¿Es responsable creer?
¿El hombre actúa responsablemente cuando cree? ¿Resulta sensato ir más allá de lo que nuestros ojos ven, y confiar la propia vida a un horizonte de sentido, que se acepta en virtud de la fe?
Los actos humanos son aquellos que se realizan libremente, tras un juicio de conciencia. Creer es uno de estos actos. En realidad, si lo pensamos un poco a fondo, el creer siempre precede al saber. Para poder hacernos cargo de las cosas, para apropiarnos del lenguaje, para comprender aquello que vamos conociendo, necesitamos, primero, confiar. Confiamos en nuestra madre cuando nos enseña a pronunciar las palabras “casa” o “coche”. Confiamos en el profesor que nos enseña a sumar. Confiamos en el médico que nos diagnostica una enfermedad y nos receta unas medicinas.
Sin esta fe o confianza básica la vida humana resultaría imposible. No podemos verificarlo todo, sin dar algo por supuesto. El mismo desarrollo de la ciencia presupone, de un modo o de otro, una cierta confianza en la inteligibilidad de lo real y en las capacidades del ser humano para poder elaborar conceptos y teorías.
Una duda sistemática, una desconfianza persistente, una sospecha continua, haría imposible también las relaciones entre los seres humanos. No podemos, seguramente, creer a cualquiera, pero nos resulta imprescindible creer a alguien. Si acudimos a la peluquería, por ejemplo, confiamos, y parece que es razonable hacerlo, en que el peluquero, en lugar de agredirnos con cuchillas o tijeras, cumplirá su cometido de cortarnos el cabello.
No humilla nuestra dignidad, no nos hace capitular de nuestra inteligencia o de nuestra libertad, creer a Dios y aceptar, fiándonos de Él, lo que Él nos ha comunicado en su revelación.
El hombre puede asentir a la verdad de una proposición; también a la verdad de una proposición, de un enunciado lingüístico, en el que se expresa un aspecto de la revelación divina. El hombre puede, de modo sensato, trascenderse a sí mismo y adherirse a una palabra y a un sentido que provienen de más allá de lo humano y de lo terreno, sin contradecir ni lo humano ni lo terreno.
En la estela de Santo Tomás de Aquino, el acto de creer se comprende como un asentimiento, como un acto intelectual, mediante el que la inteligencia se adhiere, firme y libremente, a la verdad, no a causa de la evidencia de lo conocido, sino por el influjo de la voluntad. Si se trata de creer a Dios, la gracia ilumina la inteligencia y mueve la voluntad para que impere el asentimiento de la inteligencia.
Incluso una persona sin conocimientos de Física puede creer que un avión es capaz de surcar los aires, sin que necesariamente haya de caerse. Acepta esa verdad sin basarse en la evidencia de una compresión de los principios que la fundamentan. La acepta porque quiere aceptarla. Y quiere aceptarla porque no le parece irrazonable hacerlo.
Si aceptamos que Dios existe, si no consideramos imposible que, además de existir, pueda comunicarse con los hombres, no hay nada de extraño en considerar como verdadero lo que Él ha manifestado de sí mismo. Debemos, en cierto sentido - hasta cierto punto al menos - , comprender qué es lo que ha dicho y hemos de contar también con algún motivo o razón que confirme que es Él, y no nuestra imaginación, o un engañador, quien lo ha dicho. Pero, cumplidas estas condiciones, no es absurdo ni irresponsable aceptar la palabra que Dios ha comunicado.
La fe, el creer, no equivale a una vana credulidad. El creyente no se fía, ligera o fácilmente, de cualquiera. Se fía de Dios. Y cuenta con abundantes motivos para hacerlo. Tiene a su favor la credibilidad de Jesucristo, la veracidad y coherencia de una Persona que jamás puede ser tomada, sensatamente, por un impostor.
Guillermo Juan Morado.
31 comentarios
"No humilla nuestra dignidad, no nos hace capitular de nuestra inteligencia o de nuestra libertad, creer a Dios y aceptar, fiándonos de Él, lo que Él nos ha comunicado en su revelación." Para que eso sea así, hay que saber explicar bien el porqué de nuestra creencia personal, desde la razón y con la razón.
"Si se trata de creer a Dios, la gracia ilumina la inteligencia y mueve la voluntad para que impere el asentimiento de la inteligencia". Este es, para mi, el punto central porque sólo la gracia puede hacer que un hombre cruce desde el lado de la desconfianza al lado de la confianza.
"Incluso una persona sin conocimientos de Física puede creer que un avión es capaz de surcar los aires, sin que necesariamente haya de caerse". No lo cree por fe, lo cree porque ve los aviones y conoce personas que han volado antes que el. También en el camino de la fe conocer personas que viven su fe y que esta fe transforma su vida, es fundamental para poder creer.
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Toda explicación es necesaria, pero ninguna explicación suple la fe. La base de la fe no es la razón, es la revelación. La fe es razonable, pero se fundamenta en la revelación divina.
Cuando se ha encontrado con Él, entonces la responsabilidad de creer se hace llevadera y hace crecer al hombre.
La razón humana no es la base de la fe. Aunque es conforme a la razón humana fiarse de la Verdad en persona.
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No deja de ser tristemente gracioso que, en cierta mentalidad vulgar muy extendida, se considere insensato creer en Dios mientras, en el lugar de la fe, se coloca cualquier otra insensatez mayúscula.
No me acuerdo de cómo ni de quién es esa frase tan citada, la que dice que cuando se deja de creer en Dios se empieza a creer en cualquer cosa. Eso es lo que ocurre de hecho.
Lo patético es que la increencia religiosa se expresa generalmente con una arrogancia que se pretende sustentar en la razón. Una razón que, sin embargo, se humilla ante cualquier idolillo impuesto desde y por instancias de poder que el sumiso ni imagina.
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Así es. Se alcanza por medio de la confianza, que no está exenta de evidencia ni de su propia capacidad de demostración.
¿Por qué creen a Jesús sus dicípulos? No falta evidencia ni demostración, pero ni una ni otra llegan a ser tales al margen de la confianza.
Ya saben que ando "muy estudiosa" y que últimamente estos temas me tienen, además, completamente enganchada. Pero hablar de ellos ante la autoridad de don Guillermo da cierto pudor.
“Dar razón de la propia esperanza” (1 Pe 3,15) tiene que ser que ser posible. Es decir, lo que usted dice de "pensar la racionabilidad de mi fe. Tratando de pensar lo más hasta el fondo que pueda" tiene que ser comunicable; aunque nuestra comunicación a los demás no pueda dar la fe a nadie. Pero se necesitan "razones" del creer. Por ejemplo, que la revelación se acomoda a nuestro modo humano de conocer.
http://www.clonline.org/articoli/esp/EseFrat10_esp.pdf
No se si les complicará más la cosa este texto que se encuentra en la página 44:
Giussani: «Si tú eres “moral”, esto es, si estás en la
actitud original con la que Dios te ha creado, en una actitud abierta a lo real, entonces entenderás, o al menos buscarás, preguntarás. Si, por el contrario, no estás ya en esa postura original, si estás alterado [aquí tenemos de nuevo la falta de lo humano], falseado, bloqueado por el prejuicio, entonces eres “inmoral” y no podrás entender [la consecuencia
no es que vayas al infierno o seas incoherente, no: ¡es que no puedes comprender!]. Éste es el carácter dramático supremo que tiene la vida del hombre»69. En esta actitud ante la realidad se juega todo, porque como nosotros no podemos despertarnos a nosotros mismos ni regenerarnos, y debemos aceptar ser generados por Otro, todo depende de nuestra
capacidad de estar abiertos de par en par ante esto. En caso contrario, aplicamos la medida positivista como todos, y no conseguimos ver la realidad de forma adecuada.
Infinitas gracias por este magnífico artículo. Hay cosas que uno querría saber decir, y da vueltas y vueltas. Hoy usted lo ha sabido explicar brevemente y con gran claridad. Dios quiera que yo sea capaz de hacerlo así algún día.
Luis I. Amorós, un placer su visita.
No veas, sí, la de vueltas que di yo el otro día y el embrollo que me armé para explicar a otro participante mi idea de la "adoración", y cómo don Guillermo lo ventiló en línea y media con total claridad.
¡Y qué bien verte por aquí, Luis Ignacio!
Sigo tu blog aunque no me veas.
Supongo que seguirás esta serie sobre la fe, sólo lleva tres capítulos y va a ser muy interesante toda.
(Étienne Gilson, El tomismo, EUNSA, Pamplona, 1978, p. 51).
Santo Tomás habla de que todo acto de fe implica tres momentos. Un primer momento, querer creer, en el que la voluntad juega un papel primordial; luego, se daría el acto mismo de creer, la fe o confianza; y por último, surgiría la necesidad de justificar racionalmente aquello que se cree.
Cuando cursaba en la facultad de Filosofía Teoría del conocimiento, como asignatura optativa de la licenciatura de Psicología, tuve una conversación con el profesor, hombre afable y abierto al contacto con los alumnos, después de la clase en su despacho, pues sentía que planteaba en términos excluyentes la racionalidad humana, sin dejar espacio alguno a la fe. Cuando le dije que creía en Dios y que consideraba que ambas dimensiones del conocmimiento humano eran compatibles y complementarias, me contestó: "Si eliges creer, renuncias a pensar." Su respuesta me defraudó profundamente, pero es el dogma racionalista en el que cree la élite intelectual y buena parte de la población influida por la difusión continua de esta falacia.
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Padre si nos tomasemos un tiempo y meditasemos lo que Vd. expone en el post, la mayoría de las personas tendrían que reconocer que tiene razón. Por eso he elegido su último párrafo porque si damos por cierto tantas cosas que nos rodean sin comprobarlo personalmente, cuanto más creer en El que con su vida y obra demostró que es digno de toda confianza.
Un saludo a todos.
Que iluso es el hombre que rechaza a Cristo pero lo sutituye por otras cosas. Me acuerdo del versículo de Jeremías donde Dios se lamenta que hayan dejado de beber de la fuente y se dediquen a beber aguas estancadas.
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Tremendo que un profesor de Tª del Conocimiento piense de ese modo.
De ahí a que las masas den por hecho, sin más reflexión, que la religió es superstición a menos que se "demuestre científicamente" ... (y hay que ver a qué cosas lama la mentalidad vulgar "demostración científica", ja ja ja)
Digo esto porque yo era de los que anunciaba la fe pero sin dar razones y al final si me he visto obligado a hacerlo ante las preguntas de los demás.
De todas formas una frase de D. Guillermo me ha llamado la atención: "Toda explicación es necesaria, pero ninguna explicación suple la fe. La base de la fe no es la razón, es la revelación. La fe es razonable, pero se fundamenta en la revelación divina."
Gracias, don Guillermo. Me da un poco de pudor el peloteo, pero es que escribe usted los artículos que a mí me gustaría escribir (o siquiera concebir).
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Huy, no seas bobo, Luis Ignacio, pierde todo pudor. :D
Aquí, en cuanto alguien dice una frase amable a otro, llega un aguafiestas y nos llama pelotas y dice que nos damos incienso. Así que, como hay gente tan "desaboría" que no soporta la amabilidad, y que sólo valora los intercambios que puedan darse en un blog si son para armar bronca... pues nada, nos da igual parecer pelotas: el día que nos toca turiferario, tras solicitar la bendidicón de don Guillermo con un "Benedícite Pater Reverende", sacamos el turíbulo y nos incensamos... así de buena gente somos por aquí.
Así que, con mayor motivo incensamos al anfitrión del blog. En cuanto sale, y una vez que genuflecta, venga: tres golpes dobles de incensario de quien se sienta turiferario esa tarde y hala, a seguir la tertulia.
Seguro que sí puedes aportar, cómo no, pero si al menos lees asiduamente LPD, algo se te pegará(además del aroma a incienso). De aquí vamos a salir teólogos. Y, mejor todavía: ¡santos!
SPH
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