Novena a la Inmaculada: Día quinto
Arca de la Alianza
El arca, en el Antiguo Testamento, es uno de los signos visibles de la presencia de Dios en medio de su pueblo. Dios se hace presente para guiar y proteger al pueblo, para comunicar su palabra y escuchar la oración. María es la nueva arca de la alianza que, en la Visitación, portando en su seno al Verbo, lleva la salvación y el gozo a Isabel y a la humanidad entera.
Ella es el templo donde se realizaron los esponsales entre la divinidad y la humanidad: “María es el Arca de la Alianza en la que se encuentran la tierra y el cielo: la naturaleza humana y la naturaleza divina en la Persona del Hijo de Dios” (Juan Pablo II, Regina caeli, 5.5.2002). La santidad de Dios, que se hace presente en María con mayor realidad aun que en el arca o en el templo, reclama la santidad absoluta de la Virgen.
La santidad de Dios, nos dice el Catecismo, “es el hogar inaccesible de su misterio eterno”. El resplandor de su santidad, manifestado en la creación y en la historia, es su Gloria. En la escena de la Anunciación, la venida del Espíritu Santo sobre María, a quien el poder del Altísimo cubrirá con su sombra (cf Lucas 1,35), evoca el descenso de la Gloria al santuario de Dios. María es el auténtico santuario, la “llena de gracia” (Lucas 1,28), enriquecida desde el primer instante de su concepción con una “resplandeciente santidad del todo singular” (Bula Ineffabilis Deus).
A la Virgen, Arca de la Alianza, templo verdadero del Dios verdadero, podemos aplicarle, con toda justicia, como lo hace uno de los prefacios del Misal de la Virgen María, otras imágenes tomadas de la Sagrada Escritura: Ella es la morada que tiene a Dios en medio y que no vacila (cf Salmo 45,5-6); la casa del Señor que Dios ha llenado con su presencia (cf 1 Reyes 8,11); la casa de oro, adornada por el Espíritu Santo con toda clase de virtudes; el palacio real, resplandeciente con el fulgor de la Verdad, y la ciudad santa que alegran los ríos de la gracia (cf Salmo 45,5; cf Prefacio de la Misa de “La Virgen María, templo del Señor”).
A imagen de María, la Iglesia es santa, porque Cristo la amó como a su esposa y se entregó por ella para santificarla (cf Lumen gentium 39). Unida a Cristo, la Iglesia está santificada por Él y es en la Iglesia donde “conseguimos la santidad por gracia de Dios” (cf Lumen gentium 48). Cada uno de nosotros estamos llamados a convertirnos, siguiendo la gracia del Bautismo, en templos vivos de la gloria de Dios.
Guillermo Juan Morado.
Fuente: “Novena a la Inmaculada", CCS, Madrid 2008, p. 34-36.
9 comentarios
òó
SPH, eh, que si no estamos haciendo la novena(salvo antiguo alumno salesiano, no consta nadie más) no es culpa suya.
Haremos la de Navidad. Creo que mañana la tendré.
En cuanto a la Inmaculada, ya sabe usted mi escasa devoción mariana durante décadas pero mi predilección por ciertas advocaciones que tiene que ver con hitos de mi vida (Inmaculada, Mª Auxiliadora...). Me casé un 6 de Diciembre y la imagen de la Inmaculada estaba iluminada, en lugar destacado y con muchas flores (además de las de la boda). No era muy de culto a la virgen yo, la verdad, pero tenía el rostro de la Inmaculada ante mí durante toda la ceremonia y le encomendé explícitamente el éxito de la extraordinaria tarea del matrimonio que comenzábamos. En cada dificultad, la he invocado. Y, dese luego, lo que yo exactamente le había encomendado resultó una empresa de los más exitosa que repetiría mil veces si fuera posible.
Magnífico complemento para el post sobre los templos.
PD- (SPH)- Abrumado por vuestras consultas, os dejo un comentario en el post sobre el ómnibus, ya que aquí no pintaba gran cosa.
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Sin duda.
Me refiero ahora a la parroquia real, no a la virtual.
Ya me he hecho con la Novena de Navidad (ni la he podido examinar apenas, el ejemplar me llega intonso) Esta de la Inmaculada ya me pilla muy avanzada.
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Es básicamente siguiendo el hilo de las antífonas O.
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