Suaviter in modo, fortiter in re
La combinación de la suavidad con la energía no me parece un mal principio a la hora de gestionar los diversos asuntos de la vida. Tampoco cuando se plantea cómo anunciar el Evangelio. Jesús, advirtiendo a sus discípulos, les avisa que han de continuar su obra y compartir su destino en medio de muchas dificultades: “Mirad que yo os envío como ovejas entre lobos; por eso, sed sagaces como serpientes y sencillos como palomas” (Mt 10,16).
A primera vista resulta difícil comprender de qué manera y hasta qué punto se han de compaginar la suavidad y la firmeza, la sagacidad y la sencillez. Pero no todo lo que, a primera vista, es contrario resulta, en el fondo, contradictorio. Para un cristiano hay aspectos de la fe y de la vida cristiana que son irrenunciables, absolutamente nucleares, no sometidos a negociación. No cabe disputar sobre si hay un solo Dios o tres dioses, sobre si Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre, sobre si la Iglesia ha sido querida o no por el plan divino de salvación… Y cito estas verdades a modo de ejemplo.
Con quien no crea, poco hay que hacer – por lo menos hasta que se convierta - . Se les podrá dar, a quienes no crean, las razones por las cuales nosotros sí creemos. Si aceptan la Escritura, se podrá apelar a la Escritura. Si aceptan también la Tradición, habrá que argumentar con testimonios de la Tradición. Si no aceptan ni una cosa ni la otra, solo nos quedan los argumentos de razón. Argumentos positivos en algunos casos, cuando se trate de verdades que por sí mismas no son inaccesibles a la razón humana. Argumentos negativos, en el sentido de disipar objeciones o malentendidos, cuando se haga referencia misterios de la fe en sentido estricto.
La fortaleza, la firmeza y la sencillez de la fe no se oponen de modo necesario a la suave sagacidad. En los primeros siglos del cristianismo buena parte de los apologetas, sin renunciar a nada, buscaron puentes con la mejor filosofía religiosa del momento. Si algunos filósofos paganos reconocían la existencia de un solo Dios, los cristianos veían en ese reconocimiento un punto de coincidencia, una base común, un primer peldaño que podría conducir del simple teísmo al teísmo trinitario.
Tenían, en los primeros siglos, un vivo sentido de la “economía” de la revelación. Dios no se ha revelado “de golpe”, sino por etapas, en una especie de acontecer planificado que constituye un conjunto. En el diálogo, en la contienda, tampoco hay que arremeter bruscamente o, al menos, no siempre habrá que hacerlo. Caben, sin hacer dejación voluntaria de nada básico, acuerdos parciales, con vistas siempre a un objetivo mayor.
Ni el minimalismo ni el maximalismo constituyen, a priori, posiciones innegociables. Depende mucho de cuándo, de cómo, de dónde, de con quién. Toda pedagogía contempla una ley de la gradualidad que lleva de lo poco a lo mucho. Sería absurdo que un profesor de matemáticas se empeñase en enseñar a sus alumnos las ecuaciones de segundo grado antes de que pudiesen manejar con soltura las sumas y las restas.
San Pedro, en su primera carta, escrita en un contexto de persecución habitual, en la que un cristiano era mirado por sus vecinos con extrañeza o con desconfianza, lo indicaba muy claramente: “dispuestos siempre para dar explicación a todo el que os pida una razón de vuestra esperanza, pero con delicadeza y con respeto” (1 Pe 3,15).
No faltará el lector maligno – y hablo de una figura puramente retórica – que vea en este texto una defensa de la tibieza. Pero me consuela el ejemplo de tantos cristianos serenos, muy asentados en la fe, que no dudan a la hora de ir “poco a poco”, adaptando prudentemente su enseñanza a lo que los oyentes bien dispuestos pueden asimilar en cada momento. Para mí un modelo cercano es el papa Benedicto XVI, una perfecta encarnación de la síntesis entre firmeza y suavidad, entre prudencia y sencillez.
Guillermo Juan Morado.
18 comentarios
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Sagaz!
GJM. Qué va, qué va... ¿Usted cree? Jajajajajaja.
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El mismo Dios la ha usado con nosotros, en la Revelación y en su entrada en la historia.
¿Nosotros vamos a ir evangelizando a golpe de Credo y con malos modos? Negociable no es, pero si "en los primeros siglos del cristianismo buena parte de los apologetas, sin renunciar a nada, buscaron puentes con la mejor filosofía religiosa del momento" , nosotros debemos también tener en cuenta que las formas "dependen mucho de cuándo, de cómo, de dónde, de con quién"
Y nos tenmos que aplicar esto todos. A ver si empiezo.
Y, a su modo, los dos han hecho bien.
Ahora veo, por un lado, un exceso de "diálogo", con riesgo de perder la identidad, en unos pocos, y un terror a todo diálogo, a todo raciocinio, a toda distición..., por parte de otros pocos.
No me gusta ni una postura ni la otra. Pero todas son, en cierto modo, comprensibles.
¿Qué le puedo decir?, que estoy totalmente de acuerdo con Ud.
Creo que muchas veces faltamos a la caridad querida por nuestro Divino Maestro en la forma en que presentamos el Evangelio.
Guardaré este post en mi computadora y lo tendré siempre presente.
Muchas gracias.
Eso está hecho, tanto que algunos/as parecen desayunar café con mimosín; suavitas hasta el empacho, hasta el empalago, hasta la cursilería, hasta la rendición:
"...de alguna manera, de algún modo, bueno un poco, entre comillas (acompañado del dichoso gestecito), se puede decir, no del todo..."
...fortiter in re.
Pero bueno, páter, ¡qué cosas dice,y en latín!, garbanzos no, crema de legumbres, filete, no hamburguesa...no hay que provocar largas digestiones. Discurso no, imágenes, argumentos, no leyendas y fábulas, tratados, no test y/o encuestas.
¿Fortiter?, está Vd. fuera de época, rectifique, modérese, recapacite...SPH
Apoyo la moción de convertir este título en el introito de un Manual de Estilo de Infocatólica.
Y voy también a hacer lo que dice Sergi.
Acabo de leer una frase de Orígenes, a propósito de la pedagogía divina, en la que dice que por la Encarnación, Dios nos habla como hacemos nosotros con los niños pequeños cuando adoptamos su media lengua para hablar con ellos... Es bonito, buena imagen, y cierta.
(observo que ese "lector maligno" hipotético e, en verdad, una figura puramente retórica).
Bueno, aquí está el dilema. De todos modos, no es un asunto que me preocupe, como hace tiempo. Al fin y al cabo, y esto lo digo por el hecho de la pura evangelización, se hable como se hable, habrá quien no quiera convertirse, o no razonar. Para este fiende, en el trabajo, tengo una buena prueba. Ya veremos si soy un siervo inútil, o completamente inútil, o no hay remedio, o me dedico a tirar piedras a los patos del Retiro.
De todas formas, hay que intentar que la opinión de uno no aparezca por ningún lado, ni que ,tan siquiera,pueda parecerlo, si tratamos de hacer ver la Palabra.
El consejo evangélico de la sagacidad y de la sencillez es aplicable no sólo a la vida de la fe en comunidad, sino a la vida misma cualquiera que sea su ámbito. Ante determinadas personas y situaciones sólo cabe sacar el látigo a modo de serpiente; ante otras, en cambio, sólo cabe vaciarse en amor, como una virginal paloma. Entre ambos extremos, los mil matices de la sencillez y la sagacidad, que es lo más usual.
Y, ciertamente, nuestro Papa es buen modelo en este sentido, pero como todo hombre profundamente sabio, con la sabiduría que da vivir en la verdad.
Un abrazo. Aunque no aparezca, siempre te leo.
# Yolanda
Pero si dije "a veces, suaviter; muy pocas, fortiter", estaba indicando que el Páter suele estar casi siempre en el justo término de lo prudencial. ¡El caso es poner pegas, Yolanda! ;)
GJM. Jajajajajaja....
Aparte, con quien tiene buena fe en el diálogo, es fácil dialogar suave. Pero quien viene a provocar o a reirse, bien vale, si se sabe, herirles el corazón para que reaccionen.
Igualmente, y estos son los peores, con los renegados, los que sabiendo se empeñan en medrar desde dentro para hacer daño, hay que ser tan claros como el Evangelio y llamarles a la cara lo que son: malos pastores, Lobos con piel de cordero, Hijos de Satanás y todo es poco. Lo peor es dejarlos pasar, por nosotros y no digamos los sacerdotes "compañeros", porque entonces el mensaje enviado al rebaño es que tanto da ocho que ochenta.
También aquí, cada uno según su propio carácter, que es el que Dios le ha dado.
Y no, la tibieza nada tiene que ver con los gritos o la mansedumbre, sino con el esfuerzo, el tiempo gastado y quitado al sueño etc.
No se es más caliente por ser más duro.
Lo que sí parece por esas palabras de Jesús sobre los tibios es que, ante la duda,... Leña al mono hasta que hable inglés. :-)
Dios le bendiga Pater
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-Totalmente de acuerdo.
-Y que esta vez del Asís del 1986 al Asís del 2011 quede bien patente que no ha, ni hubo , ni habrá lugar a interpretaciones más o menos interesadas. No sea que esta vez, tembloroso el templo, termine por caerse.
Los Apóstoles han de ser sagaces para no dejarse engañar por el mal, por los lobos disfrazados de corderos; pero, sólo con sencillez, con suavidad, con humildad, se podrá hacer apostolado, anunciar el Evangelio. Sin duda, Benedicto XVI encarna con su equilibrio y con su preparación doctrinal, la perfecta síntesis de estas virtudes de suavidad y firmeza, imprescindibles no sólo para hacer apostolado, sino también para alcanzar la santidad.
Nosotros, hemos de reconocer con total humildad que estamos muy necesitados del impulso del viento del Espíritu Santo, que intercede por nosotros con"gemidos inenarrables", para alcanzar la perfecta síntesis entre estas dos virtudes; su intervención es imprescindible para perseverar en el camino cristiano, para corregir las faltas.
Dejémonos arrastrar por el carisma de Pedro, por ese equilibrio que Cristo, evidentemente, también poseía. Sólo convirtiendo nuestro corazón podremos convertir el de los otros. Benedicto XVI nos recuerda con sencillez, pero con gran firmeza, que corren tiempos duros para los creyentes, pero al mismo tiempo, nos recuerda que Cristo es una certeza para los que apuestan por Él, porque nos ofrece la seguridad de no ser engañados.
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