La condenación eterna como autoexclusión del pecador
Dice el Catecismo de la Iglesia Católica:
“1033 Salvo que elijamos libremente amarle no podemos estar unidos con Dios. Pero no podemos amar a Dios si pecamos gravemente contra Él, contra nuestro prójimo o contra nosotros mismos: “Quien no ama permanece en la muerte. Todo el que aborrece a su hermano es un asesino; y sabéis que ningún asesino tiene vida eterna permanente en él” (1 Jn 3, 14-15). Nuestro Señor nos advierte que estaremos separados de Él si omitimos socorrer las necesidades graves de los pobres y de los pequeños que son sus hermanos (cf. Mt 25, 31-46). Morir en pecado mortal sin estar arrepentido ni acoger el amor misericordioso de Dios, significa permanecer separados de Él para siempre por nuestra propia y libre elección. Este estado de autoexclusión definitiva de la comunión con Dios y con los bienaventurados es lo que se designa con la palabra “infierno”.”
Este texto del Catecismo es interpretado por algunos en el sentido de la siguiente tesis:
“La condenación eterna depende exclusivamente de la decisión del pecador de cerrarse definitivamente al perdón divino”.
Esta tesis es la que queremos analizar en este “post”.
Entendemos que así formulada la tesis no es conforme con la fe católica.
Suele ir acompañada de expresiones tales como “Dios no envía a nadie al infierno”, “Dios no quiere la condenación del pecador impenitente, en todo caso la permite”, etc.
Intentaremos exponer en lo que sigue lo que se debe pensar de ellas.
Todos los resaltados en negrita son nuestros.
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Ante todo, así entendidas las cosas, no se ve porqué sería necesario que figurase la palabra “pecador” en la tesis. Porque la tesis presenta la condenación eterna como un resultado, una consecuencia natural, de la opción del pecador, sin más.
Es decir, algo semejante al hecho de que si se pasa mucho tiempo al sol, la piel adquiere un tono más oscuro.
Para enunciar semejante hecho no hace falta ninguna consideración de orden moral.
Mucho más lógicamente, las presentaciones tradicionales de la fe vinculan el pecado con el castigo o pena por el pecado, que es justamente la condenación eterna.
Veamos por ejemplo el Catecismo Romano:
“123. Volviéndose después a los réprobos que estarán a su izquierda, mostrará contra ellos su justicia, diciendo: “Apartaos de mí malditos al fuego eterno, que está preparado para el diablo y sus ángeles”. En aquellas primeras palabras, apartaos de mí, se declara la gravísima pena con que serán castigados los malos cuando serán arrojados de la vista de Dios, y no les quedará para su consuelo esperanza alguna de poder jamás gozar de un bien tan grande.”
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Se dice muchas veces que Dios no quiere la condenación eterna de nadie. Pero ahí hay que distinguir, una vez más, la Voluntad divina antecedente y la Voluntad divina consecuente.
El siguiente texto de Santo Tomás de Aquino (Ia, q. 19, a. 6, ad 1um) lo aclara bien:
“(…) hay que tener presente que cada cosa, en cuanto que es buena, es querida por Dios. Puede haber algo que en la primera consideración, es decir, absolutamente, sea bueno o malo, y que, sin embargo, considerado con algo adicional, que es la segunda consideración, sea lo contrario. Por ejemplo, considerado absolutamente que el hombre viva, es bueno; matarlo, es malo. En cambio, si algún hombre es un homicida o un peligro social, es bueno que muera, es malo que viva. Por eso puede decirse que un juez justo con voluntad antecedente quiere que el hombre viva; con voluntad consecuente quiere colgar al homicida. De modo parecido, Dios quiere con voluntad antecedente salvar a todo hombre; con voluntad consecuente, y por su justicia, quiere castigar a algunos.
Tampoco lo que queremos con voluntad antecedente lo queremos absolutamente, sino en cierto modo. Porque la voluntad se relaciona con las cosas por lo que son en sí mismas. Y en sí mismas son algo en particular. Por lo tanto, queremos algo en cuanto que lo queremos después de haber considerado todas las circunstancias particulares. Y esto es querer con voluntad consecuente. Por eso puede decirse que un juez justo quiere absolutamente colgar al homicida, pero en cierto modo quiere que viva, es decir, en cuanto que es hombre. De ahí que tal acción pueda ser llamada veleidad más que absoluta voluntad.
Resulta evidente, así, que lo que Dios quiere absolutamente, lo hace; aun cuando lo que quiere con voluntad antecedente no lo haga.”
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La tesis así entendida, además, supone una especie de autonomía absoluta de la creatura racional, que por sí y ante sí decide su destino eterno, sin que nadie más (¿Dios, por ejemplo?) tenga nada que decir al respecto.
Pero de nuevo ¿para qué poner entonces la palabra “pecador” en la tesis? ¿No es el pecado, ante todo y esencialmente, ofensa a Dios?
La idea de fondo detrás de la tesis que discutimos, es que la única “reacción” de Dios ante el pecado del hombre es ofrecer su perdón, que si es aceptado, lleva a la salvación. Si no es aceptado por la creatura, entonces ella sola “se condena” al Infierno.
En ese contexto, la condenación podría entenderse de dos modos: o bien como algo que Dios quisiera impedir sin poder hacerlo, o bien como algo que Dios simplemente permite, pudiendo impedirlo.
Lo primero es la negación de la Omnipotencia divina, que tiene en sus manos aún las mismas voluntades libres de los hombres.
Lo segundo ya basta para declarar falsa la tesis que estamos discutiendo, porque entonces la condenación eterna no depende exclusivamente de la decisión del pecador de cerrarse al perdón de Dios.
Porque depende también de la libre decisión divina de permitir esa cerrazón de la libertad creada y el posterior estado de eterno alejamiento de Dios en que consiste la “pena de daño”.
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¿Se dirá que una vez que Dios permite la impenitencia final, cosa que entra dentro del modo “normal”, digamos, de tratar Dios con las libertades creadas, ya no puede impedir la condenación eterna del que muere impenitente?
Supongamos, nada más, que es así. ¿Cómo se encuentra entonces la Voluntad divina respecto de esa condenación eterna del que muere en la impenitencia final? ¿La quiere o no la quiere? Más precisamente: ¿quiere que esa condenación eterna tenga lugar, o quiere que no tenga lugar?
De nuevo, decir, sin más, que Dios quiere que la condenación eterna no tenga lugar, y que sin embargo, ésta ocurre, es negar la Omnipotencia divina.
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Se puede querer apelar a la ya mencionada distinción entre la Voluntad divina antecedente y la Voluntad divina consecuente. La primera es condicional, Dios quiere que suceda A, si no sucede B. La segunda es absoluta: Dios quiere simplemente que suceda A.
Se sobreentiende, además, que también B depende, a su vez, de la Voluntad divina, que en última instancia no puede estar condicionada por nada creado.
Se podría decir entonces que Dios quiere que la condenación eterna no tenga lugar con Voluntad antecedente, no con Voluntad consecuente. Es decir, Dios querría que la condenación eterna del impenitente no tuviese lugar, en el caso de que no se hubiese dado, precisamente, la impenitencia final.
Pero eso, que sin duda es verdad, como ya se dijo, no sirve para decir que Dios solamente permite la condenación eterna del pecador finalmente impenitente, porque entonces la pregunta es: ¿qué pasa con la Voluntad divina consecuente, aquella que es absoluta, y que al no depender de ninguna condición, se cumple siempre e infaliblemente?
Con esta Voluntad suya consecuente ¿quiere Dios que tenga lugar la condenación eterna del pecador finalmente impenitente, o quiere que no tenga lugar?
Es obvio que lo segundo no puede ser, porque en ese caso, la condenación del pecador simplemente no ocurriría.
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¿Se dirá que Dios, con su Voluntad consecuente, ni quiere ni no quiere que la condenación del pecador finalmente impenitente, sino que simplemente la permite?
Dejemos por ahora de lado la primera parte de la frase, y veamos la segunda.
Hemos venido a aceptar, entonces, que finalmente Dios permite la condenación eterna del pecador impenitente, y eso quiere decir, que no la impide, pudiendo impedirla.
Porque eso quiere decir “permitir”. No se permite lo inevitable, por ejemplo, nadie permite que dos más dos sean cuatro, y nadie permite que el triángulo tenga tres lados, o que el ser humano muera si carece de oxígeno el tiempo suficiente. Se podrá permitir que carezca de oxígeno, pero no que muera si carece de él por el tiempo suficiente.
No se permite, entonces, lo que no se puede impedir, porque lo que alguien no puede impedir, es para él inevitable.
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Pero entonces, estamos de nuevo en la cuestión: ¿por qué permite Dios la condenación eterna del pecador finalmente impenitente, pudiendo impedirla?
Sin duda que muchos responderían: por respeto a la libertad de la creatura racional.
¿Y qué sucedería, entonces, si el pecador impenitente quisiese ir al cielo sin arrepentirse de su pecado? ¿No estaría ahí también haciendo un ejercicio de su libertad que también debería ser entonces respetado por el Creador, abriéndole la puerta del Reino de los Cielos, para que pudiese entrar en él con su pecado impenitente a cuestas?
Obviamente, se nos responderá que no, porque el pecado es incompatible con la vida eterna, y sólo por el arrepentimiento sincero se borra el pecado.
¿No se debe decir entonces que Dios no quiere, simplemente hablando, o sea, con Voluntad consecuente, que el pecador finalmente impenitente entre en el Reino de Dios, es decir, más precisamente, no se debe decir que con su Voluntad consecuente Dios quiere que el pecador finalmente impenitente quede excluido de la Vida Eterna?
¿Cómo no habría Dios de querer algo así? ¿Cómo podría querer que el pecado sin arrepentimiento coexistiese con la bienaventuranza eterna, o cómo podría no querer que no fuese así?
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Se nos dirá que es simplemente imposible que el pecador impenitente esté en el Cielo, y que por tanto, no viene a cuento plantearse cómo se encuentra la Voluntad divina ante ello.
Pero no es buena respuesta, porque la Voluntad divina también quiere cosas que son absolutamente necesarias y cuyo contrario es absolutamente imposible, por ejemplo, que Dios exista, que sea Dios, que sea Bueno, Santo, Justo, infinito, Eterno, etc. etc.
Por tanto, ante algo absolutamente monstruoso como sería que el pecado del que no ha habido arrepentimiento esté en el Cielo, es lógico que la única hipótesis posible es que la Voluntad divina quiera que eso no tenga lugar.
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“No querer”, en efecto, puede tener en nuestro idioma al menos dos sentidos distintos: la mera carencia de acto de la voluntad respecto de algo, o la presencia de un acto de la voluntad contrario a esa cosa. El primer “no querer” no implica “querer que no”, el segundo, sí.
En el caso de la creatura racional, además, tenemos libertad no solamente de querer esto o aquello (libertad de especificación) sino también de querer o no querer (libertad de ejercicio). Curiosamente, está en la potestad de nuestra voluntad el no tener un acto de esa misma voluntad.
Pero incluso si esto último sucediese, que no sucede, en Dios (porque la Voluntad divina se identifica realmente con el Acto Puro e Infinito, y no puede faltarle nunca, por tanto, actualidad alguna) el hecho es que tampoco podría Dios elegir libremente no tener acto alguno en su Voluntad respecto de la exclusión del pecador finalmente impenitente de la Vida Eterna, en el sentido de que su Voluntad no se inclinase ni por la exclusión ni por la no exclusión.
Porque la Voluntad divina no puede no ser totalmente opuesta a que el pecado impenitente coexista con la bienaventuranza, y por tanto, totalmente favorable a esa exclusión.
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Pero esto es ya decir que no es que solamente permita Dios la exclusión de la vida eterna del pecador impenitente, sino que la quiere positivamente. Y por tanto, quiere positivamente la condenación eterna del pecador finalmente impenitente.
Y si esa condenación eterna es, como dice el Catecismo, la autoexclusión definitiva del pecador respecto de la sociedad de los bienaventurados, entonces Dios quiere positivamente esa autoexclusión del pecador finalmente impenitente.
El error de muchos al interpretar ese pasaje del Catecismo de la Iglesia Católica es pensar que con la autoexclusión del pecador ya quedaba excluida, también, la exclusión por parte de Dios.
Pero una Voluntad consecuente en Dios de que el pecador finalmente impenitente quede excluido de la Vida Eterna es obviamente, y sobre todo tratándose de la Voluntad Omnipotente, una exclusión divina del pecador impenitente respecto de la Vida Eterna.
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Lo dice con toda precisión el Señor en la parábola del juicio final: “Apártense de mí, malditos”. El “apártense” es justamente el gesto de la exclusión definitiva, por parte de Dios, de aquel que se ha autoexcluido por su pecado y su impenitencia final.
El Señor no dice, en efecto “Veo cómo se apartan”, o “Qué pena que se han apartado”, sino “Apártense”. Es el grito, como está de moda decir hoy, de la Santidad divina absolutamente incompatible con el pecado, de la Voluntad divina totalmente volcada, por así decir, a la exclusión de una unión tan monstruosa.
De modo análogo, podemos decir que el delincuente que infringe la ley humana se precipita a sí mismo en la cárcel, sino que ello quite la existencia de una sentencia judicial que envía al reo a la cárcel.
Y aún en lo humano, de otra forma no podría ser: que el delincuente por sí y ante sí se juzgase, se condenase y se recluyese en prisión, sin intervención de nadie más.
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¿Se dirá que en todo caso la exclusión por parte de Dios del pecador finalmente impenitente es posterior a la autoexclusión del mismo, de modo que en la línea del mal y del pecado, al revés de lo que sucede en la línea del bien y de la gracia, la iniciativa sea de la creatura, no del Creador?
Pero ahí se debe distinguir dos aspectos en la autoexclusión del pecador: el pecado mismo, con la impenitencia final, y la sentencia condenatoria por el pecado.
El primero, que es el que transcurre en la línea del mal, es sin duda anterior a la exclusión del pecador por parte de Dios. Pero el segundo ya no ocupa la línea del mal, sino la del bien, porque la sentencia en ese caso es justa, y por tanto, buena.
Y por tanto, como sucede con todas las cosas buenas, aquí Dios es Causa Primera y anterior, y la creatura, en todo caso, solamente causa segunda y posterior.
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Por tanto, si por “autoexclusión” del pecador se entiende la sentencia que el mismo pecador se aplica a sí mismo de condenación eterna, hay que entenderla, en todo caso, como posterior a la sentencia condenatoria de Dios mismo, y dependiente de ella.
Resumiendo: o la Voluntad divina quiere la condenación eterna del pecador finalmente impenitente, o no la quiere. Si no la quiere, o bien la permite, o bien no la permite. Lo último es falso: el pecador finalmente impenitente se condena . Si la permite sin quererla, entonces no quiere excluir de la Vida Eterna al pecador finalmente impenitente, lo cual es absurdo, dada la incompatibilidad absoluta entre la Santidad divina y el pecado.
Por tanto, Dios quiere la condenación eterna del pecador finalmente impenitente.
Pero cuando Dios quiere algo distinto de Él mismo, con Voluntad consecuente, lo causa por ese mismo hecho. Por tanto, resulta finalmente falsa la tesis que estamos analizando: la condenación eterna del pecador finalmente impenitente no depende exclusivamente de él mismo, sino que, en tanto es un bien de justicia, tiene a Dios como Causa Primera.
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Se nos puede todavía objetar, que con esto hemos probado, sí, que la Voluntad divina quiere la exclusión definitiva del pecador finalmente impenitente, pero no que la quiera a modo de castigo por el pecado, sobre todo por el pecado de la impenitencia final.
Aquí debemos volver al comienzo, y preguntarnos si la condenación eterna es o no es, finalmente, un castigo.
En caso de respuesta negativa, tendríamos que es algo así como una enfermedad o un accidente, es decir, una mera consecuencia de las acciones de alguien, como si dijésemos que si voy al cine, entonces no voy a poder ver la tele.
Pero entonces vuelve la misma pregunta ¿por qué aparece la palabra “pecador” en la tesis que discutimos?
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El pecado merece castigo. Si no lo mereciera, tampoco se lo podría perdonar, porque perdonar es renunciar a castigar.
Al recibir a su hijo de vuelta en su casa, el padre del hijo pródigo renunció a mantenerlo fuera de la misma, o a recibirlo sólo como jornalero, todo lo cual hubiese sido justa pena por su falta, que con todo derecho podría haber aplicado.
Lo dice claramente texto sagrado:
“Padre, pequé contra el cielo y contra ti, ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros.”
Sin eso no tiene sentido decir que lo perdonó. Si el padre no tenía derecho a expulsar a su hijo del hogar por las faltas cometidas, o a recibirlo al menos en calidad de simple trabajador, entonces no tenía más remedio que admitirlo de vuelta como hijo, y en esa hipótesis, hablar de “perdón” sería algo sin sentido.
Dios tiene absoluto derecho a ser obedecido por sus creaturas racionales, y por tanto, tiene absoluto derecho a castigar la desobediencia de esas mismas creaturas, y sólo por eso es que puede también perdonar el pecado de esas mismas creaturas, en el sentido de renunciar a ejercer el derecho de castigarlas.
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Porque en efecto, Dios tiene derecho de castigar al pecador, pero no está obligado a hacerlo.
Dice Santo Tomás en Ia, q. 21, a. 1, ad 3um:
“A cada uno se le debe lo que es suyo. Se dice que es de alguien aquello que se ordena a él, por ejemplo, el siervo al señor. Pero no a la inversa; ya que libre es aquel que dispone de sí mismo. Y lo debido conlleva una cierta exigencia o necesidad de algo respecto de aquello a que se ordena. En las cosas hay que tener presente, en este sentido, dos clases de orden. Por una parte, algo creado está ordenado a algo creado, como las partes al todo, los accidentes a las sustancias, y cada cosa a su fin. Por otra parte, todo lo creado está ordenado a Dios. Por consiguiente, la palabra “deuda”, respecto de la operación divina, se puede tomar en dos acepciones: por lo que se debe a Dios y por lo que se debe a lo creado. Y en ambos aspectos satisfice Dios. Pues a Dios se debe el que se cumpla en las cosas lo que determina su sabiduría y su voluntad y manifiesta su bondad. En este sentido, la justicia de Dios mira su propio decoro, pues se da lo que a sí mismo se debe. Y a lo creado se le debe que posea lo que le corresponde, por ejemplo, que el hombre tenga manos, y que le estén sometidos los animales. En este sentido también Dios hace justicia dando a cada uno lo que le corresponde a su naturaleza y condición. El segundo sentido expuesto depende del primero, ya que a cada uno se le debe lo que se ordena a él según lo establecido por la sabiduría divina. Y aunque Dios dé, en este sentido, lo debido a alguien, sin embargo El no es deudor; porque Él no está ordenado a nadie, sino, por el contrario, los demás lo están a Él. Por eso, en Dios la justicia es llamada a veces expresión de su bondad; otras veces, retribución de méritos. A todo esto se refiere Anselmo cuando dice: “Al castigar a los malos eres justo, pues lo merecen; al perdonarlos, eres justo, porque así es tu bondad.”
Es decir, la justicia es dar a cada uno lo suyo. Pero cuando Dios da a las creaturas lo que le corresponde a cada una, en realidad se está dando ante todo a Sí mismo lo que corresponde a su Sabiduría y su Bondad, porque son ellas las que determinan lo que corresponde y lo que no corresponde a las creaturas.
Ahora bien, del mismo modo que no se es libre de hacer lo que se quiere con lo que es de otro, sí se es libre de hacer lo que se quiera con lo que es propio de uno mismo.
Por eso, si bien al pecador le es debido el castigo por parte de Dios, no le es debido como una deuda que se tiene con otro, sino en definitiva como algo que Dios debe a su propia Sabiduría, Santidad y Bondad.
Y entonces, Dios puede simplemente renunciar a eso que es en definitiva suyo, a saber, el castigo del pecador en cumplimiento de la justicia divina.
Es decir, Dios puede perdonar el pecado.
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Así dice en la parábola de los trabajadores de la última hora, en Mt. 20, 8 - 15:
“Cuando llegó la noche, el señor de la viña dijo a su mayordomo: Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando desde los postreros hasta los primeros. Y al venir los que habían ido cerca de la hora undécima, recibieron cada uno un denario. Al venir también los primeros, pensaron que habían de recibir más; pero también ellos recibieron cada uno un denario. Y al recibirlo, murmuraban contra el padre de familia, diciendo: Estos postreros han trabajado una sola hora, y los has hecho iguales a nosotros, que hemos soportado la carga y el calor del día. Él, respondiendo, dijo a uno de ellos: Amigo, no te hago agravio; ¿no conviniste conmigo en un denario? Toma lo que es tuyo, y vete; pero quiero dar a este postrero, como a ti. ¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes tú envidia, porque yo soy bueno?”
La parábola muestra bien los dos aspectos de la cuestión: “lo que es tuyo” es lo que corresponde dar en justicia, como deuda, con “lo que es mío”, el dueño de la viña hace lo que quiere.
En el caso de un dueño humano, no todas las cosas son suyas, por eso, respecto de algunas es deudor, sujeto a una obligación estricta. Pero en el caso de Dios, todo es suyo, por eso, como dice Santo Tomás en el texto citado, no es deudor de nadie.
Tampoco, por tanto, por lo que toca a su derecho de castigar a los pecadores.
Y ése es el fundamento de la divina Misericordia.
Cuando Dios quiere, entonces, manifestar su Bondad mediante su Justicia, castiga, y cuando quiere manifestarla mediante su Misericordia, perdona, como dice la cita de San Anselmo al final del texto citado de Santo Tomás:
“Al castigar a los malos eres justo, pues lo merecen; al perdonarlos, eres justo, porque así es tu bondad.”
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Eso mismo dice Billuart en Summa Sancti Thomae, vol. I, Tractatus de Deo et divinis attributis, dissert. VIII, art. VI, pp. 366 – 367:
“Por lo que tiene que ver con la justicia vindicativa, pertenece ciertamente a la conmutativa en cuanto está en el paciente, que sufriendo da lo mismo que ha tomado, y en el superior que castiga, el cual por su oficio y como por un contrato oneroso, está obligado en estricto derecho a reparar mediante el castigo del reo el daño infligido a un tercero o a la sociedad. En Dios, en cambio, no se encuentra esta deuda estricta como por contrato oneroso con la sociedad, de la cual nada recibe. Y por tanto, la justicia vindicativa, en tanto está en Dios, no pertenece a la justicia conmutativa, sino en cuanto al modo, como se ha dicho; en cuanto al débito, parece más bien pertenecer a la justicia legal o a la distributiva.
(…)
Dices: la justicia distributiva implica algo debido, pero Dios no debe nada. Respondo distinguiendo la Mayor: la justicia distributiva implica algo debido en las cosas acerca de las cuales se ejerce: Concedo. En el mismo distribuyente, siempre: Niego. Porque cuando el distribuyente distribuye sus propios bienes, no debe nada a los otros por razón de algo que ellos hayan dado o por algún derecho que tengan sobre él, sino por su sola voluntad y promesa, no simplemente, cierto, porque entonces sería solamente una obligación de fidelidad, sino como quien ordena esto por razón de aquello: este premio por esta obra; y así tal premio se da ciertamente a esta obra, no por algún derecho del que obra, sino por la ordenación propia del que distribuye; consecuentemente, no es deudor al que obra, sino a sí mismo. Dice Santo Tomás en Ia IIae, q. 114, a. 1, ad 3um: “Como nuestra acción no tiene razón de mérito sino supuesta la divina ordenación, no se sigue que Dios se vuelva deudor nuestro simplemente hablando, sino de Sí mismo, en cuanto es debido que su ordenación se cumpla”.
En efecto, es la justicia conmutativa, la que se da por ejemplo en los contratos, la que exige algo rigurosamente, con deuda y obligación de por medio. La justicia distributiva, por el contrario, que es la que reside en el gobernante que da a cada miembro de la sociedad lo que le corresponde, no lo hace sino del modo dicho en el texto.
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Pero, dirá alguno, si la condenación eterna es castigo por el pecado, entonces ese castigo se lo aplica solamente el pecador a sí mismo, no lo aplica Dios al pecador.
Contra eso, ese castigo del pecador finalmente impenitente es justo, y por tanto, bueno. Entonces no puede no tener a Dios como Causa Primera, y ello no puede ser sin una libre decisión divina de aplicar ese castigo.
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No solamente, entonces, es cierto que la Voluntad divina quiere positivamente la condenación eterna del pecador finalmente impenitente, entendida como exclusión definitiva de la Vida Eterna, sino además es cierto que la quiere como castigo por su pecado, y sobre todo, por su impenitencia final.
Y eso es, justamente, lo que dice el Señor en la parábola previamente citada:
“Apártense de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles (…) E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna”.
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Por otra parte, el texto del Catecismo de la Iglesia Católica tiene muchas indicaciones de que ése es verdaderamente su significado:
“1034 Jesús habla con frecuencia de la “gehenna” y del “fuego que nunca se apaga” (cf. Mt 5,22.29; 13,42.50; Mc 9,43-48) reservado a los que, hasta el fin de su vida rehúsan creer y convertirse, y donde se puede perder a la vez el alma y el cuerpo (cf. Mt 10, 28). Jesús anuncia en términos graves que “enviará a sus ángeles […] que recogerán a todos los autores de iniquidad, y los arrojarán al horno ardiendo” (Mt 13, 41-42), y que pronunciará la condenación:” ¡Alejaos de mí malditos al fuego eterno!” (Mt 25, 41).”
Nótense los verbos activos: “enviará”, “recogerán”, “arrojarán”, que implica acciones de Dios o de los ángeles que obedecen al mandato divino. Véase también que el “pronunciará la sentencia” anula la tesis de los que dicen que Dios no juzga ni condena, sino que en todo caso es lo hace solamente el pecador.
“1035 La enseñanza de la Iglesia afirma la existencia del infierno y su eternidad. Las almas de los que mueren en estado de pecado mortal descienden a los infiernos inmediatamente después de la muerte y allí sufren las penas del infierno, “el fuego eterno” (cf. DS 76; 409; 411; 801; 858; 1002; 1351; 1575; Credo del Pueblo de Dios, 12). La pena principal del infierno consiste en la separación eterna de Dios en quien únicamente puede tener el hombre la vida y la felicidad para las que ha sido creado y a las que aspira.”
La “pena” aquí debe entenderse, efectivamente, en el sentido del castigo por el pecado.
“1036 Las afirmaciones de la Escritura y las enseñanzas de la Iglesia a propósito del infierno son un llamamiento a la responsabilidad con la que el hombre debe usar de su libertad en relación con su destino eterno. Constituyen al mismo tiempo un llamamiento apremiante a la conversión: "Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella; mas ¡qué estrecha la puerta y qué angosto el camino que lleva a la Vida !; y pocos son los que la encuentran” (Mt 7, 13-14):
«Como no sabemos ni el día ni la hora, es necesario, según el consejo del Señor, estar continuamente en vela. Para que así, terminada la única carrera que es nuestra vida en la tierra mereceremos entrar con Él en la boda y ser contados entre los santos y no nos manden ir, como siervos malos y perezosos, al fuego eterno, a las tinieblas exteriores, donde “habrá llanto y rechinar de dientes"» (LG 48).”
Dice “y no nos manden ir”, indicando así que no es simplemente que el pecador finalmente impenitente se arroja a sí mismo a la condenación eterna, sino que es enviado a ella por Dios, en justa pena por sus pecados y por su impenitencia final.
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Por eso mismo, los siguientes pasajes del Catecismo, que hablan del Juicio Final, no deben entenderse en un sentido meramente cognoscitivo, intelectualista o cuasi gnóstico:
“1039 Frente a Cristo, que es la Verdad, será puesta al desnudo definitivamente la verdad de la relación de cada hombre con Dios (cf. Jn 12, 49). El Juicio final revelará hasta sus últimas consecuencias lo que cada uno haya hecho de bien o haya dejado de hacer durante su vida terrena (….)”
“1040 El Juicio final sucederá cuando vuelva Cristo glorioso. Sólo el Padre conoce el día y la hora en que tendrá lugar; sólo Él decidirá su advenimiento. Entonces Él pronunciará por medio de su Hijo Jesucristo, su palabra definitiva sobre toda la historia. Nosotros conoceremos el sentido último de toda la obra de la creación y de toda la economía de la salvación, y comprenderemos los caminos admirables por los que su Providencia habrá conducido todas las cosas a su fin último. El Juicio final revelará que la justicia de Dios triunfa de todas las injusticias cometidas por sus criaturas y que su amor es más fuerte que la muerte (cf. Ct 8, 6).”
Sino que esa revelación de que se habla en estos pasajes se cumplirá precisamente mediante la sentencia que Jesucristo, el Juez, dará sobre todos los hombres según sus obras, y la consiguiente ejecución de esa misma sentencia.
33 comentarios
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De hecho, los cuerpos de los condenados no van a ser gloriosos como los de los bienaventurados, así que tampoco se puede decir que hayan de tener cualidades especiales como las del cuerpo de Cristo Resucitado, el cual también, sin embargo, según Santo Tomás, ocupa un lugar en el Cielo.
Sí se puede decir que el Infierno no es un lugar por lo que toca a las almas de los condenados antes de la Resurrección y la reasunción de sus cuerpos.
Saludos cordiales.
Saludos cordiales.
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Muchas gracias Padre y felices Pascuas.
En general sabemos lo que debemos hacer al llegar a una bifurcación en elegir el bien y evitar el mal y ahí es donde lo atractivo es hacerse como Dioses (es siempre lo mismo desde el Paraíso) y consecuentemente nos enfrentamos a Dios y nos ganamos la sanción.
Cómo salir de ahí es un regalo de Dios que, como puede castigar por la Justicia, puede perdonar por la Misericordia situación que el mismo Dios nos ha enseñado a obtener a mayor Gloria de El.
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Efectivamente. Es asombroso constatar los tesoros de arte que la fe católica ha sembrado por toda Europa a lo largo de siglos.
Saludos cordiales.
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Lo bien que hace.
Saludos cordiales y felices Pascuas.
Como usted mismo hizo notar en su anterior publicación, la Biblia está repleta de punta a punta de pasajes que refieren a la condenación eterna como un castigo. Creer que la condenación no es un castigo pienso que sería no tomarse en serio las palabras de Jesucristo, o pretender que Él no quiso decir lo que dijo, o simplemente rechazar la historicidad de los evangelios.
Pero si nos tomamos en serio lo que dijo el Señor, tenemos que creer que la condenación es un castigo, y no puede haber castigo sin castigador, que en este caso es Dios. Y si Dios castiga, evidentemente es porque quiere hacerlo, al menos, en ciertos casos: cuando hay impenitencia final, cuando el alma se cerró definitivamente a Dios.
Y está bien que así sea porque, como bien señalas, la acción de castigar eternamente que Dios realiza, es buena, porque es justa, porque preserva el Reino de Dios del pecado, y porque corresponde a Su majestad, que no admite comunión con el pecado.
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Exactamente. Muchas gracias y saludos cordiales.
Tiempo atrás había leído la respuesta que dio un sacerdote a la interrogante de por qué Dios quiso que existan personas (ángeles y hombres) castigadas en el infierno por toda la eternidad, pues siendo omnipotente, Él podía evitarlo.
La respuesta que dio fue satisfactoria, y a la vez, me dejó con una perplejidad de asombro ante el misterio.
Básicamente, proponía que, así como las catedrales tienen sus gárgolas a la vez que sus ángeles, y esto no la hace más fea, sino todo lo contrario, la embellecen de sobremanera, de modo semejante, el universo no sería mejor ni se vuelve peor con el infierno, sino todo lo contrario, Dios usa de los seres de las tinieblas para hacer más bella la creación.
Y san Agustín da una explicación también muy buena: así como un artista sabe donde poner el color oscuro para hacer más bella su obra, así Dios sabe usar de los pecadores para hacer más bella su creación.
Ahora bien, cuál sea la ciencia y disposición precisa y con distinción tras todo el conjunto del universo de sus criaturas, es algo que sobrepasa inmensamente no sólo la fuerza intelectual de los hombres, sino aún al poder de los querubines y serafines.
«Tanto saber me sobrepasa,
es sublime, y no lo abarco.
¡Qué incomparables encuentro tus designios,
Dios mío, qué inmenso es su conjunto!»
Sal 138, 6.17
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En efecto, dice Santo Tomás en I, q. 22, a. 2, ad. 2um:
"No sucede lo mismo en quien cuida algo concreto que en quien cuida de todo. Pues quien cuida de lo particular, en la medida de lo posible evita los defectos; quien cuida de todo permite que en algo concreto aparezca algún defecto para que no desaparezca el bien del todo. Por eso, en las cosas naturales se dice que las corrupciones y los defectos van contra la naturaleza particular; y, sin embargo, entran dentro del plan de la naturaleza universal en cuanto que un defecto en uno es un bien en otro o en el todo; pues la corrupción de uno conlleva la generación de otro, y así se conserva la especie.
Así, pues, como Dios es el previsor universal de todo ser, a su providencia pertenece el que permita la existencia de algunos defectos en cosas concretas para que no se pierda el bien del universo entero. Pues si se impidieran muchos males, muchos bienes desaparecerían del universo. No existiría la vida del león si no existiera la muerte de animales; no existiría la paciencia de los mártires si no existiera la persecución de los tiranos. Por eso dice Agustín en el Enchirid.: De ningún modo hubiera permitido Dios omnipotente la presencia del mal en sus obras, de no ser tan bueno y poderoso que del mal pudiera sacar un bien."
Saludos cordiales.
Menos mal que Dios modera y determina las penas porque sino fuera asi, al ser el pecado incompatible con Dios, al primer pecado no tendría porque seguir sosteniendo nuestra existencia; y esa gracia de existir no se la niega a ninguna criatura espiritual incluso a pesar de pecar.
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Muchas gracias, nos encomendamos a Dios. En efecto, el pecador sigue deseando la felicidad, que no puede no desearse, lo que pasa es que su voluntad se ha cerrado definitivamente a los medios que llevan a la felicidad, o sea, el arrepentimiento, la oración, la observancia de los mandamientos divinos, etc. Por eso mismo, los condenados odian también a Dios, al que no pueden llegar por más que quieren y que los ha castigado justamente por sus culpas.
Y efectivamente, cada día más de vida que tenemos es un don de la misericordia divina, que nos da tiempo para la conversión.
Saludos cordiales.
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Salvo mejor juicio, me parece que se puede contestar que el desnudo no es inmoral en sí mismo, sino en todo caso en sus consecuencias, es decir, por las malas intenciones que surgen del corazón al contemplarlo. De hecho, la Escritura nos dice que antes de la caída, Adán y Eva estaban desnudos, y obviamente que allí no había nada malo.
Al tratar moralmente las consecuencias de algo, se debe distinguir las que son "per se" y las que son "per accidens", es decir, las que se siguen de algo en virtud de la misma naturaleza de la cosa, y las que se siguen accidentalmente. Por ejemplo, una consecuencia de la predicación de Cristo fue que algunos se condenaron al rechazar el Evangelio, pero eso es accidental, ya que de suyo, "per se", la predicación del Evangelio tiende a la conversión y la salvación de las personas.
Por eso, desnudos como éstos que pone aquí Miguel Ángel no parece que tiendan "per se" a provocar malos pensamientos en los que los contemplan, al contrario de lo que seria una obra de arte claramente pornográfica.
En este artículo de "Catholic.net" me parece que se va en una línea similar:
//es.catholic.net/op/articulos/50725/cat/131/que-dice-la-moral-del-desnudo-en-el-arte.html
Saludos cordiales.
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Según la fe católica, la pena del infierno es eterna, y eso muestra que no hay arrepentimiento posible de los condenados, porque si lo hubiese, lógicamente la pena debería cesar, como cuando en esta vida, al arrepentirnos de nuestros pecados, cesa nuestra enemistad con Dios y volvemos a su amistad.
En general la fe católica enseña que con la muerte termina el tiempo de merecer, es decir, después de la muerte no se pueden contraer ni méritos ni culpas delante de Dios, sino que se queda el alma en el estado en que estaba, de gracia o de pecado mortal, al morir.
De ahí la importancia de la "buena muerte", es decir, morir en gracia de Dios, para lo cual hace falta haberse arrepentido de todos los pecados mortales cometidos luego de la última confesión, y haberlos confesado al sacerdote, o en caso de que esto último no sea posible, haber hecho un acto interior de arrepentimiento, con un dolor de los pecados basado en el amor a Dios, que tanto nos ha amado primero.
Por otra parte, para la condenación eterna hace falta una impenitencia real, no "supuesta". Que es justamente cuando no se ha dado lo que hemos descrito en el párrafo anterior, o sea, cuando se muere alguien con pecados mortales de los cuales no se ha arrepentido ni los ha confesado pudiéndolo hacer.
Si algún factor como la ignorancia invencible, por ejemplo (que es cuando la ignorancia no es culpa de la persona) hace que la persona no esté en pecado mortal, es claro que estamos en otra hipótesis diferente: el adulto que no tiene pecados mortales está en gracia de Dios y por tanto no es un caso de "impenitencia".
Saludos cordales.
"...del cuerpo de Cristo Resucitado, el cual también, sin embargo, según Santo Tomás, ocupa un lugar en el Cielo."
Hace tiempo escuché a un católico decir que si Dios ocupa un lugar en el Cielo es erróneo, porque es como decir que el Cielo es más grande que Dios, que Dios abarca todo el universo, algo así le entendí... pero bueno quizás refiera a Dios Padre que es sólo Espíritu, porque Jesús a parte de su Divinidad pues es Hombre, obviamente, entonces sí ocupa un lugar en el Cielo..., esto último ya lo estoy diciendo yo; pero lo que escribo al principio, como reitero, lo escuché de un católico ¿Qué hay de eso, Néstor?
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Sin duda, Dios, según su Divinidad, no está contenido en un lugar, porque tampoco tiene dimensiones espaciales, ni nada de lo que depende de la materia.
Eso hay que decirlo de las tres Personas divinas según su naturaleza divina: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Es según su naturaleza humana, que por serlo es corpórea, que Santo Tomás afirma que Nuestro Señor Jesucristo, el Hijo de Dios está en un lugar.
Dios, en cuanto Dios, no está contenido en ningún lugar, pero también es verdad que está en todas partes, no como contenido en los diversos lugares, sino porque da continuamente el ser a todas las cosas que están en un lugar, y a todos los lugares, como dice Santo Tomás en I, q. 8, a. 2.
Saludos cordiales.
En verdad reubica cada cosa en su lugar: nuestra limitación en la libertad y en el disponer frente a la grandiosa omnipotencia de Dios.
Podría darnos algunas palabras sobre la imposibilidad de una predestinación a la condenación y sobre, por así decirlo, la "obligación" de Dios en dar a todas las almas las gracias necesarias para la salvación?
Lo digo por que sé que este es un tema muy sensible para almas escrupulosas o que se atormentan si se desorientan, y, casualmente hubieron dos comentarios bastantes angustiosos de dos blogs distintos en estos días y que tocaron el tema colateralmente.
Muchas gracias!
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Muchas gracias. Lo que sucede con los condenados es que Dios les predestina la pena, una vez previstas sus culpas, pero no los predestina a la culpa. Mientras que en el caso de los que se salvan, Dios les predestina, antes de preverlos, los méritos con que se salvarán.
Y ya que hablamos de predestinación, aquí hay dos textos, uno del Concilio de Quierzy y otro del de Valence, donde se queda bien claro el castigo divino a los pecadores finalmente impenitentes:
Quierzy, año 853: "Dios omnipotente creó recto al hombre, sin pecado, con libre albedrío y lo puso en el paraíso, y quiso que permaneciera en la santidad de la justicia. El hombre, usando mal de su libre albedrío, pecó y cayó, y se convirtió en “masa de perdición” de todo el género humano. Pero Dios, bueno y justo, eligió, según su presciencia, de la misma masa de perdición a los que por su gracia predestinó a la vida [Rom. 8, 29 ss; Eph. 1, 11] y predestinó para ellos la vida eterna; a los demás, empero, que por juicio de justicia dejó en la masa de perdición, supo por su presciencia que habían de perecer, pero no los predestinó a que perecieran; pero, por ser justo, les predestinó una pena eterna. Y por eso decimos que sólo hay una predestinación de Dios, que pertenece o al don de la gracia o a la retribución de la justicia."
Valence, año 855: "Mas también sobre la predestinación de Dios plugo y fielmente place, según la autoridad apostólica que dice: ¿Es que no tiene poder el alfarero del barro para hacer de la misma masa un vaso para honor y otro para ignominia? [Rom. 9, 21], pasaje en que añade inmediatamente: Y si queriendo Dios manifestar su ira y dar a conocer su poder soportó con mucha paciencia los vasos de ira adaptados o preparados para la ruina, para manifestar las riquezas de su gracia sobre los vasos de misericordia que preparó para la gloria [Rom. 9, 22 s]: confiadamente confesamos la predestinación de los elegidos para la vida, y la predestinación de los impíos para la muerte; sin embargo, en la elección de los que han de salvarse, la misericordia de Dios precede al buen merecimiento; en la condenación, empero, de los que han de perecer, el merecimiento malo precede al justo juicio de Dios. “Mas por la predestinación, Dios sólo estableció lo que Él mismo había de hacer o por gratuita misericordia o por justo juicio”, según la Escritura que dice: El que hizo cuanto había de ser [Is. 45, 11; LXX]; en los malos, empero, supo de antemano su malicia, porque de ellos viene, pero no la predestinó, porque no viene de Él. La pena que sigue al mal merecimiento, como Dios que todo lo prevé, ésa si la supo y predestinó, porque justo es Aquel en quien, como dice San Agustín, tan fija está la sentencia sobre todas las cosas, como cierta su presciencia."
En cuanto a la otra pregunta, y siguiendo el principio tan recalcado por San Agustín, que Dios no manda lo imposible, es lógico pensar que Dios da a todos los hombres la gracia "suficiente", que los hace capaces de cumplir la ley divina, aunque para cumplirla de hecho necesitan todavía otra gracia distinta de aquella, que es la gracia eficaz.
De hecho, la universalidad de la gracia suficiente es doctrina católica, por la enseñanza del Papa Alejandro VIII al condenar en 1690 la siguiente tesis de los jansenistas:
"Los paganos, judíos, herejes, y los demás de este género, no reciben de Jesucristo absolutamente ningún influjo; y por tanto, de ahí se infiere rectamente que la voluntad está en ellos desnuda e inerme, sin gracia alguna suficiente".
Eso no implica una "obligación" de parte de Dios, sino más bien una necesaria coherencia con su propia Sabiduría y Bondad.
Saludos cordiales.
Por lo tanto:
1) Dios por su sagrada preciencia conoce desde toda la eternidad quien se condena y dispone también su pena.
2) Si bien no existe en la Iglesia una "canonización al revés", podemos inferir que son numerosísimas las almas que se pierden por el pecado impenitente.
3) Nadie puede decir que se condena por que Dios no le otorgó las gracias suficientes.
4) La inescrutable Misericordia de Dios con la que asiste a las almas a las que predestinó a la gracia y a la salvación, no se opone a su divina Justicia, sino que la hace resplandecer y admirar.
5) Más sano y necesario para el alma no es discurrir si está o no en la "lista de los condenados" y buscar "señales de esto" como pretendía Lutero, sino que esta condenación es POSIBLE, y si posible, debe temerse, y actuar en consecuencia, convirtiéndose de corazón y suplicando el auxilio de Dios con gran confianza.
Bendiciones!
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Exactamente. Respecto del número de los condenados, el Señor dice en el Evangelio que son "muchos" y que los que se salvan son "pocos", lo cual reafirma la verdad de que sí hay condenados. Muchas gracias y saludos cordiales.
Y puedo recitar el credo de cabo a rabo con toda sinceridad, además de estar muy conforme con el catecismo.
La predestinación clara y consecuente se la dejo a los equivocadisimos calvinistas y la predestinación retorcida que dice q sí pero no porque tal y cual, se la dejo a quien la entienda, porque es de lo más contradictoria y como no es ningún dogma de fe, pues no hay por qué complicarse la vida ni complicársela a los demás. Se puede pasar supongo, puesto que nada bueno viene de esas teorías para la vida de fe.
Saludos cordiales.
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La predestinación es una verdad de fe. Dice el Catecismo de la Iglesia Católica:
600 Para Dios todos los momentos del tiempo están presentes en su actualidad. Por tanto establece su designio eterno de "predestinación" incluyendo en él la respuesta libre de cada hombre a su gracia: "Sí, verdaderamente, se han reunido en esta ciudad contra tu santo siervo Jesús, que tú has ungido, Herodes y Poncio Pilato con las naciones gentiles y los pueblos de Israel (cf. Sal 2, 1-2), de tal suerte que ellos han cumplido todo lo que, en tu poder y tu sabiduría, habías predestinado" (Hch 4, 27-28). Dios ha permitido los actos nacidos de su ceguera (cf. Mt 26, 54; Jn 18, 36; 19, 11) para realizar su designio de salvación (cf. Hch 3, 17-18).
En católico lo que se puede discutir es el modo de entender la predestinación, no la predestinación como tal.
Jesucristo ha hablado de la predestinación, por ejemplo:
Jn 6, 39:
"Y esta es la voluntad del que me envió: que de todo lo que El me ha dado yo no pierda nada, sino que lo resucite en el día final."
Jn 6, 44:
"Nadie puede venir a mí si no lo trae el Padre que me envió, y yo lo resucitaré en el día final."
Jn. 6, 65:
"Y decía: Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí si no se lo ha concedido el Padre."
Jn 10, 26 - 30:
"Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en el nombre de mi Padre, éstas dan testimonio de mí. Pero vosotros no creéis porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco y me siguen; y yo les doy vida eterna y jamás perecerán, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno."
Jn. 15, 16:
"No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé."
Jn. 17, 1 - 2:
"Estas cosas habló Jesús, y alzando los ojos al cielo, dijo: Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que el Hijo te glorifique a ti, por cuanto le diste autoridad sobre todo ser humano para que dé vida eterna a todos los que tú le has dado."
San Pablo habla también muchas veces de la predestinación, por ejemplo:
Rom. 8, 28 - 30:
"Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a su propósito. Porque a los que de antemano conoció, también los predestinó a ser hechos conforme a la imagen de su Hijo, para que El sea el primogénito entre muchos hermanos; y a los que predestinó, a ésos también llamó; y a los que llamó, a ésos también justificó; y a los que justificó, a ésos también glorificó."
Ef. 3, 6:
"Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en El antes de la fundación del mundo, para que fuéramos santos y sin mancha delante de El. En amor nos predestinó para adopción como hijos para sí mediante Jesucristo, conforme al beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia que gratuitamente ha impartido sobre nosotros en el Amado."
Ef. 10 - 12:
"En El también hemos obtenido herencia, habiendo sido predestinados según el propósito de aquel que obra todas las cosas conforme al consejo de su voluntad, a fin de que nosotros, que fuimos los primeros en esperar en Cristo, seamos para alabanza de su gloria."
Saludos cordiales.
Son mis citas preferidas y ninguna de ellas anula para nada el libre albedrío y el futuro abierto de todo creyente, simplemente nos hacen ver que Dios nos ha elegido amorosamente, a cada uno individualmente, a cada uno a su manera, a cada uno con sus peculiares pocos o muchos talentos. Y ese es el mensaje que nos manda proclamar al mundo, a todos los que no le conocen, para que después cada cual responda o no a él desde su libre albedrío. Por eso tiene sentido la oración y la proclamación de la fe y todo el evangelio. Si no tuviéramos libre albedrío para corresponder a la misericordia de Dios carecería de sentido toda nuestra fe.
Sí desde luego, tendrían que explicar los que usan el término "predestinación" que no se trata de "predestinación" en el sentido normal del término, el que utilizan los calvinistas, porque en ese sentido normal de la palabra, el de que todo está ya decidido de antemano, la predestinación resultaría ser doble, además de injusta.
Así que la explicación que den al término aquellos que lo usan tiene q salvaguardar el libre albedrío y la responsabilidad humana, y si no, no existiría ninguna diferencia con la predestinación protestante.
De modo que sigo sin ver que sea dogma de fe toda esa especulación predestinacionista.
Saludos cordiales
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Obviamente, lo que importa no es la palabra, sino la cosa, y esa está ciertamente presente en los textos citados.
El Padre, desde la Eternidad, le ha dado a Jesucristo ciertas personas, que infaliblemente se han de salvar (“que de todo lo que Él me ha dado yo no pierda nada”, “jamás perecerán y nadie las arrebatará de mi mano” “para que dé vida eterna a todos los que Tú le has dado”). Las otras personas, infaliblemente no se salvan (“nadie puede venir a mí si no lo trae el Padre que me envió”, “nadie puede venir a mí si no se lo ha concedido el Padre”, “vosotros no creéis porque no sois de mis ovejas”). Esa decisión divina es anterior a toda decisión de la creatura racional (“No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros”).
Es notable que el Señor no dice "Vosotros no sois de mis ovejas porque no creéis" que es lo que sin duda muchos esperarían, sino "Vosotros no creéis porque no sois de mis ovejas", o sea, que antes incluso de creer en Cristo, hay que ser "de sus ovejas", es decir, de aquellos que el Padre le ha dado desde la Eternidad, para poder creer en Él.
La palabra, por otra parte, también aparece en el Nuevo Testamento, como vimos, y toda la Escritura es igualmente inspirada por Dios y es igualmente Palabra de Dios.
Nadie dijo, por otra parte, que la predestinación se oponga al libre albedrío, al contrario, el texto citado del Catecismo los afirma a ambos: dice que Dios "establece su designio eterno de "predestinación" incluyendo en él la respuesta libre de cada hombre a su gracia."
La acepción "normal" de la predestinación es la verdadera, o sea, la católica. No le concedamos al calvinismo nada menos que la "normalidad".
Lo que Jesús dice en esos textos vale para todos los que han de creer en él, y no dice ahí que no ejerciten su libre albedrío, sino que antes del ejercicio que ellos puedan hacer del libre albedrío está el Libre Albedrío de Dios que los ha elegido y los ha predestinado.
Antes de ser dogma de fe, una proposición ha de ser una verdad de fe, o sea, una verdad revelada por Dios, y eso es claramente la predestinación, como consta por los textos de la Escritura que he citado.
Por otra parte, basta con la Omnipotencia y la Omnisciencia divinas para deducir de ellas la predestinación. De ellas se deduce necesariamente que nada de lo que sucede en la Creación se aparta un solo milímetro del Plan eterno de Dios. Por tanto, tampoco el ejercicio del libre albedrío por parte de las creaturas racionales (lo cual no es negar el libre albedrío, como se ve, sino afirmarlo).
Como dice el Señor en el Evangelio: "No cae un gorrión a tierra sin que lo sepa el Padre que está en los cielos, y hasta los cabellos todos de vuestras cabezas están contados".
Por otra parte, lo que dicen los Concilios de la Iglesia no es especulación ni teología, sino Magisterio. Y a veces un Concilio local, como fue el de Cartago en el que se condenó a Pelagio, pasa a tener valor universal, al ser aprobado por el Papa.
Los Concilios de Quierzy y Valence han sido Concilios locales, pero desde que se celebraron han sido referencia en la Iglesia al hablar de la predestinación.
Es de fe, por otra parte, según el Concilio Vaticano I, la Providencia divina, de la cual la Predestinación es una parte, que tiene que ver con las creaturas racionales:
"Todo lo que Dios creó, con su providencia lo conserva y gobierna, alcanzando desde un confín a otro poderosamente y disponiéndolo todo suavemente (Sab. 8, 1) Porque todo está desnudo y patente ante sus ojos (Hebr. 4, 15) aún lo que ha de acontecer por libre acción de las creaturas."
Saludos cordiales.
Por supuesto que cuando buscamos a Dios es porque él ya nos está buscando de antemano, por supuesto que los que aceptan su invitación es porque han sido invitados primero y no son ellos los que se han autoinvitado.
Por supuesto que Dios nos ha amado primero. A todos. Si luego hay quien rechaza la invitación, quien no quiere creer en él, no es porque Dios no le haya invitado, sino porque no ha querido aceptar.
Nada que ver con el pelagianismo, porque está muy claro que la iniciativa es divina siempre y que no hay ningún mérito en quien se deja transformar por Él. Pero Dios quiere que le amemos libremente y no obliga a nadie a aceptarle. Eso no significa que cree a personas para que no le acepten - "y así ser un bonito contraste de oscuridad para que brille más la luz", según una extraña teoría vertida por alguien por ahí arriba.
Y que Dios lo sepa todo no quiere decir que nos predetermine. Tú puedes actuar libremente aunque alguien sepa lo que vas a hacer, o lo que has hecho o lo que haces, desde fuera del tiempo. Que tú hagas algo libremente no depende de lo que otro lo sepa o no lo sepa. En cualquier caso actúas libremente, tu acción libre es independiente de que otro la conozca o no. Dios no es un marionetero.
Por supuesto creo en la providencia divina.
No tengo ningún problema, como antideterminista, con ese párrafo final:
"Todo lo que Dios creó, con su providencia lo conserva y gobierna, alcanzando desde un confín a otro poderosamente y disponiéndolo todo suavemente (Sab. 8, 1) Porque todo está desnudo y patente ante sus ojos (Hebr. 4, 15) aún lo que ha de acontecer por libre acción de las creaturas."
PS
Y otra cuestión:
Me hace gracia que diga "las otras personas infaliblemente no se salvan" ¿Quiénes son los que infaliblemente se salvan? ¿Los que se creen infaliblemente salvados?
Y ¿supuestamente hay otros que se salvan, pero faliblemente?
Conste que puesta a creer en la predestinación, a mí todas esas citas me salvarían infaliblemente, pero es que no me parece justo que los que no han escuchado directamente la voz del Padre: "Este es mi Hijo amado, escuchadle" hayan sido predestinados a la condenación. O no, que eso es calvinista, pero entonces ¿es que otros se salvan faliblemente aunque no estén supuestamente predestinados a salvarse?
Porque si ustedes dividen el mundo en los que están predestinados infaliblemente a salvarse y los que no se salvan, evidentemente están diciendo lo mismo que Calvino aunque les de vergüenza reconocerlo.
El mundo dividido en dos grupos: los predestinados a la salvación infaliblemente y los que se van a condenar (o sea los predestinados a condenarse según Calvino, aunque un católico no pueda llamarlos así)
La verdad es que su diferencia con el calvinismo parece simplemente evitar la expresión de predestinado a la condenación, aunque parecen decir lo mismo.
Disculpe, pero es que el determinismo me parece nefasto y la doble predestinación, lógica si se es consecuente con esa simple predestinación que vergonzantemente evita autodenominarse doble, pero conduce a ella.
Saludos cordiales
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La predestinación hay que escribirla con las mismas comillas con que la escribieron San Pablo, San Agustín, Santo Tomás, y los Concilios de la Iglesia Católica: ninguna.
El problema de los calvinistas lo tienen ellos, no nosotros.
No es que Dios arrastre a la gente contra su voluntad, como si fuesen marionetas, es que Dios les da la voluntad de ir por su propia voluntad, y si no se la da, no la tienen, y no quieren ir, y no van. Si se la da, la tienen, y quieren ir, y van.
Eso es justamente lo que no puede hacer un marionetero: infundir la libre voluntad de hacer algo.
Esa voluntad de ellos es a la vez propia y dada por Dios, como su mismo ser de creaturas es a la vez propio y dado por Dios.
Me parece que es Ud. la que introduce en los textos de San Juan algo que no dice allí.
Por ejemplo:
Jn 6, 39:
"Y esta es la voluntad del que me envió: que de todo lo que El me ha dado yo no pierda nada, sino que lo resucite en el día final."
No habla de los que el Padre ha buscado o invitado, sino de los que le ha dado al Hijo.
Y ahí está la infalibilidad de la predestinación. De los que el Padre ha dado a Jesús no se ha de perder ninguno.
Jesús dice que es Voluntad del Padre que no se pierda ninguno de los que el Padre le ha dado, pero esa Voluntad es Omnipotente, por tanto, efectivamente no puede perderse ninguno de esos, o sea, su predestinación es infalible.
Que eso que le ha dado son personas se desprende del otro texto citado:
Jn 10, 26 - 30:
"Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en el nombre de mi Padre, éstas dan testimonio de mí. Pero vosotros no creéis porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco y me siguen; y yo les doy vida eterna y jamás perecerán, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno."
Es claro que no son ovejas en sentido literal, sino personas. Y vuelve con la idea de la imposibilidad de que se pierda alguno de los que el Padre le ha dado, o sea, la infalibilidad de la predestinación.
No dice que el Padre las ha buscado o las ha invitado. Dice que se las ha dado.
Y de nuevo, dice que ellos no creen, podríamos poner, como dice Ud., no aceptan su invitación, porque no son de sus ovejas. Si fuese como Ud. dice, debería decir al revés: no son de sus ovejas porque no aceptan su invitación.
Igualmente, en este otro texto:
Jn 6, 44:
"Nadie puede venir a mí si no lo trae el Padre que me envió, y yo lo resucitaré en el día final."
Tampoco dice que nadie puede venir a Él si el Padre no lo busca, o no lo invita, sino que dice “si el Padre no lo trae”.
Ojo que no dice tampoco “atrae”, sino “trae”. Cuando se quiere atraer a alguien, puede que venga o no, pero cuando se trae algo, no puede ser que no llegue ese algo adonde se lo trae.
Jn. 6, 65:
"Y decía: Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí si no se lo ha concedido el Padre."
Nuevamente: no dice aquí, como Ud. parece leer, “si el Padre no lo busca o no lo invita”, sino “si el Padre no le concede que venga”.
Y no es solamente que necesitan que el Padre les conceda el poder venir, o poder querer, para luego querer o no por su sola voluntad. Porque el otro texto ya citado lo aclara: nadie puede venir a Jesucristo si no lo trae el Padre.
Como ya dije, “traer” alguien es mucho más que darle la capacidad de venir: es hacer que venga.
Y en estos dos textos tenemos la infalibilidad con que no se salvan los que no han sido elegidos y predestinados. No pueden ir a Él, dice. No dice que no quisieron ir, aunque es obvio que no quisieron ir. Pero el dice que “no pueden” ir. ¿Por qué, si podían querer y podían no querer? Porque para que quisiesen ir, era necesario que el Padre se lo concediese. No solamente que les conceda poder querer, sino que les conceda, además, querer.
Y no hay otra posibilidad, en general: o el Padre trae, o no trae, o concede el venir, o no lo concede, o da a alguien a Cristo, o no se lo da, y por tanto, una persona cualquiera, o es una de las ovejas de Cristo, o no lo es. Cristo mismo, o elige a alguien, o no elige. Y todo eso es infalible.
La humanidad toda se divide entre los que son de Cristo y los que no lo son, y eso depende de que el Padre se los haya eternamente dado a Cristo, o no.
No es lo mismo que los que creen o los que no creen. El que ahora cree puede mañana renegar de la fe, o aún sin renegar de la fe, morir en pecado mortal.
Ahí hay una diferencia importante con el calvinismo, para el cual vale la ecuación creyente = predestinado. Para la Iglesia Católica, no.
Jn. 15, 16:
"No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé."
Aquí tampoco dice “yo os busqué” o “yo os invité”, sino “Yo os elegí”. Y aclara que no fueron ellos los que lo eligieron a él. Es como si dijera: “No es que ustedes hayan aceptado mi invitación”. Por supuesto que sí, que la aceptaron libremente, y eligieron seguirlo. Pero entonces ¿por qué dice que no lo eligieron?
Porque para que lo eligieran Él los eligió primero, de modo que la elección decisiva no es la que hicieron ellos, sino la que hizo Él.
Tampoco es que eligió a una cierta cantidad, y de esa cantidad, algunos lo eligieron a Él, y otros no. En ese caso no tendría sentido que dijese “no me eligieron ustedes a mí”, porque ahí sí, la elección decisiva habría sido la de ellos.
Jn. 17, 1 - 2:
"Estas cosas habló Jesús, y alzando los ojos al cielo, dijo: Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que el Hijo te glorifique a ti, por cuanto le diste autoridad sobre todo ser humano para que dé vida eterna a todos los que tú le has dado."
Ecuación perfecta: los que el Padre le ha dado = los que alcanzan la vida eterna.
Eso es lo que evidentemente dicen estos textos. Alguien puede no estar de acuerdo con eso que dicen, pero no puede decir que no lo dicen.
La diferencia con el calvinismo está en varios puntos:
1) El calvinismo niega el libre albedrío de los seres humanos, al menos después del pecado original. Para los calvinistas, así como para los adversarios de la predestinación, ésta es incompatible con el libre albedrío. No así para la Iglesia Católica, como hemos visto por ese texto del Catecismo.
2) Ése es en realidad, el punto clave: o se acepta o no se acepta que Dios puede ser Causa Primera de los actos libres de la creatura racional. El no aceptarlo deriva del desconocimiento de la Trascendencia de Dios y de la Omnipotencia de su Voluntad, lo cual lleva a oponer “predestinación” y “libre albedrío”. A partir de ahí se puede ser calvinista o pelagiano según que se opte por la predestinación o por el libre albedrío.
3) En el calvinismo, Dios predestina al pecado finalmente impenitente, y en vista de ese pecado finalmente impenitente, predestina al infierno. O al revés, según las diversas corrientes: predestina al infierno, y entonces predestina a la impenitencia final. Eso siempre lo ha rechazado la Iglesia. No hay predestinación al pecado ni a la impenitencia final. La predestinación al Infierno es posterior, no anterior, a la previsión divina de la impenitencia final, la cual no es predestinada por Dios. Por eso dicen muy precisamente los Concilios de Quierzy y Valence: Dios no predestina al mal. El mal es el pecado, no el Infierno, el cual, sin bien comporta, obviamente, males físicos, es un bien, porque es justo.
4) Como ya dijimos, no es lo mismo creyente que predestinado, al contrario de lo que dicen los calvinistas. Para el calvinismo, el verdadero creyente no puede perder la fe y no puede condenarse. La Iglesia católica enseña exactamente lo contrario.
5) En realidad, la Iglesia reserva el término “predestinación” a la de los que se salvan, porque así se usa en la Escritura. Respecto de los que se condenan, no son, entonces, propiamente predestinados, sino que son “reprobados”, dicen los teólogos.
Finalmente, el calvinismo niega que la creatura pueda hacer algo distinto de aquello a lo que está predestinada por Dios, es parte de su negación del libre albedrío.
La fe católica, por el contrario, enseña que Dios da a todos la gracia suficiente para que puedan salvarse, aunque algunos de hecho luego no lo hagan, y no se salven, que son justamente los que no han sido elegidos ni predestinados por Dios para la salvación.
Por eso, una cosa es que no pueda ser verdad que el predestinado se condene, o que el no predestinado se salve (sentido compuesto), y otra muy distinta que el predestinado no pueda condenarse, o que el no predestinado no pueda salvarse (sentido dividido). Esto último lo afirma el calvinismo, lo niega la Iglesia Católica.
No se puede ser creyente manteniendo la visión atea de las creaturas y del actuar de las creaturas, incluyendo su actuar libre. En el ateísmo no hay libertad sin autonomía absoluta; en el cristianismo no hay libertad de la creatura sino en dependencia de la Libertad divina.
Y tratándose de Dios, obviamente que no se trata tampoco de darle un poquito, de negociar, ni de buscar algún rincón privado en el que la libertad de la creatura siga siendo totalmente autónoma. Es todo el esquema el que hay que cambiar, porque se trata de reconocer que la creatura racional actúa libremente porque actúa movida por Dios, y en la precisa medida en que Dios la mueve, y no a pesar de ello.
Eso es lo que Calvino no supo reconocer, y Pelagio tampoco.
Saludos cordiales.
Quería preguntarle por dos cuestiones.
-En cuanto a la condenación eterna desde el punto de vista calvinista: hoy casi podemos decir que no hay calvinistas. Sabemos que el punto de vista calvinista es equivocado, como usted muy bien argumenta. Sin embargo, las ideas tienen la virtud de generar por sí mismas realidades nuevas. Me refiero a que para los calvinistas, a los escogidos antes de todos los tiempos para la Gloria, se les reconocía en la Tierra por lo bien que les marchaban sus negocios. Esa era la señal de que Dios les amaba, mientras que los desheredados de la fortuna, por la misma razón sin duda constituían el ejército de los réprobos, ¿Estaría usted de acuerdo con esta síntesis? ¿Y estaría de acuerdo que de aquí nace la justificación moral del capitalismo, o incluso de la organización capitalista del trabajo, y por lo tanto que el calvinismo ha sido decisivo en la formación del mundo moderno?
-La segunda cuestión no tiene nada que ver, y le pido disculpas por el abuso. Pero cada vez me parece más claro que la situación actual va a traer unas consecuencias importantes para el devenir, tal vez más importantes que el 11-S o la caída del muro de Berlín en su día. Como filósofo sin duda usted no cree que la filosofía es un mero juego intelectual: si las ideas no influyen en la historia, si una concepción filosófica o una cultura son derrotadas, esto tiene que indicar un error en la concepción de esas ideas. Usted, como vecino, ¿ha leído el artículo del canciller brasileño Araújo, "Chegou o Comunavírus"? ¿No le parece que cada vez es más evidente el intento de utilizar, a través del miedo y de la exageración, en mi opinión, esta desgracia para "controlar y castigar" a los críticos del NOM?
Un saludo y gracias.
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Es cierto que hoy día en el protestantismo lo que más abunda y sobre todo crece, dicen, son los evangelistas y pentecostales, cuya teología es lo contrario del calvinismo, o sea el arminianismo, que es algo así como el molinismo de los protestantes.
Sin embargo, en EE.UU. al menos, la cultura tiene una fuerte impronta calvinista, y supongo que en Inglaterra también. De hecho los luteranos estadounidenses se ven a sí mismos como una rara minoría en comparación con los calvinistas, por lo que he podido ver en Youtube, aclaro.
Y se habla de una especie de moda calvinista que hubo hace algunos años entre los jóvenes protestantes de EE.UU.
En cuanto a la predestinación y sus signos externos, la doctrina calvinista entiendo que dice que las buenas obras no forman parte de la justificación pero son consecuencia necesaria de la misma, de modo que también sirven de signos de predestinación, lo cual tal vez explique formas curiosas de moralismo calvinista, como por ejemplo, el puritanismo.
Digo "curiosas", para una doctrina que en principio afirma la justificación y la salvación por la sola fe.
En una sociedad como la inglesa en la que además el gobierno eclesial y el gobierno civil son a la postre una sola cosa, no tener buenas obras mostrables es sinónimo de "estar afuera", y eso podría llegar a ser en todos los sentidos.
Es claro que solamente durante el período de Cromwell los puritanos gobernaron en Inglaterra, pero también es cierto que el anglicanismo está influido por el calvinismo.
Otra cuestión es que eso implicase el buen éxito económico. Ésa es la tesis de Max Weber, que tiene su verosimilitud, pero que tendría que estudiar más a fondo.
En cuanto a la actual situación pandémico-paralizadora-planetaria, no he leído ese articulo, pero sin duda que algo se teje detrás de todo esto, y que sabemos muy poco de todo lo que habría que saber. Lo más temible son las soluciones que puedan venir a aportar en un futuro cercano.
En la práctica, me parece que más allá de las medidas higiénicas y las cautelas básicas y elementales, lo que se impone es una sana y robusta desconfianza.
Sobre todo respecto de Bill Gates. Sin olvidar a la OMS, y por supuesto, a Soros.
Saludos cordiales.
1) Acerca del pecador impenitente y la ignorancia invencible, sabemos que hay diversidad en las confesiones cristianas y, dentro del Catolicismo Romano, también están los buenistas progres, por un lado, y los ortodoxos, por otro, además de otras posturas menos notables, cada una con su idea de salvación y condenación, apoyada en su particular interpretación. Un buenista puede morir confiado en Dios creyendo que hizo el bien por acciones que ante un ortodoxo fueron pecaminosas y merecedoras de condena ... y viceversa. ¿ A quién creer ? ¿ Eso también lo predestina Dios ?
2) El Nuevo Testamento afirma que "Dios no hace acepción de personas" en Hechos, cp.10, vrs.34, y en Romanos, cp.2, vrs.11. ¿ Contradice la predestinación ?
3) Si los que se salvan son pocos y el resto, muchos, los que se condenan, entonces ¿ La condenación sería la regla y la Salvación sería la excepción ? ¿ Vino Jesús a condenar y no a salvar ?
4) Si uno reza por el Perdón de Dios a un amigo ateo que murió sin auxilio religioso ¿ Puede uno tener la esperanza de que Dios salve a ese amigo por Misericordia con uno ? ¿ Se puede rezar por los condenados ?
Le agradeceré mucho sus respuestas, Néstor.
Dios los cuide a todos y a sus mayores.
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En la fe católica no hay diversidad alguna, y si alguno dentro de la Iglesia no la sigue, es que “está” en la Iglesia solamente con el cuerpo, pero no en la realidad de las cosas.
Otra cosa son las diferencias teológicas que se contradicen entre ellas pero no contradicen la verdad de la fe, o al menos, la Iglesia aún no ha definido que la contradigan.
Lo que tiene que ver con el mal o el error no entra como tal en el decreto divino de predestinación, que tiene que ver solamente con las gracias que se otorgan a los que se han de salvar. Entra sí en la Providencia divina, a la que toca permitir algunos males para obtener ciertos bienes.
Respecto de la acepción de personas, dice Santo Tomás en Ia IIae, q. 98 a. 4, ad 2um:
“La acepción de personas tiene lugar en aquellas cosas que se confieren por derecho de justicia, no en aquellas que se conceden por sola gracia. No incurre, pues, en la acepción de personas el que por pura liberalidad da a uno y no a otro; pero si uno fuera administrador de los bienes comunes y no los distribuyese con equidad, según los méritos de cada uno, este tal incurriría en acepción de personas. Los beneficios de Dios, que se ordenan a la salvación eterna, los confiere Dios de pura gracia, y, por tanto, no hay acepción de personas si se confieren a uno con preferencia a otros. Por esto dice San Agustín en el libro De praedest. sanct.: A todos cuantos Dios enseña, por misericordia les enseña; a los que no enseña, por justo juicio deja de enseñarles. Viene esto de la condenación del humano linaje por el pecado de los primeros padres.”
Sobre el número de los que se salvan y los que se condenan no hay nada definido en la Iglesia que yo sepa. Es cierto que hay frases en la Escritura que parecen apuntar a que muchos se condenan y pocos se salvan. En todo caso, después del pecado original la salvación de uno solo sería por pura gracia y misericordia de Dios. Y de hecho, Dios invita a todos a recibir la salvación.
En su primera venida, Jesús vino a salvar y no a condenar. En su segunda venida vendrá “a juzgar a vivos y muertos”, como decimos en el Credo, y ahí condenará a algunos y salvará a otros. El tiempo que debe ser aprovechado es precisamente el intermedio entre ambas venidas, o sea, para nosotros, ahora.
No tiene sentido rezar por los condenados ni por los que ya están en el Cielo, porque ambos destinos son definitivos. Sí tiene sentido rezar por las almas del Purgatorio, porque sus sufrimientos pueden ser abreviados por nuestras oraciones, y Dios puede concederles la entrada en el Cielo antes de lo que lo haría sin ellas.
Pero como no podemos saber cuál ha sido el destino final de cada difunto, salvo revelación divina especial, o canonización de un santo por parte de la Iglesia, podemos y debemos rezar por todos ellos.
Gracias y saludos cordiales.
- Desconozco el término original que emplea el Catecismo para "autoexclusión", pero yo siempre lo he entendido como sinónimo de "culpa", de responsabilidad moral en la culpa.
- Segundo: la predestinación antes de los méritos previstos o tras ellos es una simple opinión teológica. No se puede poner como doctrina definitiva de la Iglesia lo que no es doctrina definitiva de la Iglesia, por más que tú seas partidario de una de esas opiniones.
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La versión latina dice:
"Hic status definitivae exclusionis sui ipsius (« auto-exclusionis ») a communione cum Deo et cum beatis denotatur verbo « infernus »."
"exclusionis sui ipsius" es "exclusión de sí mismo", y ahí le agregan entre paréntesis (y con comillas, también) "autoexclusión". Nótese que "infierno" también está entre comillas.
Por otra parte, no creo haber dicho en estos comentarios más que lo dice el Concilio de Orange, por el cual el semipelagianismo ha quedado condenado como herejía para la Iglesia universal:
"D-176 [II. Sobre la gracia.] Can. 3. Si alguno dice que la gracia de Dios puede conferirse por invocación humana, y no que la misma gracia hace que sea invocado por nosotros, contradice al profeta Isaías o al Apóstol, que dice lo mismo: He sido encontrado por los que no me buscaban; manifiestamente aparecí a quienes por mí no preguntaban [Rom. 10, 20; cf. Is. 65, 1]."
"D-177 Can. 4. Si alguno porfía que Dios espera nuestra voluntad para limpiarnos del pecado, y no confiesa que aun el querer ser limpios se hace en nosotros por infusión y operación sobre nosotros del Espíritu Santo, resiste al mismo Espíritu Santo que por Salomón dice: Es Preparada la voluntad por el Señor [Prov. 8, 35: LXX], y al Apóstol que saludablemente predica: Dios es el que obra en nosotros el querer y el acabar, según su beneplácito [Phil. 2, 13]."
"D-179 Can 6. Si alguno dice que se nos confiere divinamente misericordia cuando sin la gracia de Dios creemos, queremos, deseamos, nos esforzamos, trabajamos, oramos, vigilamos, estudiamos, pedimos, buscamos, llamamos, y no confiesa que por la infusión e inspiración del Espíritu Santo se da en nosotros que creamos y queramos o que podamos hacer, como se debe, todas estas cosas; y condiciona la ayuda de la gracia a la humildad y obediencia humanas y no consiente en que es don de la gracia misma que seamos obedientes y humildes, resiste al Apóstol que dice .Qué tienes que no lo hayas recibido? [1 Cor. 4, 7]; y: Por la gracia de Dios soy lo que soy [1 Cor. 15, 10] (2)."
Fijarse muy especialmente que el Concilio no dice solamente que Dios nos da capacidades, o que nos llama a obrar, sino que su gracia hace que lo invoquemos (y no solamente que podamos invocarlo), que el Espíritu Santo hace que queramos ser limpios (y no solamente nos invita a quererlo); la cita de Filipenses es clara: "Dios obra en nosotros el querer"; y dice que es por infusión del Espíritu Santo que creemos (y no solamente que podemos creer).
Para el Concilio de Orange Dios no nos hace marionetas cuando hace que lo invoquemos, o hace que queramos ser limpios, u obra en nosotros el querer, o por su espíritu nos hace creer y querer.
Y es que las marionetas no tienen libre albedrío, de modo que es contradictorio decir que al hacer que alguien actúe libremente, se lo convierte en marioneta.
Dios no espera a nuestra voluntad, dice Orange, para limpiarnos del pecado, sino que más bien produce esa voluntad en nosotros.
Y es que la misma voluntad de dejar obrar a Dios, de dejar que Dios nos limpie, etc., es una voluntad libre nuestra.
A una voluntad así, dice Orange, Dios no la espera, sino que en todo caso la produce en nosotros.
Saludos cordiales.
"461 Volviendo a tomar la frase de san Juan ("El Verbo se encarnó": Jn 1, 14), la Iglesia llama "Encarnación" al hecho de que el Hijo de Dios haya asumido una naturaleza humana para llevar a cabo por ella nuestra salvación. En un himno citado por san Pablo, la Iglesia canta el misterio de la Encarnación:"
"1044 En este "universo nuevo" (Ap 21, 5), la Jerusalén celestial, Dios tendrá su morada entre los hombres. "Y enjugará toda lágrima de sus ojos, y no habrá ya muerte ni habrá llanto, ni gritos ni fatigas, porque el mundo viejo ha pasado" (Ap 21, 4; cf. 21, 27)."
"1331 Comunión, porque por este sacramento nos unimos a Cristo que nos hace partícipes de su Cuerpo y de su Sangre para formar un solo cuerpo (cf 1 Co 10,16-17); se la llama también las cosas santas [ta hagia; sancta] (Constitutiones apostolicae 8, 13, 12; Didaché 9,5; 10,6) —es el sentido primero de la "comunión de los santos" de que habla el Símbolo de los Apóstoles—, pan de los ángeles, pan del cielo, medicina de inmortalidad (San Ignacio de Antioquía, Epistula ad Ephsios, 20,2), viático..."
"1343 Era sobre todo "el primer día de la semana", es decir, el domingo, el día de la resurrección de Jesús, cuando los cristianos se reunían para "partir el pan" (Hch 20,7). Desde entonces hasta nuestros días, la celebración de la Eucaristía se ha perpetuado, de suerte que hoy la encontramos por todas partes en la Iglesia, con la misma estructura fundamental. Sigue siendo el centro de la vida de la Iglesia."
"600 Para Dios todos los momentos del tiempo están presentes en su actualidad. Por tanto establece su designio eterno de "predestinación" incluyendo en él la respuesta libre de cada hombre a su gracia: "Sí, verdaderamente, se han reunido en esta ciudad contra tu santo siervo Jesús, que tú has ungido, Herodes y Poncio Pilato con las naciones gentiles y los pueblos de Israel (cf. Sal 2, 1-2), de tal suerte que ellos han cumplido todo lo que, en tu poder y tu sabiduría, habías predestinado" (Hch 4, 27-28). Dios ha permitido los actos nacidos de su ceguera (cf. Mt 26, 54; Jn 18, 36; 19, 11) para realizar su designio de salvación (cf. Hch 3, 17-18)."
Saludos cordiales.
“Segundo Concilio de Orange: Se efectuó el 3 de julio de 529 y fue muy importante, ya que fue el primero en Galia en publicar una decisión en materia de fe. La ocasión fue la dedicación de una iglesia construida en Orange por Liberio, el prefecto pretoriano de la Galia narbonensiana. Asistieron catorce obispos con San Cesáreo de Arles como presidente, y sus deliberaciones versaron sobre los errores corrientes respecto a la doctrina de la gracia y el libre albedrío, es decir, el semipelagianismo. Cesáreo le había informado al Papa San Félix IV de la actividad perniciosa de los semipelagianos en Galia y le había solicitado su apoyo. Como respuesta el Papa le envió una serie de “Capitula”, es decir, proposiciones o decretos sacados casi completamente de las obras de San Agustín y la “Sententiae” de San Próspero de Aquitania. Estos “Capitula” se convirtieron en la base de los veinticinco emitidos por el Sínodo de Orange, y éstos a su vez fueron libremente usados por el Concilio de Trento en su condenación a Martín Lutero.
(…)
Las actas del concilio, las cuales fueron firmadas por los obispos, el prefecto pretoriano Liberio y otros siete laicos distinguidos, fueron enviadas a Roma y aprobadas por el Papa Bonifacio II el 25 de enero de 531 (Vea, Papa Bonifacio II). En consecuencia, éstas alcanzaron autoridad ecuménica y están impresas en el "Enchiridion Symbolorum" (10th ed., nos. 174-200) de Denzinger."
//ec.aciprensa.com/wiki/Concilios_de_Orange
En efecto, si el semipelagianismo es herejía en toda la Iglesia, como no puede ser de otro modo, porque no existen las herejías locales, es solamente por el Concilio de Orange, lo cual quiere decir que a pesar de ser un Concilio local, tiene autoridad para la Iglesia universal en virtud de esa aprobación del Papa, igual en eso al Concilio de Cartago que condenó al pelagianismo (para toda la Iglesia).
Saludos cordiales.
Que Dios obra el querer se puede entender en términos de la gracia suficiente o "suficientísima"'(Royo Marín) que en virtud de la Sangre de Cristo se da a todo hombre.
Porque, SÍ, la gracia siempre es ANTE PRAEVISA MERITA, ya que "siendo pecadores, Él nos amó": "dilexit me et tradidit semetipsum pro me".
Que la gracia, la Encarnación, la Pasión-Muerte-Resurrección por todos sin excepción sea ante praevisa merita no lo niega nadie. Por eso no somos pelagianos.
Lo que negamos, y lo que la Iglesia no afirma, es que la predestinación sea también ante praevisa merita.
Con respecto a sofía, que tiene muchas dudas, le recomiendo leer "¿Se salvan todos?" del padre Royo Marín, que distingue muy bien lo que es de Fe y lo que NO ES DE FE aunque sea una opinión teológica probable o incluso cierta.
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En realidad, el tema en discusión en los comentarios anteriores no era el modo de la predestinación, sino su existencia. En ese sentido es que me referí a las citas de la Escritura y del Magisterio.
En efecto, la Iglesia no ha decidido dogmáticamente entre la doctrina tomista, de la gracia eficaz por sí misma y no por el consentimiento de la creatura racional, y la doctrina molinista, de la gracia eficaz por el consentimiento de la creatura.
En cuanto al Concilio de Orange, desde que la Iglesia dejó en suspenso la cuestión "De Auxiliis", hay que entender que hoy por hoy es dogma de fe que, como dicen Ibáñez y Mendoza en su libro "La fe de la Iglesia Católica", "existe un influjo sobrenatural de Dios sobre las potencias del alma que precede a toda libre decisión de la voluntad", apoyándolo en el Concilio de Trento.
También es dogma de fe, dicen, que "existe un influjo sobrenatural de Dios sobre las potencias del alma que coincide temporalmente con el libre ejercicio de la voluntad humana", y lo apoyan también en el Concilio de Trento.
La doctrina de la gracia eficaz por sí misma y no por el consentimiento de la creatura racional, que dice que "la gracia actual, de manera inmediata e intrínseca, ilumina el entendimiento y mueve la voluntad en orden a realizar actos sobrenaturales", la ponen como "doctrina católica", y a su negación, como "error en teología". Y la apoyan, justamente, en el II Concilio de Orange.
Explican también que "doctrina católica" es el Magisterio ordinario de la Iglesia al cual se debe, no fe teologal, sino asentimiento religioso interno de inteligencia y voluntad, basado en la fe en la asistencia del Espíritu Santo a la Iglesia en su función docente.
Porque en efecto, el Concilio de Orange dice lo que dice, y es claro que ahí se afirma la eficacia intrínseca de la gracia, independiente del consentimiento de la creatura racional.
No es herejía, entonces, si hoy día se lo interpreta en sentido molinista, pero es claro que se le hace violencia, y que se pone uno en oposición con San Agustín y Santo Tomás de Aquino.
Y además, con la razón que procede lógicamente a partir de los datos de la fe, pero ese ya es otro tema.
Ahora bien, de la eficacia intrínseca de la gracia sin duda que sí se deduce la elección, y por tanto, también la predestinación, "ante praevisa merita", que por tanto está implícita en la enseñanza del II Concilio de Orange.
Porque entonces toda respuesta positiva de la creatura a la gracia de Dios es efecto de esa misma gracia de Dios (¿y cómo podría ser de otro modo?) y entonces, el don de la gracia por parte de Dios a esta creatura y no a aquella sólo puede basarse, en última instancia, en la libre Voluntad de Dios mismo, porque toda respuesta positiva de la creatura que Dios pueda prever supone el don divino de la gracia por sí misma eficaz.
Y hay que reconocer, también, que esa es la lectura simple y directa de los textos del Evangelio según San Juan que he aducido.
Y que si no fuese por escrúpulos nacidos de la creencia (falsa) de que hay oposición entre la gracia intrínsecamente eficaz y el libre albedrío, a nadie se le habría ocurrido leer de otro modo ni al Evangelio según San Juan ni al Concilio de Orange.
Se debe reconocer además que esa falsa oposición entre gracia intrínsecamente eficaz y libre albedrío está en la base tanto del calvinismo como del pelagianismo.
Saludos cordiales.
No se debe a un escrúpulo sobre la ibteracción de la gracia y el libre albedrío, aunque ese escrúpulo existiese en las motivaciones de Molina.
Se debe simplemente a salvaguardar la voluntad salvífica universal de Dios.
Todo sistema tiene sus problemas. Yo prefiero el post praevisa merita no prque salvaguarde el libre albedrío, sino porque salvaguarda la SINCERIDAD de la voluntad salvífica de Dios y porque es coherente NO con pasajes específicos, sino con la Escritura como un todo. Osea, el mismo argumento de Newman en su Ensayo sobre la juatificación: no es la coherencia derivada de la lectura simple de una perícopa o de un versículo de san Pablo, sino una coherencia global en la Escritura.
De hecho, la afirmación de santo Tomás de que la elección y la no elección se debe en EXCLUSIVA a la voluntad de Dios es dudoso. El mismo Royo Marín matiza esa afirmación aludiendo a una RAZÓN que nos es desconocida, y lo mismo dice san Agustín en algun punto de los comentarios a san Juan pero no lo tengo ahora a mano. No creo que en Dios se pueda desvincular voluntad-razón-visión en ningún caso.
Garrigou Lagrange es honesto: reduce toda su teoría de la predestinación a una opinión teológica: "Dios, con respecto a la salvación, ama a unos más que a otros" hasta punto de que a algunos los ama tanto tanto que decide "por su sola voluntad" no salvarlos.
De todas formas es de agradecer que nos digas que Orange es magisterio falible. Ya sabes lo que algunos pensamos sobre el Magisterio falible: obsequio religioso y eso, sí, en tanto que viene de la Iglesia (parte humana) pero sin duda no en tanto que Verdad Divina, por tanto: interpretable y modificable.
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Respecto de la Voluntad salvífica universal de Dios, el hecho es que Dios es Omnipotente.
Por tanto, si esa Voluntad salvífica universal es tan "sincera" que sea consecuente, es decir, absoluta y no condicional, se salvan todos, y punto.
Y si, como de hecho no se salvan todos, resulta que esa Voluntad salvífica universal divina, sincerísima como es, no es consecuente, sino sólo antecedente y condicional, entonces es que con Voluntad consecuente Dios quiere solamente la salvación de algunos, que esos sí, infaliblemente se salvan, porque Dios es Omnipotente.
Ahora bien, los molinistas, que enseñan la predestinación "post praevisa merita", aceptan todo esto, así que yo no veo que el rechazo de la gracia intrínsecamente eficaz se deba a que se toma en serio la Voluntad salvífica universal divina.
La pega del molinismo está en otra parte, a saber, que esos que se salvan infaliblemente porque su salvación es objeto de la Voluntad divina consecuente, y no solamente de la Voluntad divina antecedente, se salvan porque hacen eficaz con su consentimiento la gracia divina, y su salvación es infalible porque Dios eternamente ha previsto en forma infalible, con su "ciencia media", que así lo harían, y por eso precisamente los ha elegido y predestinado.
Y eso es así, porque los molinistas comparten con los calvinistas y los pelagianos el prejuicio según el cual la moción divina por sí misma eficaz de las voluntades creadas destruiría el libre albedrío de éstas.
Saludos cordiales.
Él mismo afirma que las misas cosas que defiende en la polémica no se les pueden decir abiertamente a los fieles aunque sean verdad.
El problema es que esto NO es lo que nos dice Jesucristo, que afirma: "lo que os digo en secreto, voceazlo en las azoteas".
Agustín viene a reconocer que su polémica sobre la predestinación, y su teoría, aunque verdadera (para él) no se debe enunciar directamente en la Iglesia de Dios.
Sus propias palabras:
"61. Respecto a las palabras que siguen, dudo mucho que haya en el pueblo alguien que tenga la fe tan arraigada que pueda oír con provecho las rudas palabras siguientes: "Y los que al presente obedecéis al Señor, si sois de los que, según el decreto de la predestinación, habéis de ser rechazados, se os quitará y no recibiréis la gracia, a fin de que no continuéis siendo obedientes". Decir esto, ¿no es maldecir y profetizar horrendos males? Empero, si es conveniente o necesario hablar algo de los que no perseverarán, ¿por qué no se ha de hablar como ya antes indiqué, de modo que no se dirija directamente la palabra a los que oyen, sino que se hable en general; nunca en segunda persona, sino en tercera, no diciendo: "Vosotros, que ahora obedecéis", etc., sino "los que ahora obedecen", etc., etc.? Cosa no agradable, sino abominabilísima, se dice y cómo se les da en cara de manera ruda y odiosa en demasía a los oyentes al decirles: "Si alguno de vosotros, que aun obedecéis, estáis predestinados a la reprobación, se os quitarán las fuerzas para que ceséis de obedecer". ¿Qué vigor pierde el dogma si en vez de lo anterior se les dice: "Si los que obedecen no están predestinados a su reino y gloria, son fieles temporalmente, pero no perseverarán hasta el fin"? ¿Acaso con esto no se dice lo mismo y aún mejor y más congruentemente? Demás de que al decirlo así no parece que referimos a ellos tan horrendo mal, sino que hablamos de otros, al mismo tiempo que les invitamos a orar para ser preservados de él. Por otra parte, lo mismísimo que dicen esos equivocados hermanos de la predestinación con esas tan rudas palabras se puede decir de la presciencia de Dios, de la que nadie duda ni puede dudar, a saber: "Y los que ahora obedecéis, si Dios en su divina presciencia ha previsto que seréis rechazados, cesaréis de obedecer". Ciertamente, esto es en absoluto verdadero; pero no deja de ser de todo en todo ímprobo, incongruentísimo, importunísimo, no porque sea falso, pero no proficuo ni proporcionado a la debilidad humana.
62. No obstante, esta exposición del dogma de la predestinación, que recomendamos, no me parece suficiente cuando se habla al pueblo cristiano, a no ser que se añadan estas o parecidas palabras: "Y vosotros debéis esperar del Padre de la luces, de quien procede todo don perfecto150, y pedírsela en vuestras cotidianas oraciones; y haciendo esto, confiad en que sois de sus elegidos, porque Él es quien obra y produce en vuestro corazón estas buenas disposiciones. Pero lejos de vosotros el perder la esperanza, porque se os manda que confiéis en El y no en vosotros, pues maldito quien pone en el hombre su esperanza151 y mejor es confiar en el Señor que en el hombre152, porque bienaventurados los que esperan en Él153. Asidos a esta esperanza, servid al Señor con temor y cantad sus alabanzas con temor154, porque nadie puede estar seguro de la vida eterna que el Dios no mentiroso prometió a los hijos de promisión antes de todo tiempo hasta la terminación de esta vida, que es tentación continua sobre la tierra155, pero nos hará perseverar hasta el fin en él, a quien todos los días decimos: No nos dejes caer en la tentación"156. Al decir estas cosas, ya sea a unos pocos, ya a toda la multitud de los fieles, ¿por qué hemos de temer predicar el dogma de la predestinación de los santos y la verdadera gracia de Dios, esto es, la que se nos da no según nuestros méritos, como nos lo enseña la sagrada Escritura? ¿O es que hemos de temer que el hombre desespere cuando se le dice que ponga su esperanza en Dios y que no desesperaría si, lleno de soberbia, el infeliz la pusiera en sí mismo?"
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Es que no es eso lo que dice ahí. No dice que no haya que predicarla, sino el modo en que hay que predicarla. Tampoco dice que no se pueda anunciar a la Iglesia. Lo único que dice es que conviene anunciarla en tercera persona, no dirigiéndose directamente a los presentes, y que además hay que exhortarlos a la esperanza y a la confianza en Dios.
Bueno fuera que San Agustín se tomase todos esos trabajos para predicar en la Iglesia una teoría suya y no una verdad revelada por Dios.
Por el contrario, ahí mismo lo llama "dogma":
"¿Qué vigor pierde el dogma si en vez de lo anterior se les dice: "Si los que obedecen no están predestinados a su reino y gloria, son fieles temporalmente, pero no perseverarán hasta el fin"?"
Por eso concluye, y hablando de la predicación en la Iglesia, no de la teología:
"Al decir estas cosas, ya sea a unos pocos, ya a toda la multitud de los fieles, ¿por qué hemos de temer predicar el dogma de la predestinación de los santos y la verdadera gracia de Dios, esto es, la que se nos da no según nuestros méritos, como nos lo enseña la sagrada Escritura? ¿O es que hemos de temer que el hombre desespere cuando se le dice que ponga su esperanza en Dios y que no desesperaría si, lleno de soberbia, el infeliz la pusiera en sí mismo?""
Y el mismo San Pablo habló de que a los pequeños les daba leche y no carne ¿y por eso estaba contradiciendo al Señor cuando dice que hay que proclamar la Buena Noticia desde los techos?
Una cosa es pedagogía, otra la franqueza propia del evangelizador, y otra cambio de doctrina.
Saludos cordiales.
"El canon 752 habla de otra categoría de enseñanzas de la Iglesia:
Can. 752: Se ha de prestar un asentimiento religioso del entendimiento y de la voluntad, sin que llegue a ser de fe, a la doctrina que el Sumo Pontífice o el Colegio de los Obispos, en el ejercicio de su magisterio auténtico, enseñan acerca de la fe y de las costumbres, aunque no sea su intención proclamarla con un acto decisorio; por tanto, los fieles cuiden de evitar todo lo que no sea congruente con la misma.
A este grupo de doctrinas, según la Nota doctrinal ilustrativa, «pertenecen todas aquellas enseñanzas –en materia de fe y moral– presentadas como verdaderas o al menos como seguras, aunque no hayan sido definidas por medio de un juicio solemne ni propuestas como definitivas por el Magisterio ordinario y universal».
El fiel les debe asentimiento religioso de voluntad y entendimiento. «Estas ayudan a alcanzar una inteligencia más profunda de la revelación, o sirven ya sea para mostrar la conformidad de una enseñanza con las verdades de fe, ya sea para poner en guardia contra concesiones incompatibles con estas mismas verdades o contra opiniones peligrosas que pueden llevar al error» (cf. Nota doctrinal ilustrativa, n. 10). La posición contraria a una de estas doctrinas debe ser considerada como errónea o al menos como imprudente.
Como ejemplo «se pueden indicar en general las enseñanzas propuestas por el Magisterio auténtico y ordinario de modo no definitivo, que exigen un grado de adhesión diferenciado, según la mente y la voluntad manifestada, la cual se hace patente especialmente por la naturaleza de los documentos, o por la frecuente proposición de la misma doctrina, o por el tenor de las expresiones verbales», según el documento mencionado."
//www.iuscanonicum.org/index.php/la-funcion-de-ensenar/otros-articulos/519-los-grados-del-magisterio-de-la-iglesia.html
No es exacto decir que se trata de una fe humana, porque entonces no tendría simplemente razón de ser. Es una fe basada en la autoridad que la Iglesia tiene recibida de Dios, y en la asistencia del Espíritu Santo a la Iglesia, por eso es asentimiento religioso interno.
Saludos cordiales.
Cito a la Enciclopedia Católica, justamente:
"Cuando el papa Bonifacio II ratificó los decretos al año siguiente (530) el Sínodo de Orange fue elevado al rango de concilio ecuménico. Fue el triunfo final del ya fallecido Agustín , “Doctor de la Gracia”."
//ec.aciprensa.com/wiki/Semipelagianismo
Saludos cordiales.
Sí, me he cuidado de decir que Molina tenía el escrúpulo de salvaguardar el libre albedrío, pero que no es esa la preocupación de los que creemos, con san Francisco de Sales, que la predestinación post praevisa merita es la opinión más problable.
El problema no es la elección, sino la reprobación. Que no todos se salvan está manifiesto en la Escritura, que nadie se salva sino por gracia también, que Dios quiere que todos los hombres se salven, igualmente.
Los que aceptan una reprobación puramente negativa y antecedente (no-elección) terminan aguando la voluntad universal salvífica de Dios y constituyendo dos humanidades paralelas e infinitamente separadas a priori: electos y no electos.
San Agustín lo tenía muy claro: si ahora tienes Fe, pero no eres elegido, yaaa dejarás de tener Fe, tranquilo. Pero decía que esto no debe decirse (De dono perseverantiae).
Tu argumento de la Omnipotencia de Dios no cierra porque Dios es muchas cosas en sí mismo, infinitamente consideradas en cuanto atributos divinos, pero de cara a nosotros algunos atributos superan a otros, aunque en sí sean infinitos. De cara a nosotros la misericordia sobrepuja a la justicia, y prueba de ello es Cristo. La Omnipotencia se manifiesta de alguna manera determinada. Por ejemplo: hemos sido redimidos de una sola forma, y encima no necesaria en sí, sino sólo apropiada. A la Omnipotencia de Dios le convendría màs el habernos redimido no de una forma, sino de todas las formas posibles y no contradictorias según tu argumento. Pero de hecho no es así. A la Omnipotencia de Dios no conviene necesariamente el salvar a todos por el mero hecho de que su voluntad sea salvarlos, sino más bien redimir a todos, como de hecho es, y no excluir de su auxilio a ninguno, como de hecho también es.
Vuelvo a Orange: la voluntad manifestada por la Iglesia con respecto a ese sínodo local es condenar el semipelagianismo y NO ES elevar a dogma la predestinación ante praevisa merita. Si tú pretendes que la ecumenicidad de Orange implica la dogmatización de la predestinación ante praevisa merita debes demostrarlo. La ecumenicidad de Orange es la condena del semipelagianismo, esa es la voluntad manifestada de la Iglesia en virtud de la cual debe aceptarse Orange. Pero Orange no es la definición de la doctrina de san Agustín como infalible. ¿Ok?
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Ya he dicho que la doctrina de la gracia intrínsecamente eficaz no es dogma de fe sino doctrina católica, precisamente por el Concilio de Orange. Ha sido Ud. el que ha dicho que este Concilio, por el cual el semipelagianismo es reconocido como herejía en toda la Iglesia, gracias a la aprobación papal, era falible, sin más.
En cuanto a la Omnipotencia, el asunto es sencillo. Si Dios puede hacer que todos se salven, y quiere sin más que todos se salven, entonces todos se salvan, y punto.
Porque si Dios, con toda su Voluntad y sin restricción alguna, quiere que todos se salven, y no todos se salvan, entonces Dios no es Omnipotente, obviamente, porque querría sin más algunas cosas que sin embargo no las podría lograr.
Porque la Omnipotencia, como dice el Catecismo de San Pio X, es poder hacer todo aquello que se quiere hacer.
Por supuesto que Dios puede "restringir" de algún modo su Voluntad de que todos se salven, y eso es justamente la Voluntad divina antecedente, que es condicional: que todos se salven, si mueren en gracia de Dios, por ejemplo.
Pero con condicionales no se hace nada, hace falta la Voluntad divina categórica, absoluta, simple, consecuente.
Y ésa no es de que todos se salven, porque repito, en ese caso, sin más, se salvarían todos, y si no, Dios no sería Omnipotente.
Pero si por Voluntad consecuente ha querido sin más la salvación de solamente algunos, ¿qué pasa con los otros?
Pues que con esa misma Voluntad no ha querido su salvación.
Si se quiere evitar esto, hay que decir, ya contradictoriamente con el concepto mismo de "elección", que Dios ha elegido a todos.
Bien. ¿Y todos se salvan? No. ¿Y entonces? ¿Los eligió a todos de la misma manera? Entonces, no es Omnipotente. ¿No los eligió a todos de la misma manera? ¿Y para qué dar esta vuelta, entonces, si al final se termina en lo mismo que se venía criticando?
Y hasta aquí ni los mismos molinistas han objetado nada.
El problema, de nuevo, se plantea recién ahora: ¿cómo es que estos que se salvan, se salvan libremente, si se salvan infaliblemente, en virtud de la elección de la Voluntad divina consecuente?
Y ahí están las dos respuestas: la tomista, que dice que Dios produce en nosotros los actos libres de nuestra voluntad, y la molinista, que dicen que eso es imposible y que por eso sostienen que nuestra voluntad hace eficaz a la gracia divina.
Lo que pasa es que algunos se ponen en contra hasta de los mismos molinistas, y dicen que Dios no elige a los que se han de salvar, sino que ofrece más o menos la misma gracia a todos, y se salvan los que responden positivamente a esa gracia.
Bien, pero de nuevo ¿qué es lo que Dios quiere aquí? Ésa es la pregunta que todo el mundo se olvida de hacer, igual que en el caso de la condenación eterna del pecador finalmente impenitente. ¿Quiere Dios que todos se salven? Otra vez. ¿Con qué Voluntad, antecedente o consecuente? Es el mismo problema de nuevo.
¿O qué, vamos a decir que Dios no tiene Voluntad consecuente ninguna, sino que sólo quiere condicionalmente que todos se salven si aceptan la gracia de Dios, y luego se atiene simplemente a los resultados?
Esto también va contra la Omnipotencia divina, porque la misma es contraria a toda "lotería" o resultado azaroso para Dios. Dios Omnisciente y Omnipotente controla absolutamente todo lo que ocurre en la Creación. Nada lo sorprende, no aprende nada, no descubre nada, no se le escapa nada ni nada se sale un solo milímetro de su plan eterno. Si no, no es Dios.
Si los que se salvan efectivamente se salvan al margen de la Voluntad divina, entonces también se salvan al margen de la Causalidad divina. Dios no es Causa Primera de su salvación. Y eso es pelagianismo puro.
San Francisco de Sales pasó por una gran angustia hasta que se decidió en contra del tomismo, pero supuesto que esta angustia sea justificada, que no lo es, en el tomismo ¿deja de ser justificada en cualquier otro sistema que no asegure la salvación de todos?
No, porque si es por eso, siempre me voy a poder preguntar si estoy o no del lado de los que se salvan, a no ser que profese la salvación de absolutamente todos, que obviamente no es cristiana.
Saludos cordiales.
"En su armoniosa juventud, reflexionando sobre el pensamiento de san Agustín y de santo Tomás de Aquino, tuvo una profunda crisis que lo indujo a interrogarse sobre su salvación eterna y sobre la predestinación de Dios con respecto a sí mismo, sufriendo como verdadero drama espiritual las principales cuestiones teológicas de su tiempo. Oraba intensamente, pero la duda lo atormentó de tal manera que durante varias semanas casi no logró comer ni dormir bien. En el culmen de la prueba, fue a la iglesia de los dominicos en París y, abriendo su corazón, rezó de esta manera: «Cualquier cosa que suceda, Señor, tú que tienes todo en tu mano, y cuyos caminos son justicia y verdad; cualquier cosa que tu hayas decidido para mí...; tú que eres siempre juez justo y Padre misericordioso, yo te amaré, Señor (...), te amaré aquí, oh Dios mío, y esperaré siempre en tu misericordia, y repetiré siempre tu alabanza... ¡Oh Señor Jesús, tu serás siempre mi esperanza y mi salvación en la tierra de los vivos!» (I Proc. Canon., vol. I, art. 4). A sus veinte años Francisco encontró la paz en la realidad radical y liberadora del amor de Dios: amarlo sin pedir nada a cambio y confiar en el amor divino; no preguntar más qué hará Dios conmigo: yo sencillamente lo amo, independientemente de lo que me dé o no me dé. Así encontró la paz y la cuestión de la predestinación —sobre la que se discutía en ese tiempo— se resolvió, porque él no buscaba más de lo que podía recibir de Dios; sencillamente lo amaba, se abandonaba a su bondad. Este fue el secreto de su vida, que se reflejará en su obra más importante: el Tratado del amor de Dios."
//www.vatican.va/content/benedict-xvi/es/audiences/2011/documents/hf_ben-xvi_aud_20110302.html
Por supuesto que sí, si la Voluntad de Dios sin más, sin restricción alguna, es salvarlos a todos, entonces a la Omnipotencia divina le corresponde salvarlos a todos, porque la Omnipotencia es, como dice el Catecismo de San Pío X, poder hacer todo lo que se quiere hacer, de modo que si Dios quiere sin más algo, eso se hace, y si queriendo sin más Dios algo, eso no se hiciese, es claro que Dios no sería Omnipotente.
¿Se dirá que si Dios quiere sin más algo, puede hacerlo, pero de ahí no se sigue que lo haga? Pero si puede hacerlo, entonces que lo haga o no depende de que lo quiera hacer, o no. Y estamos en la hipótesis de que quiere hacerlo. Entonces, lo hace.
Y si no depende solamente de que Dios quiera hacer algo el que de hecho lo haga, entonces Dios no es Omnipotente. Porque entonces podría pasar que Dios quisiese algo, y otra cosa distinta del mismo querer divino le impidiese hacerlo. Eso, obviamente, no es la Omnipotencia.
Si "no hay nada imposible para Dios", entonces para que Dios haga algo hace falta solamente una cosa: que quiera hacerlo. Pero quiere, dicen, sin más y sin restricción alguna de su Voluntad, que todos se salven. Si eso es verdad, entonces lo hace, se salvan todos. Pero no se salvan todos. Entonces la Voluntad con que Dios quiere que todos los hombres se salven no es la misma Voluntad con que ha querido que el mundo exista, y que se salven los que de hecho se salvan. Porque lo primero no sucede, lo segundo, sí.
Saludos cordiales .
Desde ese cuasi infierno les hablo, atrapado entre el querer escapar y el deber permanecer , ahogado por una depresión colectiva dantesca, sumido en la más cruel desesperanza, despertando cada día a una cruel pesadilla. Contando día a día cómo una ideología falaz me ha robado los mejores veinte años de mi vida.
La peor de las miserias es sentir claustrofobia respecto del propio país. El despertar en la madrugadas con tal sensación de angustia, de ahogo, de querer irremediablemente, como sea, traspasar los linderos de una ideología que carcome la existencia. Afortunadamente la web, aún no totalmente censurada por el régimen, posibilita una vía de escape virtual hacia el mundo "externo" posible, del cual, con todos los defectos, vicios y limitaciones que se le puedan adosar, el Estado democrático de Derecho es la única opción actual ante el neomarxismo.
Con la inflación porcentuada en miles y los precios subiendo cada hora y duplicándose en semanas, el salario básico es prácticamente inexistente. Sería, comparativamente, como si en España, en función del ingreso mínimo actual, una docenas de huevos o un kg. de carne costasen 900 e, un envase de gas propano 1600 e y una pastilla de jabón de baño 80 e. ¿Imposible sobrevivir así verdad? Eso mismo nos preguntamos nosotros, y sin embargo por puro milagro subsistimos. Es como si al español le rebajasen el ingreso mínimo a 5 euros y por puro "amor" el gobernante les "regalase" 10, además de desperdigar dinero y recursos por las estructuras del partido político oficialista, para generar la rapiña social por los bienes de consumo urgidos, en degradación moral por la prevalencia del más primitivo instinto de sobrevivencia y la sumisión forzada e indigna a una ideología a la que por estarte matando le agradeces la vida. Ese es el proceder criminal del marxismo-leninismo.
Así es que desde hace seis años, cuando asumieron el poder los segundones radicales, mínimos en la más elemental sensatez política pero máximos en ambición de poder, empecinados absurdamente en hacer de Venezuela el epicentro del resurgimiento del marxismo-leninismo, aupados y financiados desde Pekín, Moscú y Seul, se aceleró exponencialmente el proceso de degradación que hoy tienta linderos de implosión definitiva.
Venezuela, un Estado paria con un gobierno desconocido por las principales democracias del mundo y al filo de la conflagración fratricida, que gracias a Dios y a los buenos oficios de la comunidad internacional aún no es otra Corea del Norte, barajándose a nivel diplomático la restitución de Estado de Derecho y la celebración de elecciones generales democráticas y libres.
Siendo desde aquí, desde este estado de precariedad, finiquitada mi pequeña empresa de asesoría y soluciones tecnológicas, cerrado mi sitio web, dañados el vehículo , pc y otros instrumentos de trabajo, sin poder ejercer en forma lo que he estudiado, ejerciendo a penas los oficios de adolescente aprendidos de mis queridos salesianos, resumido a la más visceral condición de sobrevivencia -llevada al extremo por la actual pandemia mundial-, es que apelo a tu solidaridad humana y caridad cristiana, en la afirmación de que si no fuese absolutamente prioritario, jamás lo haría, La humildad también obliga a reconocernos como sujetos pasivos de esas situaciones en los que la necesidad impone el llamado a la caridad cristiana.
Un poco, lo poquito que pueda usted aportarme sería muchísimo, no sólo en su valor relativo material, sino también en su significado moral. Dios les retribuirá. Correo: [email protected]
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EN efecto, dice Santo Tomás en Ia, q. 21, a. 1:
"Hay una doble especie de justicia. Una consistente en el mutuo dar y recibir, por ejemplo, la compraventa, la intercomunicación, la conmutación. En V Ethic. es llamada por el Filósofo justicia conmutativa o reguladora de conmutaciones o comunicaciones. Esta justicia no le corresponde a Dios, porque tal como dice el Apóstol en Rom 11,35: ¿Quién le dio primero para que le tenga que devolver? La otra, consiste en la distribución. Es llamada justicia distributiva, por la cual el que manda o administra da a cada uno según su dignidad. Así como una correcta organización de la familia o de cualquier multitud gobernada, demuestra que hay dicha justicia en quien manda, así también el orden del universo, que aparece tanto en las cosas naturales como en las voluntarias, demuestra la justicia de Dios. Por eso dice Dionisio en el c.8 De Div. Nom.: Es necesario ver que la justicia de Dios es verdadera en el hecho de que da a cada uno lo que le corresponde según su dignidad, y que mantiene la naturaleza de cada uno en su lugar y con su poder correspondiente."
Por eso, por su justicia, es decir, justicia distributiva, que es la única que puede haber en Él, porque no puede recibir nada de nadie, Dios da a cada uno lo que le corresponde, y por tanto, premios y castigos a los que los merecen, así como por su misericordia, perdona los pecados de los que se arrepienten.
Saludos cordiales.
Aclarar que mis preguntas no son para tratar de contender sino que sinceramente no lo entiendo de todo bien esta parte. Saludos igualmente.
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Lo que dice Santo Tomás es que la justicia divina no puede ser conmutativa porque ésta implica un mutuo dar y recibir, y Dios no puede recibir nada. Es entonces distributiva, y consiste en darle a cada una de las cosas creadas lo que le corresponde. Eso, en el plano de las acciones de las creaturas racionales, quiere decir el premio o el castigo. Pero aclara Santo Tomás que tampoco aquí es que Dios le deba propiamente algo a las creaturas, sino más bien a Sí mismo, al orden de su propia Bondad y Sabiduría.
Aclaremos también que de hecho, como el fin para el que Dios nos ha creado es sobrenatural y sólo se alcanza mediante la gracia divina, también nuestros méritos son dones de Dios mediante su gracia, pues sólo con ella y por ella podemos actuar en forma meritoria en orden a la salvación.
Gracias por el "link".
Saludos cordiales
1. ¿Puede un alma que está en el infierno arrepentirse y querer ir al cielo (aunque no vaya a poder, obviamente, ir al cielo)?
2. El Evangelio dice 'No todo el que diga "Señor, señor" se salvará' y cuando habla de la puerta estrecha, muchos dirán al Señor que les abra pero él no querrá. ¿Significa esto que habrá gente que quiera ir al cielo pero Dios no les dejará entrar? Supongo que si uno se arrepiente de verdad de todos sus pecados y pide perdón sinceramente Dios lo salvará, o sea que ¿los que querrán salvarse pero no podrán porque Dios no les dejará son todos pecadores impenitentes?
3. Si un alma que está en el infierno quiere dejar de existir, ¿por qué Dios no lo permite? Entiendo que si no quiere dejar de existir Dios mantenga su existencia, pero si quiere dejar de hacerlo, ¿por qué Dios lo impide?
Se podría aducir que es, por ej. en el caso de los demonios para sacar un mayor bien de su maldad, pero una vez pasado el Juicio Final ¿qué sentido tiene que sigan existiendo eternamente?
4. ¿Hay fuego en el infierno en el sentido de tortura espiritual externa (no solo como símbolo del remordimiento)? Después del Juicio Final seguro, por lo que dice la Biblia, pero ¿antes? Yo eso me lleva a:
5. ¿En qué se diferencia el infierno de la actualidad del lago de fuego y azufre del Apocalipsis? ¿Son el mismo?
Saludos.
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La Iglesia enseña que con la muerte termina el tiempo de merecer, es decir, de hacer méritos o contraer culpas. La voluntad del que muere queda fijada para siempre sea en el estado de gracia y amistad con Dios, sea en el estado de pecado mortal.
Por eso, no hay arrepentimiento posible para los condenados, sean demonios o seres humanos.
El que de verdad quiere salvarse, quiere arrepentirse, porque "el que quiere realmente el fin, quiere los medios". Y el que por la gracia de Dios quiere de verdad arrepentirse, se arrepiente, porque el arrepentimiento es un acto de la voluntad, es de esas cosas que dice San Agustín que basta quererlas (de verdad) para tenerlas. En ese sentido, entonces, nadie que quiera de verdad arrepentirse se condena.
Lo que impide a las almas humanas dejar de existir es su propia naturaleza, que al ser inmaterial, es incorruptible. Solamente Dios, que les ha dado el ser, podría aniquilarlas, pero entonces iría contra su Sabiduría y Bondad, pues si les ha dado una naturaleza inmortal, es para que existan para siempre.
El sentido de la condenación eterna es la satisfacción de la Justicia divina, pues el pecado es ofensa a Dios, y la magnitud de la ofensa se mide por la dignidad de la persona ofendida, que en el caso de Dios es infinita, por lo que el pecado mortal merece una pena en cierto modo infinita, como es la del Infierno eterno.
Según la fe católica, las almas de los condenados, ya antes del Juicio Final, sufren la pena de daño, que es la pérdida de la visión de Dios, y la pena de sentido, que es el fuego del Infierno. Sobre la naturaleza de ese fuego no hay definición de la Iglesia que yo sepa, pero se excluye que sea puramente metafórico.
En el Apocalipsis el lago de fuego y azufre es donde son arrojados el Dragón, que es Satanás, la Bestia, que es el Anticristo, y el Falso Profeta, estos dos últimos han de ser seres humanos, porque el Anticristo se opone a Cristo, que es hombre.
Es evidente que a los tres les corresponde la condenación eterna del infierno, pues lo que dice el Apocalipsis da a entender que la Bestia y el Falso Profeta mueren sin arrepentirse. Del diablo ya sabemos que no se puede arrepentir, porque la libertad angélica se decide definitivamente con una sola elección, a diferencia de la humana.
Y de hecho dice en Ap. 20, 10:
"Y el diablo que los engañaba fue arrojado al lago de fuego y azufre, donde también están la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos."
Así que parece que sí, el lago de fuego o es el Infierno o es una parte del mismo.
De paso esta parte del Apocalipsis, por lo dicho, es bastante problemática para los que dicen que posiblemente no haya condenados, al menos humanos. ¿Sostienen que el Anticristo y el Falso Profeta se arrepentirán, contra lo que dice el mismo Apocalipsis?
Parece también que a Dante lo extravió un tanto su genio poético, porque pone a Satanás en medio de un lago de hielo. :)
Saludos cordiales.
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