La paciencia y los frutos
Domingo III de Cuaresma (Ciclo C)
El Señor recuerda en el evangelio la necesidad de la conversión: “Si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera” (Lc 13,3). Los distintos acontecimientos, también las desgracias, pueden ser interpretados como una llamada a cambiar de dirección en el camino de la vida, para dejar el pecado y la superficialidad y abrirnos a lo que verdaderamente cuenta: Dios y su reino.
Para todos los cristianos, la conversión es una tarea ininterrumpida, porque nunca respondemos completamente al amor misericordioso de Dios. Dentro de nosotros mismos pueden quedar parcelas de egoísmo, de resistencia a la gracia. Queremos seguir a Cristo, quizá, pero no queremos seguirle con todas las consecuencias. Tenemos la tentación de conformarnos con la mediocridad, con un cristianismo que no suponga un excesivo esfuerzo, con un no ser malos del todo, sin aspirar tampoco a ser buenos del todo.
Cristo no se conforma con poco. Él, que nos ha amado hasta el extremo, espera nuestra correspondencia a su amor, porque en esta correspondencia está nuestro bien: Con la conversión “se apunta a la medida alta de la vida cristiana, se nos confía al Evangelio vivo y personal, que es Cristo Jesús. Su persona es la meta final y el sentido profundo de la conversión, él es el camino sobre el que estamos llamados a caminar en la vida, dejándonos iluminar por su luz y sostener por su fuerza que mueve nuestros pasos”, enseña Benedicto XVI.
Apuntar a la “medida alta de la vida cristiana”. La Cuaresma fija nuestros ojos en esa “medida alta”, que es la Persona de Cristo, para que nos configuremos con Él mediante “el agua y las lágrimas”, de las que hablaba San Ambrosio de Milán: el agua del Bautismo y las lágrimas de la Penitencia. El Bautismo nos hace criaturas nuevas, pero no elimina la fragilidad y la debilidad de nuestra naturaleza, que puede llevarnos a pecar. Necesitamos, por ello, “la segunda tabla de salvación”, que es el sacramento de la Penitencia.
Si acudimos debidamente preparados al sacramento de la Penitencia, Dios nos reconcilia consigo y nos une con Él en profunda amistad, otorgándonos “la paz y la tranquilidad de la conciencia, a las que acompaña un profundo consuelo espiritual”, como enseña el Concilio de Trento. Pueden condenarnos los demás, a veces inmisericordemente, o puede condenarnos, incluso, el juicio de nuestra conciencia, pero Dios, más que a condenar, está inclinado a absolver. Él es “compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia” (Sal 102).
La bondad de Dios, que se levanta sobre sus fieles como se levanta el cielo sobre la tierra, se traduce en paciencia, en la espera benévola de un viñador que no tiene prisa en cortar la higuera plantada en la viña, pese a que aún no haya dado frutos. Los años de la paciencia de Dios son los años de nuestra vida: en cada hora, en cada jornada, el Señor nos concede la oportunidad de arrepentirnos y de dar frutos de conversión y de santidad.
Guillermo Juan Morado.
60 comentarios
Cristo no se conforma con poco.
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Un evangelio, el de este domingo, para reflexionar mucho y detenidamente.
En silencio, y sin olvidar la ayuda inmediata a tanto sufrimiento que vemos alrededor.
" Si no os convertís... "
Un muy serio aviso de Jesús para todos.
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No se concibe una Iglesia sin el sacramento de la Penitencia. Tardamos a veces en acercarnos al sacramento, pero, por suerteDios es rico no sólo en clemencia sino también en paciencia. Todo Él es compasión para con sus hijos.
Tras la confesión, sobre todo si nos habíamos hecho los remolones en acudir al sacramento, nos preguntamos cómo es posible que hayamos tardado tanto en regresar. Con el bien que nos hace. Menos mal que Él es paciente.
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Bueno, Cristo ha pensado en todo...
Ni la indulgencia puede ser un acto automático, que sustituya la conversión, ni una concesión imposible...
Yo también he cumplido con los "requisitos" que el miércoles se publicaban en este blog para la Indulgencia plenaria y, bueno, confío en que mi voluntad llegue hasta donde pueda llegar la voluntad humana y que lo demás se me dé como gracia. ¿Nos va a ofrecer la Iglesia esa indulgencia a cambio de lo humanamente imposible?
A lo mejor he dicho una barbaridad teológica, pero yo lo he entendido así y he procurado hacerlo todo lo bien que me es posible, creo.
Cuantas veces me veo en la Cruz, pero toda la Pasión por la que pasó el Señor, es lo dificil de asumir. se que el Señor nos dice que seamos perfectos y, como usted dice, inventó la confesión conociendo nuestra debilidad, pero yo me veo en grandes renuncias, pero no en pequeñitas y continuas renuncias. Aunque esto es un problema que intento resolver pero parece que supera mi pobre voluntad, y mis oraciones no obtienen el fruto deseado.
Pues yo no calculo jamás nada, ni en indulgencias ni en nada. Procuro obedecer los requisitos, por pura obediencia eclesial, pero no llevo cuenta ni siquiera de mi disposición, porque mi Señor me conoce mejor que yo misma. Y mis confesiones son muy frecuentes, eso sí.
Lo demás... se lo dejo a mi Señor. Es cuestión de Amor, y en eso como en todo el Maestro es Él.
¡Qué maravilla! Y qué bien lo dice D. Guillermo.
Es lo de S. Agustín en las Confesiones (L. 8, cap. XII):
Y Vos, Señor, ¿hasta cuándo, hasta cuándo habéis de mostraros enojado? No os acordéis ya jamás de mis maldades antiguas.
Porque conociendo yo que mis pecados eran los que me tenían preso, decía a grito con lastimosas voces: ¿Hasta cuándo, hasta cuándo ha de durar el que yo diga, mañana y mañana?, pues ¿por qué no ha de ser desde luego y en este día?, ¿por qué no ha de ser en esta misma hora el poner fin a todas mis maldades?
http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/12367298610149384876213/p0000004.htm#I_128_
Para Angel:
Esto a mí me viene de perlas:
Quizá habría que ser más humilde para poder perseverar. La humildad de aquellos que, al comprobar que no pueden construirle a Dios la catedral que merece, deciden ofrecerle al menos un pajar. No podrán dar el cien por cien, por mucho que lo intenten, pero están decididos a darle todo lo que puedan, aunque sea poco. Sólo los humildes perseveran. Sólo los que aceptan las derrotas vencen. Sólo los que siguen confesándose, aunque no experimenten grandes cambios, terminan por alcanzar la santidad.
D. Santiago Martín,
http://religionenlibertad.com/articulo.asp?idarticulo=6960
Buenas noches a todos.
Ángel: ¿y no es gracia tener este espacio donde decirnos los unos a los otros inquietudes como las que tenemos y edificarnos mutuamente en la medida en que humanamente seamos capaces?
En el mundo sufrimos tribulaciones y pruebas, pero ¡ánimo! ÉL ha vencido almundo.
Los ya santos, los que están en el cielo, no necesitan indulgencias. Las indulgencias están para los pecadores que se arrepienten.
05/03/10 11:58 PM
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Siempre he entendido que los justos de nuestro tiempo, cuando terminan su paso por la Tierra van al "Seno de Abraham" (Lc.16,22; 23,43; en PACIENTE ESPERA esperando el día de la resurrección. (Ap.6,6-11)
Y que será después de la segunda muerte (Ap.20,6) Cuando defintivamente éste viejo Universo sea suplantado por el nuevo -Nueva Jerusalem -; Cuando los justos entren definitvamente en este Cielo Templo, -Nueva Jerusalem.-
Donde como escrito está: "no entrará cosa impura alguna ni quien cometa abominación y mentira". (Ap.21,27) Que pueda contaminar.
Sin que por esto pretenda que Jesús el Cristo y su madre la Virgen María, por su singular cicunstancia de inmaculados: no hayan ascendido hasta el Cielo.
Dios mediante, el próximo fin de semana, estaré con mi mujer de ejercicios espirituales con mi párroco y demás feligreses de mi parroquia. Allí espero limpiarme y prepararme como es debido. He de superar resistencias humanas (que significan precisamente falta de apertura) y abrirme al Señor también a través del sacerdote que me ha puesto en mi camino. Así lo haré. Él (con mayúscula) y él, mi párroco, lo desean. Y yo también.
(Voy a pasar el día fuera. En todo caso, contestaré por la noche).
Saludos y buen fin de semana a todos.
Y sí, déjalo todo en manos del Señor. No tengas miedo de abandonarte a Él: Él lo está deseando. A veces nos ocurre que trasladamos nuestras decepciones surgidas en las relaciones humanas más importantes que hemos tenido a la relación con el Señor. Pero Él no falla nunca. Cuando todos nos han fallado de una u otra forma, nos cuesta mucho creer que haya algo, mejor dicho, alguien que también no deje de defraudarnos. Pero sí existe. En tu cruz está clavado quien te salva. Cuando lo descubres, tu yugo se vuelve ligero. Ya no estás solo para sobrellevarlo.
Pero me quedarón algunas dudas, tal vez usted pueda aclararmelas.¿ se ganan indulgencias?.
Y otra duda, ¿Que compromisos se adquieren amadrinando
a un sacerdote? Gracias.
“A todos los fieles realmente arrepentidos que, en una iglesia u oratorio, asistan con devoción al sacrificio divino de la misa y ofrezcan por los sacerdotes de la Iglesia oraciones a Jesucristo, sumo y eterno Sacerdote, y cualquier obra buena realizada ese día, para que los santifique y los modele según su Corazón, se les concede la indulgencia plenaria, a condición de que hayan expiado sus pecados con la penitencia sacramental y hayan elevado oraciones según la intención del Sumo Pontífice: en los días en que se abre y se clausura el Año sacerdotal, en el día del 150° aniversario de la piadosa muerte de san Juan María Vianney, en el primer jueves de mes o en cualquier otro día establecido por los Ordinarios de los lugares para utilidad de los fieles.
Será muy conveniente que, en las iglesias catedrales y parroquiales, sean los mismos sacerdotes encargados del cuidado pastoral quienes dirijan públicamente estas prácticas de piedad, celebren la santa misa y confiesen a los fieles.
También se concederá la indulgencia plenaria a los ancianos, a los enfermos y a todos aquellos que por motivos legítimos no puedan salir de casa, si con el espíritu desprendido de cualquier pecado y con la intención de cumplir, en cuanto les sea posible, las tres acostumbradas condiciones, en su casa o donde se encuentren a causa de su impedimento, en los días antes determinados rezan oraciones por la santificación de los sacerdotes, y ofrecen con confianza a Dios, por medio de María, Reina de los Apóstoles, sus enfermedades y las molestias de su vida.
Por último, se concede la indulgencia parcial a todos los fieles cada vez que recen con devoción en honor del Sagrado Corazón de Jesús cinco padrenuestros, avemarías y glorias, u otra oración aprobada específicamente, para que los sacerdotes se conserven en pureza y santidad de vida.
Este Decreto tiene vigor a lo largo de todo el Año sacerdotal. No obstante cualquier disposición contraria".
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Nada dice el decreto sobre apadrinar o amadrinar a un sacerdote...
No sé exactamente a qué se refiere esa expresión. Quizá a comprometerse a rezar por un sacerdote. Podría ser. Y sería algo muy bueno.
También puede ser comprometerse a colaborar económicamente con la formación de un seminarista. En mi parroquia hemos recibido, en este sentido, una petición de Perú y una persona se ha comprometido a financiar los estudios de un seminarista durante un año.
Creo que lo mejor que puede hacer cada católico es rezar por su párroco y ayudarle en lo que pueda. Si los feligreses son buenos, el párroco se siente respaldado y obligado, también humanamente, a estar a la altura. Ya debe estarlo, por su compromiso con Dios, pero si ese compromiso se facilita con la ayuda de los feligreses, mejor.
Los sacerdotes son, somos, seres humanos. Y cada uno tiene su propia sensibilidad. Algunos pueden vivir tranquilamente sin sentir el "afecto" de sus feligreses. Otros pueden necesitarlo más.
En resumen, que cada cual ayude a los curas que conoce de la mejor manera que pueda:
1. Rezando por ellos, para que sean buenos sacerdotes.
2. Si es necesario, colaborando en las acciones pastorales de las parroquias.
3. Sabiendo siempre que el sacerdote es de Dios y de la Iglesia, nunca sólo para nosotros. Así la ayuda irá unida a un sano desinterés y a una sana disponiblidad.
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Eduardo, voy viendo que no sólo la poesía..., también la prosa...
D. Guillermo,tiene razón,Eduardo no anda manco de buen hacer con las letras.
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No estoy de acuerdo. Son importantes ambas cosas, forma y fondo. Para ejemplo, Benedicto XVI. Y, si vamos más a la raíz, Nuestro Señor Jesucristo.
Yo soy muy partidario de la forma. Quizá excesivamente. Me parece esencial. No una forma sin fondo, porque eso es pura fachada, pero tampoco un fondo sin forma, porque eso puede ser contradictorio.
Que sea partidario no quiere decir que lo logre, sólo quiere decir que me gustaría lograrlo.
Cuando escribí lo anterior estaba pensando en esta vieja polémica en el terreno poético, entre aquellos que tendían a dar preeminencia a la forma sobre el contenido (Mallarmé quizá sea el más extremo en esta tendencia), y los que pensaban que no hay noria sin agua. Era esto simplemente.
Se puede aplicar a:en mi cruz está crucificado el que me ama.
Un cordial saludo.
En fin, como ya es domingo, y el domingo no hay ayuno cuaresmal, pues eso...
Nuevo post.
Pincha arriba donde pone "La Puerta de Damasco"; se actualiza y ya está.
Un cordial saludo.
Y por eso me gustan sus poemas, por la coherencia entre forma y fondo.
La infinita paciencia de Dios en la que deberíamos mirarnos...La pena es que los humanos tenemos una paciencia limitada (la mía es muy limitada), y cuando no se ven frutos, aunque sean mínimos, se tiende a tirar la toalla o bien a pensar que no merece la pena, y que es una mera ilusión, un autoengaño pretender otra cosa.
Un cordial saludo.
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Humanamente, sí. Pero si pensamos desde Dios, no cabe esa actitud. Debemos luchar en contra.
Y gracias, D. Guillermo, por el halago.
Y a mí me gusta su blog precisamente por esa profunda coherencia entre rigor y amor que desprende en todos sus textos y en el trato con los comentaristas. Quizá sea ésta la coherencia más difícil de alcanzar y de mantener. Pero usted lo logra con nota y de una forma aparentemente fácil. Esto debe ser porque tiene hilo directo con el de arriba.
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Pues yo creo que lo logra.
Ya sabe que yo me "enganché" a su primer blog, Predicar en el Desierto, por esa extraña -infrecuente- coherencia fondo/forma que se respiraba en él. Y cuando digo "forma" me refiero tanto a las "maneras" o talante como al estilo, a la voluntad de forma en el uso del lenguaje.
Eduardo, no me sobrevalore. Hago lo que puedo, pero mi coherencia dista mucho de ser perfecta. Sí lo intento, en mi vida y en mis escritos en el blog. Pero sólo lo intento. Yo conozco mis incoherencias, que son muchas.
Pero eso no quiere decir que no aspire a la coherencia.
(turíbulo va, turíbulo viene... SPH)
Y no es un intento imposible. Poco a poco, se puede sublimar coherentemente, a pesar de los pesares, a pesar de tantas incoherencias (muchas, siempre).
Cualquier sacerdote sabe que lo que ofrece, que no es suyo, vale mucho más que lo que es, como persona.
Podemos intentar la coherencia desde arriba - intentar estar a la altura de lo que ofrecemos - o desde abajo - rebajar el contenido de lo que ofrecemos -.
Si el criterio fuese nuestra coherencia personal..., no sé, muchas veces nos veríamos , al menos yo, incapaces de decir nada.
Y no porque uno cometa crímenes infames, sino porque entre lo que yo digo y lo que yo soy hay mucha distancia.
Pero sí tengo claro que no predico de lo mío - no habría razón para predicar nada- , sino que intento predicar de lo de Cristo. Y eso es siempre mucho. A pesar de las mediaciones limitadas que Él ha escogido.
Tiene razón en lo que dice de la paciencia; es que a una a veces se la cruzan los cables y...
Un cordial saludo.
en tu rostro ensangrentado
las huellas de mi pecado
que es causa de tu dolor,
quisiera morir de amor
por el amor que en Ti veo...
Cumple, Señor, mi deseo;
pues me amaste de esta suerte
haz que, fiel hasta la muerte,
¡me entrege sin regateo!
Mª Montserrat del Sdo. Corazón O.C.D.
Padre Guillermo:
Tiene razón en lo que dice de la paciencia; es que a una a veces se la cruzan los cables y...
Un cordial saludo.
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Huy, si yo le dijese la cantidad de veces en que se me "cruzan los cables". Mejor no se lo digo...
pues me amaste de esta suerte
haz que, fiel hasta la muerte,
¡me entrege sin regateo!
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Pues sí, cuando van pasando los años y uno constata que la entrega no es sin regateo, o no del todo, es como para pensarlo.
Y no se preocupe por esa distancia que existe entre lo dice y lo que es. Lógico, en todo caso: es usted sacerdote, ¿no? Si no, usted sería Dios mismo.
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Jajjajaja. Siempre la respuesta exacta. Claro, no soy Dios. Es evidente. Y lo sé. Nuestros límites, bien asumidos, llevan a esa conclusión, aparententemente obvia: No soy Dios.
Cuántas angustias se evitan así!
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Siempre la forma precisa para decir las verdades.
Leo el título de esta Homilía dominical y me alegro de leer la palabra "paciencia".
Releo, pues, todo el post. Ayer, cierto mal regusto a culpa me inquietaba. Incoherencias a montones nos confesábamos aquí todos, los unos a los otros. Caídas en los mismos fallos, en ese "defecto dominante" que todos tenemos. Distancia entre lo que hacemos y lo que decimos; entre lo que queremos podque debemos y lo que queremos a pesar de que sabemos que no debemos...
Pero el Señor es paciente
Y no desprecia el corazón contrito y humillado
Y concede su gracia a quien la espera de rodillas y las pide con humildad
¡Y ya parece que es otra cosa más halagüeña este domingo!
Da tiempo a la higuera a que dé fruto.
el agua del Bautismo y las lágrimas de la Penitencia. El Bautismo nos hace criaturas nuevas, pero no elimina la fragilidad y la debilidad de nuestra naturaleza, que puede llevarnos a pecar. Necesitamos, por ello, “la segunda tabla de salvación”, que es el sacramento de la Penitencia.
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