Mayo en el blog: El hombre es grande, sólo si Dios es grande
Ya en más de una ocasión he hecho referencia a las espléndidas homilías del Papa Benedicto XVI predicadas en la solemnidad de la Asunción de la Virgen. Ese día, el 15 de agosto, el Santo Padre celebra la Misa en la Parroquia Pontificia de Santo Tomás de Villanueva, en Castelgandolfo.
En 2005, el Papa glosó dos puntos del “Magníficat": “mi alma ‘engrandece’ al Señor"; es decir, proclama que el Señor es grande y, en segundo lugar, comentó la familiaridad de la Virgen con la palabra de Dios.
El texto que voy a reproducir hace referencia al primer aspecto y podría resumirse en una frase: “El hombre es grande, sólo si Dios es grande". Frente a las sospechas de Feuerbach y de todos los ateísmos llamados “humanistas", redescubrir a Dios, proclamar su grandeza, es un asunto de vida o muerte para el hombre; para cada uno de nosotros y para la humanidad en su conjunto.
Y, sin más preámbulo, el texto del Papa, que nos puede ayudar a aprender, a meditar, a orar y a debatir serenamente sobre la centralidad de la cuestión de Dios en nuestra cultura:
“Quisiera destacar sólo dos puntos de este gran canto. Comienza con la palabra Magníficat: mi alma “engrandece” al Señor, es decir, proclama que el Señor es grande. María desea que Dios sea grande en el mundo, que sea grande en su vida, que esté presente en todos nosotros. No tiene miedo de que Dios sea un “competidor” en nuestra vida, de que con su grandeza pueda quitarnos algo de nuestra libertad, de nuestro espacio vital. Ella sabe que, si Dios es grande, también nosotros somos grandes. No oprime nuestra vida, sino que la eleva y la hace grande: precisamente entonces se hace grande con el esplendor de Dios.
El hecho de que nuestros primeros padres pensaran lo contrario fue el núcleo del pecado original. Temían que, si Dios era demasiado grande, quitara algo a su vida. Pensaban que debían apartar a Dios a fin de tener espacio para ellos mismos. Esta ha sido también la gran tentación de la época moderna, de los últimos tres o cuatro siglos. Cada vez más se ha pensado y dicho: “Este Dios no nos deja libertad, nos limita el espacio de nuestra vida con todos sus mandamientos. Por tanto, Dios debe desaparecer; queremos ser autónomos, independientes. Sin este Dios nosotros seremos dioses, y haremos lo que nos plazca".
Este era también el pensamiento del hijo pródigo, el cual no entendió que, precisamente por el hecho de estar en la casa del padre, era “libre". Se marchó a un país lejano, donde malgastó su vida. Al final comprendió que, en vez de ser libre, se había hecho esclavo, precisamente por haberse alejado de su padre; comprendió que sólo volviendo a la casa de su padre podría ser libre de verdad, con toda la belleza de la vida.
Lo mismo sucede en la época moderna. Antes se pensaba y se creía que, apartando a Dios y siendo nosotros autónomos, siguiendo nuestras ideas, nuestra voluntad, llegaríamos a ser realmente libres, para poder hacer lo que nos apetezca sin tener que obedecer a nadie. Pero cuando Dios desaparece, el hombre no llega a ser más grande; al contrario, pierde la dignidad divina, pierde el esplendor de Dios en su rostro. Al final se convierte sólo en el producto de una evolución ciega, del que se puede usar y abusar. Eso es precisamente lo que ha confirmado la experiencia de nuestra época.
El hombre es grande, sólo si Dios es grande. Con María debemos comenzar a comprender que es así. No debemos alejarnos de Dios, sino hacer que Dios esté presente, hacer que Dios sea grande en nuestra vida; así también nosotros seremos divinos: tendremos todo el esplendor de la dignidad divina.
Apliquemos esto a nuestra vida. Es importante que Dios sea grande entre nosotros, en la vida pública y en la vida privada. En la vida pública, es importante que Dios esté presente, por ejemplo, mediante la cruz en los edificios públicos; que Dios esté presente en nuestra vida común, porque sólo si Dios está presente tenemos una orientación, un camino común; de lo contrario, los contrastes se hacen inconciliables, pues ya no se reconoce la dignidad común.
Engrandezcamos a Dios en la vida pública y en la vida privada. Eso significa hacer espacio a Dios cada día en nuestra vida, comenzando desde la mañana con la oración y luego dando tiempo a Dios, dando el domingo a Dios. No perdemos nuestro tiempo libre si se lo ofrecemos a Dios. Si Dios entra en nuestro tiempo, todo el tiempo se hace más grande, más amplio, más rico".
20 comentarios
SPH
Voy a leerlo
;)
Y quizá leer pequeños fragmentos de las mismas, ayuda más, en parte, a ver la profundidad, y la claridad, del pensamiento del Papa.
Por otra parte, y es algo que me interesa subrayar, ni la devoción a María ni la doctrina sobre María es marginal. No es un añadido "piadosito" a la vivencia y a la doctrina cristiana.
El Vaticano II lo dice con una concisa claridad: María, por su singular participación en la historia de la salvación, "reúne en sí y refleja en cierto modo las supremas verdades de la fe" (Lumen gentium, 65).
¡Se dice pronto!
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jajajajjajaja, ¡por Dios!
Pues fíjese, 31 días virtuales me llevó pillarlo (no está mal después de años), ¡qué fácil era! y qué lejos había estado de todo eso que explica el CVII en la LG.
"Ella sabe que, si Dios es grande, también nosotros somos grandes. No oprime nuestra vida, sino que la eleva y la hace grande: precisamente entonces se hace grande con el esplendor de Dios.
El hecho de que nuestros primeros padres pensaran lo contrario fue el núcleo del pecado original. Temían que, si Dios era demasiado grande, quitara algo a su vida. Pensaban que debían apartar a Dios a fin de tener espacio para ellos mismos. "
Cuán cierto es esto y cuánto nos cuesta aceptarlo. Recuerdo haber leído a C.S. Lewis decir, citando a alguien (Sto. Tomás Moro, quizás), que Dios lo quiere todo, quiere llenar nuestra vida. Y quien empieza a regatear calculando qué parte de su vida se va a quedar y cuál le va a dar a Dios es como el que firma un contrato a la izquierda y la derecha.
En términos de Groucho Marx, que uno quiere ser la parte contratante de la primera parte y la parte contratante de la segunda parte.
Concluye Benedicto XVI:
"No perdemos nuestro tiempo libre si se lo ofrecemos a Dios. Si Dios entra en nuestro tiempo, todo el tiempo se hace más grande, más amplio, más rico"."
Amén.
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Esto lo recuerda usted en otra ocasión.
Es la Virgen victoriosa. Y vaya mi recuerdo agradecido al gran Pablo VI cuya figura va agigantándose, que proclamó a María " Madre de la Iglesia " en el Concilio Vaticano II.
Cuando en estos días de mayo medito sobre lo grande que es nuestro Dios, sólo tengo que fijarme en lo que hizo en María.
Buenas noches a todos junto al Señor.
De Pablo VI hablo en "31 días de Mayo", en la p. 73.
"Ya, pero el hombre se des-hominiza, se deshumaniza sin esa referencia a Dios, al Todo al que tiende su inteligencia y su voluntad. ".
Estoy pleanamente de acuerdo, como el resto de comentaristas.
A este respecto, traigo unas citas de D. Alfonso García Nuño, licenciado en Derecho y sacerdote, de una comunicación que presetó en las X Jornadas internacionales de Derechos humanos, en la Facultad de Derecho de la U. Complutense de Madrid:
"A partir del voluntarismo, tanto el legislador divino como el humano se entenderán cada vez más partiendo de una libertad libre-de verdad y bien. La ley será esencialmente la obra de la voluntad del legislador. [...] el legislador humano no solamente se vaya sintiendo cada vez más desvinculado de la verdad y el bien, sino también de la ley divina, aunque ésta se entendiera reduccionistamente desde la óptica del voluntarismo.
[...]
La relación de la ley y la libertad humana, al estar aquélla desvinculada de la verdad del hombre, se dará mediante la pura obediencia y entre ellas habrá una rivalidad.
[...]
En estos fugaces y fragmentarios elementos históricos, nos ha aparecido el entendimiento/razón y la voluntad, la verdad y el bien. Sin embargo, la memoria y la belleza han quedado en silencio. ¿No tendrá esto algo que ver con la concepción de la libertad a que se llegue y con la profunda crisis en que se encuentran los derechos humanos?".
http://glosasmarginales.blogspot.com/2010/05/algo-de-derechos-humanos-i.html
http://glosasmarginales.blogspot.com/2010/05/algo-de-derechos-humanos-y-ii.html
La Virgen María, que acoge totalmente la voluntad de Dios, es la criatura más grande. Antes de decir "Hágase en mí según tu palabra", ha reconocido: "He aquí la esclava del Señor". No reclama derechos frente a Dios; por eso está totalmente dispuesta a recibir sus dones.
María, que "conservaba todas estas cosas en su corazón", muestra la hermosura de recordar y agradecer las maravillas que obra Dios. Ella trasluce lo Bueno, lo Bello, lo Verdadero.
Buenas noches a todos.
He tratado de responder a la pregunta final de D. Alfonso García Nuño que citaba, al hilo de la homilía de Benedicto XVI. Su claridad y concisión son pegadizas.
Que tengáis un feliz día, con la ayuda de Dios.
Es un misterio de amor insondable el anonadamiento del Señor, ese hacerse pequeño, incluso ínfimo, quien es el Infinito, la inmensidad sin límites. Es este ejercicio maravilloso de amor el que actúa en nosotros para, a su vez, dar una amorosa réplica: nos divinizamos, nos hacemos grandes, en la medida que acogemos al Señor en lo más profundo de nuestro corazón. Lo pequeño, lo creatural puede dar cabida al Creador mismo.
El modelo de tal asombroso acogimiento humano es María, que aceptó por completo la presencia de Dios en su vida, hasta el punto de acogerlo en su vientre para que naciera de ella la Segunda Persona del Verbo.
Realmente esta es la naturaleza del amor que procede de Dios, un acoger al otro en el interior del alma de cada uno, en la certeza de que todos somos hijos de un mismo Padre, hermanos pues, que fuimos concebidos por amor y para amar. Este es el gigantesco y humilde fiat de María, el acto que nos da sentido y plenitud, que permitió que Dios pudiera anidar en nuestros corazones, una vez que se hizo pequeño, del tamaño del nuestro. Y al hacerlo, nos engrandenció con la dignidad de hijos amados suyos.
A no ser que sean nuestras cruces personales, va a ser difícil introducir otro tipo de cruces en los edificios públicos hoy en día. Lo que es tristísimo es que las pocas cruces o crucifijos que quedan en ellos estén siendo arrebatadas de esos espacios para ser arrojadas a cualquier almacén, fuera de la vista de todos.
Acaba de salir un libro titulado "Pablo VI. El coraje de la modernidad", de Gisela Adornato, esposa, madre y estudiosa de la vida, pensamiento y actividad pastoral de G.B. Montini, prologado por el cardenal Dionigi Tettamanzi, arzobispo de Milán y por tanto sucesor de Pablo VI en la sede Ambrosiana (el 3º, ya que antes rigieron esta diócesis Giovanni Colombo y Carlo Maria Martini, S.J.). En Editorial San Pablo.
Ya he citado otras veces dos exhortaciones apostólicas de Pablo VI sobre la Virgen María: "Signum Magnum" (13-V-1967) y "Marialis Cultus" (2-II-1974). Recuerdo su viaje a Fátima en 1967. En 1966 quiso visitar Polonia con motivo del milenario de la conversión de este país al cristianismo y acudir al santuario mariano de Jasna Gora (Monte Claro), para venerar a la Patrona de Polonia, pero las autoridades comunistas se lo impidieron.
Al clausurar la III sesión conciliar (21-XI-1964), Pablo VI proclamó a María Madre de la Iglesia. Juan Pablo II añadió el título "Madre de la Iglesia" a las letanías lauretanas.
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Al leer este comentario he pensado más en las cruces que nos manda el cielo a lo largo de la vida y que debemos aceptar, más que con resignación, con alegría, sabiendo que Dios es fiel y nunca nos enviará nada superior a nuestras fuerzas, que en cruces materiales. Tal vez Amfortas también.
Recuerdo el ejemplo que contó el P. Jesús Urteaga en aquel inolvidable programa televisivo titulado "Sólo para menores de 16 años", de aquel hombre que se quejaba de la cruz que le había tocado. Quería cambiar de cruz. Se le invitó a entrar en un campo donde podía escoger entre multitud de cruces. Se fijó en una y cuando iba a cogerla, una voz le dijo: "¿Ésta? Es la de la ceguera". Y la soltó horrorizado. La voz le iba anunciando en qué consistía cada cruz en la que se fijaba. Hasta que, por fin, vio una que cogió sin que oyera la voz y se fue tan contento con ella. Sin darse cuenta de que era la misma cruz de la que tanto se quejaba.
El crucifijo permanecerá en el ayuntamiento de Zaragoza por decisión del pleno municipal.
...cuando Dios desaparece, el hombre no llega a ser más grande; al contrario, pierde la dignidad divina, pierde el esplendor de Dios en su rostro. Al final se convierte sólo en el producto de una evolución ciega, del que se puede usar y abusar. Eso es precisamente lo que ha confirmado la experiencia de nuestra época
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