El César y Dios. Benedicto XVI en Westminster Hall
1. Tomás Moro, el césar y Dios
“… quisiera recordar la figura de Santo Tomás Moro, el gran erudito inglés y hombre de Estado, quien es admirado por creyentes y no creyentes por la integridad con la que fue fiel a su conciencia, incluso a costa de contrariar al soberano de quien era un “buen servidor”, pues eligió servir primero a Dios. El dilema que afrontó Moro en aquellos tiempos difíciles, la perenne cuestión de la relación entre lo que se debe al César y lo que se debe a Dios, me ofrece la oportunidad de reflexionar brevemente con ustedes sobre el lugar apropiado de las creencias religiosas en el proceso político”.
2. La actualidad de la cuestión, ética y democracia
“… las cuestiones fundamentales en juego en la causa de Tomás Moro continúan presentándose hoy en términos que varían según las nuevas condiciones sociales. Cada generación, al tratar de progresar en el bien común, debe replantearse: ¿Qué exigencias pueden imponer los gobiernos a los ciudadanos de manera razonable? Y ¿qué alcance pueden tener? ¿En nombre de qué autoridad pueden resolverse los dilemas morales? Estas cuestiones nos conducen directamente a la fundamentación ética de la vida civil. Si los principios éticos que sostienen el proceso democrático no se rigen por nada más sólido que el mero consenso social, entonces este proceso se presenta evidentemente frágil. Aquí reside el verdadero desafío para la democracia”.
3. Dimensión ética de la política
“… en el campo político, la dimensión ética de la política tiene consecuencias de tal alcance que ningún gobierno puede permitirse ignorar. Un buen ejemplo de ello lo encontramos en uno de los logros particularmente notables del Parlamento Británico: la abolición del tráfico de esclavos. La campaña que condujo a promulgar este hito legislativo estaba edificada sobre firmes principios éticos, enraizados en la ley natural, y brindó una contribución a la civilización de la cual esta nación puede estar orgullosa”.
4. El papel corrector de la religión con respecto a la razón
“Así que, el punto central de esta cuestión es el siguiente: ¿Dónde se encuentra la fundamentación ética de las deliberaciones políticas? La tradición católica mantiene que las normas objetivas para una acción justa de gobierno son accesibles a la razón, prescindiendo del contenido de la revelación. En este sentido, el papel de la religión en el debate político no es tanto proporcionar dichas normas, como si no pudieran conocerlas los no creyentes. Menos aún proponer soluciones políticas concretas, algo que está totalmente fuera de la competencia de la religión. Su papel consiste más bien en ayudar a purificar e iluminar la aplicación de la razón al descubrimiento de principios morales objetivos”.
5. También la razón tiene un papel corrector
“Este papel “corrector” de la religión respecto a la razón no siempre ha sido bienvenido, en parte debido a expresiones deformadas de la religión, tales como el sectarismo y el fundamentalismo, que pueden ser percibidas como generadoras de serios problemas sociales. Y a su vez, dichas distorsiones de la religión surgen cuando se presta una atención insuficiente al papel purificador y vertebrador de la razón respecto a la religión. Se trata de un proceso en doble sentido. Sin la ayuda correctora de la religión, la razón puede ser también presa de distorsiones, como cuando es manipulada por las ideologías o se aplica de forma parcial en detrimento de la consideración plena de la dignidad de la persona humana. Después de todo, dicho abuso de la razón fue lo que provocó la trata de esclavos en primer lugar y otros muchos males sociales, en particular la difusión de las ideologías totalitarias del siglo XX. Por eso deseo indicar que el mundo de la razón y el mundo de la fe —el mundo de la racionalidad secular y el mundo de las creencias religiosas— necesitan uno de otro y no deberían tener miedo de entablar un diálogo profundo y continuo, por el bien de nuestra civilización”.
6. La contribución de la religión
“En otras palabras, la religión no es un problema que los legisladores deban solucionar, sino una contribución vital al debate nacional. Desde este punto de vista, no puedo menos que manifestar mi preocupación por la creciente marginación de la religión, especialmente del cristianismo, en algunas partes, incluso en naciones que otorgan un gran énfasis a la tolerancia. Hay algunos que desean que la voz de la religión se silencie, o al menos que se relegue a la esfera meramente privada. Hay quienes esgrimen que la celebración pública de fiestas como la Navidad deberían suprimirse según la discutible convicción de que ésta ofende a los miembros de otras religiones o de ninguna. Y hay otros que sostienen —paradójicamente con la intención de suprimir la discriminación— que a los cristianos que desempeñan un papel público se les debería pedir a veces que actuaran contra su conciencia. Éstos son signos preocupantes de un fracaso en el aprecio no sólo de los derechos de los creyentes a la libertad de conciencia y a la libertad religiosa, sino también del legítimo papel de la religión en la vida pública”.
7. La libertad religiosa
“… las entidades religiosas —incluidas las instituciones vinculadas a la Iglesia católica— necesitan tener libertad de actuación conforme a sus propios principios y convicciones específicas basadas en la fe y el magisterio oficial de la Iglesia. Así se garantizarán derechos fundamentales como la libertad religiosa, la libertad de conciencia y la libertad de asociación”.
26 comentarios
De todos modos,hay que pensar más esta idea tan interesante de pretender reservar un papel corrector a la religión para los que no son creyentes. Creo que Ratzinger es demasiado optimista.
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Bueno, es la idea de que los valores, o la ley moral, o llámese como se le llame, están por encima del orden jurídico y son impulsos para modificar este orden jurídico-positivo buscando una mayor justicia.
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Al menos, en España, a los políticos les parece un problemón y bien que se aplican a "solucionarlo"
Me parece que no, no veo que se equipare orden jurídico= razón y valores = fe.
Es la idea de que la fe puede corregir una posición filosófica, explícita o implícita, de los no creyentes..
La fe, iluminando la razón, puede corregir un positivismo jurídico reductivo. Eso es lo que yo deduzco de las palabras del Papa.
Un saludo.
SPH, SPH, SPH, SPH, SPH
Aquí, por decreto, nadie pasa de los 39 años!
Ay!
SPH.
El Concilio Vaticano II, el Sínodo de la diócesis de Roma y la reforma del Código de Derecho Canónico fueron los tres objetivos que se propuso el beato Juan XXIII al inicio de su pontificado. Se planteó celebrar el Concilio en la basílica de San Pablo Extramuros y llamarle Ostiense I. También se planteó celebrarlo en Venecia. Los tres papas del siglo pasado que accedieron al papado desde la sede de san Marcos siempre llevaron la ciudad de los canales en su corazón. San Pío X se despidió de los venecianos al marchar al cónclave diciéndoles: "Volveré a vosotros vivo o muerto". Juan Pablo I no olvidó Venecia ni al Papa Juan en su primer Angelus, al día siguiente de su elección y en una audiencia a un grupo de venecianos les dijo que llevaba Venecia en el corazón.
SPH
Muy bien por llamarme Abadesa, que creoq ue nunca hasta ahora te había oído reconocer públicamente mi condición de tal.
En adelante, doctor Amoprós, s´rvase a nombrarme por el tratamiento protocolario que corresponde a mi dignidad.
Las Abadesas no tienen edad.
òó
Lo de mi edad actual, SPH.
El protocolo, las reverencias y las fórmulas de arrastrarse a mis pies, para el doctor Amorós que me sitúa en tiempos de León XIII
SPH
César, César, que le doy con el báculo.
Pío IX (Mastai-Ferretti)
León XIII (Pecci)
San Pío X (Sarto)
Benedicto XV (della Chiesa)
Pío XI (Ratti)
Pío XII (Pacelli)
Juan XXIII (Roncalli)
Pablo VI (Montini)
La tradición se rompió con Juan Pablo I (Luciani), se reanudó con Juan Pablo II (Wojtyla) y sigue con Benedicto XVI, que no tiene una "r": tiene dos y yo no lo veo gordo como a Juan XXIII, o sea que se ha reanudado a medias.
Una vez elegido papa, Juan XXIII les dijo a los "sediari" (los encargados de llevar la silla gestatoria): "Tendré que aumentaros el sueldo. Peso el doble que mi antecesor". Así, el buen papa Juan nos enseñaba cómo hay que saber reirse de sí mismo.
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