"Vademecum" para este tiempo de crisis
La Iglesia es indefectible, por la promesa de Cristo: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella.” (Mt. 16, 18)
Esta es una verdad de fe católica, en la cual van comprometidas dos cosas: la infalibilidad de Cristo que dijo esas palabras, y la infalibilidad de la Iglesia que las reconoce como parte de la Revelación divina.
Por tanto, si esta verdad no fuera tal, se vendría abajo tanto la fe en la Divinidad de Jesucristo como la fe en la institución divina de la Iglesia Católica, es decir, se vendría abajo la fe católica sin más.
Esa indefectibilidad de la Iglesia, conforme a la promesa de Cristo, implica:
Que la Iglesia va a seguir existiendo hasta la segunda venida de Cristo.
Que no va a dejar de existir en la segunda venida de Cristo y luego de ella. En efecto, la transformación de la Iglesia para su entrada en la gloria de Dios no es lo mismo que su destrucción, la cual siempre y en toda hipótesis implicaría que las puertas del infierno sí habrían prevalecido contra ella.
Que por lo mismo la Iglesia va a permanecer fiel en la fe y en la verdad revelada por Dios hasta el fin de los tiempos, y no porque al fin de los tiempos haya de fallar en la fe, sino porque luego de la segunda y última venida de Cristo se pasará de la fe a la visión.
En efecto, para la Iglesia Católica, perder la fidelidad a la Revelación divina sería lo mismo que dejar de existir, porque la guarda y transmisión de esa fe es su razón de ser y configura su misma esencia y naturaleza, y no haría falta nada más, para que las puertas del Infierno prevaleciesen sobre ella, que el hecho de que fallase en su fidelidad a la verdad revelada por Dios en Jesucristo.
La Iglesia que es depositaria de esa Promesa de Cristo es la Iglesia visible, jerárquicamente estructurada en torno a los Obispos, sucesores de los Apóstoles, y al Papa, sucesor de Pedro.
En efecto, esa estructura jerárquica visible es parte esencial de la Iglesia en su etapa terrena. No hay dos Iglesias, una visible y otra espiritual, sino una única Iglesia de Cristo, a la vez visible y espiritual, en analogía con el misterio del Verbo Encarnado.
Esto es debido a que la visibilidad de la Iglesia es necesaria para que pueda ser conocida y discernida como única Iglesia de Cristo, y en ello juega un papel esencial la sucesión apostólica.
En efecto, la Iglesia Católica es la Iglesia de Cristo (como dice el Concilio Vaticano II, cfr. “Unitatis redintegratio”, n. 3 y “Orientalium Ecclesiarum”, n. 2), también porque, por voluntad de Cristo, está gobernada por los sucesores de los Apóstoles, que son los Obispos, en comunión con el sucesor de Pedro, que es el Papa.
Así lo dice, por ejemplo, la carta Dilectionis vestrae a los obispos cismáticos de Istria, hacia el año 585:
“…oigamos, sin embargo, qué ha definido el bienaventurado Agustín, recordando la misma sentencia del Señor. Pues dice estar constituida la Iglesia en aquellos que por la sucesión de los obispos se demuestra que presiden en las Sedes Apostólicas, y cualquiera que se sustrajera a la comunión y autoridad de aquellas Sedes, muestra hallarse en el cisma.”
Y la Carta del Santo Oficio a los obispos de Inglaterra del 16 de septiembre de 1864:
“…la que verdaderamente es y se llama Católica, debe juntamente brillar por la prerrogativa de la unidad, la santidad y la sucesión apostólica. Así, pues, la Iglesia Católica es una con unidad conspicua y perfecta del orbe de la tierra y de todas las naciones, con aquella unidad por cierto de la que es principio, raíz y origen indefectible la suprema autoridad y «más excelente principalía» (1) del bienaventurado Pedro, príncipe de los Apóstoles, y de sus sucesores en la cátedra romana. Y no hay otra Iglesia Católica, sino la que, edificada sobre el único Pedro, se levanta por la unidad de la fe y la caridad en un solo cuerpo conexo y compacto [Eph. 4, 16].”
Y el “Juramento antimodernista” de 1910:
“Por tanto, mantengo firmísimamente la fe de los Padres y la mantendré hasta el postrer aliento de mi vida sobre el carisma cierto de la verdad, que está, estuvo y estará siempre en la sucesión del episcopado desde los Apóstoles…”
En ese sentido dice el Catecismo de la Iglesia Católica:
“861 “Para que continuase después de su muerte la misión a ellos confiada, [los Apóstoles] encargaron mediante una especie de testamento a sus colaboradores más inmediatos que terminaran y consolidaran la obra que ellos empezaron. Les encomendaron que cuidaran de todo el rebaño en el que el Espíritu Santo les había puesto para ser los pastores de la Iglesia de Dios. Nombraron, por tanto, de esta manera a algunos varones y luego dispusieron que, después de su muerte, otros hombres probados les sucedieran en el ministerio” (LG 20; cf. San Clemente Romano, Epistula ad Corinthios, 42, 4).
862 “Así como permanece el ministerio confiado personalmente por el Señor a Pedro, ministerio que debía ser transmitido a sus sucesores, de la misma manera permanece el ministerio de los Apóstoles de apacentar la Iglesia, que debe ser ejercido perennemente por el orden sagrado de los obispos“. Por eso, la Iglesia enseña que “por institución divina los obispos han sucedido a los apóstoles como pastores de la Iglesia. El que los escucha, escucha a Cristo; el que, en cambio, los desprecia, desprecia a Cristo y al que lo envió” (LG 20).”
Esa sucesión apostólica se constata por el hecho, históricamente verificable, de que cada Papa, Obispo de Roma, tiene por antecesor a otro Obispo de Roma, hasta llegar a San Pedro, y cada Obispo ha sido ordenado en la Iglesia por otro Obispo, hasta llegar a los tiempos apostólicos, en los que los primeros Obispos fueron ordenados directamente por los Apóstoles.
Ésa es la sucesión apostólica formal, que incluye la comunión con el Papa. Las Iglesias orientales separadas de Roma, por ejemplo, tienen sucesión apostólica solamente material, porque sus Obispos también se remontan, por la línea de consagración, hasta los tiempos apostólicos, pero no están en comunión con el Papa.
La sucesión apostólica formal es el criterio objetivo que nos permite discernir, ya no apologéticamente, sino en sede dogmática, a la verdadera Iglesia de Cristo.
La visibilidad de la Iglesia de Cristo, por tanto, no consiste solamente en que se pueda saber que tal persona es católica, o que tal templo es un templo católico, sino que incluye esencialmente la sucesión apostólica formal, sin la cual no hay criterios objetivos para distinguir entre la Iglesia de Cristo y las comunidades cismáticas que se separan de ella a lo largo de la historia, y que son igualmente “visibles” en otro sentido del término.
La pureza de la doctrina no es un criterio suficiente por sí solo, ante todo porque sólo sabemos que es pura aquella doctrina que nos enseña la verdadera Iglesia de Cristo, la cual se discierne objetivamente por la sucesión apostólica.
Separada de la autoridad del Magisterio vivo de la Iglesia, la pureza de la doctrina se vuelve un elemento subjetivo, según el parecer privado de alguien, incluso si esta persona está interpretando documentos del Magisterio de la Iglesia.
Quitado el criterio objetivo de la sucesión apostólica, queda abierto el camino para los diversos reclamos de legitimidad procedentes de diversos grupos de bautizados, sin posibilidad de discernir objetivamente entre ellos.
En los casos de “sede vacante”, por ejemplo, no se plantean problemas de legitimidad, precisamente porque sigue en pie la estructura jerárquica vinculada a la sucesión apostólica, de la cual todos saben que ha de proceder el siguiente Papa de acuerdo al procedimiento ya establecido y por todos aceptado.
Por tanto, en estos tiempos calamitosos para la Iglesia, el católico fiel a la tradición eclesial debe cuidar ante todo de no mezclar la denuncia y crítica de los males que abundan hoy día en la Iglesia con cualquier clase de afirmación o sugestión según la cual la Iglesia habría dejado de existir, o estaría a punto de dejar de existir, o habría traicionado la fe, o estaría por hacerlo en el futuro.
El ambiente angustioso de estos tiempos oscuros facilita esa clase de tentación, por la cual precisamente el católico que tiene especial interés en la pureza de la fe católica termina aliado a los enemigos de esa misma fe católica en la proclamación de que la promesa de Cristo ha fallado, que la Iglesia ha dejado de existir, o ha dejado de ser fiel a la Revelación divina, o ha dejado de ser visible, o ha perdido su naturaleza jerárquica, o bien, ya no tiene los elementos que permitan discernir en ella la sucesión apostólica formal.
En efecto, en un hipotético escenario en el cual un Obispo, supongamos, celoso de la buena doctrina católica y ante el espectáculo desastroso de nuestros tiempos quisiese reagrupar en torno a sí a los fieles católicos, reclamando el título de “sucesor de Pedro”, al margen de lo que digan el Papa, los Obispos y los Cardenales, carecería inevitablemente de la legitimidad objetivamente verificable que procede de la sucesión apostólica formal, es decir, del hecho de haber sido elegido Papa por aquellos a los que los Obispos, sucesores de los Apóstoles, en comunión con el Papa, sucesor de Pedro, han reconocido previamente como los legítimos electores del Sumo Pontífice.
Y no es probable, además, que este hipotético Obispo fuese el único en plantear semejante reclamo, sino que se podría asistir a una verdadera batalla de candidatos a sucesores de Pedro sin la mínima posibilidad de discernir objetivamente entre ellos.
Es necesario por ello un uso católicamente consciente de la palabra “Iglesia”. En el Credo decimos que la Iglesia es Una, lo cual quiere decir que es una sola, única. No hay ni puede haber dos Iglesias, si por “Iglesia” entendemos la Iglesia universal y no la Iglesia local reunida en torno a su Obispo.
No existe la Iglesia Ortodoxa, por ejemplo, sino que lo que existen son Iglesias locales orientales que no están en comunión con el Papa.
Ni siquiera eso existe en el protestantismo, el cual, a diferencia del cisma oriental, ha eliminado el Sacramento del Orden y por tanto carece de jerarquía episcopal y de sacerdocio. No existen las “Iglesias” protestantes, sino las comunidades protestantes.
La Iglesia es la unión de los hombres con Dios y entre sí por Jesucristo. Como tal, es Una, Santa, Católica y Apostólica, Infalible e Indefectible en la fe. La Iglesia no es solamente la Jerarquía ni los clérigos, ni tampoco un mero entramado institucional separable del misterio de la comunión de los hombres con Dios y entre sí por Jesucristo. Hay usos sociológicos, habituales, de la palabra “Iglesia” que no son teológicamente exactos y que hoy día no son convenientes.
Por ejemplo, la Iglesia, albergando en sí misma a muchos pecadores, no es propiamente hablando pecadora, sino Santa, porque es el Cuerpo de Cristo, porque Cristo es su Cabeza, y porque la santidad de su estructura sacramental es independiente de la santidad o falta de ella de los que la administran.
Ésta última es una verdad muy importante y se debe subrayar, sobre todo en los tiempos que corren, la doctrina del “ex opere operato”, según la cual los Sacramentos son eficaces por sí mismos, o dicho de otro modo, por la santidad de Cristo que los instituyó, y que es su Ministro principal, y no por la santidad de los ministros ordenados que son sus instrumentos.
No es propio ni correcto habla de “dos Iglesias”, una auténtica y otra falsa, porque eso lleva fácilmente a convertir la Iglesia “auténtica” en una Iglesia puramente espiritual, invisible, en el sentido de privada de estructura jerárquica dotada de sucesión apostólica formal, pues según ese lenguaje de las “dos Iglesias”, a la que se suele acusar de “falsa Iglesia” es a la que de hecho posee la sucesión apostólica formal, lo cual, en la realidad de las cosas, convierte a la presunta “Iglesia auténtica” en cismática.
Lo que sí se puede y debe decir es que dentro (al menos físicamente) de la única Iglesia de Cristo, que es la Iglesia Católica, hay hoy día muchos, incluso a muy alto nivel, que traicionan la fe católica, y eso en un grado nunca antes visto en los dos mil años de la historia de la Iglesia.
En resumen: sin sucesión apostólica formal no hay manera de discernir objetivamente a la verdadera Iglesia de Cristo. Podemos acumular todas las “evidencias” que queramos acerca de la “apostasía de Roma”, pero entonces tenemos que sacar la consecuencia lógica: ya no sería posible saber si todavía existe la Iglesia de Cristo, y dónde está, y eso implicaría en definitiva que la fe en la indefectibilidad sería falsa, y que por tanto, la fe católica sería un error.
Ésta sería una postura coherente, aunque falsa, también es coherente la tesis contraria, que es la que sostenemos aquí. La que no es coherente es la que afirma el principio, la apostasía de la Iglesia, y no quiere aceptar la consecuencia, la falsedad de la fe católica. Tanto la asunción de ese principio como esa incoherencia se explican, ya hemos dicho, por lo angustioso de nuestro tiempo, pero todo ello queda por fuera de lo que el Señor nos pide en esta hora.
San Jerónimo dice que el mundo se despertó un día y se asombró de verse arriano. Hoy día estamos mucho peor que en esa época, pero la moraleja sigue siendo la misma. El arrianismo pasó en poco tiempo a ser un recuerdo. A nosotros se nos pide una fe más grande aún que la que era necesaria en tiempos de la crisis arriana, pero el Señor no pide nada para lo que no nos capacite. Nos toca a nosotros pedirle insistentemente que nos haga la gracia de esa fe, que sólo puede ser un don suyo, como todo lo demás.
A Él sea la gloria por los siglos de los siglos.
34 comentarios
Este texto, valiosísimo en este momento, es un verdadero soplo del Espíritu Santo. Cooperar con la gracia es, sin dudas y entre tantas otras cosas, defender, con humilde firmeza, claridad y caridad, la verdad.
Gracias de nuevo.
Bendito sea nuestro Señor Jesucristo; bendita sea Su Santa Iglesia, la única y verdadera; y bendita Su santa Madre, la Virgen, a quien ruego que le siga protegiendo y amparando a usted y a toda la Iglesia, peregrina y militante, como hasta hoy.
Ruego porque los cismáticos vuelvan, humilde y sinceramente, a la comunión plena; y porque el Espiritu Santo, el único que puede hacerlo, renueve, cure, purifique y fortalezca a Su Iglesia, que nunca dejó de ser, también, la Iglesia de Pentecostés.
Saludo cordial.
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Así sea, gracias y saludos cordiales.
Hay que encontrar, como una reliquia antigua, dónde hay un presbítero católico.
¿Qué sucede con un hipotético caso de que alguien convierta un pagano al catolicismo? A la Fe católica, ¿adónde lo llevaría? Si muchos templos son modernistas, seudo protestantes. Lo tiene que llevar a una comunidad donde sean católicos, como siempre se fue. Puede no haber ni cerca ni lejos.
Además, la iglesia visible no es necesariamente Iglesia si se tiene en cuenta la realidad de la excomunión automática. Un ejemplo, un sacerdote que viola el secreto de Confesión, queda automáticamente excomulgado. Entonces, luego da Misa, pero, en teoría, está excomulgado, y fuera de la gracia. (Aunque el sacramento igual se cumpla, no por la santidad del ministro). Pero no es iglesia, si está afuera del Cuerpo de Cristo.
Así que no es tan fácil, la apostasía de la estructura.
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Sobre ese tema tengo escrito un "post", que es este mismo.
La Iglesia visible es el conjunto de los fieles en comunión con los Obispos que están en comunión con el Papa. Para ella no hay excomunión posible, por más que algunos de sus miembros visibles puedan estar excomulgados "latae sententiae".
Por el dogma de la indefectibilidad de la Iglesia, precisamente.
Saludos cordiales.
Quizá entonces estaba usted ya con la pluma en este artículo, o quizá el artículo fuera motivado por aquel intercambio.
En todo caso he impreso su artículo y lo he leído y subrayado con detenimiento.
Magnífica exposición de cabo a rabo. No discrepo en nada.
Y, sin embargo, mantengo los comentarios que en su día hice.
Todo lo explicado en el artículo está arraigado en verdades católicas fundamentales. Y sin embargo ...
"La pureza de la doctrina no es un criterio suficiente". Pero es criterio necesario.
"En estos tiempos calamitosos para la Iglesia ... el ambiente angustioso de estos tiempos ... estamos mucho peor que en" tiempos de la crisis arriana.
"Hay hoy muchos, a todo nivel" -hasta el más alto, toca reconocer con temor y temblor- "que traicionan la fe católica, y eso, en un grado nunca antes visto en los dos mil años de la Iglesia".
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El "post" trata solamente un punto de la problemática actual, pero un punto que es fundamental, obviamente. No quise incluir otros temas, para no oscurecer ni complicar. Sobre el nivel más alto el "post" no habla. Para evitar confusiones en ese punto, cambio la redacción.
Saludos cordiales.
Propongo una comparación histórica. Con sus límites, como toda comparación, pero creo que útil e iluminadora.
Las leyes fundamentales de la monarquía francesa establecían la sucesión con arreglo a la ley sálica. Y las mismas leyes fundamentales se basaban en la religión católica y exigían que el rey fuese católico y ungido y coronado como tal.
Al extinguirse los Valois con la muerte de Enrique III, el sucesor con arreglo a la ley sálica era Enrique IV, rey de Navarra. Pero era protestante. La crisis sucesoria únicamente terminó cuando Enrique IV se convirtió: París bien vale una misa. Y las leyes fundamentales en conflicto volvieron a reconciliarse.
Esta crisis espantosa que padece la Iglesia, mucho peor que la arriana, únicamente terminará cuando la pureza de la doctrina y la sucesión apostólica, [...], se hayan reconciliado.
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Es que sin pureza de doctrina tampoco hay sucesión apostólica, justamente. Por eso digo que en este tema hay que ser ante todo coherentes. Tenemos la alternativa entre decir que la sucesión apostólica permanece en el actual cuerpo episcopal en comunión con el Papa Francisco, aunque ciertamente que hay muchos negros nubarrones que nos hacen incluso difícil a veces percibir cómo eso efectivamente se realiza, o decir que lamentablemente la sucesión apostólica se ha roto, y con ella, la posibilidad de que la fe católica sea verdadera.
Saludos cordiales.
... Esta Iglesia que no es una idea, que es real, que está ante nosotros, que se llama la Iglesia católica y romana, la Iglesia con su papa, con sus obispos, que pueden también tener sus debilidades.
... Nos damos cuenta de que si hoy tenemos la fe, si tenemos este gozo de poder profesar la fe, es gracias a esta Iglesia muy concreta … que está en un estado lamentable. … Si tenemos la fe es en esta Iglesia; si recibimos la gracia del bautismo, hasta el último de los sacramentos, es en esta Iglesia y por ella”.
Son palabras del obispo Bernard Fellay en 2012, entonces Superior general de la Fraternidad Sacerdotal de San Pío X.
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Eso nos lleva a otros temas en los cuales, como dije, no quise entrar en el "post". Si entiendo bien, Mons. Fellay y los suyos reconocen a Francisco como Papa legítimo, lo que no aceptan es el Concilio Vaticano II.
Es una posición insostenible, reconocer la legitimidad de un Papa, que reconoce la validez de un Concilio Ecuménico, cuya validez no se reconoce.
Saludos cordiales.
Y la misma profecía de la indefectibilidad de la Iglesia, como asimismo el hecho de su indefectibilidad y el carisma de la infalibilidad del Romano Pontífice (servatis servandis) no parece que sean posibles de explicar sin la gracia intrínsecamente eficaz, en el sentido tomista.
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Sin duda. Tengo pendiente, Dios mediante, un "post" en el cual quiero mostrar cómo muchas veces, en las oraciones litúrgicas, concretamente, en Laudes, se le pide a Dios que nos dé el hacer, y no solamente el poder hacer.
Saludos cordiales.
Felicitaciones por su artículo.
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Gracias. Es que ante todo no es clara la distinción entre lo jurídicamente válido y lo aceptable o correcto, hablando de un Concilio Ecuménico. Es claro que un concilio herético tampoco es válido jurídicamente, y si no es herético, caso cerrado.
Saludos cordiales.
Ciertamente no es el asunto del artículo, por lo que no me parece oportuno responder en detalle.
Pero al menos replicaré que, dada la singularidad del Vaticano II que, a diferencia de los demás veinte concilios ecuménicos, no hizo uso de la autoridad del solemne magisterio infalible, cabe aceptar su validez (fue un verdadero concilio general, no un conciliábulo) y sin embargo rechazar ciertas novedades y reformas salidas del mismo.
Es pacífico en los debates entre la Santa Sede y la Fraternidad Sacerdotal de San Pío X que las diferencias doctrinales no versan sobre verdades de fe divina y católica, sino sobre ciertas novedades y reformas salidas del Concilio Vaticano II que no pertenecen a la fe católica. Lo cual no impide que, a juicio de la Santa Sede, deban ser aceptadas por los católicos.
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Misma respuesta: esas "novedades", o son heréticas, o no lo son. Si las diferencias, como Ud. dice, no versan sobre verdades de fe divina y católica, entonces parece que esas "novedades" no son heréticas. Y si no lo son ¿qué problema hay en aceptarlas?
"No pertenecen a la fe católica" ¿porque la contradicen? Entonces, son heréticas. ¿No la contradicen? ¿Qué son entonces, tesis matemáticas o químicas? No ha hablado el Concilio de esas cosas.
Saludos cordiales.
"Pero entre los miembros de la Iglesia sólo se han de contar de hecho los que recibieron las aguas regeneradoras del bautismo, y, profesando la verdadera fe, no se hayan separado, miserablemente, ellos mismos, de la contextura del Cuerpo, ni hayan sido apartados de él por la legítima autoridad a causa de gravísimas culpas" (S. S. Pío XII, Mystici Corporis, n. 10). Y en cuanto a la pertenencia al "alma de la Iglesia", no parece que corresponda a quienes "se hayan separado, miserablemente, ellos mismos, de la contextura del Cuerpo", ni a quienes "hayan sido apartados de él [de su cuerpo] por la legítima autoridad a causa de gravísimas culpas", en tanto perseveren en las mismas.
El que dice que "la sucesión apostólica se ha roto", en el fondo tampoco guarda la pureza de la doctrina, integralmente. El que se separa de o no reconoce la autoridad del Magisterio vivo de la Iglesia, tampoco guarda, en el fondo, la pureza de la doctrina, integralmente. Pretender una "pureza de doctrina" al margen del mismo es una quimera, un imposible, porque la doctrina pura lo incluye como normativo. Véase Dei Verbum, n. 10.
En la esfera de lo jurídico puede existir algo válido pero ilícito, como por ejemplo, la misa celebrada por un sacerdote en pecado mortal. Ese es un ejemplo de algo válido pero que. a la vez, no es aceptable o no es correcto desde diversos puntos de vista.
Un concilio ecuménico que, como el Vaticano II, no incurre propiamente en herejía (porque la redacción de los textos se logra esquivar los anatemas de los anteriores concilios) sino que más bien abusa de la ambigüedad con resultados catastróficos para la fe, podría ser considerado jurídicamente válido.
Por tanto, esto es un error: "si (un concilio) no es herético, caso cerrado." Ojalá fuera así de simple este problema.
¿Podría usted o Urbel tener la bondad de decirme cómo encontrar esos comentarios de hace unas semanas de los que habla Urbel? Gracias de antemano.
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Si el Concilio no es herético, como no lo es, en cuyo caso tampoco es ilícito, claro está, lo único que queda es aceptarlo como Concilio Ecuménico de la Iglesia Católica, y trabajar en adelante para que se puedan emitir declaraciones magisteriales que corrijan las ambigüedades de algunos pasajes. Y santas pascuas.
La discusión en cuestión tuvo lugar en los comentarios al "post" de Bruno sobre la "Iglesia del futuro" y su muerte anunciada.
Saludos cordiales.
Herejía es negar pertinazmente una verdad de fe divina y católica. Hay sin embargo otros grados de errores doctrinales, con arreglo a las notas teológicas tradicionales, que no son herejías.
Cabe imputar errores doctrinales ¡no matemáticos ni químicos! al Vaticano II sin por ello imputarle herejías.
Y dada la singular naturaleza pastoral de ese concilio ecuménico, cabe también imputarle errores pastorales o prudenciales. ¡No matemáticos ni químicos!
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En cuanto a errores doctrinales, no heréticos, en el Concilio, no me parece tampoco que eso se pueda admitir en coherencia, precisamente, con la indefectibilidad de la Iglesia, porque entonces esos errores habría que atribuírselos a la misma Iglesia, que, comenzando por los mismos Padres Conciliares y los Papas del Concilio, y siguiendo por todos los Papas y Obispos posteriores, moralmente hablando al menos, hasta el día de hoy, han aceptado los textos del Concilio como expresión auténtica del Magisterio eclesial.
Y es de fe que la Iglesia en su conjunto es infalible en cuestiones de fe y costumbres.
Saludos cordiales.
La indefectibilidad de la Iglesia, no implica que incluso un Papa no pueda sostener o realizar, como doctor privado, errores o hechos contra la Fe. Es una realidad constatable. Negarse a este hecho implicaría papolatría.
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Sin duda, la expresión "anti-Iglesia" me parece mucho más apropiada que la expresión "Iglesia falsa".
Saludos cordiales.
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Yo también, gracias a Dios. Saludos cordiales.
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La cosa a la que el P. Meinvielle se refiere es real, sobre todo hoy día, la denominación a mí me parece que no es conveniente, sobre todo hoy día.
Saludos cordiales.
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Es que yo no estoy de acuerdo con la expresión "Iglesia de la publicidad" ni con cualquier otra expresión que lleve a distinguir entre dos o más Iglesias. La Iglesia es Una, decimos en el Credo.
Saludos cordiales.
Este post era absolutamente necesario y por lo tanto su redacción es sin duda de orden providencial.
Será fuente de mucho bien, para lectores y autores de Info.
Muchas gracias!
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Gracias a Ud. y saludos cordiales.
Usted dice: "Si el Concilio no es herético, como no lo es, en cuyo caso tampoco es ilícito, claro está, lo único que queda es aceptarlo como Concilio Ecuménico de la Iglesia Católica, y trabajar en adelante para que se puedan emitir declaraciones magisteriales que corrijan las ambigüedades de algunos pasajes. Y santas pascuas."
Aunque no incurra en herejía, el concilio, por valerse ante todo de un lenguaje ambiguo inspirado en la "nueva teología" muchas veces condenada por el Magisterio, que ha producido la mayor crisis de fe en toda la historia de la Iglesia; es ciertamente ilícito, inaceptable, reprobable, incorrecto, malo, perverso, o como usted quiera llamarlo. "Por sus frutos se conoce el árbol".
Aunque desde un punto de vista del derecho canónico positivo se puede alegar que el Vaticano II es un verdadero concilio, está de tal manera viciado, que no puede pertenece en modo alguno al Magisterio de la Iglesia.
Un día Iglesia invencible declarará eso declarará, y santas Pascuas. En tanto, discutir acerca de estas cosas tiene muchas y muy grandes dificultades, empezando por la actitud de los católicos bienintencionados -como nuestro muy estimado Néstor- que creen que defender ese concilio envenenador de las almas es defender a la santa Iglesia.
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Ahí está el problema principal de muchos católicos hoy día, que no saben distinguir entre los que participaron en el Concilio, el Concilio, es decir, sus documentos, y lo que vino después del Concilio. De esas tres instancias, sólo la segunda tiene la garantía de la asistencia del Espíritu Santo.
Como ya dije, el Concilio Vaticano II, verdadero Concilio Ecuménico de la Iglesia Católica, ha comprometido la autoridad docente de la Iglesia Católica por el apoyo ininterrumpido que ha recibido de los Papas y los Obispos desde su misma celebración hasta el día de hoy. A partir de eso, afirmar la infalibilidad e indefectibilidad de la Iglesia y aceptar el Concilio Vaticano II son cosas inseparables.
Lo cual no quita, obviamente, que haya textos ambiguos en el Concilio que deban ser mejor explicados por el mismo Magisterio de la Iglesia, si es necesario, en forma de definición dogmática.
Por otra parte, las expresiones "verdadero concilio canónicamente válido" y "algo que es ilícito y no pertenece en modo alguno al Magisterio de la Iglesia" son contradictorias entre sí.
Saludos cordiales.
"La pureza de la doctrina no es un criterio suficiente por sí solo, ante todo porque sólo es pura aquella doctrina que nos enseña la verdadera Iglesia de Cristo, la cual se discierne objetivamente por la sucesión apostólica.
Separada de la autoridad del Magisterio vivo de la Iglesia, la pureza de la doctrina se vuelve un elemento subjetivo, según el parecer privado de alguien, incluso si esta persona está interpretando documentos del Magisterio de la Iglesia.
Quitado el criterio objetivo de la sucesión apostólica, queda abierto el camino para los diversos reclamos de legitimidad procedentes de diversos grupos de bautizados, sin posibilidad de discernir objetivamente entre ellos."
Bien, actualmente hay personas y grupos en la Iglesia Católica que piensan que el actual papa y numerosos obispos están equivocados en cuestiones doctrinales. La palabra "hereje", referida a Francisco se intuye, por ejemplo, en algunos posts de Infocatólica e incluso se lee en algunos comentarios. Varios de los comentarios de este mismo post van claramente en esa dirección, aunque no pronuncien la palabra.
En esas circunstancias, ¿cuál es el criterio para saber de manera objetiva cuál es la auténtica doctrina católica? Salvo en el caso de dogmas solemnemente declarados, tanto la Escritura, como la Tradición, como los documentos conciliares o las declaraciones papales están abiertas a interpretación. En ese caso, ¿no pesa más la interpretación del papa, apoyada por numerosos obispos, en quienes se personaliza la sucesión apostólica, que los "diversos reclamos de legitimidad procedentes de diversos grupos de bautizados"?
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Las palabras no pronunciadas, ni siquiera se las puede llevar el viento, y cada uno se hace responsable de lo que intuye o deja de intuir. Por otra parte, nada impide que un Papa tenga opiniones personales que no necesariamente deban ser tomadas como Magisterio de la Iglesia. Juan XXII, por ejemplo, enseñó durante un tiempo (sin definirlo como dogma, obviamente) que las almas de los difuntos no iban inmediatamente al Cielo, al Purgatorio o al Infierno. Los Obispos y teólogos le explicaron que estaba equivocado, de modo que se retractó antes de morir. Su sucesor, Benedicto XII, definió como dogma de fe exactamente lo contrario, reafirmando la enseñanza tradicional. Esas enseñanzas de Juan XXII fueron opiniones privadas suyas y no forman parte del Magisterio de la Iglesia, simplemente porque contradicen a todo el Magisterio anterior.
Saludos cordiales.
Uno no está en unidad con alguien que aprueba y consiente el adulterio impenitente o pertinaz, por ejemplo, tampoco está en unidad con un sacerdote u obispo que da la comunión a un pecador público orgulloso e insolente.
A propósito, ¿qué cree un sacerdote que obra así? Hace escándalo, empuja a la condena y a su propia perdición.
En ese ejemplo, no hay unidad con jerarquía que obre así. No hay comunión. Porque se han visto errores y negaciones directas a la Fe.
Es un misterio cómo persiste la Iglesia, pero para mí no hay unidad posible con la herejía ni con la negación del catolicismo, porque cada parte es hincha de distinto equipo de fútbol.
Entonces, si no hay una comunidad fiel, se pueden santificar las fiestas con la oración. Pero no consentir ni aprobar lo que es difícil de tolerar, como que se celebre en unión a.
Gracias por su post que muestra, aunque de forma bonita, la situación actual.
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La comunión eclesial no es simplemente comunión de unos con otros, sino comunión de todos con la única Iglesia de Cristo, que es visible.
Si yo estoy en comunión con la Iglesia y Fulano no lo está, entonces no estamos en comunión el uno con el otro, pero el que está fuera de la Iglesia visible, aunque esté físicamente dentro de ella, es él, no yo.
Bueno fuera que yo considerase que no estoy en comunión con la Iglesia visible porque no lo está otro que permanece en ella con el cuerpo, pero no con la fe.
No le demos semejante poder indebido a los renegados.
Cuando me tenga que presentar ante el Señor, no me va a preguntar si Fulano permaneció en comunión con la Iglesia.
Y lo bonito de la situación actual es lo bonito de siempre: el poder de Cristo Resucitado en su Iglesia.
Saludos cordiales.
Porque en esa hipotesis hay una sola Iglesia con I mayuscula, la unica Iglesia de Cristo, cuya cabeza visible es el legítimo obispo de Roma. El nucleo de esa hipotesis es que muchos miembros de la Iglesia Una, Santa, etc., comenzando por el obispo de Roma, son a la vez miembros de una "iglesia de la publicidad", y el punto practico es que el Papa en entrevistas, audiencias, etc. puede actuar en ese segundo rol, porque las condiciones para la infalibilidad de su magisterio, tal como fue definido por el Concilio Ecumenico Vaticano I, son muy acotadas. O sea, las promesas divinas a la Iglesia son compatibles con un estado de cosas en que los pastores legitimos de la Iglesia enseñen errores en la mayor parte de sus intervenciones publicas. Esa es la hipotesis del P. Meinvielle.
Recordemos que el termino ekklesía es anterior al cristianismo y designa la asamblea de los ciudadanos de una polis de la Grecia antigua. Es legitimo reclamar el uso exclusivo del término Iglesia con I mayuscula para designar la asamblea de quienes fueron convocados por Dios y hechos ciudadanos de su Polis (Heb 12,22) por el bautismo, a nivel universal la presidida por el obispo de Roma y a nivel local la presidida por el obispo del lugar, pero no el uso exclusivo del termino con i minúscula.
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En todo caso, me parece que más práctico, justamente, es evitar la expresión "Iglesia de la publicidad" que ponerla con minúsculas, cosa que además no he visto en muchas ocasiones en que leí esa expresión, y que además no puede hacerse al pronunciarla oralmente.
No se ve porqué a esa hipótesis ahí descrita habría que ponerle el rótulo "Iglesia" o "iglesia", que además confunde, como ya dije, porque oscurece la doctrina fundamental de la Iglesia Una.
Saludos cordiales.
"sólo es pura aquella doctrina que nos enseña la verdadera Iglesia de Cristo, la cual se discierne objetivamente por la sucesión apostólica."
... en dos niveles: a) magisterio diacrónico versus sincrónico y b) jerarquización de los pronunciamientos magisteriales.
O sea, es pura la doctrina que los papas y concilios ecumenicos han enseñado desde Pedro en adelante leida en clave de consistencia y jerarquización.
Por ejemplo, la afirmacion erronea de la parte declarativa (y por lo tanto no infalible) del concilio ecumenico de Florencia de que la materia del sacramento del orden es la transmision de los instrumentos fue corregida por la afirmacion solemne de Pio XII en su constitucion apostolica "Sacramentum Ordinis" de que la materia es la imposicion de las manos.
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En realidad, esa afirmación mía es más oratoria que precisa. Una doctrina es verdadera, o es ortodoxa, independientemente de quién la diga. Lo que debí decir es que sólo sabemos nosotros que una doctrina es "pura" porque nos la propone el Magisterio de la Iglesia, y que por tanto no tiene sentido oponer la doctrina del Magisterio anterior a la del Magisterio actual. Otra cosa son las opiniones personales que no constituyen Magisterio.
Corrijo el texto.
Saludos cordiales.
"¿Creen estos señores que pueden golpear indefinidamente las paredes de la propia casa sin riesgo a que se derrumbe sobre ellos mismos? ¿Creen sacrílegamente que la promesa divina sobre la indefectibilidad de la Iglesia les exime de sus deberes y garantiza que sus propias diócesis se sostendrán contra su propia acción, por vía de milagro?
¡Triste error! Existen grandes zonas de la antigua Cristiandad que dejaron de ser católicas, como todo el Imperio Bizantino; y otras, como el Norte de África, que fueron islamizadas en el siglo VII y donde no quedaron vestigios de un cristianismo floreciente. El propio episcopado toma para sus títulos honoríficos el nombre de sedes episcopales que dejaron de existir (in partibus infidelium) y son sólo un recuerdo.
La promesa de Cristo supone sólo que la Iglesia pervivirá hasta el final de los tiempos, pero esta promesa puede cumplirse en un diminuto grupo de fieles en cualquier lugar del mundo: quizá en Polonia o en el África negra, en cristiandades purificadas por la persecución o el sufrimiento.
Pero en esto que llamamos Occidente ... Si Dios no lo remedia en plazo muy breve: misión cumplida. Podrán pervivir grupos aislados de fieles mientras las técnicas psicológicas no los adapten -a ellos o a sus hijos- al "progreso de los pueblos" ...
En circunstancias tales cada uno ha de procurar preservar su fe y transmitirla a los suyos, al margen -si preciso fuere- de unos pastores que seguirán "dialogando" sin cesar, sobre el vacío y en la noche, "como los pobres en los pajares"".
"Lo que hablan los pobres en los pajares", en el diario "El Pensamiento navarro" (Pamplona), 17 de octubre de 1971.
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El final es ambiguo y vuelve sobre el tema del "post": la sucesión apostólica formal como condición necesaria de la visibilidad de la Iglesia, incompatible con vagas imágenes románticas de unos pocos fieles escondidos por aquí o por allá.
De lo contrario no iría más allá de una trasmisión de la fe de tipo protestante.
Saludos cordiales.
"la afirmacion erronea de la parte declarativa (y por lo tanto no infalible) del concilio ecumenico de Florencia de que la materia del sacramento del orden es la transmision de los instrumentos fue corregida por la afirmacion solemne de Pio XII en su constitucion apostolica "Sacramentum Ordinis" de que la materia es la imposicion de las manos".
Pues no se trató ni de un error ni de una corrección, según lo explica el p. Garrigou-Lagrange (vid. www.academia.edu/101446328/Sobre_la_materia_del_sacramento_del_Orden_err%C3%B3_el_Concilio_Ecum%C3%A9nico_de_Florencia_R_Garrigou_Lagrange_O_P_). Tampoco el mismo Pío XII, en tal Constitución, considera lo que al respecto establece el Concilio de Florencia como algo erróneo (cf. n. 3).
"De donde se colige que ni siquiera, según la mente del Concilio de Florencia, se requiere por voluntad del mismo Señor Nuestro Jesucristo la entrega de los instrumentos para la validez y sustancia de este sacramento. Y si alguna vez por voluntad y prescripción de la Iglesia aquélla ha sido también necesaria para la validez, todos saben que la Iglesia tiene poder para cambiar y derogar lo que ella ha estatuido." Pio XII.
La Iglesia tiene no tiene poder para cambiar fe y moral porque son inmutables. Pero, la Iglesia sí tiene poder para cambiar la disciplina.
Varios confunden el cambio en la disciplina con un supuesto cambio en la fe y en la moral. O atribuyen error al concilio de Florencia que en realidad no existe.
Luego de haber leido el articulo de Federico en academia.edu, respondo:
Mi posicion sobre el tema sigue siendo la primera de las descriptas en el artículo, "La sola imposición de las manos es la materia esencial del Orden", con un agregado: mientras la Iglesia no tiene autoridad para dispensar la presencia de la materia o forma esencial de un sacramento, tiene autoridad para requerir la presencia de una materia o forma accidental para su validez, y no solamente para su licitud.
En el caso del sacramento del orden, la Iglesia PUDO haber establecido que la entrega de los instrumentos sea una materia accidental requerida para la validez del sacramento en la Iglesia latina, y es precisamente en consideracion de esa POSIBILIDAD que Pio XII dice en Sacramentum Ordinis "et, quatenus opus sit, decernimus et disponimus", esto es, "y, en cuanto sea necesario, decidimos y disponemos".
Un caso bien conocido en que la Iglesia dispuso que una forma accidental sea necesaria para la validez de un sacramento es el Decreto de reforma sobre el matrimonio del Concilio de Trento:
"Los que atentaren contraer Matrimonio de otro modo que a presencia del párroco, o de otro sacerdote con licencia del párroco, o del Ordinario, y de dos o tres testigos, quedan absolutamente inhábiles por disposición de este santo Concilio para contraerlo aun de este modo; y decreta que sean írritos y nulos semejantes contratos, como en efecto los irrita y anula por el presente decreto."
En este caso, el consentimiento libre de los cónyuges es la forma esencial del matrimonio, y la expresión de ese consentimiento ante el párroco u otro sacerdote con licencia de él es una forma accidental.
Es claro que esta version modificada de la primera posicion sobre el tema que yo adopto sigue teniendo como consecuencia que el Decreto para los Armenios del Concilio de Florencia afirma un error cuando dice: "El sexto sacramento es el del orden, cuya materia es aquello por cuya entrega se confiere el orden: así el presbiterado se da por la entrega del cáliz con vino y de la patena con pan;" porque interpretar ese pasaje en el sentido de que la entrega de los instrumentos es materia sólo accidental del sacramento es una acrobacia hermeneutica indefendible.
Finalmente, noto que Mons. Athanasius Schneider sostuvo en 2020 la primera posición sobre el tema [1] [2].
Por supuesto, quienes no encuentren aceptable que un concilio ecuménico pueda afirmar un error en su magisterio ordinario deberan sostener que el Señor Jesús dejó abierta a la decision de la Iglesia tambien la materia esencial de este sacramento. Mi punto es que ambas posiciones estan dentro de la ortodoxia doctrinal.
[1] https://www.lifesitenews.com/opinion/bishop-schneider-how-church-could-correct-erroneous-view-that-god-wills-diversity-of-religions/
[2] https://remnantnewspaper.com/web/index.php/articles/item/4949-55-years-later-bishop-athanasius-schneider-s-appraisal-of-vatican-ii
"An opinion different from what the Council of Florence taught on the matter of the Sacrament of Orders, i.e. the traditio instrumentorum, was allowed in the centuries following this Council, and led to Pope Pius XII’s pronouncement in the 1947 Apostolic Constitution Sacramentum Ordinis, whereby he corrected the non-infallible teaching of the Council of Florence, by stating that the only matter strictly necessary for the validity of the Sacrament of Orders is the imposition of hands by the bishop. By this act, Pius XII did not implement a hermeneutic of continuity but, indeed, a correction, because the Council of Florence’s doctrine in this matter did not reflect the constant liturgical doctrine and practice of the universal Church. Already in the year 1914, Cardinal W.M. van Rossum wrote concerning the Council of Florence’s affirmation on the matter of the Sacrament of Orders, that this doctrine of the Council is reformable and must even be abandoned (cf. De essentia sacramenti ordinis, Freiburg 1914, p. 186). And so, there was no room for a hermeneutic of continuity in this concrete case."
Me dí cuenta de esto cuando recordé que yo tambien podria ser acusado de haber hecho una "acrobacia hermenéutica" en mi interpretación de Dignitatis Humanae en un sentido compatible con Quanta Cura [1], en particular de la afirmación de DH "el derecho a la libertad religiosa está realmente fundado en la dignidad misma de la persona humana".
[1] www.academia.edu/38547891/
Auto cito la parte "acrobatica" por si a alguien le interesa:
DH no dice que "el derecho a la libertad religiosa está realmente fundado solamente o exclusivamente "en la dignidad misma de la persona humana". Por lo tanto podemos caritativamente interpretar el texto como que el derecho está realmente fundado en la conjunción de, por un lado, la dignidad de la persona humana, y por otro lado, las limitaciones cognitivas y epistémicas de esa misma persona. Mientras por su dignidad la persona humana tiene el deber de glorificar a Dios y darle gracias (Rom 1,21) y pedirle su ayuda cada día de su vida (Mt 6,9-13), por sus limitaciones cognitivas y epistémicas le resulta dificil identificar los medios original y próximo de la Revelación divina y así conocer la forma en que Dios quiere que nos relacionemos con Él. En esa situación histórica de cada persona concreta, el deber ante Dios, y el consecuente derecho ante la sociedad, fundado en la dignidad de la persona tiene primacía sobre el deficiente estado cognitivo fundado en las limitaciones de esa misma persona.
No estoy en comunión con obispos que vino AL, y tantas otra cosas, y no dijeron nada.
El descontento de las personas es el dejar de ir, solo quedan los modernistas en los templos.
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Es que si uno cree que la Misa que se celebra en la Iglesia no es válida, así en general y no solamente en algún caso particular de abuso, ya está fuera de la Iglesia Católica.
Saludos cordiales.
Pues no. Mucho más segura, como mínimo, es la posición tomista. Expuesta por Garrigou-Lagrange, por Hugon, por Billuart (y también por el Billot), asegura la inerrancia de hecho de dicho Concilio de Florencia en lo que respecta a esa cuestión de la materia del sacramento del Orden (que no fue al parecer una cuestión meramente disciplinar) y explica satisfactoriamente el cambio que se dio al respecto. Brevemente: la Iglesia tiene potestad para determinar, en concreto, la materia y la forma esenciales de los sacramentos que Cristo dejó librados, en cuanto a eso, a su determinación a la misma Iglesia. Esto no atenta contra la institución de los mismos sacramentos por Jesucristo, como confiesa la fe católica.
Así que hasta que no se demuestre, si acaso eso fuera posible, que tal explicación no es válida, no parece prudente (como mínimo) rechazarla. Ahora bien, esto no se ha demostrado. Antes al contrario: se introduce una distinción, que parece novedosa, entre materia esencial y accidental en los sacramentos (y lo mismo para la forma). Y hasta se dice, al ejemplificar, que lo que es tan sólo condición de validez en el matrimonio es, en cambio, forma accidental. Habría que explicar cómo los signos sacramentales son susceptibles de una materia y una forma accidentales, toda vez que en los sacramentos la forma en cuanto tal determina a la materia en el orden de la significación, determinando, por tanto, la eficiencia o eficacia: huelga, por tanto, otra forma u otra materia sobreañadidas, a no ser que se trate, como explica Garrigou-Lagrange, de una materia, con su consecuente forma, parcial, que es algo diferente de lo anterior.
Excelente artículo, y muy oportuno.
Fraternalmente,
DIG
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Gracias y saludos cordiales.
Es importante corregir las cosas que se hicieron mal y desbloquear una sana y católica corrección de ideas. De lo contrario la espantosa crisis doctrinal que padece el catolicismo irá a peor. La Iglesia no está siempre en modo infalible. Y no estar siempre en modo infalible no significa dejar de estar presente.
No pasa nada por reconocer el error. La Iglesia no va a dejar de ser por ello, no va a desaparecer por corregirse y purgarse, ni por descontaminarse y volver al modo tradicional de hablar, al revés, sale fortalecida. Porque, por ser indefectible, el error no puede con ella, más temprano o más tarde, sale vencido. Pero mientras lo tiene dentro, sufre espasmos y convulsiones y fiebre, hasta que consigue expulsarlo. Y lo hará. Pero lo que no podemos hacer es ignorar que está padeciendo por expulsar estos elementos extraños que ha digerido y la hacen enfermar. Las conquistas de la Ilustración y las ideas antropocéntricas del mundo moderno y liberal, son toxinas de las que hay que liberarse.
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Es claro que la Iglesia no es infalible en todo lo que hace y dice, pero también es de fe que la Iglesia en su conjunto no puede aprobar el error en materias de fe y costumbres, y es un hecho que la Iglesia en su conjunto ha aprobado el Concilio Vaticano II desde que se celebró hasta el día de hoy, muy especialmente todos los Papas y la totalidad moral de los Obispos.
Además, la infalibilidad no consiste en poder recuperarse siempre de los errores, sino en no poder errar.
Sin duda que hay que buscar una salida para la situación lamentable actual, pero tiene que ser una salida que tenga en cuenta todos los datos del problema, incluidos muy especialmente los que son de fe.
Saludos cordiales.
Y no es cierto que la Iglesia en su conjunto lo apruebe todo, hay un debate enorme e interminable, y una gran división interna desde hace decenios, y los mismos católicos nos ponemos a debatir entre nosotros al respecto. La confusión es generalizada, hasta el punto de que muchos buenos católicos, que quieren ser fieles, no consiguen encajar las cosas. La crisis existe.
Hay mucha discusión y debate al respecto. No hay paz y consentimiento universal, sino división y debate, todavía, después de muchos muchos años. Y eso es señal de que algo no va bien. También hay un deterioro doctrinal generalizado e institucionalizado, montado, precisamente, sobre esas novedades. Son los hechos.
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Ahí hay que distinguir entre los que discuten las barbaridades hechas en nombre del Concilio, y los que discuten el Concilio mismo, es decir, su validez como Concilio Ecuménico. Éstos son y han sido siempre una minoría muy minoritaria, sin representantes además en el Episcopado, me refiero a representantes en comunión con el Papa.
Todos los Papas desde Juan XXIII, todos los Obispos que no han roto con Roma desde entonces, y la inmensa mayoría de los fieles aceptan al Concilio Vaticano II como Concilio Ecuménico. Ahí es donde yo digo que se juega la infalibilidad de la Iglesia "in credendo".
Saludos cordiales.
La división doctrinal es enorme y existe, y negarlo no es realista. En la actualidad en el catolicismo posconciliar no hay unidad doctrinal ni entre los fieles o el clero, ni respecto del pasado, antes bien vivimos una crisis enorme. Es real que se enseñan cosas diferentes acerca de la relación entre la Iglesia y el Estado, sobre la pena de muerte, sobre las relaciones extramatrimoniales, sobre los derechos humanos, que han sustituido al derecho público cristiano, sobre la libertad religiosa.. etc etc. Los cambios abarcan todo y hay muchos files descontentos, por ejemplo respecto a la Misa Tradicional, anhelada por muchos por la pureza de su teologia. La situación para nada tiene esa homogeneidad de consentimiento y satisfacción que apuntas en tu comentario. Más bien lo que existe es confusión, mala doctrina generalizada y división institucional. Son los hechos y a ellos me remito.
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Es que yo no niego eso. Lo único que digo es que el Concilio tiene suficiente aceptación eclesial como para que entre en juego la infalibilidad de la Iglesia "in credendo".
Después de eso, la caótica situación actual es innegable, obviamente.
Como es innegable la verdad de fe relativa a la indefectibilidad de la Iglesia, y a su visibilidad asociada a la sucesión apostólica formal.
Saludos cordiales.
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