La luz de Dios
Homilía para la solemnidad de la Epifanía del Señor (Ciclo B)
La luz de Dios nos dispone y nos guía siempre para que podamos aceptar con fe pura y vivir con amor sincero el misterio de Cristo. El profeta Isaías hace referencia a una luz que invade Jerusalén disipando las tinieblas: “sobre ti amanecerá el Señor, su gloria aparecerá sobre ti; y caminarán los pueblos a tu luz; los reyes al resplandor de tu aurora” (cf Is 60,1-6). La luz que llega a Jerusalén está orientada a iluminar a todos los pueblos de la tierra.
Esa luz es Jesucristo. Él ha venido para salvar, para iluminar, a todos los hombres: a los judíos y a los paganos. “También los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la Promesa en Jesucristo, por el Evangelio”, explica san Pablo (cf Ef 3,2-3.5-6).
Los Magos de Oriente se dejaron atraer por la luz de Cristo. Habían visto salir su estrella y se ponen en camino para adorarlo (cf Mt 2,1-12). No ahorran ningún esfuerzo: viajan desde sus lugares de origen hasta Jerusalén, allí preguntan al rey Herodes y, con la información proporcionada, se dirigen hacia Belén. No se trata de una búsqueda infructuosa, sino que obtiene como resultado una inmensa alegría; la alegría de ver a Jesús con María, su madre, de poder adorarlo de rodillas y de ofrecerle regalos: oro, incienso y mirra.
Para creer con fe pura necesitamos “un corazón atento” (1 Re 3,9) como el de los Magos. Dios no nos deja abandonados, sino que continuamente nos da pistas que nos llevan a Él: nos habla a través de la naturaleza, se sirve de las experiencias de nuestra vida, hace resonar su voz en nuestra conciencia y nos dirige su palabra por medio de la predicación de la Iglesia. Todas estas señales son luces que nos guían hacia Jesús.
Debemos pedir ardientemente el don de la fe, la luz de la fe. De este modo podremos gustar ya por adelantado la alegría del cielo. La fe se expresa en la adoración, que consiste en “testimoniar la debida reverencia a aquel a quien se adora” (Santo Tomás de Aquino). Adoramos a Jesucristo por ser Dios encarnado y lo hacemos con todo lo que somos. No solo con una disposición interior, espiritual, sino también con una devoción corporal “para que mediante los signos corporales de humildad se sienta empujado nuestro afecto a someterse a Dios, pues lo connatural en nosotros es llegar por lo sensible a lo inteligible”, explica Santo Tomás.
Los Magos cayendo de rodillas, adoraron a Jesús. No desestiman la importancia de ese gesto exterior que significa nuestra incapacidad en comparación con Dios. Es cierto que, principalmente, adoramos al Señor con la mente pero, a la vez, de un modo secundario, también con el gesto exterior del cuerpo. Debemos cuidar esta actitud profunda cada vez que nos acercamos a Jesucristo, presente en el Santísimo Sacramento, arrodillándonos durante la consagración en la Santa Misa, haciendo bien la genuflexión delante del sagrario, comulgando con reverencia y participando en los actos de culto eucarístico fuera de la Misa.
La fe pura, alimentada por la adoración, nos permitirá vivir con amor sincero el misterio de Cristo siendo así testigos creíbles que transmitan a otros la alegría del encuentro con el Señor.
Guillermo Juan Morado.
5 comentarios
A ESTA RELACIÓN,QUE GUSTABA DE REPETIR Y QUE CADA VEZ LE HACÍA DERRAMAR LÁGRIMAS, AÑADÍA: "EL MIRABA A DIOS Y DIOS LE MIRABA A EL.¡EN ESO CONSISTE TODO, HIJOS MIOS!
Francis Trochu: "El cura de Ars".
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Desde que leí esto no hace mucho, se me hacen muy livianas las cruces-o la cruz-que pueda llevar a cuesta.
Maravillosos los dos últimos párrafos de su post, D. Guillermo.
GJM. Hace poco leí la "Vida del Cura de Ars" de Maxence van der Meersch. Me pareció muy interesante. Ya conocía la de Trochu.
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Cómo no oírle bien alto al observar las olas cuando hay temporal y a su vez suavemente cuando el mar está en calma y rompen dóciles en la orilla de la playa. ¡Qué maravilla! Creo que no podría vivir en un lugar sin costa.
Y…….totalmente off topic, mañana me voy a tierras gallegas y estaré una semana. No creo que pueda tener la ocasión para acercarme a la parroquia de San Pablo y saludar personalmente al Pater. Pero, ¿quién sabe?, igual Dios quiere que nos encontremos casualmente por la calle o en la catedral de Tui, en donde estaremos unos días. Visitaré sin duda la famosa torre a la que en otros tiempos D. Guillermo se obcecaba en mandar a ciertos amigos de LPD…………..
GJM. Esperemos que no se quede encerrada en la Torre!
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Jajajaja,hay que simpaticos sois, tu avisa Nieves, que nosotros te vamos a rescatar.
Me encanta la homilía de la Epifanía del Señor,gracias.
Adorarle en espiritu y en verdad si Señor asi se habla y el cuidado de la adoración en la santa misa,es él el amor de los amores, no sólo se pone de rodillas nuestro cuerpo sino todo nuestro ser infinitamente agradecido de esta revelación que nos enseñan los magos , como decia el Santo Padre esos magos son esas estrellitas que siguen a la estrella mayor a Cristo y la Luz que es Cristo atrae a las estrellitas pequeñas que son los Santos.
Un abrazo fraterno.
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