Rasgos de la antropología tomista
En el día del Aquinate presentamos algunos rasgos, nada más, obviamente, de su concepción del hombre.
Queremos mostrar cómo la tesis tomista por lo general se eleva por encima de dos errores opuestos entre sí, uno por exceso y otro por defecto.
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El ser del hombre.
Existencialismo.
El ser humano no tiene naturaleza, es pura libertad.
Argumento de Sartre en “El existencialismo es un humanismo”: Si Dios existe, tiene en su mente desde la Eternidad de la idea del hombre, que constituye la naturaleza humana, pero entonces el hombre deberá necesariamente ajustarse a esa naturaleza suya, y no podrá ser libre. Pero el hombre es libre. Por tanto, Dios no existe.”
Por tanto, el ser humano no tiene naturaleza. Su existencia es anterior a su esencia, al venir al mundo, es pura libertad.
Cientificismo.
El ser humano es puro determinismo natural.
La naturaleza toda consiste en causas que producen necesariamente sus efectos, por tanto, no hay lugar para las causas libres, o sea, que eligen qué efectos producir en la realidad, todo lo que sucede en el ser humano y lo que el ser humano hace está determinado por leyes, aunque no podamos conocerlas por el momento.
Santo Tomás.
El ser humano tiene una naturaleza racional, por la cual tiene libre albedrío o capacidad de elección.
La idea del hombre que Dios tiene desde la Eternidad es la de un ser racional, y por tanto, dotado de libre albedrío. El ser humano es libre por naturaleza, de hecho Sartre mismo ha dicho que el hombre está “condenado a ser libre”.
Existe un determinismo natural, pero no está demostrado que haya un determinismo universal. Las naturalezas o esencias de los seres de este mundo son muy distintas unas de otras, y se dan según diversos grados de perfección. El grado de perfección más alto lo tienen las naturalezas racionales, que por eso mismo tienen capacidad de elección, y bajo ese aspecto escapan al determinismo natural.
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Materialismo.
El ser humano es un puro organismo.
La vida y el hombre no son más que formas particulares de organización de la materia. Las llamadas actividades espirituales del hombre son en realidad actividades de su cerebro.
Espiritualismo.
El ser humano es solamente el alma, el cuerpo es un accesorio.
O bien el cuerpo es pura apariencia, o bien alma y cuerpo, en el hombre, son dos sustancias distintas, accidentalmente unidas, como el navegante en el navío o el jinete en la montura, decía Platón, o dos sustancias, una extensa y otra pensante, decía Descartes.
Santo Tomás.
El ser humano es un compuesto sustancial de alma espiritual y cuerpo.
No son dos sustancias accidentalmente unidas, sino una sola sustancia.
No es una sustancia simple, sino compuesta de dos principios metafísicos que son el alma espiritual y la materia.
El alma espiritual es el principio de todas las operaciones vitales del ser humano, pero mediante dos clases de facultades: las que son facultades del compuesto, porque su objeto es algo sensible que se alcanza mediante órganos, y las que son facultades solamente del alma, porque su objeto es algo inmaterial que no puede alcanzarse con un órgano corporal. Ejemplo de lo primero son los cinco sentidos externos, ejemplo de lo segundo, la inteligencia y la voluntad. El pensamiento no se hace con el cerebro sino con la inteligencia, facultad del alma, si bien, como nuestro conocimiento intelectual se abstrae de lo sensible, es necesario el cerebro para proveer las imágenes sensibles de las cuales el intelecto abstrae los conceptos, pero una vez en posesión de los conceptos, es la inteligencia la que piensa con ellos sin intervención del cerebro en lo formal del pensamiento como tal.
Siendo capaz de obrar con independencia de la materia, el alma humana es también capaz de existir separada de la materia, es decir, es inmaterial e inmortal, porque el obrar sigue al ser.
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El obrar humano.
El conocimiento.
Platonismo.
El objeto de nuestros conceptos se da en la realidad, independientemente de nosotros, tal como se da en nuestra mente.
El argumento de Platón es que la ciencia existe y es posible, pero su objeto es lo universal e inmutable, y por tanto, debe existir en la realidad lo universal e inmutable, pues la ciencia es acerca de la realidad. Pero los seres dados en nuestra experiencia son particulares y cambiantes. Por tanto, debe existir un mundo superior, donde están las verdades realidades, que son las Ideas, y que son como los conceptos universales que hay en nuestra mente, pero existiendo fuera de nuestra mente.
Nominalismo.
Nuestros conceptos no tienen un objeto real distinto de los puros individuos.
El nominalismo vive de las contradicciones propias del realismo exagerado platónico. Lo universal y abstracto no existe como tal en la realidad, fuera de nuestra mente. No existe el hombre en sí, ni el mamífero, ni el animal. Por tanto, dicen los nominalistas, los individuos reales no tienen nada en común entre sí, no hay esencias o naturalezas de las cosas, sino solamente nombres que nosotros ponemos sobre la base de las semejanzas que hay entre los individuos dados en nuestra experiencia.
Santo Tomás.
El objeto de nuestros conceptos se da en la realidad, independientemente de nosotros, pero no del modo universal y abstracto que tiene en nuestra mente, sino del modo individual y concreto que tiene en las cosas mismas.
Contra el nominalismo y con el platonismo, la ciencia no es acerca de nuestras ideas, sino acerca de las cosas reales extramentales, y el objeto de la ciencia es lo universal y necesario.
Las esencias de las cosas son universales, en el sentido de que necesariamente han de darse en todo individuo que posea esa naturaleza, porque son precisamente las que le dan esa naturaleza, y son necesarias, porque no pueden no ser lo que son, no se puede cambiar una esencia sin por ello mismo tener otra distinta, como si al gato se le quita el ser mamífero, ya no es un gato.
Contra el platonismo, las esencias de las cosas no están fuera de las cosas, sino en las cosas individuales mismas, las cuales tienen características particulares y cambiantes, pero también tienen características comunes y permanentes.
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Empirismo.
El conocimiento procede de los sentidos y no rebasa el plano de lo sensible, de modo que no hay conocimientos universales y necesarios.
El empirismo se hace fuerte en la crítica a la tesis de las ideas innatas, pero cae, lógicamente al menos, en el relativismo, porque nuestra experiencia es siempre particular y variable y no puede por sí sola ser base para afirmaciones absolutas.
Racionalismo.
Tenemos conocimientos universales y necesarios que no proceden de la experiencia sensible, sino que son “a priori”.
El argumento que tienen en común tanto los empiristas como los racionalistas es el que dice que lo universal y necesario no puede proceder de la experiencia, que es particular y contingente. Los empiristas agregan una premisa que dice que la experiencia es nuestra única fuente de conocimiento, y concluyen que no tenemos conocimientos universales y necesarios. Los racionalistas, en cambio, agregan otra premisa que dice que tenemos conocimientos universales y necesarios, y concluyen que la experiencia no es nuestra única fuente de conocimiento, sino que además tenemos ideas innatas, que no proceden de nuestra experiencia y que hacen posibles esos conocimientos universales y necesarios.
El origen de ese postulado común a racionalistas y empiristas es el nominalismo: no hay esencias, los individuos dados en la experiencia son puros individuos particulares y contingentes.
Santo Tomás.
Todo nuestro conocimiento comienza por los sentidos, no tenemos ideas innatas, pero tenemos un intelecto esencialmente distinto de los sentidos, capaz de abstraer los conceptos de la experiencia sensible y formar así conocimientos universales y necesarios.
Como se dijo contra el nominalismo, las cosas tienen una esencia o naturaleza, pero como se dijo contra el platonismo, esa esencia no está fuera de las cosas mismas, sino en ellas, y por tanto, individuada. Por eso mismo no es inteligible en acto mientras está en las cosas, porque el objeto de nuestra inteligencia es lo universal y abstracto, y en ese sentido es verdad que lo universal y necesario no está dado en la experiencia sensible, pero sí está dado en ella en potencia, y nuestro intelecto tiene la capacidad de actualizarlo, haciendo abstracción de las particularidades individuales y cambiantes.
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Como la mayoría de las antítesis que presentamos aquí, el racionalismo y el empirismo son fruto la decadencia de la filosofía escolástica y posteriores a ella, o sea, no es que Santo Tomás haya querido hacer una vía intermedia entre las diversas posturas filosóficas, sino al revés: esas posturas son el resultado de haberse perdido culturalmente la grandiosa síntesis tomista, atenta siempre a todos los aspectos de la realidad.
Kant, por ejemplo, quiere sintetizar el racionalismo y el empirismo, que son consecuencia de la disolución de la síntesis tomista, pero en el sentido contrario a Santo Tomás, porque acepta el principio de origen nominalista común a racionalistas y empiristas según el cual lo universal y necesario no está de ningún modo en las cosas, y así, explica el conocimiento por un factor empírico particular y contingente que es “a posteriori”, y por un factor racional universal y necesario que es “a priori”, dando origen así al idealismo, para el cual lo que conocemos depende de nuestro conocimiento, porque es el resultado de aplicación a la experiencia de categorías “a priori” que no proceden de la experiencia, sino solamente de nuestra mente.
Santo Tomás, por el contrario, aceptando por su realismo de los universales que hay esencias de las cosas y que el universal está por tanto en potencia en los entes particulares dados en nuestra experiencia, sostiene que nuestro intelecto extrae de la experiencia de las cosas mismas, mediante la abstracción, lo universal y necesario, en vez de aplicarlo a las cosas, como hace nuestro intelecto según Kant, y por eso, al contrario de Kant, no es idealista, sino realista: lo que conocemos no depende nuestro conocimiento para ser eso que conocemos de ello.
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El querer.
Intelectualismo.
La voluntad sigue siempre al entendimiento, de tal manera que sigue siempre el motivo mejor objetivamente hablando, salvo que haya error en el intelecto, de modo que el que hace el mal lo hace por ignorancia.
Es el error del intelectualismo ético de Sócrates, y del determinismo intelectualista de Leibniz, para quien la voluntad sigue siempre la mejor razón que le presenta el intelecto, aún en el caso de Dios, el cual, según Leibniz, ha debido necesariamente crear el mejor de los mundos posibles.
Voluntarismo.
La voluntad no depende del intelecto, sino a la inversa: el intelecto conoce las cosas como la voluntad quiere conocerlas.
Son las filosofías irracionalistas como las de Schopenhauer, Nietzsche o el existencialismo.
Santo Tomás.
La voluntad sigue siempre al intelecto, pero mueve a algunas potencias del ser humano a sus operaciones, entre ellas al intelecto mismo. La elección sigue siempre al último juicio práctico del intelecto, pero depende de la voluntad cuál sea el último.
El ser humano elige siempre lo que le parece mejor, pero es él el que determina qué cosa le parezca mejor, deteniendo en un punto la deliberación del intelecto. Por eso es posible el pecado, y constituye una culpa, ya que se trata de un error voluntario.
No existe el mejor de los mundos posibles, los mundos, como todo lo finito, siempre pueden ser mejores. Para Dios es lo mismo crear este mundo, crear otro o no crear nada, porque es el Bien Infinito, que no puede adquirir nada de las creaturas.
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Amoralismo.
No existe la ley moral, el ser humano es libre de seguir en todo siempre sus inclinaciones, en todo caso, el ser humano se da la ley a sí mismo (autonomía), y es responsable solamente ante sí mismo.
Voluntarismo.
La ley moral es expresión de la Voluntad de Dios sobre el hombre, y es ley moral por el solo hecho de que es expresión de la Voluntad divina. Lo que Dios manda es bueno porque Dios lo manda, de modo que también habría sido moralmente bueno lo contrario de lo que de hecho Dios ha establecido, si así Dios lo hubiese querido.
Santo Tomás.
La ley moral indica el modo de obrar que es coherente con la naturaleza humana y sus aspiraciones más auténticas. Es expresión de la Voluntad de Dios, porque Dios es el Creador del hombre, que le ha dado la naturaleza humana. Dios manda lo que manda porque eso es lo bueno. La ley moral natural es el mandato divino por el cual el ser humano está obligado a desplegar libremente las potencialidades más auténticas de su propia naturaleza.
La “autonomía” o autolegislación es imposible, porque el sujeto no tiene más autoridad que él mismo y por eso no puede estar obligado a cumplir una ley que él mismo ha promulgado; con la misma autoridad con la cual la hubiese establecido podría derogarla cuando quisiera.
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La sociedad.
Individualismo.
El ser humano es por naturaleza un puro individuo, la sociedad es una creación libre del hombre.
Es la doctrina de Hobbes, Locke y Rousseau acerca del “pacto o contrato social”.
Colectivismo.
Lo que existe ante todo es la colectividad, el individuo sólo existe como parte de la misma.
Es la doctrina, por ejemplo, del fascismo, el nacionalsocialismo, y el marxismo y socialismo en general.
Santo Tomás.
La persona humana es el individuo singular, la sociedad es un conjunto de personas, que son sociales por naturaleza.
La persona, dice Santo Tomás, es lo más perfecto de la naturaleza, y siguiendo a Boecio, la define como la “sustancia individual de naturaleza racional”.
El ser humano tiene una naturaleza social, que se basa por un lado en la incapacidad del individuo aislado o de la familia para procurarse todo lo necesario para una vida humana digna, y por otro lado, en la racionalidad, que lleva consigo la necesidad de la comunicación, que se manifiesta sobre todo en el lenguaje.
Eso hace que el vivir en sociedad sea algo natural para el ser humano, empezando por la sociedad más básica que es la familia, lo cual no quiere decir, obviamente, que sea natural la existencia de tal o cual sociedad histórica en tanto que distinta de las otras.
El fin de la sociedad política es el bien común temporal, el cual se subordina al Bien Común Eterno, que es Dios, y que es el fin del hombre como tal. El ciudadano, por tanto, debe obediencia a la autoridad civil en todo lo que tiene que ver con el bien común temporal de la sociedad, pero ésta no puede imponerle nada contrario a la ley moral natural.
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La religión.
Fideísmo.
Acerca de Dios sólo se puede conocer algo por la fe religiosa.
Es postura típica de, por ejemplo, el cristianismo protestante.
Racionalismo.
Sólo se puede aceptar lo que es evidente o demostrable.
O no es posible saber nada sobre Dios, o bien, la religión sólo es posible dentro de los límites de la sola razón, como quería Kant.
Santo Tomás.
El ser humano conoce por evidencia inmediata, por demostración racional, y por fe en el testimonio de un testigo creíble. La sola razón demuestra la existencia de Dios y sus principales atributos. Dado que Dios ha libremente querido crearnos en orden a un fin sobrenatural, ha sido necesario que nos revelase verdades sobrenaturales que superan la capacidad de la razón y que sólo podemos conocer por fe en su Palabra.
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En Metafísica, una opción fundamental es entre el ente unívoco, que se dice siempre en el mismo sentido, y el ente análogo, que se dice de distintos sujetos en sentidos en parte iguales y en parte diferentes.
Dentro de las filosofías que suponen la univocidad del ente, se puede afirmar o negar la realidad de los entes cambiantes e inestables. Si se la afirma, termina siendo la única realidad, porque el ente es unívoco. Así sucede en Heráclito, por ejemplo. Algo parecido sucede en el hinduismo, al menos en alguna de sus escuelas, por ejemplo la de Ramanujan, donde a pesar de que se afirma la inmutabilidad y trascendencia de Brahma, el primer principio, luego se afirma su identidad con los entes cambiantes, cuya realidad se sostiene.
Siempre dentro de las filosofías univocistas, si se niega la realidad de los entes cambiantes, o bien se afirma que la realidad consiste en el Ente Inmutable, como hace Parménides, o bien se afirma que lo “real” es el No Ente, la Nada, como viene a hacer el budismo. En el hinduismo, la escuela de Sankara o “Advaita” (no dualidad) afirma a la vez que sólo el Ser Inmutable es real, y que ese ser constituye nuestro verdadero “yo” (atman).
El tomismo es la filosofía del ente análogo. El “ente” dicho de Dios y de las creaturas es en parte lo mismo y en parte algo distinto. Sólo el Infinito es Ente en sentido pleno, puro y simple. Los entes finitos son entes por participación. El Infinito y lo finito no se encuentran en el mismo nivel ontológico, por eso pueden existir ambos, por supuesto que con total dependencia del ente finito respecto del Infinito. El ente finito, por eso mismo, no es parte ni modo ni manifestación sin más del Ente Infinito, sino creatura suya, y no se identifica con Él.
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Finalmente, dentro de las escuelas creacionistas se puede entender la relación entre Dios y las creaturas en forma semejante a una proporcionalidad matemática inversa, o a una proporcionalidad matemática directa.
En el primer caso, se piensa al menos implícitamente que a mayor intervención de Dios, menor consistencia e intervención de la creatura, e inversamente. Tenemos ejemplo de esto en el ocasionalismo de Malebranche, para el cual Dios es la única causa eficiente, siendo las creaturas solamente ocasiones para el obrar divino, no causas propiamente dichas. También en el molinismo, para el cual la obra buena salvífica depende en parte de Dios y en parte de la creatura.
En el segundo caso, se entiende que a mayor intervención del Creador, mayor consistencia e intervención, si se trata de acciones, de la creatura. Es el caso del tomismo, que no solamente reconoce a las creaturas un ser y una causalidad propias, sino que además entiende que la obra buena meritoria de la salvación es toda ella obra de Dios como Causa Primera, y toda ella obra de la creatura como causa segunda, movida por la Causa Primera.
Santo Tomás de Aquino, ruega por nosotros en tu día, para que por la gracia de Dios la luz de la verdad brille más y más cada día en este mundo nuestro tan profundamente extraviado. Amén.
13 comentarios
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Exacto.
Saludos cordiales.
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Gracias y saludos cordiales.
Amén, amén y amén.
La mecánica cuántica no es determinística sino probabilistica, y es claro que los procesos fisico-químicos que tienen lugar en el cerebro son del tipo descripto por esta mecánica, no por la mecánica newtoniana.
La antinomia no es entre determinismo y libre albedrío sino entre éste y un puro probabilismo ciego. O sea, es otra manera de enunciar la antinomia pura materia (que se comporta probabilísticamente) versus espíritu + materia.
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El asunto es que aún en el probabilismo hay leyes (probabilísticas) y eso también va en cierto modo contra el libre albedrío, que es también la capacidad de hacer lo improbable.
Y más aún, el probabilismo en todo caso vale para lo microscópico, y no se ve ciertamente que altere el determinismo natural macroscópico, ahora bien, las acciones humanas son macroscópicas.
Saludos cordiales.
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El hecho es que a nivel macroscópico no hay probabilismo, sino necesidad, aunque ésta sea natural y no metafísica. Lo que pasa es que no hay forma de pasar lógicamente de "determinismo natural" a "determinismo universal". La idea de Laplace, por ejemplo, de que una inteligencia suficientemente potente que conociese todas las leyes naturales y el estado de todas las partículas del Cosmos en un momento dado, podría calcular infaliblemente el futuro, supone que en ese Cosmos no hay seres racionales dotados de libre albedrío.
Saludos cordiales.
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Gracias. Y conste que no he puesto nada acerca del tema de las pasiones, que Santo Tomás trata en forma extensa y minuciosa. Le dedica 27 cuestiones de la Suma Teológica, cada una con varios artículos.
Saludos cordiales.
Y también los comentarios.
Saludos cordiales
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Gracias y saludos cordiales.
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Es claro que eso se explica también en la óptica determinista, basta tener presente la inmensa variabilidad de los factores concretos que aparecen en cada situación diferente, que lógicamente arrojarán un resultado diferente.
En efecto, una cosa es que exista la probabilidad, y otra el probabilismo, o sea, la afirmación según la cual dados todos los antecedentes, el consecuente todavía puede ser éste o aquel, aunque alguno de ellos sea más probable que el otro.
Eso así dicho es inadmisible, porque se está afirmando que algo sucede sin razón suficiente para que suceda. Porque en esa hipótesis, fuera del hecho mismo de que se produce A o B, nada absolutamente distinguiría a la situación en la que se produce A de la situación en la que se produce B, lo cual quiere decir que esos antecedentes son irrelevantes para explicar la diferencia entre la producción de A y la producción de B, y entonces, como por hipótesis esos antecedentes son lo único que podría explicar esa diferencia, se sigue que dicha diferencia no tiene explicación, o sea, no tiene razón suficiente.
Por otra parte, la misma probabilidad mayor de, digamos, A respecto de B debe ser explicada, debe tener una razón suficiente. Evidentemente hay algo en la realidad que hace que en determinadas circunstancias A se dé con más frecuencia que B o que No A. Pero esa es una razón suficiente por así decir estadística, que no alcanza a explicar los casos individuales, porqué en este caso concreto se dio A en vez de B. Eso también requiere de una razón suficiente.
Saludos cordiales.
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Falta añadir un ismo más.
Me refiero al error de San Pablo, cuando contra Santo Tomás, en la carta a Tesalonicenses dice “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y vuestro espíritu y vuestra alma y vuestro cuerpo sean guardados perfectos e irreprensibles para la venida de nuestro Señor Jesucristo”
Propongo denominarlo paulismo tripartito.
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San Pablo usa simplemente esa expresión tripartita, sin pronunciarse acerca de la cuestión de si ese "espíritu" es un principio sustancial realmente distinto del alma espiritual, o no.
Según el Catecismo, la Iglesia enseña que ""alma" significa el principio espiritual en el hombre." (n. 363), "El cuerpo del hombre participa de la dignidad de la "imagen de Dios": es cuerpo humano precisamente porque está animado por el alma espiritual" (n.364), "La Iglesia enseña que cada alma espiritual es directamente creada por Dios (cf. Pío XII, Enc. Humani generis, 1950: DS 3896; Pablo VI, Credo del Pueblo de Dios, 8) —no es "producida" por los padres—, y que es inmortal (cf. Concilio de Letrán V, año 1513: DS 1440): no perece cuando se separa del cuerpo en la muerte, y se unirá de nuevo al cuerpo en la resurrección final" (n. 366). y finalmente:
"367 A veces se acostumbra a distinguir entre alma y espíritu. Así san Pablo ruega para que nuestro "ser entero, el espíritu [...], el alma y el cuerpo" sea conservado sin mancha hasta la venida del Señor (1 Ts 5,23). La Iglesia enseña que esta distinción no introduce una dualidad en el alma (Concilio de Constantinopla IV, año 870: DS 657). "Espíritu" significa que el hombre está ordenado desde su creación a su fin sobrenatural (Concilio Vaticano I: DS 3005; cf. GS 22,5), y que su alma es capaz de ser sobreelevada gratuitamente a la comunión con Dios (cf. Pío XII, Humani generis, año 1950: DS 3891)."
También dice el Catecismo:
"997 ¿Qué es resucitar? En la muerte, separación del alma y el cuerpo, el cuerpo del hombre cae en la corrupción, mientras que su alma va al encuentro con Dios, en espera de reunirse con su cuerpo glorificado. Dios en su omnipotencia dará definitivamente a nuestros cuerpos la vida incorruptible uniéndolos a nuestras almas, por la virtud de la Resurrección de Jesús."
Entonces, si el alma es espiritual, si es lo que hace humano al hombre, si es lo que lo configura a imagen de Dios, si es inmortal, y si la resurrección consiste en la unión del alma con el cuerpo del que se había separado ¿qué necesidad hay de o qué lugar queda para un "espíritu" que sea de orden sustancial y realmente distinto del alma?
Porque además, ese "espíritu" es efectivamente, de orden sustancial o de orden accidental. Si es de orden accidental, estamos en que la sustancia humana consiste en el alma y el cuerpo. Si es de orden sustancial, entonces estamos en la teoría de las "dos almas" condenada por el IV Concilio de Constantinopla tal como lo recuerda el Catecismo en el pasaje citado.
Dice en efecto ese Concilio en DS 657:
"Can. 11. El Antiguo y el Nuevo Testamento enseñan que el hombre tiene una sola alma racional e intelectiva y todos los Padres y maestros de la Iglesia, divinamente inspirados, afirman la misma opinión; sin embargo, dándose a las invenciones de los malos, han venido algunos a punto tal de impiedad que dogmatizan impudentemente que el hombre tiene dos almas, y con ciertos conatos irracionales, por medio de una sabiduría que se ha vuelto necia [1 Cor. 1, 20], pretenden confirmar su propia herejía."
Saludos cordiales.
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Claro, por eso alma espiritual, aparece por toda la escritura.
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En San Pablo no hay error alguno, porque él no afirma que haya dos principios sustanciales distintos en el hombre que sean el alma y el espíritu.
Justamente, el hecho de que el alma sea espiritual hace innecesario y redundante un "espíritu" distinto del alma misma.
Saludos cordiales.
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El hecho de que podamos prescindir en nuestros cálculos de las causas que producen un fenómeno no quiere decir que esas causas no existan o que no sean necesarias para explicar el fenómeno en cuestión.
En cuanto al libre albedrío, en efecto es imposible sin un principio espiritual y por tanto inmaterial.
Saludos cordiales.
Además hay estructuras en el cerebro humano diferentes a las de los demás mamíferos, y cuya lesión afecta gravemente al pensamiento abstracto o la memoria. Asimismo, las neuronas que se activan con la función sensorial y con el pensamiento abstracto son diferentes.
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Es que decir que el cerebro no es el órgano del pensamiento abstracto no es lo mismo que decir que el cerebro no juega ningún papel en el pensamiento abstracto. Justamente, los conceptos se abstraen de los datos sensibles, que son proporcionados por los sentidos y en definitiva por el cerebro. En nosotros, el pensamiento abstracto, si bien esencialmente distinto de la imaginación, tampoco es independiente de la imaginación. Santo Tomás nota que para pensar necesitamos siempre el trampolín, por así decir, de las imágenes sensibles. Y de ahí la necesidad de los ejemplos en la enseñanza. Los temas más abstractos producen en nuestra fantasía imágenes que obviamente no son aquello con lo que pensamos, porque si así fuese no tendríamos concepto del triángulo en general, que no es ni solamente escaleno ni solamente isósceles ni solamente equilátero, y sin embargo lo normal es que si razonamos sobre el triángulo tengamos alguna de esas imágenes en la fantasía. Toda esa actividad imaginativa al servicio del pensamiento abstracto falta, obviamente, en los cerebros de los irracionales.
Saludos cordiales.
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