La predicación evangélica
Segundo Domingo de Adviento (Ciclo C)
El profeta Baruc ve la vuelta del destierro como un segundo éxodo en el que, ya no Moisés, sino Dios mismo guiará a su pueblo. Dios muestra su esplendor trayendo a los hijos desterrados y preparando el camino para que Israel camine con seguridad: “Dios ha mandado abajarse a todos los montes elevados, a todas las colinas encumbradas, ha mandado que se llenen los barrancos hasta allanar el suelo, para que Israel camine con seguridad, guiado por la gloria de Dios” (cf Baruc, 5-19).
La imagen del camino que se prepara, de los senderos allanados, reaparece en boca de Juan el Bautista, con palabras tomadas del profeta Isaías: “preparad el camino del Señor”, para que todos puedan ver “la salvación de Dios” (cf Lucas 3, 1-6).
Eusebio de Cesarea relaciona esta preparación del camino con la predicación evangélica: “se trata [escribe Eusebio] de la predicación evangélica y de la nueva consolación, con el deseo de que la salvación de Dios llegue a conocimiento de todos los hombres. […] ¿Y qué es evangelizar? Predicar a todos los hombres, y en primer lugar a las ciudades de Judá, que Cristo ha venido a la tierra” (Eusebio de Cesarea, Comentarios sobre el libro de Isaías, capítulo 40).
El anuncio de la palabra de salvación tiene la finalidad de allanar el camino, de prepararlo, para que todos los hombres, volviendo del exilio de la lejanía de Dios, conozcan a Cristo, el Verbo encarnado, y, conociéndole, encuentren en Él al Salvador y la Salvación.
A la Iglesia, guiada por el Espíritu Santo, le corresponde, en los desiertos de nuestro mundo, tan variados y tan extendidos, esta tarea de abajar los montes y las colinas, de enderezar lo torcido e igualar lo escabroso. Y cumple este cometido con la predicación del Evangelio: “Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar, es decir, para predicar y enseñar, ser canal del don de la gracia, reconciliar a los pecadores con Dios, perpetuar el sacrificio de Cristo en la santa Misa, memorial de su muerte y resurrección gloriosa” (Pablo VI, Evangelii nuntiandi, 14).
En la Iglesia, el oficio pastoral del Magisterio está dirigido “a velar para que el Pueblo de Dios permanezca en la verdad que libera” (Catecismo, 890). El Papa y los obispos cumplen, con su predicación y su enseñanza, la misión de preparar los caminos: “Como dijo en Verona el Papa Benedicto XVI, en estos momentos seguimos teniendo la gran misión de ofrecer a nuestros hermanos el gran `’sí’ que en Jesucristo Dios dice al hombre y a su vida, al amor humano, a nuestra libertad y a nuestra inteligencia; haciéndoles ver cómo la fe en el Dios que tiene rostro humano trae la alegría al mundo” (Conferencia Episcopal Española, Instrucción Pastoral “Orientaciones morales ante la situación actual de España”, 28).
Pero no solamente los Obispos, sino que todos los cristianos tenemos que sentir la responsabilidad de anunciar a Jesucristo. San Pablo, dirigiéndose a los cristianos de Filipo, les dice: “habéis sido colaboradores míos en la obra del evangelio, desde el primer día hasta hoy” (cf Filipenses 1, 4-11).
En la espera del Adviento, que es la espera de la salvación que viene a nuestro encuentro en la Persona de Cristo, debemos preguntarnos cómo estamos, nosotros, preparando el camino para encontrarnos con Él. ¿Cómo escuchamos la predicación del Evangelio? ¿Cómo anunciamos a los demás que Cristo ha venido a la tierra?
Guillermo Juan Morado.
18 comentarios
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Y eso es lo que ha faltado durante tantos años. No se puede estar escondidos, sin anunciar a Jesucristo. Con un catolicimo en la intimidad para no "molestar" a la secularización de la sociedad.
Valientes y prudentes.
Sin callar, y sin agobiar.
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Pues tenemos unos días tranquilos para preguntársnoslo muy seriamente y obrar en consecuencia con la respuesta que honestamente nos demos a esa pregunta.
Me he encontrado a personas que se plantean "volver a la Iglesia" tras 20 años de no acercarse a una, simplemente por el ejemplo personal de alguien cercano.
Yo siempre les digo a los que no se han ido: No se culpen. Son cristianos, sí, pero no impecables ni inmaculados. Sólo Cristo lo es y, por una especial gracia de Dios, también Nuestra Señora.
Los demás, cristianos, siempre damos mal ejemplo. Pero no es justo que se nos pida muchísimo más. Somos hombres de fe, pero pecadores. Agraciados, pero débiles. Regenerados por el Bautismo, pero con la concupiscencia encima.
No admito la ecuación: cristiano=impecable.
Y quien no quiere creer magnificará nuestros pecados e ignorará nuestras virtudes.
Y quien no quiere creer magnificará nuestros pecados e ignorará nuestras virtudes.
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La fe es un don de Dios, pero si no abrimos nuestro corazón y nos dejamos invadir por la gracia de Cristo, muchos cristianos se sienten alejados.
A veces, un evento personal, una acción, un ejemplo cercano, hace reflexionar a quienes se alejaron y abren su corazón al Señor. Sabemos que no es nuestra acción sino de Él, pero los seres humanos suelen observar a sus congéneres.
Y, si, nadie es inmaculado. El Señor siempre nos espera y se encuentra siempre a nuestro alcance. Incluso cuando se le ha dado la espalda.
"Yo-Soy-El-Que-Soy", tú "eres la-que-no-es", le dijo el Señor a Santa Catalina de Siena.
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Un día profetizado, consumado el fin del Mundo; Allá en días de resurrección: El planeta Tierra en su tierra firme, será como antes del Pecado Original.
Dicho sea: Toda la tierra firme del planeta Tierra será como en un sólo continente o polo lúcido.Sin noche que oscurezca su día y limite la fotosíntesis de este Paraíso. Y al otro lado polo del planeta Tierra: todo será oscuro mar.
Sea: Cuando las islas y los continentes de hoy día; Antes estos en unidad: Los que por causa de aquella convulsión terrenal en causa de Pecado Original: Fueran estos divididos y dispersados a través de las oscuras aguas del primigenio mar terrenal sean estos restituidos a su originalidad.
Entonces, allí en aquel nuevo día de Paraiso Terrernal ya no existirá el recuerdo de la brusca contingencia en montes y valles de la desigualdad provocado por el Pecado Original no existirá.
Y un nuevo andar de camino allanado existirá. Listo para que el Mesías, en su segunda venida, -sin verüenza terrenal- pueda caminar.
No admito la ecuación: cristiano=impecable.
Y quien no quiere creer magnificará nuestros pecados e ignorará nuestras virtudes
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Por supuesto.
Pero yo creo que, hasta para pecar, deberíamos ser diferentes. Me explico: el pecado mayúsculo es el de escándalo. Que nuestros pecados, si son vistos y magnificados por los de fuera, que al menos se hagan acompañar del arrepentitimiento y la esperanza del perdón. que no nos escudemos en nuestra debilidad para dar el mal ejemplo.
Me gusta este párrafo de Marcos:
A veces, un evento personal, una acción, un ejemplo cercano, hace reflexionar a quienes se alejaron y abren su corazón al Señor. Sabemos que no es nuestra acción sino de Él, pero los seres humanos suelen observar a sus congéneres.
Somos responsables de los demás.
O sea, que la cosa ya viene de antiguo... ¡Ya san pablo era cilpable de la falta de evangelización! Claro, pues en la actulaidad, ¿cómo va actuar elclero con semejante ejemplo?
:-D
Para mí que el clero no se ha tomado muy en serio el papel de los seglares (con san Pablo y el V-II de por medio) hasta que ellos han comenzado a escasear. Se han visto las orejas al lobo (y en algunas zonas rurales no sólo orejas, sino que el lobo ya se había merendado a más de la mitad de las ovejas) y se han despertado del insomnio neoclerical consistente en ideologización más que predicación.
Yo a uno que se va no le veo muy culpable, la verdad. ¿No es acaso una tentación diaria, casi horaria podríamos decir??? LO ES. Basta que no haya asideros, basta que la vida parroquial (núcleo esencial de la estructura eclesial) esté un poco comatosa o simplemente un poco abandonada, para que haya desbandada adolescente y adulta.
Cada vez veo con más claridad que los Sacerdote son para los Sacramentos y que todo lo demás es nuestro.
"899 La iniciativa de los cristianos laicos es particularmente necesaria cuando se trata de descubrir o de idear los medios para que las exigencias de la doctrina y de la vida cristianas impregnen las realidades sociales, políticas y económicas. Esta iniciativa es un elemento normal de la vida de la Iglesia:
Los fieles laicos se encuentran en la línea más avanzada de la vida de la Iglesia; por ellos la Iglesia es el principio vital de la sociedad. Por tanto ellos, especialmente, deben tener conciencia, cada vez más clara, no sólo de pertenecer a la Iglesia, sino de ser la Iglesia; es decir, la comunidad de los fieles sobre la tierra bajo la guía del Jefe común, el Papa, y de los Obispos en comunión con él. Ellos son la Iglesia (Pío XII, discurso 20 Febrero 1946; citado por Juan Pablo II, CL 9).
900 Como todos los fieles, los laicos están encargados por Dios del apostolado en virtud del bautismo y de la confirmación y por eso tienen la obligación y gozan del derecho, individualmente o agrupados en asociaciones, de trabajar para que el mensaje divino de salvación sea conocido y recibido por todos los hombres y en toda la tierra; esta obligación es tanto más apremiante cuando sólo por medio de ellos los demás hombres pueden oír el Evangelio y conocer a Cristo. En las comunidades eclesiales, su acción es tan necesaria que, sin ella, el apostolado de los pastores no puede obtener en la mayoría de las veces su plena eficacia (cf. LG 33)".
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No sólo para los Sacramentos; también han de predicar y regir a la comunidad cristiana.
Las dos preguntas están relacionadas, pues señalan la disposición personal de cada uno ante el deber de la evangelización para todo bautizado. Sólo puedo hablar por mí mismo y por la época que me ha tocado vivir. En mi caso, siento una necesidad imperiosa de encontrar ejemplos de coherencia entre la fe que se dice profesar y la vida que se vive. Más allá de que todos seamos pecadores y débiles, la coherencia de vida se distingue con facilidad sobre nuestra naturaleza pecadora. Es tal la sobreabundancia de la degradación en todas sus formas, que el hecho de hallar testimonios de vida que iluminen nuestra sed de verdad en la vida cotidiana, tiene unos efectos magníficos como fuente de evangelización de primer orden.
Así, respondiendo a las preguntas que se planteaba el Pater, escucho el Evangelio desde el testimonio solidísimo de aquellos que fueron consecuentes en su vida con su fe. Y el anuncio del evangelio a los demás lo vivo de igual forma: desde la profunda integridad y unidad de acción y fe. Dicho en otros términos: primero han de verte, y luego, les hablas de Aquél del que obtienes toda la fuerza para vivir así. Lo que ocurre es que Satanás está ahí, y actúa para romper esa coherencia de vida y fe con la que poder dar testimonio de Jesús.
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