El Códice Calixtino y tres reflexiones sensatas
La sustracción del Códice Calixtino custodiado en el archivo de la catedral de Santiago de Compostela ha sido un hecho gravísimo que a cualquier persona con sensibilidad religiosa y cultural le causa dolor.
Pero esta constatación no puede tampoco dejar de lado otras consideraciones. Estas joyas del patrimonio religioso han nacido en la Iglesia y han sido, y siguen siéndolo, cuidadas por la Iglesia con muy pocos recursos y con enormes sacrificios. Si el Estado fuese a crear un cuerpo de funcionarios dedicados a custodiar las iglesias, las capillas, los monasterios y las catedrales el desembolso para el erario público sería más que notable. Sin duda, cualquiera de estos funcionarios cobraría más que el exiguo sueldo que cobran los sacerdotes.
Por otra parte, los peores atentados contra el patrimonio artístico y documental de la Iglesia han venido de tendencias “secularizadoras”: La invasión napoleónica, Mendizábal y su nefasta desamortización, por no hablar de la Guerra Civil española. Son hechos históricos que nadie puede negar.
Dicho esto, me gustaría destacar algunos textos que estos días he leído en la prensa. Se trata, a mi modo de ver, de opiniones sensatas y, quizá por ello, un poco a contracorriente.
El 12/07/2011 Xosé Manuel Villanueva publicaba en “El País” un interesante artículo titulado: “Códice Calixtino: pecado y penitencia”. Entresaco algunas afirmaciones: “En nuestro caso se puede afirmar, al mismo tiempo, que la Catedral de Santiago tiene graves problemas en la seguridad de sus bienes muebles y en la conservación y uso del monumento, y que han sido el Arzobispado y el Cabildo los que han puesto de relieve esas deficiencias aportando, además, el instrumento técnico necesario para resolverlas: el Plan Director, encargado por la Catedral en el año 2005 y aprobado por las autoridades competentes en materia de Patrimonio a finales de 2009”.
Y sigue diciendo: “El problema es que las medidas propuestas en ese Plan Director tienen coste: para un periodo de 10 años, se necesitan 27 millones de euros de inversión, seis millones para el mantenimiento y conservación del templo (de los cuales dos millones se destinan a medidas de seguridad), y unos ocho millones para dotar y mantener la estructura profesional indispensable para ejercer con competencia las responsabilidades que hoy asumen las autoridades eclesiásticas y que, por su formación y vocación, no pueden asegurar por sí solas. En resumen: cada año la Catedral necesita dos millones de euros para gestionar y proteger eficientemente su patrimonio, y otros 2,5 millones para permitir que en 2021 su fábrica esté en óptimas condiciones. Y ahí surge una incómoda cuestión: ¿quién ha de aportar esos recursos?”.
En conclusión: “La Iglesia lleva tiempo comprometida en este reto, y es importante destacarlo justo ahora. Porque el pecado de la desaparición del Códice Calixtino es de quien lo ha hurtado; y, sin embargo, la penitencia, tan cruel, recae en quien lo ha custodiado con mucho amor, pocos recursos y plena conciencia de lo insuficiente de sus competencias y posibilidades. Y no sería justo, en este momento difícil, acrecentar tal penitencia con escarnios desinformados”.
También Andrés Torres Queiruga se ha pronunciado (“Religión Digital”, 15/07/2011): “Este mazazo brutal en la conciencia pública es un aviso que seguramente tendrá sus efectos positivos. La experiencia muestra que, de ordinario, las curvas peligrosas solo acaban arreglándose cuando se produce un accidente grave. De hecho, cabe alegrarse de que, por fin, el robo del códice ha hecho que las autoridades civiles y religiosas hayan tomado ya la iniciativa de un estudio concreto en busca de medidas eficaces”.
Y una última opinión, de Xosé Luis Barreriro, en “La Voz de Galicia” (16/07/2011): “De repente, cuando aún estamos aturdidos por el secuestro del Códice Calixtino, todo el mundo se ha puesto elucubrar sobre la conservación de los tesoros artísticos y bibliográficos de la basílica compostelana, y, haciendo caso omiso del valioso consejo de Ignacio de Loyola -«en tiempo de tribulación no conviene hacer mudanza»- empiezan a bombardearnos con fórmulas milagrosas paridas al abrigo del «yo ya lo decía»”.
Tras unas advertencias, concluye: “Así que ¡amodiño!, no vaya a ser que la tribulación nos sirva de disculpa para hacer un expolio de símbolos y sentimientos que sería tan grave como el robo material que acaba de producirse. Porque la seguridad inteligente no está reñida con el hecho de tener cada cosa en su sitio y usarla para lo que fue creada. Y eso es, en Santiago, la gloria del Salvador y el culto al Apóstol”.
Queden estas opiniones, sin ningún afán de polémica por mi parte, como invitación a la reflexión. A mí me han ayudado.
Guillermo Juan Morado.
11 comentarios
¿Cuántos altares, retablos, imágenes, candelabros, mobiliario, ediciones antiquísimas de libros litúrgicos y de teología, etc, fueron vendidos como basura y chatarra?
Es algo que nadie ha estudiado todavía, pero merecería la pena.
GJM. Sí, a la vez que se estudia cuánto se ha conservado.
Si la intención del clero es que los templos sean tales un par de horas a la semana, y el resto sean simplemente un lugar turístico... crudo lo van a tener.
GJM. No sé si ha estado en la catedral de Santiago... Porque de "museo", nada de nada. Es una catedral muy viva.
Me parece especialmente interesante la conculsión del artículo de El País.
En conclusión: “La Iglesia lleva tiempo comprometida en este reto, y es importante destacarlo justo ahora. Porque el pecado de la desaparición del Códice Calixtino es de quien lo ha hurtado; y, sin embargo, la penitencia, tan cruel, recae en quien lo ha custodiado con mucho amor, pocos recursos y plena conciencia de lo insuficiente de sus competencias y posibilidades. Y no sería justo, en este momento difícil, acrecentar tal penitencia con escarnios desinformados”
Escarnios desinformados ha habido unos cuantos estos días.
Premisas:
a)Los templos y catedrales han devenido en meros museos
b) Eso es, además, la intención que tiene el clero
Pues poco hay que concluir o responder negando ambas absurdas premisas que habría que empezar por demostrar ser ciertas.
Hay poco clero, Tulkas, pero porque hay pocos fieles. Proporcionalmente al número de fieles, hay el clero de siempre, o más. Pero los templos son los que hubo en épocas de esplendor. No es cosa del clero sólo mantenerlos.
Desde luego, los pocos fieles que hoy hay, vamos a los templos y catedrales como al lugar de culto que son. Cierto es que incluso entre los fieles que más católicos se dicen hay quien acude con pintas que lo hacen indistinguible de un turista, pero por suerte son pocos. Y, en especial, en Santiago, en las diez o doce veces que lo he visitado, en años santos o no, siempre he visto junto al turismo, la fe de la Iglesia transmitida ininterrumpidamente desde tiempos apostólicos, como en pocos otros lugares.
Pero en esos otros lugares, el fervor está también en los pocos fieles y el poco clero que aún están vivos en la Iglesia. En templos de valor artístico y en templos deplorablemente feos.
Los que sólo miráis a la Iglesia, a sus fieles y a su clero, con esa amargura y ese desafecto, y creéis que sólo vosotros rendís un culto digno, no sé qué hacéis que no tenéis vuestros propios templos, atendidos 24/24 h, con un floreciente clero rezando todas las horas canónicas en el coro; con misas (usus antiqior con llenazo hasta la bandera) a cada hora, rosario diario, exposiciones del Santísimo diarias, adoración perpetua...
Lo que no sé es de qué medios disponéis para tamaña pretensión. Medios, quiero decir, más allá de la constante crítica destructiva sin propuestas de ningún tipo.
Lo que no veo bien es que, para acceder a ciertos templos o catedrales, se cobre necesariamente una entrada, y no haya manera de entrar si no es pasando por caja. Entiendo que son lugares de mucho trasiego turístico, pero existen, al menos, soluciones intermedias...
Aunque, a veces, los que más gritan por el pago de una entrada son los que también se sulfuran si faltan medidas de seguridad.
De todos modos, no en todas las catedrales se cobra entrada, ni en todas las horas...
Es triste lo del códice calixtino y nos hace reflexionar a todos (católicos o no) sobre cómo debemos proteger el patrimonio común.
(EDitado parcialmente por el blogger. Mejor nada de nombres de personas).
En el primer caso, es la Iglesia la que debe sufragar su cuidado, o bien decidir vender o ceder algunas piezas si no puede conservarlas como se merece. La "opinión pública" no podría criticar con fundamento lo que se haga en ese caso, pues se trataría de una propiedad privada.
En el segundo caso, entonces la sociedad civil se debe implicar en el coste humano y económico de conservar esas piezas artísticas. Hay varias formas de hacerlo: una, oficialista, en la que las entidades públicas destinaran algunas de las partidas a subvención de patrimonio a sostener los programas que la propia Iglesia tiene creados a ese fin (con pleno, derecho, claro está, a inspeccionar que el dinero donado se emplee en ese fin, y de forma eficiente). Otra opción, que es la que quieren algunos, es que las piezas pasen a la propiedad pública museística, donde serán conservadas igual que cualquier otro mueble artístico de titularidad pública. Obviamente, en este último caso su función sacra desaparecería del todo.
Desde el momento en que se mezcla el Estado con la Iglesia, siempre va a poder protestar alguien de que el dinero público sea gestionado por una "entidad privada" y otro podrá también protestar de que el Estado meta las narices (y tenga influencia) en el patrimonio de esa "entidad privada".
Una tercera opción es que nadie haga nada, y la Iglesia, por falta de fondos (y necesidad de cubrir con los que tiene otras cosas más perentorias, y más en los tiempos que corren), deje semi-abandonados o insuficientemente cuidados esos bienes artísticos, exponiéndose a que se deterioren o, como es el caso, alguien los robe.
Dejar un comentario