la prostitución como un trabajo muy digno. "De lo sublime a lo vulgar no hay más que un paso."
Gracias por sus artículos y hasta siempre.
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