¿Puede crear Dios un mundo en el que nadie se salve?
Se ha discutido recientemente la tesis, que es también nuestra, que dice que Dios puede, si quiere, salvar a todas las creaturas racionales que ha creado.
Me parece importante, para arrojar más luz sobre el asunto, plantear la cuestión inversa: ¿es posible que en un mundo creado por Dios se condenen todas las creaturas racionales?
Así planteada, la pregunta lleva al tema de la distinción entre el “poder divino absoluto” y el “poder divino ordenado”. El primero es el Poder divino en sí mismo considerado, el segundo es el Poder divino considerado en relación con otros atributos divinos como la Sabiduría y la Bondad.
Desde el primer punto de vista, la respuesta es claramente afirmativa. Un mundo en el que todas las creaturas racionales se condenan no implica contradicción alguna, y eso alcanza para que algo caiga dentro del radio de la Omnipotencia divina.
Desde el segundo punto de vista, se puede argumentar que no sería coherente con la Sabiduría y la Bondad divinas crear un mundo así.
En todo caso, queremos tratar aquí esa pregunta con este agregado: ¿es posible que en un mundo que Dios crea con la intención de que se salven algunas creaturas racionales, todas las creaturas racionales se condenen?
La respuesta afirmativa llevaría necesariamente a un mayúsculo círculo cuadrado como es el fracaso de la Omnipotencia divina.
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En efecto, si Dios quiere algo, o puede conseguirlo, o no. Lo segundo queda excluido por la Omnipotencia divina. Es cierto que podemos pensar en “cosas” imposibles, como el círculo cuadrado, pero por eso mismo, están excluidas también del querer divino.
Si Dios quiere algo, y puede conseguirlo, y no lo consigue de hecho, eso puede ser, o bien porque se lo impide una fuerza mayor, es decir, una causa que no está bajo su control, o bien porque ese querer divino no era un querer absoluto, sino solamente condicional.
Lo primero es imposible. Todas las causas segundas son tales porque dependen en su misma causalidad de la Causa Primera. Una causa creada que impidiese a Dios alcanzar lo que Él quiere debería ser movida para ello por Dios mismo, pero entonces Dios sí alcanzaría lo que Él quiere, porque es claro que la movería queriendo moverla.
Si se dice que sería solamente la falla de la causa creada la que impediría a Dios alcanzar lo que Él quiere, y que la falla no necesita causa eficiente, sino sólo deficiente, para lo cual se basta la creatura, esa falla debería ser en todo caso permitida por Dios, y entonces, el querer de Dios en ese caso no sería absoluto, sino condicional, ya que iría unido al querer permitir que la cosa querida por Dios no suceda o no se logre.
¿Será entonces que Dios quiere sólo condicionalmente que algunos se salven?
Eso tampoco es posible. El querer de Dios, que es realmente idéntico al mismo Dios, no puede estar condicionado por nada distinto de Dios mismo. Nada que no sea Dios puede condicionar a Dios, porque todo lo que no es Dios está condicionado por Dios.
No puede Dios estar condicionado por algo que haga la creatura, sino solamente por algo que haga el mismo Dios. Es decir, si Dios quiere A con la condición de B, eso quiere decir que Dios quiere A con la condición de que Dios quiera y haga (o permita) B.
Por eso no puede ser que todo querer divino sea condicional, ya que eso nos llevaría a un retroceso al infinito, pues las condiciones sólo pueden ser, en definitiva, otros quereres divinos.
Y por eso Dios no puede querer la salvación de algunos en forma sólo condicional. Pues la condición ha de ser otro querer divino, y tampoco aquí se puede retroceder al infinito. Hay entonces un querer divino respecto de la salvación de algunos que es absoluto, no condicional.
Y entonces, ese querer divino absoluto respecto de la salvación de algunos pone en juego inevitablemente a la Omnipotencia divina, de modo que la frustración de ese querer divino sería un mayúsculo círculo cuadrado: un fracaso de la Omnipotencia.
De modo que es efectivamente necesario que alguno se salve, si Dios quiere en forma absoluta que alguno se salve.
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La respuesta negativa, que nos parece por tanto la única posible, es decir, que no es posible que nadie se salve en un mundo que Dios ha creado con la intención de que algunos se salven, nos plantea inevitablemente el tema de la relación entre la Omnipotencia divina y la libertad de las creaturas racionales.
Porque en efecto, en un mundo así, entonces, necesariamente algunas creaturas racionales han de salvarse, y si ello necesariamente ha de ocurrir ¿cómo son libres estas creaturas racionales?
No sirve responder que lo que Dios quiere en esta hipótesis es simplemente que “algunos”, en forma indeterminada, se salven, y que por tanto no hace falta que Dios se asegure de la salvación de algún individuo determinado, como Pedro o Juan.
Porque “algunos”, así entendido, es una abstracción, y las abstracciones no se salvan, ni tampoco se condenan.
Porque además, si es la Omnipotencia divina la que ha de hacer que “algunos” se salven, lo ha realizar mediante algún tipo de causalidad, y de nuevo, la causalidad no se ejerce sobre las abstracciones, sino sobre las realidades individuales concretas.
En todo caso, es claro que Dios no puede asegurarse de que algunos se salven sin asegurarse de que Pedro, o Juan, o María, o alguien más, se salve.
En efecto, supongamos que Dios se asegura de que algunos se salven, pero no se asegura de que nadie en particular y en concreto se salve. ¿Qué puede querer decir eso? ¿Qué son y dónde están esos misteriosos “algunos” abstractos sobre los cuales operaría no menos abstractamente la Omnipotencia divina? ¿Y cómo, sobre todo, bastaría eso para evitar el escenario que en esta hipótesis hay que evitar, a saber, aquel en el que todos en concreto se condenan?
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Ahora bien ¿implica esto necesariamente un determinismo? Es decir, es claro que implica una necesidad: asegurarse de que alguien se salve implica que en algún sentido esa persona necesariamente se salva. ¿Implica eso necesariamente un determinismo, en el sentido de la negación del libre albedrío?
Pues no, tanto si atendemos a la explicación tomista como a la explicación molinista.
En la explicación tomista Dios se asegura de que Pedro se salve moviendo infaliblemente a la voluntad de Pedro a realizar los actos libres que conducen a Pedro a la salvación. Se podrá querer sostener que esta tesis es contradictoria, pero no que sea determinista. Se podrá querer negar que la Omnipotencia divina sea capaz de mover infaliblemente a las creaturas racionales a la realización de actos libres, pero no se puede sostener que si la Omnipotencia divina hace eso, le quita libertad a esos actos o a esas creaturas. Hacer que alguien actúe libremente no es la mejor forma de privarlo de la libertad.
En la explicación molinista, Dios se asegura de que Pedro se salve creándolo en aquellas circunstancias en las que Dios ha previsto infaliblemente, por su “ciencia media”, que Pedro efectiva y libremente se salvará.
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Por lo general nadie acusa al molinismo de ser determinista en este punto, porque no aparece aquí, en efecto, la causalidad infalible de la Omnipotencia divina sobre la libertad del hombre.
Pero si se mira con atención, la situación es la misma, en el fondo, que la que es en el tomismo.
Porque en el molinismo, Dios, en definitiva, crea a Pedro en las circunstancias en las que Dios quiere libre y soberanamente crearlo, y esas circunstancias pueden ser de dos clases: aquellas en las que Pedro libremente se salva, tal como lo prevé infaliblemente la “ciencia media” divina, y aquellas en las que Pedro libremente se condena, tal como lo prevé infaliblemente la “ciencia media” divina.
Por tanto, supuesta la soberana y libre decisión divina de crear a Pedro en las circunstancias en las que Pedro se salva a la vez libre e infaliblemente, en el sentido dicho, es necesario que Pedro se salve, y la misma necesidad se aplica si hablamos de la condenación de un Pedro creado libre y soberanamente por Dios en las circunstancias en las que la “ciencia media” divina ha previsto infaliblemente desde la Eternidad que Pedro libremente se condena.
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Tanto tomistas como molinistas, entonces, pueden decir, bajo este aspecto de la cuestión, que en sus respectivos sistemas la necesidad no implica determinismo. En efecto, los molinistas por su parte dirán que tampoco es la mejor forma de privar a alguien de su libertad crearlo en las circunstancias en las que se ha previsto en forma infalible que esa persona obrará libremente.
Por supuesto que tanto tomistas como molinistas tienen aquí a su disposición la esencial distinción entre la necesidad condicional y la necesidad absoluta, que es lo mismo que la distinción entre la necesidad de la consecuencia y la necesidad del consecuente, que es lo mismo que la distinción entre la necesidad en sentido compuesto y la necesidad en sentido dividido.
Se puede ironizar todo lo que se quiera acerca de esas distinciones, lo que no se puede es dar un paso en este tema sin ellas.
Al menos un paso en la dirección correcta, claro está.
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¿Cuál es entonces la alternativa a esta necesidad que está presente tanto en el tomismo como en el molinismo?
Sólo puede ser que Dios no se asegure de la salvación de nadie en particular, lo cual deja abierta la posibilidad de que ninguno se salve, en un mundo en el que Dios quiere absolutamente que se salven al menos algunos, o sea, la posibilidad un fracaso de la Omnipotencia divina que es la posibilidad de un grandioso círculo cuadrado, o sea, de algo imposible.
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En el sistema de Marín – Solá la salvación de las creaturas depende de que no hagan fallar la “moción falible” inicial. Se rechaza la “ciencia media” molinista tanto como la “premoción física” tomista, al menos esto último para lo que tiene que ver con la “moción falible”.
¿Cómo sabe entonces Dios con certeza, desde la Eternidad, quiénes se salvan y quiénes se condenan? Ni lo prevé infaliblemente con la “ciencia media”, ni lo ve infaliblemente en un decreto Suyo de mover infaliblemente las voluntades creadas. ¿Cómo lo sabe entonces?
Marín – Solá responde que por la “vía de Eternidad”, o sea, porque todos los instantes del tiempo están siempre presentes ante la Eternidad divina.
¿Pero eso quiere decir que Dios recibe el conocimiento de las creaturas, o que el conocimiento divino, unido a la libre divina Voluntad, hace que las creaturas sean lo que son?
Porque, fuera del venturoso azar, no hay otra forma de explicar el acuerdo entre lo que Dios sabe que ocurre y lo que de hecho ocurre, en esos casos.
Ahora bien, lo primero es imposible, Dios no recibe nada de la creatura. Y lo segundo es el tomismo clásico. O sea, la “premoción física”.
Pero en la primera alternativa parece que sí, que Dios no se asegura de la salvación de nadie, sino que los que se salvan se salvan porque de hecho no hicieron fallar la “moción falible”, de modo que la certeza divina sobre la salvación de algunos sería una certeza “a posteriori”.
Y entonces, en un mundo que Dios crease con la intención de que algunos se salven, podría suceder , según lo que implica el sistema de Marín - Solá, y también el de Maritain, que no se salve ninguno, al hacer fallar todos la “moción falible”. Lo cual, como dijimos, niega la Omnipotencia divina.
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La Omnipotencia divina, entonces, exige que en un mundo en el que Dios quiere que algunos se salven, Dios se asegure de que algunos se salvan, y que lo haga, obviamente, sin desmedro de la libertad de esos que se salvan.
Pero si puede hacerlo así con algunos, es claro que puede hacerlo así también con todos, y si a algunos no les quita el libre albedrío por el hecho de asegurarse de su salvación, tampoco se lo quitaría a nadie si se asegurase de la salvación de todos.
Por tanto, Dios sí puede crear un mundo en el que todos se salven y nadie se condene.
3 comentarios
No sería mejor decir aquí :"...moviendo infaliblemente a la voluntad de Pedro a realizar los actos libres.", sin el añadido de "que conducen a Pedro a la salvación". Puesto que Pedro en ciertos momentos realizará también actos (pecados) que lleven a la condenación, aunque finalmente se salve. Y como Dios no quiere el pecado, así quedaría que Dios mueve a la libertad y que gracias a esa libertad apoyada en la gracia puede salvarse. De la otra manera parece querer decir que lo mueve a realizar actos específicos y no actos libres.
Por otro lado, ¿por qué considera Tomás que Dios mueve a la libertad? ¿No se supone que somos libres ontologicamente hablando? ¿O la libertad es algo dado continuamente del exterior?
Gracias.
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No sé si entendí bien el planteo, pero señalo algunas cosas:
Toda moción divina es por definición infalible. En realidad, hay que distinguir entre la moción como proyecto, por decirlo de algún modo, y la moción efectivamente realizada.
De la segunda no tiene sentido decir que es falible, porque si no mueve, no es moción. Respecto de la primera, es infalible en el caso en que el agente de la moción es Omnipotente.
Todo acto de cualquier creatura requiere la moción divina, porque las causas segundas sólo obran en tanto que movidas por la Causa Primera, de la que reciben el ser, y por tanto, también el obrar.
Todos los actos a los que Dios mueve a las creaturas son específicos, porque no se puede mover algo hacia lo indeterminado, como sería por ejemplo mover un mueble sin una dirección determinada.
En el caso de las creaturas no hay oposición entre lo que pertenece al ser de las mismas y lo que tiene causa externa, porque el mismo ser de las creaturas depende de una Causa externa, que es Dios.
La creatura racional tiene por naturaleza, intrínsecamente, la capacidad de ser causa de sus propios actos, pero no la capacidad de ser Causa Primera de sus propios actos.
En general, toda operación de las creaturas es un pasaje de potencia a acto y por tanto requiere de una causa en acto distinta de la creatura misma. Eso no quiere decir que la creatura no sea causa de su acto, sino que no es causa única ni Primera de su acto.
En el acto del pecado, Dios causa todo lo que dicho acto tiene de ser y de bien, y permite solamente, sin causarlo ni quererlo, lo que tiene de malo, que es una carencia de ser, concretamente, la carencia de la recta relación con la ley moral.
Saludos cordiales.
En cuanto a que el molinismo no implique lógicamente la negación del libre arbitrio creado, bien dices "bajo este aspecto" y "en este punto". Pero si se va al fondo de la ciencia media, si la ciencia divina es, como no puede negarlo ningún católico en uso de razón, infalible, entonces parece que va allí implicada en el molinismo la negación del libre arbitrio creado, como bien lo denunciaron del Prado y Garrigou-Lagrange, ya sea por el determinismo de las circunstancias o por la naturaleza misma de la voluntad. Pues, si no es en su mismo decreto, ¿dónde ve Dios que actuarán las personas creadas de una manera determinada puestas en tales circunstancias? No parece que esto pueda ser sino por un determinismo de las circunstancias o por un determinismo por el lado del sujeto, "supercomprendiendo" al cual Dios sabría cómo habría de proceder. En ambos casos hay que despedirse del libre arbitrio creado. Claro que además está siempre en el molinismo y su ciencia media el grueso e impío error que luego mencionas: Dios recibiría algo de la creatura, siendo así, horresco referens, determinado el Acto Puro por lo creado...
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Exacto. En esas comparaciones lo que quiero dejar claro es que también en el molinismo es necesario afirmar una necesidad que es compatible con el libre albedrío, aunque es cierto que ese libre albedrío desaparece después en el molinismo por otras razones, como has señalado.
Es que me parece fundamental, para clarificar un poco este debate, deslindar, entre las tesis "escandalosas" (obviamente que en realidad no lo son), aquellas que son específicas del tomismo, y aquellas que el tomismo comparte con sus adversarios, pero que se le suelen achacar, con evidente injusticia, solamente al tomismo, como si los otros solamente tuviesen que corretear por campos floridos.
Gracias y saludos cordiales.
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Sí, si hablamos de la "potencia divina absoluta", es decir, del Poder divino considerado en sí mismo y no en relación con la Sabiduría y la Bondad divinas, que es como existe en concreto.
Saludos cordiales.
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