Coronavirus y castigo divino
Si Dios es Omnipotente, todo lo que sucede depende de Él.
En efecto, si algo no dependiese de Él, no sería Omnipotente.
Porque en esa hipótesis, habría algo que, al no depender de Dios, podría no darse, aunque Dios quisiese que se diese, o podría darse, aunque Dios quisiese que no se diese.
Y entonces no sería verdad que Dios puede todo lo que quiere, o sea, no sería verdad que Dios es Omnipotente.
Porque decir que Dios es Omnipotente es decir que puede todo lo que quiere (y puede querer todo lo que no implica contradicción).
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Ahora bien, que todo dependa de Dios no quiere decir que Dios sea causa de todo. Dios no es causa del pecado.
Pero sí debe permitirlo, para que el pecado pueda ocurrir. Eso quiere decir que la permisión divina es condición de posibilidad del pecado.
Lo que el Omnipotente no permite, no ocurre.
“Causa” y “condición” no son lo mismo. La causa es “lo que influye el ser en otro”, la condición es “aquello sin lo cual algo no es posible”. Se puede ser condición y no ser causa: el oxígeno es condición de la vida pero no la causa, un cadáver puede estar muy rodeado de oxígeno. Pero sin oxígeno, seguro que nos transformamos en cadáveres.
Así es como Dios controla todo: por la causación o por la permisión, y fuera de estas dos elecciones divinas, no sucede absolutamente nada en el mundo.
Cuando Dios quiere una buena acción del hombre, elige que el hombre haga libremente esa acción; cuando permite el pecado del hombre, no elige el pecado, sino que elige permitirlo.
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Por eso mismo ha sido de todo punto de vista necesario distinguir en Dios una Voluntad antecedente y una Voluntad consecuente. Porque Dios no quiere, sin duda, que pequemos, y sin embargo, pecamos. ¿Qué pasa entonces con la Omnipotencia divina?
Pasa que Dios es Omnipotente, y por tanto, lo que quiere categórica y simplemente, se hace sin más, y lo que quiere en forma condicionada, se hace si se cumple la condición, y si no, no se hace. Lo primero es lo que Dios quiere con Voluntad consecuente; lo segundo, lo que quiere con voluntad antecedente.
¿Y de qué puede depender el cumplimiento de esa condición de la que depende la Voluntad divina antecedente? De nuevo, no puede depender de algo que no dependa a su vez de Dios, porque eso no existe.
En definitiva, el cumplimiento de la condición de la que depende la Voluntad divina antecedente depende de lo que la misma Voluntad de Dios quiere permitir en lo creado.
Así se cumple lo que dice San Pablo en la Carta a los Romanos, cap. 11, v. 36:
“Porque de Él, por Él, y para Él son todas las cosas. A Él la gloria por los siglos. Amén.”
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Por tanto, la peste del coronavirus se puede deber a la malicia humana, o a algún accidente de laboratorio, o a algún fenómeno natural, no importa: cae dentro del Plan providencial de Dios, depende de Dios, que podría perfectamente haberla evitado.
A los católicos, y especialmente a los discípulos de Santo Tomás de Aquino, no hace falta avisarles que existen las leyes naturales, que existen las casualidades o accidentes, o que existen las catástrofes naturales, o que existe el mal uso que el ser humano hace de su libre albedrío.
Todo eso son las causas segundas, que sin duda que tienen su consistencia y actividad propias, pero se subordinan inevitable y totalmente a la Causa Primera Omnipotente, que quiere o permite, como se dijo.
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¿Y qué sentido puede tener, en el plan de Dios, el coronavirus?
Curiosamente, lo menos cruel de todo es decir que se trata de un castigo divino por nuestros pecados.
Porque supongamos que no lo es, y que es, por ejemplo, solamente un intento de llamar nuestra atención … ¿de ese modo? ¿Con todas esas muertes y esos sufrimientos de tantas personas?
¿No sería más lógico llamar “cruel” a semejante procedimiento de comunicación, si fuese solamente eso, que a la aplicación de la justa pena (temporal, además, que no eterna) por el pecado?
Donde está el castigo, está la justicia, y está el orden moral, está el bien. La pura catástrofe sin castigo, sin justicia, sin orden moral, o es el puro sinsentido del mal, o es, peor, la crueldad gratuita.
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En todo castigo hay dos componentes o aspectos: uno perjudicial y doloroso, que por eso mismo, es un mal, y otro que restablece el orden de la justicia, y que por eso mismo, es un bien.
El bien nunca es simplemente permitido por Dios, sino que es querido directamente por Él. Por eso el castigo, en tanto implica un restablecimiento del orden de la justicia, es querido directamente, y no solamente permitido, por Dios.
Lo que pasa es que muchas veces la palabra “permisión” viene a la mente cuando queremos expresar la idea de que para un Dios Omnipotente ningún mal que ocurre en la Creación puede ser algo imprevisto, superviniente, algo que escape al control de la Providencia divina infalible.
Pero, en el caso del castigo divino, es más que eso, no es que Dios solamente lo permita, sino que lo quiere directamente. Lo único que Dios permite sin quererlo es el pecado de los ángeles y los hombres.
A nosotros nos parece que, por el contrario, el pecado es cosa de poca monta, lo que sería verdaderamente inaceptable sería el castigo divino por el pecado…
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Sin duda que Dios nos está hablando mediante esta plaga, pero nos habla ante todo mediante el castigo mismo, mediante la pena temporal que busca restablecer en algo el orden de la justicia tan bárbaramente pisoteado por la humanidad en los últimos tiempos.
Desde 1921, fecha en que la URSS legalizó el aborto, hasta el día de hoy, han sido abortados unos mil millones (1.000.000.000) de seres humanos inocentes.
http://www.johnstonsarchive.net/policy/abortion/wrjp3318.html
Hoy, 25 de Marzo, celebramos la Anunciación del Ángel a María Santísima, cuando el Verbo de Dios fue concebido como hombre por obra y gracia del Espíritu Santo.
Por eso se celebra hoy también el Día del Niño por Nacer, en memoria de todos esos niños concebidos a los que nuestra cultura de la muerte no permite nacer, al mismo tiempo que es incapaz de dejar pasar diez minutos sin hablar de los Derechos Humanos.
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Y eso es solamente un aspecto, una página, un capítulo del libro de las rebeldías humanas contra Dios y contra la ley moral natural acumuladas en las últimas décadas.
Hemos visto adorar al ídolo de la Pachamama en los jardines del Vaticano.
Eso solo hubiese bastado para que los Profetas bíblicos saliesen corriendo y dando gritos, y lo sabemos.
Hemos presenciado la relativización de la ley moral propugnada por altas jerarquías de la Iglesia.
Y eso ha sido solamente el toque final de un proceso que hace décadas viene acumulando corrupción, ante todo doctrinal, en el interior de la Iglesia, en el cual ha jugado y sigue jugando un papel esencial la herejía modernista.
Tenemos en la sociedad, ya no la promoción, sino la imposición de la homosexualidad, especialmente a los niños mediante el sistema educativo.
Sabemos de una red homosexual clerical en la Iglesia.
Ahora se está legalizando la eutanasia, y ya han salido voces a favor de legalizar la pedofilia.
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Ante este panorama, parece claro que se está cumpliendo a la letra lo que el libro de la Sabiduría le dice a Dios, en los capítulos 11 y 12:
“Tu inmenso poder está siempre a tu disposición, ¿y quién puede resistir a la fuerza de tu brazo? El mundo entero es delante de ti como un grano de polvo que apenas inclina la balanza, como una gota de rocío matinal que cae sobre la tierra. Tú te compadeces de todos, porque todo lo puedes, y apartas los ojos de los pecados de los hombres para que ellos se conviertan. Tú amas todo lo que existe y no aborreces nada de lo que has hecho, porque si hubieras odiado algo, no lo habrías creado. ¿Cómo podría subsistir una cosa si tú no quisieras? ¿Cómo se conservaría si no la hubieras llamado? Pero tú eres indulgente con todos, ya que todo es tuyo, Señor que amas la vida, porque tu espíritu incorruptible está en todas las cosas. (…) Por eso reprendes poco a poco a los que caen, y los amonestas recordándoles sus pecados, para que se aparten del mal y crean en ti, Señor. Como eres justo, riges el universo con justicia, y consideras incompatible con tu poder condenar a quien no merece ser castigado. Porque tu fuerza es el principio de tu justicia, y tu dominio sobre todas las cosas te hace indulgente con todos. Tú muestras tu fuerza cuando alguien no cree en la plenitud de tu poder, y confundes la temeridad de aquellos que la conocen. Pero, como eres dueño absoluto de tu fuerza, juzgas con serenidad y nos gobiernas con gran indulgencia, porque con sólo quererlo puedes ejercer tu poder.”
Es decir, es muy moderado, como castigo, el coronavirus, si atendemos a probable tasa de mortalidad, aunque eso mismo es poco claro hoy por hoy.
Véase además en este texto el sentido medicinal que tiene el castigo divino temporal:
“Por eso reprendes poco a poco a los que caen, y los amonestas recordándoles sus pecados,
para que se aparten del mal y crean en ti, Señor.”
¿Y si mediante el castigo temporal Dios nos evita el castigo eterno del infierno, que no tiene nada de medicinal, sino sólo de pura restauración de la justicia?
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¿Y qué pasa con los inocentes que mueren hoy por el coronavirus? ¿Son también castigados por Dios?
Ante todo, recordar que según nuestra fe, sólo Nuestro Señor Jesucristo y su Madre María Santísima son inocentes. Todos los demás, después del pecado de Adán, nacemos con el pecado original, como dice el Salmo 50: “Mira que en la culpa nací, pecador me concibió mi madre”.
Por eso, los únicos inocentes de que se puede tratar aquí son aquellos a los que por el Bautismo se les ha borrado el pecado original y están en gracia de Dios, sea porque no han cometido pecados mortales, sea porque los han cometido y se han arrepentido y recibido la absolución del sacerdote, o en su defecto, han podido hacer un acto de perfecta contrición.
Es de fe que los que mueren en ese estado se salvan, sea que vayan directamente al Cielo o que tengan que pasar antes por el Purgatorio.
¿En su caso no se podría hablar de “castigo"? Hay que recordar que por el pecado original se merece también una pena temporal además de la pena eterna. De hecho, la muerte y las enfermedades son consecuencia del pecado original, y son penas temporales. Y no dejan de sufrir estas penas los bautizados que están en gracia de Dios, de donde se puede deducir que tampoco son perdonadas por el Bautismo, el cual perdona solamente la pena eterna debida al pecado original.
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En realidad, esto habría que haberlo puesto al comienzo de todo el “post”: todos vamos a sufrir la pena temporal por el pecado original, que es la muerte. Lo del “coronavirus” es nada más que una forma particularmente llamativa de aplicarse ese castigo, y lo de “llamativa” se debe en parte a su repercusión en los medios y al paro mundial que ha provocado. Pero en esencia, es lo mismo que nos espera a todos.
Los cristianos esperamos, según nuestra fe, que la muerte nos alcance en gracia de Dios y nos abra así la entrada a la vida eterna.
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Por supuesto, todas estas cosas son verdaderas, y hay que decirlas. Luego de decirlas, el que las dice, contemplando su propia fragilidad y pecaminosidad, debe suplicar a Dios su gracia y su misericordia, y a los hermanos que se unan a esa súplica, por él y por todos.
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Por otra parte, todo lo que hemos dicho se aplica igualmente a todos los otros azotes que día a día o periódicamente afligen a la humanidad. Pero lo hemos dicho a propósito del coronavirus, y eso se debe, pienso, al carácter absolutamente excepcional del paro de actividades humanas a nivel planetario que ha implicado, por primera vez, sin duda, en la historia de la humanidad.
Un paro planetario que origina grandes interrogantes para el futuro próximo, porque no pensamos que la civilización terrestre, ni tampoco un país particular, pueda resistir demasiado tiempo sin trabajo, sin comercio, sin producción de bienes, es decir, sin una actividad económica razonable.
Eso parece más preocupante, a la larga, que la enfermedad misma, y debe hacer que nos preguntemos qué proyectos pueden aparecer en un horizonte tan particular y a qué finalidades pueden servir, desde que no estamos autorizados ni por la experiencia histórica ni por la fe a creer en la inocencia absoluta de los grandes poderes de este mundo.
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Postscriptum: Precisiones sobre los males de esta vida y el castigo divino.
Si Dios hubiese creado al hombre en un estado de pura naturaleza, como es natural que una naturaleza finita falle a veces y sufra a veces algunos males, entonces podría pensarse que no necesariamente, en ese caso, la permisión divina del mal sería equivalente siempre a un castigo divino, y que Dios podría permitir que el mal afectase a una creatura racional inocente, simplemente porque Dios respeta el carácter natural de esa creatura, de suyo finita y pasible de ser afectada por diversos males.
Santo Tomás enseña que Dios no está obligado a evitar todos los males que afectan a las creaturas, precisamente porque no es una exigencia de las naturalezas creadas como tales el verse libres de todo mal, sino más bien lo contrario, por su misma finitud están abiertas a la posibilidad del mal.
Dice en efecto en Ia, q. 22, a. 2, ad 2um:
“No sucede lo mismo en quien cuida algo concreto que en quien cuida de todo. Pues quien cuida de lo particular, en la medida de lo posible evita los defectos; quien cuida de todo permite que en algo concreto aparezca algún defecto para que no desaparezca el bien del todo. Por eso, en las cosas naturales se dice que las corrupciones y los defectos van contra la naturaleza particular; y, sin embargo, entran dentro del plan de la naturaleza universal en cuanto que un defecto en uno es un bien en otro o en el todo; pues la corrupción de uno conlleva la generación de otro, y así se conserva la especie.
Así, pues, como Dios es el previsor universal de todo ser, a su providencia pertenece el que permita la existencia de algunos defectos en cosas concretas para que no se pierda el bien del universo entero. Pues si se impidieran muchos males, muchos bienes desaparecerían del universo. Ejemplo: No existiría la vida del león si no existiera la muerte de animales; no existiría la paciencia de los mártires si no existiera la persecución de los tiranos. Por eso dice Agustín en el Enchirid.: De ningún modo hubiera permitido Dios omnipotente la presencia del mal en sus obras, de no ser tan bueno y poderoso que del mal pudiera sacar un bien.”
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Ahora bien, en la realidad de las cosas el ser humano no ha sido creado en estado de naturaleza pura, sino que ha sido ordenado a un fin sobrenatural, y ha sido puesto en el mundo en el estado de “justicia original”, anterior al pecado de Adán, que implicaba una serie de privilegios muy señalados por comparación a lo que exige y reclama la mera naturaleza humana.
Según J. Ibáñez y F. Mendoza, autores de “La fe divina y católica de la Iglesia” (Ed. Magisterio Español, S.A., Zaragoza, 1978, cfr. p. 94), el estado de justicia original comportaba la ausencia de concupiscencia, la inmortalidad corporal, y la ausencia de penas corporales. Dan la segunda característica como “de fe divina y católica definida”, y la primera y tercera como “teológicamente ciertas”.
A la tercera la apoyan en Gen 3, 16 – 19:
“16 A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti. 17 Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. 18 Espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo. 19 Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás.”
y en el siguiente pasaje del Concilio de Trento:
“Si alguno afirma que la prevaricación de Adán le dañó a él solo y no a su descendencia; que la santidad y justicia recibida de Dios, que él perdió, la perdió para sí solo y no también para nosotros; o que, manchado él por el pecado de desobediencia, sólo transmitió a todo el género humano la muerte y las penas del cuerpo, pero no el pecado que es muerte del alma: sea anatema, pues contradice al Apóstol que dice: Por un solo hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así a todos los hombres pasó la muerte, por cuanto todos habían pecado [Rom. 5, 12; v. 175].”
Por el cual el Concilio da por supuesto que por el pecado original Adán trasmitió a sus descendientes la muerte y las penas del cuerpo, y niega que haya sido solamente eso lo que les trasmitió, sino que, dice, trasmitió también, y sobre todo, a su descendencia el pecado, que es muerte del alma.
Antes han explicado estos autores que “teológicamente cierta” es
“toda verdad que, sin contenerse formalmente en la Revelación, tiene conexión necesaria con una verdad revelada, ya sea por vía de deducción (conclusión teológica), ya sea como presupuesto necesario (algunas verdades filosóficas que son preámbulos necesarios de la fe y los hechos dogmáticos), ya sea por su finalidad (leyes o decretos disciplinares, aprobación de órdenes religiosas y canonización de santos). (…) La proposición contraria se llama error en teología”. (p. 15).
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Por lo tanto, si el estado de justicia original anterior al pecado de Adán excluía la muerte y las penas del cuerpo, resulta que todo ello, muerte, enfermedades, etc., si bien en sí mismas son algo natural, de hecho y en concreto, históricamente, son consecuencia del pecado original, y eso quiere decir, que son pena, castigo, por el pecado original.
Es lo que dice Santo Tomás de Aquino en Ia IIae, q. 85, a. 5:
“¿Son efecto del pecado la muerte y demás males corporales? (…) Respondo: Una cosa es causa de otra de dos modos: directa e indirectamente. Es causa directa de otra aquello que por virtud de su naturaleza o forma produce el efecto: por donde se sigue que el efecto es directamente intentado por la causa. Por consiguiente, dado que la muerte y estos males acaecen al margen de la intención del que peca, es evidente que el pecado no es causa directa de estos males.
Mas una cosa es causa indirecta de otra, si es causa que remueve los obstáculos: así se dice en el libro VIII de los Físicos que quien retira una columna, indirectamente remueve la piedra superpuesta (a la misma). Y de este modo el pecado del primer padre es la causa de la muerte y de todos los males de la naturaleza humana, en cuanto que por el pecado del primer padre (nos) fue arrebatada la justicia original, por la que se mantenían bajo el control de la razón, sin desorden alguno, no sólo las facultades inferiores del alma, sino también el cuerpo entero se mantenía bajo el control del alma sin ningún fallo, como hemos expuesto en la primera parte. Por esto, sustraída esta justicia original por el pecado del primer padre, así como fue vulnerada la naturaleza humana en cuanto al alma por el desorden de sus potencias, según dijimos más arriba, así también se hizo corruptible por el desorden el cuerpo mismo.
Mas la sustracción de la justicia original tiene razón de castigo, como también la sustracción de la gracia. Por consiguiente, la muerte y todos los males corporales consecuentes son ciertos castigos del pecado original. Y aunque estos males no fueran intentados por el pecador, sin embargo, han sido ordenados por la justicia de Dios, que castiga (por el pecado).”
Por tanto, el argumento de la permisión divina del mal físico no basta por sí solo para establecer la existencia de un castigo divino, pero por otro lado, parece desprenderse con bastante claridad de nuestra fe que, dejando fuera los casos especialísimos de N. S. Jesucristo y su madre María Santísima, todo sufrimiento que de hecho se da en este mundo es, entre otras cosas en todo caso, pena temporal debida al pecado original.
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Sin embargo, no se puede inferir de aquí que todo sufrimiento en esta vida sea pura y simplemente castigo por el pecado.
Dice Billuart (Summa Sancti Thomae, T. II, Tractatus de peccatis, VII, V, p. 537):
“La resolución de esta dificultad depende de la noción de pena que definimos en el artículo precedente: Un mal aflictivo, infligido a la creatura racional contra su voluntad en castigo de su propio pecado; por lo que la pena propia y estrictamente tomada incluye tres cosas: primero, que sea un mal aflictivo, segundo, que sea contra la voluntad, o al menos, contra su inclinación natural, tercero, que se inflija a aquel que pecó.
Se aquí se infiere: 1) La pena propia y simplemente tomada es por la culpa de aquel que es castigado 2) La pena satisfactoria no es siempre por la culpa de aquel que es castigado; porque el que no ha pecado puede, por el amor por el que se une a otro, recibir voluntariamente la pena en su lugar, como también en las cosas humanas vemos que alguno toma sobre sí la deuda de otro. 3) Se infiere que muchas cosas suceden al hombre que parecen penales, como son las enfermedades, daños en la fortuna, y otras calamidades y miserias, que no son penas simplemente hablando, en parte porque no tienen razón de mal simplemente hablando, en parte porque no se infligen por la culpa. Así por el primer capítulo, sucede a veces que el hombre sufre un daño en un bien menor, para que crezca en un bien mayor, como cuando sufre daño en su dinero por la salud del cuerpo, o en estos dos, por la salud del alma y la gloria de Dios, y tal daño no es simplemente un mal del hombre, sino bajo cierto aspecto, por lo que no tiene simplemente hablando razón de castigo, sino de medicina, pues los médicos dan bebidas amargas a los enfermos para alcanzarles la salud.
Igualmente por el otro capítulo, a veces las calamidades y aflicciones se envían a los justos, no como castigo por los pecados pasados, sino o bien para prevenir los futuros, o para ejercicio de la virtud y aumento del mérito, o para ejemplo e instrucción de otros, o para que más brillen la gracia y la gloria de Dios.
Es claro por Tobías 2, donde dice: “Estas tentaciones permitió Dios que le sucedieran, para que diese ejemplo a la posteridad, como también el santo Job”, y en el cap. 12 el ángel Rafael dice a Tobías: “Porque eras aceptado por Dios, fue necesario que te probara la tentación”, y en Juan 9, hablando del ciego de nacimiento, dice Cristo: “Ni éste pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten las obras de Dios”. Lo mismo es claro en el caso de Juan el Bautista, de la Bienaventurada Virgen, del mismo Cristo Redentor, que, careciendo de pecado, sin embargo sufrieron muchas cosas. Así enseña San Agustín en el libro 2 de “De peccatorum meritis”, c. 12, y San Ambrosio en el libro 2 De Interpell., cap. 1.
El error contrario fue el de los amigos de Job, como atestigua Santo Tomás en su comentario a los capítulos 4 y 8 de Job, cuyo error en nuestro tiempo retomaron algunos, como consta por las siguientes proposiciones condenadas. La primera: “Todas las aflicciones de los justos son penas por sus pecados”, es la no. 72 de las proposiciones condenadas de Bayo. La segunda: “Nunca Dios aflige a los inocentes, y las aflicciones sirven siempre, o para el castigo de los pecados, o para la purificación de los pecadores”, es la n. 70 entre las proposiciones condenadas de Quesnel.
Se debe observar sin embargo que estas penalidades dirigidas a la prevención de pecados futuros o al ejercicio de la virtud, que decimos que no tienen razón de pena simplemente hablando, se reducen remota e indirectamente al pecado original como a su causa, porque el hecho de que el hombre esté en tal condición que, o bien para evitar el pecado, o para procurar la virtud, sea necesario ayudarlo mediante estas penalidades, se debe a la corrupción y debilidad de la naturaleza que es pena por el pecado original, pues en el estado de inocencia no convendría inducir a alguien a la virtud mediante ejercicios penales.”
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Proposición condenada de Bayo (Bula Ex omnibus afflictionibus, de 1º de octubre de 1667):
72. Las aflicciones de los justos son todas absolutamente venganza de sus pecados; de aquí que lo que sufrieron Job y los mártires, a causa de sus pecados lo sufrieron.
Proposición condenada de Quesnel (Constitución dogmática Unigenitus, de 8 de septiembre de 1713):
70. Dios no aflige nunca a los inocentes, y las aflicciones sirven siempre o para castigar el pecado o para purificar al pecador.
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Si queremos resumir entonces estas nociones, parece que debemos decir que no todo sufrimiento de esta vida es simplemente hablando pena por el pecado, especialmente si hablamos de los pecados personales, pero lo es “secundum quid” o bajo cierto aspecto, en la medida en que de un modo u otro es siempre consecuencia del pecado original.
60 comentarios
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Muchas gracias, pidamos al Señor que pronto termine esta situación de crisis, y que no sirva para algo peor.
Saludos cordiales.
Entonces? Creo que la cosa es más del tipo "Combo - Este - Mundo". Viene así, con cosas buenas y malas.
Dios es inconmensurable e ininteligible. Hacerlo responsable de cosas propias de una persona es reducirlo a la insignificancia. No creo que haya elucubraciones válidas para esto - es un misterio que nos sobrepasa. Esto no quita la validez de saberse pecador y la obligación de pedir perdón y de expiar pecados.
Lo demás? Solo Dios lo sabe.
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Bueno, obviamente, depende de si se cree en un Dios Creador, Omnipotente, y Omnisciente. Si se acepta eso, el hecho del castigo divino cuando un mal de estos afecta a la humanidad es mera consecuencia lógica.
No es insignificancia, al contrario, son la Omnipotencia y la Omnisciencia, propias de un Ser Infinito, la que hacen inescapable la conclusión de que estos males no se le pasan por alto a Dios ni representan un momento de distracción o de debilidad.
Además, a Dios no le pareció insignificante morir en la Cruz por los pecados de los hombres.
Y si leemos la Escritura, que es Palabra de Dios, el asunto es clarísimo.
Saludos cordiales.
Dios sabe sacar bien del mal o de lo que nos parece un mal y de lo que podemos estar seguros es de que todo es para bien de los que aman al Señor.
También he oído decir al, por lo visto, no creyente Presidente de Cantabria que la Naturaleza se defiende de nosotros los humanos con el virus - más o menos dijo eso. (Vamos, como si fuera un castigo de Gaia.)
A mí me parece un enfoque equivocado.
Eso sí: en esta crisis, como en todas, es un buen momento para que reflexionemos sobre lo que hacemos y cómo podemos hacer mejor las cosas.
Dios servirá de consuelo a quien confía en Él, porque sabe que solo quiere lo mejor para nosotros.
A mí eso de hablar de castigo de Dios me recuerda el discurso de los amigos de Job.
Siempre será mejor escuchar a Dios mismo. Yo sé que mi Salvador vive. Y todo lo demás son cosas que pasan.
Saludos cordiales
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Siendo innegable que el mal debe ser al menos permitido por Dios para que pueda ocurrir, son pocas las hipótesis disponibles acerca de porqué lo permite Dios.
De entrada podemos excluir, gracias a Dios, la hipótesis sádica: por gusto de hacer sufrir. Queda el castigo de los pecadores, o la prueba para los que son justos y amigos de Dios.
No se me ocurren otras.
Y dado que entre los que sufren los males actuales hay de ambas clases, eso sí, con gran proporción mayoritaria de los primeros, la explicación a base del castigo divino debe tener un rol importante, sin duda.
En cuanto a los justos, son aquellos que están en estado de gracia, o sea, aquellos que por el bautismo han dejado de estar bajo el pecado original y además, no tienen pecados mortales en su conciencia, sea porque no los cometieron o porque los cometieron, se arrepintieron y se confesaron.
Pero la enfermedad y la muerte son males, sin duda alguna, objetivamente. Que Dios pueda sacar bienes de ellos, como sin duda puede, no quita que sean males.
La "Tierra" no puede castigar, porque ni siquiera es un ser vivo, menos aún un ser personal, y menos aún el único que puede juzgar y castigar por su propia autoridad, que es Dios Creador.
Nuestro Señor, que ha sido sí amigo de Job, pero en el buen sentido del término, no ha dejado de hablar del castigo de Dios a lo largo de todos los Evangelios.
Saludos cordiales.
Me atrevo a algunas conclusiones sólo para seguir desburrándome:
1) Nadie puede afirmar que Dios haya intervenido directamente en la aparición de este plaga, más si debe afirmarse, que en cuanto castigo no sólo es permitida, sino querida por Él.
2) También este dolor debe interpretarse en clave salvífica, enmarcándolo en la inagotable Misericordia Divina, plenitud de su Justicia.
3) La unión con Dios en su gracia, nos debe llevar, desde nuestra miseria, a implorar suplicantes, y a obrar amorosamente en favor de nuestros hermanos sufrientes, ya que ningún dolor humano, nos debe ser indiferente.
Siendo de corazón salesiano, recuerdo el accionar de Don Bosco y sus muchachos, a quienes el Santo invitó a ayudar a los enfermos durante la peste de Turín, pues la Auxiliadora le había prometido que si se mantenían sin manchar su alma con pecado mortal, ninguno se contagiaría. Cumpliendo las precauciones sanitarias de su época, pero antes que nada, conservándose en gracia de Dios, los jóvenes se convirtieron en heroicos samaritanos para tanto dolor, y ninguno, milagrosamente, se vio afectado.
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Es que ante todo habría que aclarar qué es que Dios "intervenga directamente". Podría pensarse en una acción inmediata de la Causa Primera que no consistiese en mover a las causas segundas a producir un efecto dado, sino en producirlo por el solo poder divino. Eso sería intervenir directamente, sin duda, pero no parece que sea necesario traerlo a colación en este tema. Nadie ha dicho, que yo sepa, que el virus ha sido creado directamente por Dios o algo así.
Otra cosa es que haya sido querido directamente por Dios, eso quiere decir que Dios no se limita a permitirlo, sino que lo causa, pero se entiende que lo normal es que lo haga mediante las causas segundas, a las cuales mueve a producir sus efectos connaturales.
En efecto, no es necesario pensar que haya habido nada sobrenatural en la aparición de esta peste, o de otras. La ciencia, supuesto que llegue a estar tan informada, podrá describir paso a paso el proceso de formación y expansión del virus, y en esa descripción sin duda que no aparecerán ni Dios ni su Providencia.
Es como si alguien observase la ejecución de los frescos de la Capilla Sixtina con un aparato que registrara pinceles, pero no seres humanos. Esa persona diría muchas cosas verdaderas y comprobables, pero no se enteraría de la relación que un tal Miguel Ángel tuvo con esas pinturas.
Pero en este caso habrían bastado los ojos para acceder a un plano al que el aparato en cuestión no podría acceder, como en el caso de nuestra peste, bastan la inteligencia y la fe en la Palabra de Dios para ver la mano de Dios detrás de la expansión natural del virus o detrás de cualquier otro suceso que ocurra en el Cosmos.
Sin duda que todo se debe enmarcar en el contexto salvífico y de la Misericordia de Dios, pero para eso hay que tener primero algo que enmarcar, en vez dejar el marco solo como ha sido mucho la costumbre de un tiempo a esta parte, hasta el punto de que se ha hecho necesario, creo, recordar algunos rudimentos acerca de la Justicia divina.
Entre las obras de misericordia, además, están las espirituales, y entre ellas, es una señalada obra de misericordia ayudar a tomar conciencia de estas cosas a tantas personas que las ignoran.
Saludos cordiales.
Bendiciones!
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Dios quiera que se equivoque Ud., pero lamentablemente no es tan disparatado lo que dice. Por eso pongo al final del "post" que hay que estar alertas ante las eventuales propuestas, ideas y proyectos que puedan llegar en un futuro cercano, porque me parece entender que una situación como la actual no puede prolongarse mucho.
Saludos cordiales.
Soy tomasina, pienso en la Causa Primera y las causas segundas.
Me aclara bastante la cuestión que por donde se le mire, es un CASTIGO, y la finalidad es volver al orden primero ( explicado tan bien en los Libros de la Divina Voluntad de al Sierva de Dios Luisa Piccarreta)... Muy buena la explicación!
Hoy no se quiere saber de dependencias del Creador, ni de nada, ni de nadie! Esa rebeldía no les permite, sino han sido educados en familia, menos; no quieren OBEDECER.
Gracias, sí estoy plenamente segura que es un Castigo divino!
Doblar rodilla, OBEDECER, "Fiat" como dijo la Virgen Obediente y Humilde, exaltada por todas las generaciones!
¡"Enséñanos, María, a Obedecer a Dios;
a pronunciar su Fiat de Esclava del Señor!
Gloria al Padre-Gloria al Hijo-Gloria al Espíritu Santo!"
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Así sea. Gracias y saludos cordiales.
Nos llama a confiar en Dios, tratar de vivir en Gracias y Reparar por la desobediencia a los X Mandamientos.
Me llama la atención que acabo de ver entre los vídeos
nuevos el que la reina Isabel dejará en reemplazo al príncipe WILLIAM... Lo había visto desde el 2012 en unos vídeos que presagiaban los acontecimientos próximos a suceder. Pero creí que eran vídeos "conspirinoicos..." Y creo que se llegó el momento. Todo cuadra, como en un gran juego...
Y me pregunto si lo peor, lo lleva Roma?
¡Bendito sea Dios!
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Bueno, eso ya excede el tema del "post" :)
Gracias y saludos cordiales.
si me permite aportar a esa contundente conclusión de que el cristiano debe preocupare por estar en gracia y anelar la vida eterna". En cierto modo Dios nos ha sacado, apartado de "la esclavitud", es decir, se nos aparto de aquello dispuesto en el mundo que atrapados en esa mentira que nos impedía vivir una cuaresma consciente de lo que somos: "polvo". durante anios y mas los ultimos 5 los términos: penitencia, y arrepentimiento, abstinencia,culpa, juicio, castigo han sido sino anulados muy poco defendidos, o ambiguamente ensenados, y por todos negligentemente venerados. Asi atrapadas toda la humanidad que no veía ninguna subjetiva culpa, se pregunta a esta altura cuando tengo que salir? sin que el aire me destroce los pulmones?, un poco parecido a lo que un bebe en el vientre materno podría sentir cuando se siente invadido por las tenazas y maquinaria del descuartizador.
se podrían generar muchas teorías de conspiración pero sin duda, esta enseñanza va a calarnos a los que según Dios sobrevivamos a esta.
cada uno de los que se acerca a la ventana hara sus propias conclusiones sobre aquello que el mundo le tenia atrapado y que le impedía sentir que es polvo, y esta medicina de la conciencia va a dar un resultado, sabiendo que no somos para siempre y que lo que tiene sentido realmente es aquello para lo que el Padre eternos nos ha creado SER SANTOS.
saludos y agradecido si me postea mi aporte.
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Que así sea. Saludos cordiales.
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Muchas gracias y saludos cordiales.
¿Podrías explicarlo, Néstor?
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¿Quién puede explicarlo mejor que el Aquinate? :)
Aquí cito una parte y pongo el "link" al resto (IIa IIae, q. 19, a. 2):
"Aquí tratamos del temor en cuanto que de algún modo nos conduce a convertirnos a Dios o nos apartamos de El. Dado que, efectivamente, el objeto del temor es el mal, el hombre se aparta a veces de Dios por los males que teme, y este temor recibe el nombre de «humano» o «mundano». Otras, en cambio, el hombre se convierte a Dios y se une a El por el mal que teme. Y este tipo de mal es doble, a saber: el mal de pena y el de culpa. Por lo tanto, si se convierte a Dios y se une a El por el temor de pena, tenemos el temor servil; pero si lo hace por el temor de culpa, será el temor filial, pues es propio de los hijos temer la ofensa del padre. Pero si se teme por los dos, es el temor inicial, el cual está entre los dos."
http://hjg.com.ar/sumat/c/c19.html#a2
O sea, el objeto del temor es el mal, y el objeto del temor de Dios es el mal que de algún modo se relaciona con Dios. Ese mal puede ser la pena, con la que Dios castiga nuestras culpas, o la culpa misma, con la que ofendemos a Dios. Y el efecto de ese temor puede ser apartarnos de Dios, o acercarnos a Él.
Cuando el temor de Dios nos lleva a apartarnos de Dios, es el temor mundano. Cuando nos lleva a acercarnos a Dios, puede ser por dos razones: para evitar la pena, o para evitar la culpa. En este último caso, lo que nos mueve es el amor a Dios, a quien no queremos ofender, y lo que tememos es justamente ofenderlo. Éste es el temor filial, mientras que el temor que lleva a acercarse a Dios para evitar la pena es el temor servil. Hay un temor inicial, dice Santo Tomás, que es una mezcla de los dos.
Saludos cordiales.
Actualmente se han transgredido muchísimas leyes, se mata al no nacido y al anciano o enfermo, se promueve el homosexualismo, etc. Estas formas de actuar, falando a las leyes divinas, tienen como consecuencia las correspondientes penas, de ahí las catástrofes naturales, las epidemias, las guerras, etc. La Virgen, en sus apariciones, lo anuncia.
Com ocurre con las leyes humanas, los legisladores pueden concede un indulto si se cumplen ciertas condiciones y Dios, como juez supremo, puede hacerlo si cumplimos las condiciones necesarias, como son el arrepentimiento y la oración. Por eso es importante la reparación, lo que están haciendo las monjas de clausura y tantas personas que rezan y se ofrecen para reparar las faltas que se están cometiendo contra la Ley de Dios.
Confiemos en que la humanidad recapacite y logre el indulto que Dios está deseando concedernos.
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En efecto. Sólo que no hay que concebir esa aplicación de las leyes naturales como algo que Dios establece una vez y que luego funciona "solo".
La creatura no tiene el ser por sí misma, sino por el Creador, y eso quiere decir que mientras existe, está sostenida en la existencia por la acción divina. Y como "el obrar sigue al ser", la creatura necesita también ser movida por Dios para realizar sus acciones propias y connaturales. La Primera Vía de Santo Tomás muestra que Dios, Acto Puro, es la Causa Primera de todo cambio que se da en lo creado.
Saludos cordiales.
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Ezequiel 18: 20 La persona que peca, esa morirá; el hijo no cargará con las culpas del padre, ni el padre cargará con las culpas del hijo. Sobre el justo recaerá su justicia, y sobre el malvado, su maldad.
21 Pero si el malvado se convierte de todos los pecados que ha cometido, observa todos mis preceptos y practica el derecho y la justicia, seguramente vivirá, y no morirá. 22 Ninguna de las transgresiones que ha cometido le serán recordadas; por la justicia que ha practicado, vivirá. 23 ¿Acaso me complazco yo en la muerte del impío--declara el Señor DIOS-- y no en que se aparte de sus caminos y viva? 24 Pero si el justo se aparta de su justicia y comete iniquidad, actuando conforme a todas las abominaciones que comete el impío, ¿vivirá? Ninguna de las obras justas que ha hecho le serán recordadas; por la infidelidad que ha cometido y el pecado que ha cometido, por ellos morirá.…
Ezequiel 33:11: Diles: ``Vivo yo--declara el Señor DIOS-- ``que no me complazco en la muerte del impío, sino en que el impío se aparte de su camino y viva. Volveos, volveos de vuestros malos caminos. ¿Por qué habéis de morir, oh casa de Israel?
1 Timoteo 2:4
el cual [Dios] quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al pleno conocimiento de la verdad.
Job 37:23
Es el Todopoderoso; no le podemos alcanzar; El es grande en poder, y no pervertirá el juicio ni la abundante justicia.
Salmos 147:11
El SEÑOR favorece a los que le temen, a los que esperan en su misericordia.
Miqueas 7:18
¿Qué Dios hay como tú, que perdona la iniquidad y pasa por alto la rebeldía del remanente de su heredad? No persistirá en su ira para siempre, porque se complace en la misericordia.
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Es una verdad de fe, sin duda, que Dios es misericordioso y que perdona a los que se arrepienten de sus pecados. Pero también es verdad de fe que Dios castiga, y que lo hace en esta vida con un sentido también medicinal, precisamente para mover al arrepentimiento y poder así perdonar. Y además, es un hecho esta epidemia, junto con todos los otros males que de hecho afligen a la humanidad actual, y que no pueden ser algo inadvertido o fortuito para la Omnisciencia y Omnipotencia divinas.
En cuanto al tema de los inocentes que sufren, además de que hay que tener la perspectiva de la eternidad y puede ser que su sufrimiento haya significado el pasaje a la Felicidad eterna, también hay que considerar que por el pecado original ninguno es realmente inocente ante Dios, de modo que esa cuestión en todo caso sólo puede plantearse respecto de los bautizados que están en gracia de Dios, y que mueren en ese estado, en cuyo caso la respuesta sólo puede ser una: el que muere en gracia de Dios se salva.
Saludos cordiales.
Y Dios se vale de estos hechos, castigos o avisos, porque creo que dependen de cómo esté ante Dios cada alma o, al menos, quiera estar. Dos frases de San Agustín: "Dios castiga a los buenos por medio de los malos como un padre castiga a su hijo con la vara; después el hijo hereda y el palo es echado al fuego" Y la vara puede ser humana o de otro tipo. Recemos por todos los hombres y su conversión.
"Agitados por el mismo palo, el perfume huele y el estiercol hiede. Así , agitados por los mismos acontecimientos, los buenos alaban a Dios y los malos le maldicen". Convirtamos en alabanza y reparación por nosotros y por otros estos sucesos.
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En efecto, así sea. Saludos cordiales.
Potencia obedencial y misterio de iniquidad parecieran tener una relación aun escondida a nuestros ojos ciegos ante el exceso de la luz divina.
Gracias por el artículo!
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Muchas gracias. Sí, se pueden hacer muchas más consideraciones, pero traté de quedarme en lo mínimo posible para lograr más claridad. No se puede decir que Dios lo quiera todo, porque el pecado no lo quiere de ninguna manera, sino que sólo lo permite, como dice en el "post". El mal no es simplemente el ente en potencia, sino la potencia privada de un acto que debería tener. Por eso mismo, no es tampoco un requerimiento connatural de los entes, eso lo es solamente la posibilidad del mal, que no es en sí misma un mal.
Saludos cordiales.
pero si permite que se contagie y muera alguien que es bueno y permite que no se contagie y lo pase fenomenal alguien que es malo (quizás alguien que aprovecha la situación para enriquecerse) no podemos decir que el virus en sí sea un castigo.Sí, a primera vista, si tal cosa acontenciera (y puede acontecer y ya ha acontecido a lo largo de la historia) parece un acto de injusticia imposible que provenga de Dios; muere el justo y vive el pecador.
Pero como creemos en la inmortalidad del alma, sabemos que con la muerte no se termina nada (nuestra conciencia permanece), sino que con ella (la muerte del cuerpo) el Altísimo nos llama a su presencia a rendirle cuentas. Si tomamos esto como base, entonces el hecho de que en una peste muera un justo (y a lo largo de las pestes de la historia han muerto millones de justos), antes que castigo para ellos, es una recompensa, porque Dios los llama cuando están obrando como Él mandó:
¡Feliz el servidor aquel, a quien su señor al venir hallare obrando así! En verdad, os digo, lo pondrá sobre toda su hacienda.Y por ese mismo motivo es que Dios -en estas calamidades- deja vivir a injustos (o mejor dicho, a quienes están alejados de su gracia); en una muestra de su amor, para no condenarlos irremisiblemente (están en pecado mortal), les permite continuar con su vida para darles una oportunidad más para que se enmienden. Dios hace salir su sol sobre buenos y malos y hace llover sobre justos e injustos.
-Mateo 24:46-47
Y cosa análoga se podría decir sobre el sufrimiento en estas circunstancias: justos que sufren y pecadores que no. ¿Qué clase de Dios podría permitir semejante injusticia? Si se da, entonces Dios no pueda quererla. Ese es el pensamiento que nos surge a la primera. Pero la Escritura es clara al respecto de porqué Dios, no solo permite, sino quiere eso:
Aunque sea preciso que todavía por algún tiempo sean afligidos con diversas pruebas a fin de que la calidad probada de su fe, más preciosa que el oro perecedero, que es probado por el fuego, se convierta en motivo de alabanza.Dios permite que una calamidad caiga sobre sus justos, no para castigo de estos, sino para su mayor recompensa en el Reino de los Cielos (así como no todas las penas del infierno son de igual magnitud, lo mismo pasa con las recompensas en el Reino de los Cielos: muchos recibirán mayores recompensas que otros).
—1 Pe 1:6-7
¿Qué gloria hay en soportar los golpes cuando Uds. han faltado? Pero, si obrando el bien soportan el sufrimiento, eso es cosa bella ante Dios. Pues para esto han sido llamados, ya que Cristo también sufrió por Uds., dejándoles ejemplo para que sigan sus huellas.
—1 Pe 2:20-21
Finalmente, no nos es desconocida la profecía de la gran tribulación, el castigo final de Dios sobre la humanidad por haber aceptado al anticristo. Pues las Escrituras nos dicen lo siguiente:
Y uno de los ancianos, tomando la palabra, me preguntó; “Estos que están vestidos de túnicas blancas, ¿quiénes son y de dónde han venido?” Y yo le dije: “Señor mío, tú lo sabes”. Y él me contestó: “Estos son los que vienen de la gran tribulación, y lavaron sus vestidos, y los blanquearon en la sangre del Cordero. Por eso están delante del trono de Dios, y le adoran día y noche en su templo; y el que está sentado en el trono fijará su morada con ellos.Pues bien, la misma Biblia nos está diciendo que en esa "gran tribulación" (que es castigo, no hay duda, lo dijo el mismo Cristo) habrán de morir justos. Y nos dice más, nos dice que serán una "gran muchedumbre, que nadie puede contar, proveniente de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas".
—Apocalipsis 7:13-15
Así que Dios puede configurar una plaga como la presente para que sea castigo y medicina para unos y para mayor recompensa de otros (como diría San Pablo: "completan en su carne lo que le falta a la pasión de Cristo"). Pero desde ya que hay y existirán siempre muchos interrogantes imposibles de responder con nuestra sabiduría limitada respecto de porqué Dios actúa de tal o cual modo. Sí sabemos (el presente artículo lo expone en gran forma) que lo único que Dios no puede querer nunca es al pecado (al pecado siempre lo permite, nunca lo quiere, incluso si se pudiera sacar algún bien de él); al "mal" (aunque parezca paradójico) puede quererlo, ya sea directamente (como pena por el pecado cometido), o indirectamente por un bien mayor que trae aparejado. ¿Esta peste es un mal? Claro que sí. ¿Es pecado? No. ¿Puede esta peste haber provenido del pecado? Sí, pero eso no la constituye en pecado y por eso Dios puede haberla querido (y evidentemente la quiso; algo que afecta al mundo como lo está afectando no acontece solo con el "permiso" de Dios).
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Muy buena aclaración. Solamente recordar que el pecado original merece penas temporales además de la pena eterna (por ejemplo, muerte, enfermedades, etc.), y que esas penas temporales no se perdonan por el Bautismo, porque también las sufren los que están en gracia de Dios. Así que bajo ese aspecto sí se puede hablar de "castigo" en el caso de los que están en gracia de Dios, sólo que en ellos ese castigo, por la misericordia de Dios, es el pasaporte, digamos, a la vida eterna.
Gracias y saludos cordiales.
Magistral argumentación de flagrante carácter taliónico y delatadas raíces antropocéntricas.
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El problema es que con adjetivos no se responde a argumentaciones lógicas.
Saludos cordiales.
Saludos cordiales.
Y las contestaciones que me han dado uds, por las que les doy las gracias me reafirman en lo que digo. Si para los justos no es un castigo sino una prueba o una ocasión de unirse a Cristo, ya no se trata objetivamente de un castigo.
Sería un castigo para los injustos, pero precisamente me dicen que Dios también les permite sobrevivir para darles ocasión de arrepentirse.
Luego no está nada claro para quién es un castigo y para quién no lo es.
Los amigos de Job le decían que Dios le estaba castigando, sin embargo Dios lo estaba probando. La conclusión viene a ser que no podemos conocer sus designios.
Yo por eso no generalizo diciendo que es un castigo de Dios, simplemente digo que Dios lo permite. Los efectos que tiene en nosotros es de esperar que sean para bien de los que aman al Señor. Y para todos sirve como motivo de reflexión a todos los niveles.
¿Es entonces castigo? ¿o es muestra de la misericordia divina?
O volviendo a Job ¿tenían razón sus amigos? ¿O la tenía Job preguntando directamente a Dios y encontrándose con la respuesta de que somos criaturas insignificantes e ignorantes pero nos salva: Dios-con-nosotros?
Pero en ningún momento he dicho que Dios no pueda castigar, lo que afirmo es que eso no se puede asegurar en un caso concreto.
Saludos cordiales
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El caso es que, como señalé en otros comentarios, y agregué también en el "post", a excepción de Nuestro Señor Jesucristo y su Madre Santísima, somos todos reos de las penas temporales debidas al pecado original, entre las que se encuentran la enfermedad y la muerte, y que no son perdonadas por el Bautismo, porque afectan también a los bautizados en gracia de Dios.
O sea, que son verdaderos castigos, pero no hace falta que sean solamente eso. Dios puede darle al castigo también un sentido medicinal, en orden a la conversión, sin que por eso deje de ser un castigo. Es más, puede ordenar el castigo directamente a la salvación eterna, como pasa con los que mueren en gracia de Dios.
El castigo, por su parte, es siempre lo mismo: una pena que inflige el que tiene autoridad para hacerlo, con la finalidad de restablecer el orden de la justicia alterado por la culpa.
Saludos cordiales.
Dios mediante será asi cuando pasemos, nosotros y Dios todopoderoso, este asombro.
Humildemente me ofrezco como instructor ad honorem
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Por eso digo, la lógica y la filosofía perenne. "Perfección", "coherencia", siguen siendo términos vagos y no tratables, al menos en ese contexto, en forma argumentativa.
Es mejor empezar con cosas de este tipo:
"Para asombrarse de algo, hay que ignorar algo. Es así que Dios no ignora nada. Por tanto, Dios no se asombra de nada".
Sin eso no salimos del atolladero intelectual actual.
Saludos cordiales.
Que hay castigos, correcciones del Señor es de una evidencia meridiana; los pasajes entresacados de lo dicho anteriormente, y puestos a continuación así lo dicen. Que la misericordia no empaña su justicia está claro. Que las pruebas de ahora consentidas, por ejemplo la actual, pueden ser obra de las negligencias de los hombres que juegan a ser "dios", tienen la determinación de Dios para actuar según justicia está claro. Hoy se lee en la 1ª lectura, en el Éxodo como el Señor castiga la idolatría del pueblo porque se han hecho un ídolo, y el Papa nos ha dicho qué tipos de ídolos pueden haber dentro de nosotros para avisar, corregir y para que pongamos remedio.
Muchas gracias por tu admirable trabajo, que comparto, pero quiero aclarar estos detalles, porque podemos hacer filosofía de la Revelación y Ésta es como Dios la ha realizado.
Ezequiel 18: 20 La persona que peca, esa morirá;....Sobre el justo recaerá su justicia, y sobre el malvado, su maldad. 24 Pero si el justo se aparta de su justicia y comete iniquidad, actuando conforme a todas las abominaciones que comete el impío, ¿vivirá? Ninguna de las obras justas que ha hecho le serán recordadas; por la infidelidad que ha cometido y el pecado que ha cometido, por ellos morirá.…
Cf Mt 25,41.
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Es que salvo Nuestro Señor Jesucristo y María Santísima, después de Adán somos todos pecadores, al menos con el pecado original, e incluso en aquellos a los que por el Bautismo se les ha borrado el pecado original, no se les ha perdonado las penas temporales que les corresponden por el mismo, como son, justamente, la enfermedad y la muerte.
Saludos cordiales.
Para mi Dios, mi Dios creador bien de todo mi bien, me hizo libre y responsable de ser y estar junto a Él y dentro de Él para ser como Él.
Y en la medida, pues, que yo esté junto a mi Dios y dentro de Él yo gozaré de lo que es Él. Y en la medida, pues, que yo libre y responsablemente me aleje de Él me alejaré del bien. mi bien que es Él.
Dicho de otro modo: Todo esto del coronavirus, una vez más, obedece a lo que nosotros llamamos Ley Universal de Jerarquías; y que viene a decir que en este Universo, en la media que el hombre, como ser superior en jerarquía respeta la Ley de Dios; lo que a éste, como ser inferior en jerarquía le precediera, le debería obediencia y respeto.
Nosotros por causa de nuestro pecado original perdimos todo derecho a ser respetados por todo aquello que siendo por Dios creado. en Ley de Jerarquías nos precede. Y que como tal somos por esta creación no respetados; y tanto que es hasta la muerte nos ha causado.
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En todo caso, el asunto es qué piensa Dios de todo ello. Si le parece bien o mal lo que hacemos, o no, si aprueba lo bueno y detesta lo malo, o no, si lo ofende el mal que hacemos, o no, si le parece bien que la creación, digamos, nos castigue por habernos apartado de Él, o no, y si eso sucede al margen totalmente de su voluntad y de su poder, o no, como si algo pudiese moverse en el mundo que no tuviese a Dios como Causa Primera de ese movimiento (primera vía tomista).
Recordando además que, como dice el "post", Dios es Omnipotente, o se que le bastaría quererlo para que nada de eso nos sucediese.
Por tanto, no se puede concluir sino que en todo caso la creación es el instrumento del que Dios se vale, libre y voluntariamente, para aplicarnos la pena que merecen nuestros pecados.
Saludos cordiales.
1.° el homicidio voluntario
2.° el pecado impuro contra el orden de la naturaleza
3.° la opresión del pobre
4.° la defraudación o retención injusta del jornal, del trabajador.
Cuatro de cuatro, e institucionalizados.
Pero sí que me gustaría decir que la diferencia entre que Dios exista y haga o permita las cosas según explica usted, o que no exista y las cosas sucedan sin ninguna voluntad ni plan divino, es inexistente.
Con Dios gente buena muere y sufre y gente mala se va de rositas, y sin Dios tres cuartos de lo mismo. La otra vida, el castigo o premio en el juicio final, etc, no son más que especulaciones teológicas, creencias sin pruebas, actos de fe.
De lo único que podemos tener certeza es de que ante las catástrofes naturales, las guerras, el mal en general, Dios ni está ni se le nota de ningún modo.
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Pues no, Dios no creó pecador al hombre, lo creó justo y capaz de evitar todo pecado. Fue el hombre el que, abusando de su libertad, se hizo pecador a sí mismo.
Sin duda, con o sin Dios la gente buena igualmente muere y la gente mala igualmente puede pasarla a veces bien (después muere igual), pero la diferencia sustancial es que la gente buena, es decir, los que mueren en gracia de Dios, van al Cielo, los que no, al Infierno, lo cual seguramente es la diferencia más grande que se puede pensar.
Y si es "especulación teológica" todo lo que no es experimentable, entonces tampoco es experimentable que Dios no esté presente, sino que es una conclusión agregada por algunos, que va más allá de lo empírico.
Yo puedo darme cuenta de que falta alguien en una habitación, pero no estoy experimentando su ausencia, es mi inteligencia la que saca una conclusión a partir de lo que experimentan mis sentidos, que son simplemente las cosas que sí hay en esa habitación.
Por eso no se puede probar empíricamente que no existen los centauros, por ejemplo.
Por otra parte, es conocido el cuento del pececito que fue enviado por sus mayores a buscar el Océano, para poner fin a una vieja discusión entre ellos respecto de su existencia. Volvió diciendo que no lo había visto por ningún lado.
Saludos cordiales.
https://mundocatolico.tv/2020/03/25/dr-ricardo-castanon/
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Por lo que pude escuchar en el video, el Dr. sostiene que Dios sí ha permitido la plaga del coronavirus, pero que no es un castigo.
Partimos de la base, obviamente, de que el Dr. Castañón, como católico que manifiesta ser, cree que Dios efectivamente puede castigar y castiga a veces el pecado del hombre.
Entonces, hay que distinguir dos cuestiones: una es si esta plaga, permitida por Dios, puede no ser un castigo, y otra es si cuando Dios castiga se limita a permitir los males.
La cuestión fundamental, respecto de lo que dice el Dr. Castañón, es la primera, porque si Dios, pudiendo evitar, como puede hacerlo, porque es Todopoderoso, la plaga del coronavirus, libremente ha elegido no evitarla y dejarla venir, pues la ha permitido, ¿cómo no ver en eso un castigo de Dios?
¿Qué otra cosa sino un castigo puede ser que Dios, pudiendo evitarlo, deje caer semejante plaga sobre los hombres?
Un premio o una recompensa ciertamente que no es. Tampoco, como digo en el "post", se puede pensar que sea solamente una especie de "megáfono" que Dios utiliza para hacerse oír por nosotros.
Una vez que existe el pecado, o es perdonado, o es castigado por Dios. No lo deja así nomás. Y es evidente que el pecado existe y sobreabunda hoy día en el mundo y en la Iglesia.
Ahora bien, perdonar el pecado habría sido evitar que la plaga surgiese y se propagase. No evitarlo, como no lo ha evitado Dios, no es perdonar el pecado, sino castigarlo.
¿Sería una prueba, solamente, ordenada a que los que respondan positivamente a ella crezcan en gracia de Dios? Eso podría parecer así en el caso de aquellos que están en gracia de Dios. Pero en el caso de los que no están en gracia de Dios, porque están en pecado mortal, es claro que se trata de un castigo, por más que sea un castigo medicinal ordenado a su conversión.
Pero además, como ya dijimos, en los mismos que están en gracia de Dios no deja de aplicarse nunca el castigo temporal por el pecado original, que es entre otras cosas la enfermedad y la muerte, así que bajo este aspecto lo del coronavirus sería nada más que una modalidad entre otras de ese castigo que nos ha de llegar a todos, y que si Dios en su misericordia hace que lo recibamos en estado de gracia, nos abrirá las puertas de la vida eterna.
En cuanto a la segunda cuestión, repito lo que digo en el "post": el bien es querido por Dios, no simplemente permitido, y el castigo es un bien, porque es justo. Por tanto, no es que sea permitido solamente por Dios, sino querido positivamente.
En el caso de las penas temporales como ésta, Dios las quiere positivamente en orden, por lo menos, a tres cosas: 1) el restablecimiento del orden de la justicia 2) la conversión de los pecadores 3) La salvación de los que mueren en gracia de Dios, que al quitarlos de este mundo en estado de gracia, Dios les quita la posibilidad de pecar y les asegura la entrada en la vida eterna.
Saludos cordiales.
Solamente recordar que el pecado original merece penas temporales además de la pena eterna (por ejemplo, muerte, enfermedades, etc.), y que esas penas temporales no se perdonan por el Bautismo, porque también las sufren los que están en gracia de Dios. Así que bajo ese aspecto sí se puede hablar de "castigo" en el caso de los que están en gracia de Dios, sólo que en ellos ese castigo, por la misericordia de Dios, es el pasaporte, digamos, a la vida eterna.Totalmente de acuerdo. Aprendí mucho con este artículo tuyo; muchas gracias por haberlo escrito.
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Gracias y saludos cordiales.
" ...la diferencia sustancial es que la gente buena, es decir, los que mueren en gracia de Dios, van al Cielo, los que no, al Infierno..."
El pequeño problema, una minucia, pero configurante esencial de toda religión, y en específico del catolicismo, es que ningún ser humano conoce ni tiene certeza de la existencia del cielo. De allí el carácter de verdad asumida de la fe,y por ende, el sustrato de la duda desde la cual florece...
Por ejemplo, si en este momento este servidor tuviese certeza absoluta de la existencia del cielo, entonces me lanzaría a las calles a salvar al mundo, al covid-19 lo tomaría como un pasaporte al cielo..., qué cuarentena ni ocho cuartos; ébola, aquí te espero; cáncer, ¡huuuy!, qué miedo; héroes, tomen palco para que vean al auténtico; ¿la vida? nada vale, ni los 10 mandamientos ni los siete pecados,¿para qué? si apenas cumplida la primera comunión, el acto bueno y heroico en excusa para marchar hacia el paraíso... y listo, finiquito a los castigos, condenas, enfermedades, sufrimientos etc. etc...
El cielo repleto de adolescentes... O, mejor, creamos un virus que mande por expreso nuestros bebes hacia el paraíso, y así les evitamos tanta vainas...
En fin, la fe se debe vivir, Dios es vivencia.
Desde allí la diferencia no es, como se afirma en la cita supra, la diferencia no es entre cielo e infierno, eso nadie lo sabe, sino entre vivir a Dios en su maravillosa obra y en el sublime privilegio racional de intuirlo y bosquejarlo.
Tal vez estamos buscando a Dios en el sitio equivocado, o ya estamos con él y somos incapaces de convivirlo. Quizás signifique muchísimo más de lo que tradicionalmente hemos alcanzado a entrever. A lo mejor Dios es algo más que una vida miserable y un cielo y un infierno, un bien y un mal, eternos.
Que estén con Dios.
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La fe basada en la Revelación divina vale infinitamente más que las vagas elucubraciones personales. El creyente tiene certeza absoluta de lo que cree, porque se apoya en la Palabra de Dios.
Por otra parte, esa certeza, que es algo de la inteligencia, no alcanza por sí sola a mover la voluntad. "Veo lo mejor y lo apruebo, sigo lo peor", decía el poeta. Para que la voluntad siga a la inteligencia hace falta la gracia de Dios, y la libre colaboración del hombre.
El suicidio, por otra parte, es pecado, y tentar a Dios exponiéndose innecesariamente al peligro, también, por ninguno de esos dos caminos se va al Cielo.
De "tal vez", por otra parte, no se muere nadie, y es perfectamente posible pasarse la vida entera diciendo "tal vez".
Saludos cordiales.
" Todas las cosas colaboran para el bien de los que aman a Dios "....."A los que aman a Dios ; todas las cosas les ayudan y colaboran para el bien ". ( San Pablo ) .
¡¡¡ Alabemos a Dios todopoderoso y omnipotente. Y démosle gracias !!!
Amén. Saludos cordiales.
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Y dadas las dificultades que hay en algunas partes para confesarse, que al menos nos encuentre arrepentidos.
Saludos cordiales.
Podría quizá en un post hablar de la penitencia como respuesta de la criatura ante un castigo de Dios?
Ojalá pudiese enseñarnos al respecto.
Bendiciones.
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Buena sugerencia.
Saludos cordiales.
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Con este personal, como dicen por allá, no es tan difícil adivinar, ¿no?
Saludos cordiales.
¿De verdad Dios creó el mundo y por lo tanto sabe cómo funciona? ¿De verdad es omnisciente? Porque con esta estrategia no va a lograr nada. Más bien es contraproducente.
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En realidad, cuando se habla de "restablecer el orden de la justicia", se habla de que haya una pena proporcional a la culpa que se ha cometido. Es la idea de una balanza que tiene un platillo más bajo que el otro: se coloca un peso en el que está más alto, para que se nivelen.
Mirando al aspecto medicinal del castigo, se trata sí, de lograr la conversión del pecador, lo cual depende de la gracia de Dios y de la libre respuesta del hombre.
Dios insiste una y otra vez, dando tiempo para el arrepentimiento con grandísima paciencia y misericordia. Cuando se termina el plazo por Él señalado sin que el arrepentimiento se produzca, llega la muerte, y con ella, en ese caso, la condenación eterna.
Al final, como se ha dicho en otro comentario, tanto el orden de la justicia como el de la misericordia de Dios quedarán perfectamente establecidos.
Saludos cordiales.
Si Dios no castiga, nada de esto tiene sentido. Dios sería un chapucillas, que pretende tener el control de su creación, pero que es incapaz de evitar males mayores o menores, que parecen pillarle con demasiada frecuencia con el pie cambiado.
Que se lo crean muchos ignorantes, es inevitable. Que lo prediquen tantos curas y obispos progres y modernistas, es esperable. Que no haya ni un solo obispo en España (y posiblemente apenas un puñado en el mundo) que haya hecho semejante análisis es demoledor. Algunos como Munilla incluso lo han afirmado explícitamente, Dios no castiga. El coronavirus no es un castigo de Dios.
Sin embargo creo que hay que hacer una matización. Cuando interroga "¿Y qué pasa con los inocentes que mueren hoy por el coronavirus? ¿Son también castigados por Dios?", su respuesta no es muy clara.
Dios es justo y misericordioso. Hay que tener en cuenta que nadie abandona este mundo habiendo recibido la paga que merece, no existe el equilibrio de saldo cero. O morimos mereciendo castigo, o mereciendo bienes. Y eso ocurre en cada instante de nuestra vida. O merecemos castigo o premio. Y a lo largo de la vida, esa balanza se mueve constantemente. La misericordia se refleja precisamente en que la justicia no se aplica de forma inmediata. Y la justicia se refleja en que todo tiene que ser pagado o premiado de forma perfecta. Los daños que el justo sufre a consecuencia de los actos del malo, son retribuidos. A veces, en esta vida, a veces, solo de forma parcial, a veces, solo después de esta vida.
Los males que se sufran por el coronavirus, serán para unos ocasión de castigo, y para otros ocasión de recompensa.
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Exactamente. Gracias y saludos cordiales.
Una pena que tantos otros apologetas y pastores, caigan en el terrible error de negar de plano (y con énfasis) que El Coronavirus es un Castigo Divino, cosa que desde la fe y la razón, usted ha dejado más que clarísimo.
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Muchas gracias. Es que tenemos olvidado, casi todos, diría yo, que las penas de esta vida son un castigo por el pecado original: "El día que comas de él, morirás". En ese sentido, el coronavirus no tiene nada de novedoso ni de especial. ¿Cuántos otros castigos divinos se realizan diariamente en nuestro mundo? Al final nos puede pasar como a aquel señor que dijo que una parienta suya murió antes de llegar al fin de sus días :)
Saludos cordiales.
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Muchas gracias, Padre. No le pido que rece por todos nosotros porque me imagino que ya lo hace.
Saludos cordiales.
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Eso que Ud. siempre escuchó lo oyó en todo caso de gente que no conoce la fe cristiana o que la expone muy defectuosamente. Sin duda que nuestras acciones tienen consecuencias, y que a veces estas consecuencias son malas y nos hacen sufrir. Pero un Dios Omnipotente puede, por definición, siempre evitar que esas cosas sucedan, si no, no es Omnipotente. Sólo lo contradictorio cae fuera de la Omnipotencia divina, y no es contradictorio que un virus no llegue a extenderse e infectar a muchas personas.
Y si no se tiene argumentos para probar que Dios no existe ¿no es aventurado sostenerlo?
Por otra parte, todo lo bueno que el ser humano pueda hacer en contra de esta plaga y de otras tiene a Dios como Causa Primera. No hay contradicción: el mismo castigo que Dios envía al hombre sirve para que muchos saquen fuera lo mejor de sí mismos.
Frente a los planes y designios de Dios nuestra inteligencia es, usando la frase de Aristóteles, como el ojo de la lechuza ante la luz del Sol.
Saludos cordiales.
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Gracias y saludos cordiales.
"D-788 1. Si alguno no confiesa que el primer hombre Adán, al transgredir el mandamiento de Dios en el paraíso, perdió inmediatamente la santidad y justicia en que había sido constituido, e incurrió por la ofensa de esta prevaricación en la ira y la indignación de Dios y, por tanto, en la muerte con que Dios antes le había amenazado, y con la muerte en el cautiverio bajo el poder de aquel que tiene el imperio de la muerte [Hebr. 2, 14], es decir, del diablo, y que toda la persona de Adán por aquella ofensa de prevaricación fué mudada en peor, según el cuerpo y el alma [v. 174]: sea anatema.
D-789 2. Si alguno afirma que la prevaricación de Adán le dañó a él solo y no a su descendencia; que la santidad y justicia recibida de Dios, que él perdió, la perdió para sí solo y no también para nosotros; o que, manchado él por el pecado de desobediencia, sólo transmitió a todo el género humano la muerte y las penas del cuerpo, pero no el pecado que es muerte del alma: sea anatema, pues contradice al Apóstol que dice: Por un solo hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así a todos los hombres pasó la muerte, por cuanto todos habían pecado [Rom. 5, 12; v. 175]."
Como se ve, el Concilio da por supuesto que la muerte "y las penas del cuerpo", que por tanto son distintas de la muerte, y no pueden no incluir, por tanto, a las enfermedades, son pena por el pecado original. Y es en ese sentido que dice que todo el hombre, alma y cuerpo, fue cambiado en peor por el pecado original.
Lo que niega es que solamente esa sea la pena por el pecado original y no también y ante todo la pena espiritual, que es la pérdida de la gracia de Dios y el reato de la pena eterna.
Recordar que "pena" aquí se entiende como en "código penal", o sea, significa castigo, y no solamente sufrimiento.
En relato del Génesis parece bastante claro que antes del pecado original el ser humano no estaba sometido a mal alguno, y que todos ellos, ver las maldiciones que Dios lanza sobre el hombre luego del pecado, son consecuencia del pecado, como penas o castigos por el mismo, entre ellos, las penas temporales que incluyen la muerte y las enfermedades, entre otras cosas.
Hacemos terciar al Aquinate: (Ia IIae, q. 85, a. 5)
“Artículo 5: ¿Son efecto del pecado la muerte y demás males corporales?
Objeciones por las que parece que la muerte y demás males corporales no son efecto del pecado:
1. Si la causa fuere igual, también será igual el efecto. Mas estos males no son iguales en todos, sino que en algunos son más abundantes, siendo, sin embargo, según se ha dicho, igual el pecado original, del cual estos males parecen ser especialmente el efecto. Luego la muerte y estos males no son efecto del pecado.
2. Además, quitada la causa, se quita el efecto. Pero quitado todo pecado por el bautismo y la penitencia, no desaparece en estos males. Luego no son efecto del pecado.
3. El pecado actual tiene más razón de culpa que el original. Mas el pecado actual no cambia la naturaleza del cuerpo (sujetándola) a algún mal. Luego el pecado original mucho menos. Por consiguiente, la muerte y demás males corporales no son efecto del pecado.
Contra esto: está lo que dice el Apóstol en Rom 5,12: Por un hombre entró el pecado en el mundo; y por el pecado, la muerte.
Respondo: Una cosa es causa de otra de dos modos: directa e indirectamente. Es causa directa de otra aquello que por virtud de su naturaleza o forma produce el efecto: por donde se sigue que el efecto es directamente intentado por la causa. Por consiguiente, dado que la muerte y estos males acaecen al margen de la intención del que peca, es evidente que el pecado no es causa directa de estos males.
Mas una cosa es causa indirecta de otra, si es causa que remueve los obstáculos: así se dice en el libro VIII de los Físicos que quien retira una columna, indirectamente remueve la piedra superpuesta (a la misma). Y de este modo el pecado del primer padre es la causa de la muerte y de todos los males de la naturaleza humana, en cuanto que por el pecado del primer padre (nos) fue arrebatada la justicia original, por la que se mantenían bajo el control de la razón, sin desorden alguno, no sólo las facultades inferiores del alma, sino también el cuerpo entero se mantenía bajo el control del alma sin ningún fallo, como hemos expuesto en la primera parte. Por esto, sustraída esta justicia original por el pecado del primer padre, así como fue vulnerada la naturaleza humana en cuanto al alma por el desorden de sus potencias, según dijimos más arriba, así también se hizo corruptible por el desorden el cuerpo mismo.
Mas la sustracción de la justicia original tiene razón de castigo, como también la sustracción de la gracia. Por consiguiente, la muerte y todos los males corporales consecuentes son ciertos castigos del pecado original. Y aunque estos males no fueran intentados por el pecador, sin embargo, han sido ordenados por la justicia de Dios, que castiga (por el pecado).
A las objeciones:
1. La igualdad de causas directas produce un efecto igual: aumentada, pues, o disminuida la causa directa, aumenta o disminuye el efecto. Mas la igualdad de las causas que remueven los obstáculos no requiere igualdad de efectos. Pues si uno retira con igual impulso dos columnas, no se sigue que las piedras que estaban sobre ellas se muevan igualmente; sino que la que fuere más pesada se moverá más velozmente según la propiedad de su naturaleza, a la cual es dejada removido el obstáculo. Así, pues, quitada la justicia original, la naturaleza del cuerpo humano fue dejada a sí misma; y en conformidad con esto los cuerpos de algunos están sujetos a más males y los de otros a menos, según la diversidad de la complexión natural, aunque el pecado original sea igual.
2. La culpa original y actual es quitada por el mismo que (nos) quitará estos males, según aquello del Apóstol en Rom 8,11: Vivificará vuestros cuerpos mortales por su Espíritu Santo, que habita en vosotros. Pero ambas cosas se realizan a su tiempo según el orden de la divina sabiduría. Pues es necesario que lleguemos a la inmortalidad y a la impasibilidad de la gloria, incoada ya en Cristo, y que El nos adquirió, conformándonos antes a sus sufrimientos. Por lo tanto, es necesario que permanezca la pasibilidad en nuestros cuerpos por algún tiempo para merecer la impasibilidad de la gloria a ejemplo de Cristo.
3. En el pecado actual podemos considerar dos cosas; a saber: la sustancia misma del acto y la razón de culpa. Por parte de la sustancia del acto, el pecado actual puede causar algún mal corporal; así algunos enferman y mueren por exceso de alimentos. Mas por parte de la culpa priva de la gracia, que se da al hombre para rectificar los actos del alma, mas no para impedir los males corporales, como los impedía la justicia original. Y por consiguiente, el pecado actual no causa los males susodichos como el original.”
//hjg.com.ar/sumat/b/c85.html#a5
Saludos cordiales.
Saludos cordiales.
Muchísimas gracias, Néstor. Que Dios te lo pague y que el Espíritu Santo te siga iluminando, para nuestro aprovechamiento espiritual.
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Bendito sea Dios y saludos cordiales.
El mundo de Dios, este que vivimos, no puede ser de venganzas, casrigos y sufrimientos. Su mundo es de amor, solidaridad, justicia, dignidad, igualdad, responsabilidad, moralidad, racionalidad y espiritualidad, a la luz de su verdad. Es un mundo para la vida.
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Ése es justamente el tema de mi nuevo "post".
Saludos cordiales.
Pregunta: ¿El castigo, en lo que tiene de bueno, sería querido per se por Dios, y en lo que conlleva de mal (no moral sino físico) sería querido per accidens?
Muchas gracias: sus artículos honran a la Escuela tomista.
In Domino et Virgine.
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Muchas gracias. Entiendo que así es efectivamente: el bien es querido por sí mismo, el mal físico, accidentalmente, el mal moral, solamente permitido.
Saludos cordiales.
Le ruego me permita una pregunta: ¿en qué sentido el Concilio de Trento afirma que Adán transmitió a su descendencia el pecado? ¿Se entiende por pecado solo "la pérdida de la gracia de Dios y el reato de la pena eterna"? Porque no concibo que los descendientes de Adán sean culpables del pecado original en el sentido que se suele dar a la palabra "culpable". No sé si entiende lo que quiero decir.
Muchas gracias y un cordial saludo:
Juan G. C.
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Dice Santo Tomás en Ia. IIae, q. 81 a. 1:
"Se dice que el hijo no llevará el pecado del padre, porque no se le castiga por dicho pecado a no ser que sea partícipe de la culpa. Y así ocurre en nuestro caso: pues el hijo hereda la culpa del padre por generación; como (puede heredar) el pecado actual por imitación."
Por tanto, no se trata de una culpa personal, sino de una culpa heredada. Y es que sin culpa no puede haber pena, y las penas del pecado original se aplican a los descendientes de Adán: la pena eterna, si mueren sin la gracia de Dios; la pena temporal, al menos la muerte, si están en gracia de Dios.
Saludos cordiales.
Muchas gracias por su respuesta. Pero, ¿cómo puede una culpa ser heredada por generación? Por otro lado, yo entiendo que las penas del pecado original se aplican a los descendientes de Adán porque no heredaron los dones preternaturales que nuestros primeros padres, como lo era no estar sometidos a la muerte y el derecho a la Visión Beatífica. La pérdida del primero constituye la pena temporal y la del segundo la pena eterna, entiendo yo, pues tradicionalmente se ha creído que los niños no bautizados no iban al infierno sino al limbo. Disculpe mi ignorancia.
Reciba un cordial saludo:
Juan Gómez Carmena
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Ante todo, si Ud. dice que a los descendientes de Adán se les aplican penas, es lógico que sea por alguna culpa, porque lo contrario sería una injusticia, como castigar a un inocente.
Además, con la misma lógica podríamos preguntar qué tenemos que ver nosotros con los méritos de Cristo crucificado, pues al respecto no hay diferencia entre heredar culpas de otra persona y que nos sean perdonadas esas culpas por los méritos de otra persona.
Es evidente a la luz de la fe cristiana que existe la posibilidad de participar en la culpa de otro, así como existe la posibilidad de participar en los méritos de otro.
En esa línea dice Santo Tomás en Ia IIae, q. 81, a. 1:
"...todos los hombres que nacen de Adán pueden considerarse como un único hombre, en cuanto convienen en la naturaleza que reciben del primer hombre, al modo que en el derecho civil todos los que son de una comunidad se consideran como un cuerpo, y la comunidad entera como un hombre. Dice también Porfirio que, muchos hombres, por participación de la misma especie, son un solo hombre. Así pues, la multitud de hombres procedentes de Adán son como muchos miembros de un solo cuerpo. Mas el acto de un miembro corporal, v. gr., la mano, no es voluntario por la voluntad de la mano misma, sino por la voluntad del alma, que es la primera en mover los miembros. Por donde el homicidio que comete la mano, no se le imputaría a la mano como pecado si se considerara la mano en sí misma, en cuanto separada del cuerpo; sino que se le imputa en cuanto es parte del hombre, movida por el primer principio motor del hombre. Así, pues, el desorden que hay en este hombre nacido de Adán no es voluntario con la voluntad del mismo, sino con la del primer padre, que con la moción de la generación mueve a todos los que proceden de él por su origen, como la voluntad del alma mueve al acto a todos los miembros. De ahí que el pecado así derivado del primer padre a todos sus descendientes se llame original, como el pecado que se deriva del alma a los miembros del cuerpo se llama actual. Y así como el pecado actual, cometido por algún miembro, no es pecado de aquel miembro a no ser en cuanto dicho miembro es algo del mismo hombre, por lo que se llama pecado humano; así el pecado original no es un pecado de esta persona, a no ser en cuanto esta persona recibe la naturaleza del primer padre. Por donde también se llama pecado de la naturaleza, según aquello de Ef 2,3: Eramos por naturaleza hijos de ira."
San Pablo dice que por un hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron. Pero los niños que no tienen uso de razón no tienen pecados personales, y sin embargo, mueren también a veces. Luego, tienen el pecado original. Y no puede haber pecado sin culpa.
En cuanto a la hipótesis del limbo, implica la pérdida de la visión beatífica, que es pena por el pecado original.
En definitiva, siguiendo lo que dice ahí Santo Tomás, la privación de los dones preternaturales tiene razón de culpa en tanto es voluntaria en el que la padece, y es voluntaria, en tanto depende de la voluntad del primer padre Adán, al cual de algún modo estamos todos unidos por recibir de él, en definitiva, la naturaleza humana.
Saludos cordiales y felices Pascuas.
Muchas gracias de nuevo por su respuesta. Por lo que yo entiendo es posible que se sufra las consecuencias de un castigo sin ser culpable. Me explico: imaginemos que un hombre comete un crimen y es castigado con la confiscación de sus bienes. En ese caso, los hijos no podrán heredarlos, y sin embargo estos no son culpables del crimen de su padre. Lo mismo sucede con la pena del pecado original: Dios había concedido a nuestros primeros padres unos dones preternaturales y/o sobrenaturales que perdieron por el pecado original, y por lo tanto no se los transmitieron a sus descendientes. Un ejemplo similar utiliza Edward Feser en un artículo suyo. Los niños están sometidos a la muerte porque no heredaron el don preternatural de estar sometidos a la muerte, y lo mismo con la Visión Beatífica.
Reciba un cordial saludo:
Juan G. C.
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No hay paridad con el ejemplo, porque lo que los hijos sufren no es un castigo, si bien es un daño y un mal. Por eso, es lógico que no tengan culpa.
La diferencia es que el pecado de ese padre no afecta a su naturaleza, y por eso, si daña a sus hijos, es solamente por vía de consecuencia, y no de castigo.
En cambio, el pecado original daña a la naturaleza que el padre trasmite a sus hijos por la generación, y esa naturaleza humana, que reciben de su padre, es justamente la que los hace en cierto modo una sola cosa con su padre. Por eso está en ellos la privación de la gracia como voluntaria, a saber, en su origen, y por tanto, tiene razón de pecado y culpa, aunque no personales, y por tanto, merece castigo.
Saludos cordiales.
De nuevo le agradezco su respuesta y la molestia que se está tomando al responderme. Creo que estoy un poco perdido: ¿qué quiere decir con: "Por eso está en ellos la privación de la gracia como voluntaria, a saber, en su origen, y por tanto, tiene razón de pecado y culpa"? Muchas gracias.
Reciba un cordial saludo:
Juan G. C.
PS. ¿Es herético lo que estoy sosteniendo en mis comentarios? Me preocupa.
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La explicación de cómo el pecado original puede ser voluntario en nosotros por la voluntad de Adán es la que da Santo Tomás en el texto que cité en una respuesta anterior.
La idea central es que en cierto modo Adan y nosotros somos uno, por cuanto él ha sido constituido por Dios, como dice Billuart en un texto que cito más abajo, cabeza no sólo física, sino también moral, de todo el género humano.
Como dice el Catecismo de la Iglesia Católica:
"404 ¿Cómo el pecado de Adán vino a ser el pecado de todos sus descendientes? Todo el género humano es en Adán sicut unum corpus unius hominis ("Como el cuerpo único de un único hombre") (Santo Tomás de Aquino, Quaestiones disputatae de malo, 4,1). Por esta "unidad del género humano", todos los hombres están implicados en el pecado de Adán, como todos están implicados en la justicia de Cristo."
El ejemplo que ponía Santo Tomás es que el movimiento de la mano es voluntario, no por la voluntad de la mano, sino por la voluntad del hombre que la mueve. Así, como todos somos en cierto sentido un solo hombre en Adán, el pecado original en nosotros es voluntario por la voluntad de Adán.
El Papa San Pio V condenó entre otras estas dos proposiciones de Miguel de Bayo:
D-1046 46. Lo voluntario no pertenece a la esencia y definición del pecado y no se trata de definición, sino de causa y origen, a saber si todo pecado debe ser voluntario.
D-1047 47. De ahí que el pecado de origen tiene verdaderamente naturaleza de pecado, sin relación ni respecto alguno a la voluntad, de la que tuvo origen.
Es decir, está condenada la tesis que sostiene que el pecado original puede ser verdadero pecado sin relación con la voluntad de Adán, de donde se deduce que, dado que efectivamente es verdadero pecado, lo es por relación a la voluntad de Adán.
En cuanto al tema de la herejía, no se puede plantear la cuestión de la herejía sin tener delante una proposición concreta de la que se deba decir si es herética o no.
Vamos a suponer una proposición que diga que en los descendientes de Adán, en virtud del pecado de Adán, hay pecado trasmitido desde su origen, pero no hay, por esa razón, culpa alguna.
Respecto de la culpa, hay que tratar ante todo de definirla. Al parecer, incluye el elemento de imputación del pecado (Fulano es culpable porque él cometió tal pecado, lo cual implica que lo cometió con conocimiento y libertad), y el consiguiente “reato” o merecimiento del castigo.
Dice el Concilio de Trento:
D-789 2. Si alguno afirma que la prevaricación de Adán le dañó a él solo y no a su descendencia; que la santidad y justicia recibida de Dios, que él perdió, la perdió para sí solo y no también para nosotros; o que, manchado él por el pecado de desobediencia, sólo transmitió a todo el género humano la muerte y las penas del cuerpo, pero no el pecado que es muerte del alma: sea anatema, pues contradice al Apóstol que dice: Por un solo hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así a todos los hombres pasó la muerte, por cuanto todos habían pecado [Rom. 5, 12; v. 175].
D-791 4. Si alguno niega que hayan de ser bautizados los niños recién salidos del seno de su madre, aun cuando procedan de padres bautizados, o dice que son bautizados para la remisión de los pecados, pero que de Adán no contraen nada del pecado original que haya necesidad de ser expiado en el lavatorio de la regeneración para conseguir la vida eterna, de donde se sigue que la forma del bautismo para la remisión de los pecados se entiende en ellos no como verdadera, sino como falsa: sea anatema. Porque lo que dice el Apóstol: Por un solo hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así a todos los hombres pasó la muerte, por cuanto todos habían pecado [Rom. 5, 12], no de otro modo ha de entenderse, sino como lo entendió siempre la Iglesia Católica, difundida por doquier. Pues por esta regla de fe procedente de la tradición de los Apóstoles, hasta los párvulos que ningún pecado pudieron aún cometer en sí mismos son bautizados verdaderamente para la remisión de los pecados, para que en ellos por la regeneración se limpie lo que por la generación contrajeron [v. 102]. Porque si uno no renaciere del agua y del Espíritu Santo, no puede entrar en el reino de Dios [Ioh. 3, 5].
D-792 5. Si alguno dice que por la gracia de Nuestro Señor Jesucristo que se confiere en el bautismo, no se remite el reato del pecado original; o también si afirma que no se destruye todo aquello que tiene verdadera y propia razón de pecado, sino que sólo se rae o no se imputa: sea anatema. Porque en los renacidos nada odia Dios, porque nada hay de condenación en aquellos que verdaderamente por el bautismo están sepultados con Cristo para la muerte [Rom. 6, 4], los que no andan según la carne [Rom. 8, 1], sino que, desnudándose del hombre viejo y vistiéndose del nuevo, que fué creado según Dios [Eph. 4, 22 ss; Col. 3, 9 s], han sido hechos inocentes, inmaculados, puros, sin culpa e hijos amados de Dios, herederos de Dios y coherederos de Cristo [Rom. 8, 17]; de tal suerte que nada en absoluto hay que les pueda retardar la entrada en el cielo. Ahora bien, que la concupiscencia o fomes permanezca en los bautizados, este santo Concilio lo confiesa y siente; la cual, como haya sido dejada para el combate, no puede dañar a los que no la consienten y virilmente la resisten por la gracia de Jesucristo. Antes bien, el que legítimamente luchare, será coronado [2 Tim. 2, 5]. Esta concupiscencia que alguna vez el Apóstol llama pecado [Rom. 6, 12 ss], declara el santo Concilio que la Iglesia Católica nunca entendió que se llame pecado porque sea verdadera y propiamente pecado en los renacidos, sino porque procede del pecado y al pecado inclina. Y si alguno sintiere lo contrario, sea anatema.”
De donde podemos concluir:
1) Los seres humanos venimos al mundo en una verdadera situación de pecado, por el pecado original que heredamos de Adán.
2) Ese pecado constituye en nosotros una verdadera culpa, aunque no personal.
a. En general, no se entiende que haya pecado sin culpa. El que no es culpable es inocente, pero el pecador no es inocente.
b. Menos se entiende que haya castigo sin culpa, sin embargo, el Concilio dice o da a entender claramente que sin la gracia del Bautismo se sufre la pena o castigo consistente en no poder entrar en el Reino de los Cielos, luego, sin esa gracia se está en estado de culpa.
c. El Concilio dice que el pecado original originado es muerte del alma, pero no puede haber muerte del alma sin culpa.
d. Por eso dice también que el pecado original con que todo ser humano, a excepción de Jesucristo y María, viene al mundo, debe ser expiado en el lavatorio de la regeneración para conseguir la vida eterna. No se expían sino las culpas.
e. Enseña que por el Bautismo se remite el reato del pecado original, ahora bien, el reato es el merecimiento del castigo, que no puede basarse sino en una culpa.
f. Dice que en los renacidos nada odia Dios. Eso quiere decir que sí odia algo en los que no han renacido por el Bautismo, y eso sólo puede ser el pecado, que antes del uso de razón sólo puede ser el pecado original, ahora bien, el pecado no puede ser odiado por Dios si no tiene razón de culpa.
g. Dice que la concupiscencia que queda después del bautismo es consecuencia del pecado original pero no es pecado, de lo que se sigue que tampoco es culpa. Eso muestra que no se caracteriza suficientemente al pecado original originado como una consecuencia del pecado de Adán en nosotros que no implica en nosotros culpa alguna.
Dice al respecto Billuart en Summa Sancti Thomae, t. II, Tractatus de peccatis, dissert. VI, art. 1, pp. 497:
“Por “pecado original” entendemos aquel que naciendo contraímos de Adán, el cual, habiendo sido constituido por Dios cabeza no sólo natural sino también moral de todos los hombres que debían propagarse a partir de él, tomaba nuestro lugar y contenía en su voluntad las nuestras, de modo que al pecar, al mismo tiempo pecamos nosotros en él. En qué consista la esencia de este pecado lo diremos luego, pero por ahora, sea lo que sea, es dogma católico que es verdadero pecado por el cual somos inficionados y nacemos hijos de ira, lo cual intentamos probar aquí contra diversos herejes.
Pelagio negó que se diese el pecado original en los descendientes de Adán y también sus discípulos Juliano y Celestio, que sostenían que Adán se dañó a sí mismo, no a sus descendientes, excepto con el ejemplo; y por tanto , sus descendientes no contraen ni culpa ni pena, sino que la muerte, las enfermedades y otras miserias de esta vida son defectos naturales, y la concupiscencia un bien natural, las cuales todas habría sufrido Adán, aún si no pecase, por lo que el Bautismo no es necesario en los niños para la remisión de ningún pecado, sino para que sean hijos de Dios adoptivos y tengan derecho al Reino de los Cielos, de tal modo que sin él sería ciertamente bienaventurados , pero fuera del Reino.”
Billuart señala como componente de la herejía pelagiana, como vemos, la tesis que dice que los descendientes de Adán “no contraen ni culpa ni pena”.
Saludos cordiales.
De nuevo muchas gracias por su estudiada respuesta, por su trabajo y su paciencia. Pero, ¿en qué sentido, fuera del puramente metafórico, puede decirse que todos somos un solo hombre en Adán? Yo no soy Adán y Adán no era yo. Mi voluntad y la de Adán son voluntades distintas. Me resulta y incomprensible, y le ruego que disculpe mi dificultad.
Reciba un cordial saludo:
Juan G. C.
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Sin duda, como sigue diciendo inmediatamente el texto citado del Catecismo, hay allí un gran misterio, del que no tendríamos idea si no fuese por la Revelación divina, que afirma claramente la unidad de todo el género humano en Adán y la unidad de todos los redimidos en Jesucristo.
Pienso que nos tiene que ayudar la noción del Cuerpo de Cristo, que formamos todos los creyentes a partir de la fe y el bautismo, y que no es algo metafórico. Así como por el nuevo nacimiento del Bautismo formamos un solo Cuerpo con Jesucristo, de modo análogo, por el primer nacimiento formamos un solo cuerpo con Adán.
En ninguno de los dos casos se trata de una continuidad física o material, pero tampoco de algo metafórico. El principio real de esa continuidad en el caso del Bautismo es el carácter bautismal y la gracia santificante, en el caso del primer nacimiento, la naturaleza humana.
Obviamente que no se trata de una identidad personal ni de una identidad de voluntades, porque entonces no sería un pecado heredado ni una participación en el pecado de Adán, sino un pecado personal nuestro.
Es una identidad real que se da a nivel de la naturaleza humana, y no solamente porque metafísicamente hablando se trata de la misma naturaleza que hace humanos a todos los hombres, sino porque además, histórica y genéticamente, la hemos recibido de Adán.
Billuart (Summa Sancti Thomae, T. II, Tractatus de peccatis, dissert. VI, art. II, pp. 504 - 505) ofrece una explicación basada en un libre decreto divino por el cual Adán pasó a representar moralmente a toda la humanidad que iba a proceder de él, de modo que en virtud de ese libre decreto divino, y no solamente en virtud de lo que real y físicamente se encuentra en Adán y en sus descendientes, se puede decir que moralmente hablando, no física ni metafísicamente, estábamos nosotros y nuestras voluntades presentes en Adán, de modo que participamos en su pecado y en su carácter voluntario:
“Para que Adán fuese nuestra cabeza moral, y nuestras voluntades se incluyesen en su voluntad en lo que tiene que ver con la conservación o pérdida de la justicia original, fueron necesarias dos cosas: una de parte de Dios, y otra de parte de Adán. De parte de Dios fue necesario un decreto por el que Dios estatuyese que la voluntad de Adán debía ser tomada como nuestra, lo que es constituirlo cabeza moral nuestra. De parte de Adán fue necesario que se le manifestase este decreto.
Lo primero es claro, porque que Adán sea nuestra cabeza moral y su voluntad sea nuestra, no se deriva del derecho natural ni de que sea nuestro principio natural, de lo contrario no sería posible que no pecásemos en él, ni habría razón para que solamente su primer pecado se nos imputase y no los otros, y además, con más razón habría que afirmar lo mismo de nuestros padres más próximos: por tanto, ello fue por institución divina.”
Según esto, entonces, la común participación de todos en la naturaleza humana de Adán, recibida de él por generación, sería solamente la materia sobre la cual actuó el libre decreto divino para constituir a Adán en cabeza moral de la humanidad, del modo dicho.
Luego aclara que no pasó lo mismo con Jesucristo, porque nuestra fe no dice que la voluntad con que Él se entregó en sacrificio por nuestros pecados sea participativamente nuestra, sino que la voluntad nuestra que nos hace partícipes de su Redención es aquella por la que creemos en Él y aceptamos el Bautismo.
Se parecen de todos modos ambos casos, agrego yo, en que en ambos casos ha sido necesaria una libre decisión divina estatuyente para que, por un lado, el pecado de uno fuese el pecado de todos, y por otro lado, todos los que son justificados lo sean por los méritos de uno solo.
Con la diferencia de que en el caso de Jesucristo, los méritos infinitos de su Sacrificio son intrínsecamente suficientes para expiar cualquier pecado nuestro, y no extrínsecamente en virtud de un decreto divino: éste ha sido necesario para otra cosa, es decir, para que el Verbo se hiciese carne y se ofreciese en sacrificio por nuestros pecados.
Saludos cordiales.
Por ejemplo, el autor de este texto publicado en Mercaba.org:
//mercaba.org/TEOLOGIA/STE/Creante/lib_5_cap_7.htm
Cito un pasaje:
“UNA SOLIDARIDAD FISICO-MISTICA, en cuanto que da por supuesto como condición el que todos los hombres provienen de Adán físicamente o sea por generación, pero además supone el que éstos están unidos con él con una unión que aquí se llama mística, puesto que al tratarse del orden sobrenatural no existe en la naturaleza un vocablo que exprese la unión que por una parte sobrepasa a cualesquiera uniones naturales y por otra parte no se identifica con ninguna de éstas. Así pues los hombres eran necesariamente miembros de cierta sociedad instituida por decreto de Dios, sociedad que tenía como cabeza a Adán mismo; el cual, actuando como tal cabeza de esta sociedad, administraría el bien común en orden a conservar o rechazar la justicia original (en la cual se tiene en considera¬ción sobre todo la gracia, que es la que aquí únicamente vamos a mencionar en adelante, ya que el pecado original consiste formalmente en la privación de ella).
Por consiguiente el acto de Adán al perder la gracia común alcanza a cada uno de los hombres, no en cuanto personas consideradas individualmente y que actúan por sí mismas, sino como miembros de una sociedad; en la cual por consiguiente los hombres sin ninguna intervención personal de ellos, incluso sin ninguna intervención meramente interpretativa o moral, estarían afectados por el pecado de Adán en orden a perder la gracia poco más o menos como un miembro del cuerpo humano se ve afectado por la voluntad de la cabeza o como a un infante que todavía no tiene uso de razón le alcanzan los actos legítimos de su padre respecto a los bienes de la familia.”
EL autor acepta por tanto la necesidad de recurrir a un decreto divino, pero refiere dicho decreto a la constitución de una especie de sociedad sobrenatural, “mística”, entre Adán y sus descendientes, que sería la raíz de la solidaridad en virtud de la cual el pecado de Adán se trasmite a nosotros.
Sin embargo, no veo claro que la afirmación de que el pecado original es voluntario solamente por referencia a la voluntad de Adán (y no por algún tipo de inclusión de nuestras voluntades en la de Adán, como sostiene por ejemplo Billuart) lleve necesariamente a sostener que el pecado original en nosotros no es de ningún modo voluntario, como dice este autor:
“Ahora bien puesto que «a la razón y definición de pecado... pertenece el ser voluntario» (D 1046), y ya que «el pecado de origen (no) tiene verdaderamente razón de pecado sin... referencia a la voluntad por la que tuvo su origen» (D 1047), el pecado original es voluntario por la voluntad de Adán al pecar.
(…)
2) Así mismo de propósito no se dice aquí que el pecado original sea en nosotros de algún modo voluntario, a fin de que no parezca que en último término dicho pecado se reduce a cierta forma de pecado personal, lo cual incluso bajo un punto de vista meramente filosófico implica contradicción; y en verdad en sentido estricto el pecado original no puede decirse que sea de ningún modo voluntario en los hombres, ya que ni siquiera aquella mínima voluntariedad que le atribuye Sto. Tomás (2 d.33 q.2 a.l hasta el 2) es una voluntariedad estricta, o sea una voluntariedad que al provenir de algún conocimiento del fin y "a fortiori" de alguna clase de libertad sea suficiente en orden a constituir un acto humano. De donde hay que evitar de modo muy especial en la noción del pecado original cualquier clase de voluntariedad personal.”
Ahora bien ¿qué quiere decir que el pecado original es voluntario con la voluntad de Adán al pecar, sino que es voluntario en nosotros de ese modo? No hacía falta, en efecto, aclarar que en Adán el pecado de Adán fue voluntario con la voluntad de Adán al pecar. Ni es principalmente del pecado original originante, o pecado de Adán, que se discute cuando se discute sobre el pecado original, sino del pecado original originado, el que está en nosotros.
En efecto, cuando se condena esta tesis de Bayo:
"D-1047 47. De ahí que el pecado de origen tiene verdaderamente naturaleza de pecado, sin relación ni respecto alguno a la voluntad, de la que tuvo origen."
es claro que esta tesis condenada habla del pecado original originado, el que está en nosotros, no del pecado original originante, que es el acto pecaminoso de Adán.
Y lo que se enseña mediante esa condena es que ese pecado original, que está nosotros, tiene naturaleza de pecado por relación a la voluntad de la que tuvo origen, es decir, la voluntad de Adán.
Y como la tesis condenada anterior dice lo siguiente:
"D-1046 46. Lo voluntario no pertenece a la esencia y definición del pecado y no se trata de definición, sino de causa y origen, a saber si todo pecado debe ser voluntario."
por su condena queda claro que lo voluntario sí pertenece a la esencia y definición del pecado, de modo que puesto que el pecado original originado es en nosotros un verdadero pecado, como vimos que enseña el Concilio de Trento, entonces, es voluntario en nosotros, precisamente del modo señalado por la condena de la tesis anterior: por relación a la voluntad de Adán.
Saludos cordiales.
Muchas gracias de nuevo por su respuesta. Le ruego que disculpe que siga teniendo dificultades. ¿Qué quiere decir que nosotros y nuestras voluntades estábamos "moralmente hablando", en oposición a física o metafísicamente, estábamos presentes en Adán? ¿Y cómo puede ser justo que se decrete que la voluntad de Adán sea tomada como la nuestra, cuando de hecho no lo es?
Por otro lado, dice la Enciclopedia Católica en su artículo sobre el pecado original que el pecado original originado es la ausencia de la gracia santificante. Pero no veo cómo esta ausencia de la gracia santificante tiene que ser voluntaria. Lo más lógico sería que no lo fuese, creo yo, aunque sea un pecado o una deformidad moral.
Reciba un cordial saludo:
Juan Gómez Carmena
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El asunto ahí es que sin voluntariedad no hay pecado posible. El pecado original originado es voluntario al menos con la voluntad de Adán, y eso es de fe, como vimos por la condena a aquellas tesis de Bayo. Por eso la privación de la gracia no se entiende como pecado sin la voluntariedad del mismo, al menos en su origen, es decir, en Adán
Después, si nuestras voluntades estaban de algún modo incluidas en la de Adán o no, como vimos, es discutido entre los teólogos.
Tal vez se pueda dar una explicación más simple.
Normalmente, el pecado afecta a la persona, no a la naturaleza, de modo que los hijos, que heredan del padre la naturaleza humana, no heredan el pecado.
Pero el pecado de Adán afectó a su naturaleza, porque Adán había sido constituido por Dios cabeza del linaje humano en orden a trasmitir, junto con la naturaleza humana, la gracia de la justicia original.
El meollo de la cuestión aquí es que se trataba de una gracia especial, destinada a ser trasmitida por generación, junto con la naturaleza humana.
Eso implicaría que por libre decreto divino se establece una relación entre la gracia de Adán y su naturaleza humana, que habría hecho que la gracia fuese trasmitida junto con la naturaleza, de no pecar Adán.
El pecado de Adán rompe esa relación, y la huella del pecado de Adán quedó en la naturaleza humana misma, y eso quiere decir, que quedó en ella, junto con la privación de la gracia, la relación al pecado voluntario de Adán como a la causa de esa privación.
Por eso los descendientes de Adán reciben la naturaleza humana privada de la gracia de la justicia original, con una relación a la voluntad de Adán como a la causa de esa privación.
Y así el pecado original originado es voluntario por relación a la voluntad de Adán.
Saludos cordiales.
Le agradezco mucho su respuesta y todo el trabajo que me ha dedicado, casi de forma privilegiada. Le veo más sentido a esto último que dice usted. Pero, entonces, la culpa del pecado original no sería propiamente nuestra, solo de Adán, aunque el pecado original originado sería la pecado en relación a la culpa de Adán.
Muchas gracias y un cordial saludo:
Juan Gómez Carmena
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Como le dije, pecado y culpa son inseparables, y si podemos estar en pecado por el pecado de Adán, también podemos estar en culpa por la culpa de Adán. De hecho, las penas por el pecado no se entienden sin una culpa, porque no tiene sentido castigar a los inocentes. Y los descendientes de Adán sufren las penas temporales por el pecado original, como son la muerte y los diversos males de esta vida, e incluso es verdad de fe, por ejemplo por el Concilio de Florencia, que si alguien muere con solo el pecado original, sin pecados personales, queda privado de la visión de Dios.
Gracias y saludos cordiales.
Muchas gracias de nuevo, y disculpe que siga preguntándole. ¿Qué significa "estar en culpa por la culpa de Adán"? ¿Cómo puede ser uno culpable si no está en juego su voluntad? Tal vez lo que no entiendo es la diferencia entre pecado heredado y pecado personal. Le ruego disculpe las molestias.
Reciba un cordial saludo:
Juan Gómez Carmena
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¿Y cómo puede uno estar ya reconciliado con Dios, sin intervención de la propia voluntad, por el sacrificio de Cristo en la Cruz? Porque incluso, si bien los adultos luego tienen que hacer suya, con su propia voluntad, esa reconciliación, mediante la fe y el Bautismo, también son reconciliados con Dios por el Bautismo los niños que no tienen uso de razón y por tanto tampoco ponen un acto libre suyo que los haga recibir esa salvación.
Sin su voluntad nacen en estado de culpa, y sin su voluntad son hechos hijos y amigos de Dios.
Saludos cordiales.
Muchas gracias por su repuesta. Pero la voluntariedad es esencial para que haya culpa, mientras que para recibir un favor, una gracia, no es necesaria la intervención de la voluntad.
Reciba un cordial saludo:
Juan G. C.
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Es que no se trata solamente de recibir una gracia, sino de que esa gracia nos ponga en la correcta relación con Dios, que es lo opuesto al pecado, y que en el adulto, tras el pecado, requiere una intervención de la voluntad. Pero en el caso del niño bautizado, ello se hace sin intervención de la voluntad.
Sin duda, el pecado que sin su voluntad contrajeron al ser concebidos, sin su voluntad se les perdona al ser bautizados, y lo mismo hay que decir por tanto de la culpa, sin la cual por otra parte el "pecado" no tiene sentido.
Por otra parte, la voluntariedad de la culpa original es la misma que la del pecado original, porque son lo mismo: son voluntarios, como ya se dijo, por la voluntad de Adán.
Así como somos reconciliados por Dios, no por nuestra voluntad, sino por la voluntad de Cristo, y en los niños bautizados, sin intervención de otra voluntad.
Puede ayudar el distinguir entre la culpa como imputabilidad personal, y la culpa como estado que sigue a la mala acción. Una cosa es el acto del pecado, y la imputabilidad personal por el mismo, y otra el estado de pecado y de culpa que lo sigue. Los descendientes de Adán heredan lo segundo, no, lo primero.
Pero sin duda que heredan lo segundo, porque de lo contrario sería una total injusticia que se les aplicaran, sin culpa de ningún tipo, las penas correspondientes al pecado original: las penalidades de esta vida, incluida la muerte, y si mueren con el solo pecado original, la privación de la visión beatífica, como enseña el Concilio de Florencia.
Saludos cordiales.
Gracias una vez más por su respuesta, y le ruego que disculpe las molestias. ¿En qué consiste, pues, ese estado de pecado y de culpa que siguen al acto de pecado y a la imputabilidad personal del mismo, pero que son distintos de ellos? ¿En qué se diferencian y en qué no?
Por otro lado, es precisamente para mostrar que no hay injusticia en que a los descendientes de Adán se les apliquen las penas del pecado original (las penalidades de la vida, la muerte, la privación de la visión beatífica) por lo que puse, en mi tercer comentario, el ejemplo del criminal castigado con la confiscación de sus bienes. Al fin y al cabo las penalidades de la vida y la muerte son males naturales que los descendientes de Adán habrían sufrido igualmente si Dios no hubiera concedido a nuestros primeros padres los dones preternaturales que les concedió (inmortalidad, impasibilidad, etc.). Como al pecar Adán los perdió, no pudo transmitirlos a sus descendientes, y por eso sufren estos la muerte y las penalidades de la vida. Lo mismo sucede con el don sobrenatural de la gracia santificante, necesario para alcanzar la visión beatífica.
Por supuesto, me puedo equivocar, puede que lo que esté diciendo sea una barbaridad o una herejía, en cuyo caso me retractaré de ello. Muchas gracias y disculpe las molestias.
Reciba un cordial saludo:
Juan G. C.
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Aquí está volviendo al comienzo de su argumentación, donde respondí que lo que sufren los hijos del que perdió sus bienes no es una pena ni un castigo, a diferencia de lo que sufren los descendientes de Adán.
Es claro que no habría injusticia en los males naturales, incluida la muerte, que sufrirían los descendientes de Adán si éste no hubiese sido constituido por Dios en el estado de justicia original, y por tanto, no hubiese podido perderlo por el pecado.
Pero no habría injusticia, porque tampoco sería una pena o castigo. Porque sí es una injusticia castigar a los inocentes.
De hecho, históricamente hablando, la muerte y otros males de esta vida no son naturales sin más, sino que son debidos al pecado de Adán, sin el cual no se habrían dado. Por eso tienen razón de pena o castigo.
El acto del pecado, la imputabilidad del acto, y el estado de culpa consiguiente son distintos. El acto es de un momento, el estado es perdurable, hasta que se borren el pecado y la culpa, si se borran. Una vez cesado el acto del pecado, el estado de pecado y de culpa consiguiente permanece. El acto del pecado es propio de la voluntad del que peca y por eso no puede trasmitirse a otro, pero el estado de pecado y culpa consiguiente es distinto de ese acto, y entonces, por ese lado no es contradictorio que dé sin ese acto en otra persona, como de hecho se da sin ese acto en el que cometió el pecado, una vez que ese acto ha terminado.
El pecado es el acto por el que se ofende a Dios desobedeciendo su ley. El estado de pecado es el estado consiguiente al pecado, en el que la persona se encuentra en enemistad con Dios, tratándose de un pecado mortal. La culpa es un componente de ese estado de pecado, en tanto que es imputable a la persona y merecedor de la pena. A los descendientes de Adán se les aplica la pena, luego, la merecen, luego, están en estado de culpa y de pecado. El pecado no se les imputa personalmente, pero se les imputa por razón de su origen, al ser descendientes de Adán, pues reciben la naturaleza humana privada de la gracia de la justicia original y con una relación a la voluntad de Adán como causa de esa privación.
Como dice Santo Tomás en Ia IIae, q. 81, a. 1:
" (...) todos los hombres que nacen de Adán pueden considerarse como un único hombre, en cuanto convienen en la naturaleza que reciben del primer hombre, al modo que en el derecho civil todos los que son de una comunidad se consideran como un cuerpo, y la comunidad entera como un hombre. Dice también Porfirio que, muchos hombres, por participación de la misma especie, son un solo hombre. Así pues, la multitud de hombres procedentes de Adán son como muchos miembros de un solo cuerpo. Mas el acto de un miembro corporal, v. gr., la mano, no es voluntario por la voluntad de la mano misma, sino por la voluntad del alma, que es la primera en mover los miembros. Por donde el homicidio que comete la mano, no se le imputaría a la mano como pecado si se considerara la mano en sí misma, en cuanto separada del cuerpo; sino que se le imputa en cuanto es parte del hombre, movida por el primer principio motor del hombre. Así, pues, el desorden que hay en este hombre nacido de Adán no es voluntario con la voluntad del mismo, sino con la del primer padre, que con la moción de la generación mueve a todos los que proceden de él por su origen, como la voluntad del alma mueve al acto a todos los miembros. De ahí que el pecado así derivado del primer padre a todos sus descendientes se llame original, como el pecado que se deriva del alma a los miembros del cuerpo se llama actual. Y así como el pecado actual, cometido por algún miembro, no es pecado de aquel miembro a no ser en cuanto dicho miembro es algo del mismo hombre, por lo que se llama pecado humano; así el pecado original no es un pecado de esta persona, a no ser en cuanto esta persona recibe la naturaleza del primer padre. Por donde también se llama pecado de la naturaleza, según aquello de Ef 2,3: Eramos por naturaleza hijos de ira.
A las objeciones:
1. Se dice que el hijo no llevará el pecado del padre, porque no se le castiga por dicho pecado a no ser que sea partícipe de la culpa. Y así ocurre en nuestro caso: pues el hijo hereda la culpa del padre por generación; como (puede heredar) el pecado actual por imitación."
Saludos cordiales.
Muchas gracias por su respuesta. Si el estado de pecado es "el estado consiguiente al pecado, en el que la persona se encuentra en enemistad con Dios, tratándose de un pecado mortal", entonces si entiendo que pueda transmitirse por generación. Pero este estado no es culpa suya, sino solo de Adán, que fue quien pecó. Con lo que los descendientes de Adán estarían en este pecado sin culpa de su parte.
¿No podría decirse que lo que sufrimos nosotros (padecimientos, muerte, pérdida de la visión beatífica en los no bautizados) no son propiamente penas o castigos, al igual que no lo son propiamente las desventajas que deban sufrir los hijos del criminal al que se les confiscaron sus bienes por la pérdida de los mismos? Al fin y al cabo estas desventajas que sufren por no tener estos bienes son también debidas al crimen de su padre, sin que sean una pena o un castigo.
Reciba un cordial saludo:
Juan Gómez Carmena
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Lo que pasa es que no se entiende cómo puede haber pecado sin culpa.
Un pecado sin culpa sería algo así como un pecado inocente, lo cual no tiene sentido. Al final habría que decir que los descendientes de Adán tampoco heredan de su padre pecado alguno del tipo que sea, lo cual es obviamente herético.
El texto del Concilio de Trento no deja lugar a dudas:
"D-789 2. Si alguno afirma que la prevaricación de Adán le dañó a él solo y no a su descendencia; que la santidad y justicia recibida de Dios, que él perdió, la perdió para sí solo y no también para nosotros; o que, manchado él por el pecado de desobediencia, sólo transmitió a todo el género humano la muerte y las penas del cuerpo, pero no el pecado que es muerte del alma: sea anatema, pues contradice al Apóstol que dice: Por un solo hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así a todos los hombres pasó la muerte, por cuanto todos habían pecado [Rom. 5, 12; v. 175]."
Por un lado, el Concilio habla de "muerte y penas del cuerpo", trasmitidas por Adán a sus descendientes, por lo que se ve que entiende que la muerte y otros males de esta vida, hablando así en general y sin entrar a los distintos casos posibles, son penas, es decir, castigos por el pecado.
Pero además, habla de que Adán nos trasmite la muerte del alma. Es imposible pensar que un alma humana sea afectada con la muerte espiritual sin culpa personal y sin participar en la culpa de alguien más, o sea, sin culpa alguna de su parte.
Recuerde que los hijos de ese criminal, en su ejemplo, no están en pecado por lo que hizo su padre. Y por el solo pecado original se pierde la visión beatífica, según el Concilio de Florencia. Eso es obviamente una pena. Nadie pierde definitivamente la comunión con Dios sin culpa alguna de su parte.
Es un mal que sobreviene a consecuencia de un pecado, y porque las relaciones con Dios no se frustran fuera del plano moral, en el cual los males son penas o castigos.
Si los descendientes de Adán naciesen privados nada menos que de la justicia original, que estaba destinada a ellos por Voluntad de Dios, sujetos a todas las penalidades de esta vida, hasta la misma muerte, y además, arriesgando la pérdida definitiva de la visión de Dios, único fin del hombre en concreto, sin participar de ningún modo en la culpa de su padre Adán, entonces oiríamos dudas y quejas mucho más grandes acerca de la justicia divina.
Y por eso lo mismo hay que decir de la muerte y otras penas temporales por el pecado original. Lo dice San Pablo: "Por un hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte". La muerte, en concreto y para nosotros, descendientes de Adán, es consecuencia del pecado, y eso, no por razones médicas, sino por razones morales, o sea, como pena por el pecado.
Nuestro Señor Jesucristo se ofreció en la Cruz al Padre en sacrificio también por el pecado original originado de cada uno de nosotros. De hecho, a los niños que se bautizan ése es el único pecado que se les borra con el bautismo. ¿A qué ofrecer un sacrificio donde no hay culpa alguna que expiar?
Saludos cordiales.
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Sobre la culpa que heredan los descendientes de Adán:
“Hablo del bienaventurado Ambrosio, de cuyos trabajos y peligros en defensa de la fe católica con sus escritos y discursos soy testigo, y conmigo no duda todo el imperio romano en proclamarlo. Este santo varón, al comentar las palabras del salmo 113, 3: Lo vio el Jordán y retrocedió, y explicarlas en su obra sobre el evangelio de San Lucas, escribe: "El Jordán es un símbolo de los misterios futuros del bautismo de salvación, por los cuales los niños que son bautizados quedan libres de la culpa contraída en el origen de su naturaleza".”
“(…) no ves lo que San Juan de Constantinopla con toda claridad expresó; a saber, que todos los hombres amén de los propios pecados, son, ante Dios, culpables de la escritura de nuestro primer padre. “
“Porque, sin rozar ahora el argumento de razón o autoridad bíblica, ¿es que todos los santos varones del mundo cristiano no han enseñado siempre, contrariamente a vuestra doctrina, que los niños al nacer son culpables por el pecado del primer hombre?"
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Sobre lo injusto que sería que Dios castigase al inocente:
“¿Cómo puede un niño, imagen de Dios, ser castigado a suplicio tan horrendo como es ser privado de la vida, si es que el niño no contrae en su nacimiento pecado original?”
“¿Por qué estos niños, imagen inocente de Dios, van a ser castigados con la privación de la vida, si es que no contraen pecado alguno mediante la propagación de la especie humana?”
“Ahora responde: ¿puede un Dios justo privar de la vida eterna a una imagen suya que no es culpable de pecado?”
“Decimos: no hay en Dios iniquidad cuando castiga como merecen ya sea el pecado original, ya sean los pecados personales; pero sí se mostraría injusto y débil si admitiéramos que los hijos de Adán no fueran culpables del pecado de origen ni de pecados personales, y, sin embargo, permitiese o hiciese pesar sobre ellos un yugo pesado desde el día de su nacimiento hasta el día de su retorno al seno de la madre de todos.”
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Habla de la “deuda” que Adán con su pecado hace contraer a sus descendientes. La deuda es la culpa, por la que estamos obligados a pagar el precio del castigo.
“Y en la exposición al libro de Tobías dice: "¿Quién es el que se aprovecha con usura del pecado sino el diablo, del que Eva tomó en préstamo el pecado, y dejó en deuda, con subido interés, a toda su descendencia, y endeudó así a todo el género humano?" Y en el mismo libro: "Engañó el diablo a Eva que había suplantado al varón, y así endeudó a todos sus descendientes". “
“¿Qué expresión más clara que ésta: "Una vez sola vino Cristo al mundo, y nos encontró endeudados por la cédula de obligación firmada por Adán de su puño y letra. Él contrajo esta obligación; nosotros aumentamos la deuda con nuestros pecados?"”
“¿No oyes a este hombre docto, maestro de la fe católica, distinguir entre la deuda contraída por escritura paterna, que nos transmitió en herencia, y las deudas contraídas y aumentadas con nuestros pecados personales? ¿No oyes lo que se les perdona a los niños en el bautismo, sin deuda personal alguna y, sin embargo, deudores en virtud de una cédula paterna?”
“No se contentó con mencionar "la cédula paterna", sino que añadió "nuestra". Y esto para que supiéramos que ya antes de que aumentáramos la deuda con nuestros pecados posteriores, ya nos había comprometido la cédula paterna.”
“El diablo, afirma, es un usurero, porque al seducir a Eva dejó exhausto, por las usuras de una deuda hereditaria, a todo el género humano.”
“Y en el mismo sermón, del que te has querido servir para engañar a incautos, dice que Cristo, al venir al mundo, nos encontró endeudados por la escritura paterna y por nuestros delitos personales posteriores.”
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Dice que por Adan todos somos “reos” de pecado, pero el reato, o es la culpa, o es inseparable de ella:
“Todos creen que por un hombre entró en el mundo el pecado y por el pecado la muerte, y así pasó a todos los hombres, en quien todos pecaron. Es decir, que todo hombre viene al mundo reo de pecado, el cometido por un solo hombre, el primero de todos. “
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Habla de las penas de esta vida, y en particular, tomándolo de San Juan Crisóstomo, el daño que podemos sufrir de los animales y el temor ante ellos, como castigo por el pecado original:
“Escribe a Olimpia y dice: "Cuando pecó Adán, su gran pecado entrañó condena para todo el género humano y tuvo, con dolor, que expiar su culpa". Y en una homilía sobre la resurrección de Lázaro: "Lloró Cristo viendo que el hombre, después de caer de su estado de inmortalidad, amó las cosas perecederas de su mortalidad. Lloró Cristo al ver al diablo hacer mortales a los que podían ser inmortales".
"Si el diablo hizo mortales a los que podían ser inmortales, ¿por qué mueren los niños, si no contraen el pecado del primer hombre?“
“Y resuelve la dificultad diciendo que, antes del pecado, todas las fieras estaban sujetas al hombre; el que ahora dañen al hombre es castigo del primer pecado.”
“Por todos estos razonamientos prueba San Juan con evidencia que el pecado entró en el mundo por un hombre, y es un pecado a todos común, porque el terror que los animales inspiran es común a todos y ni a los niños perdona, a los cuales según argumenta Juan, no les harían daño ni les inspirarían temor de no estar también ellos incluidos en la deuda del antiguo pecado.”
“¿Quién, en consecuencia, no ve que los niños no temerían daño alguno de los animales si, por su nacimiento carnal, no se vieran atenazados por el pecado del primer hombre?”
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Equipara nuestra falta de participación personal en el pecado de Adán con nuestra falta de participación personal en la salvación obrada por Jesucristo en la Cruz:
“Adán es, pues, figura de Cristo. ¿En qué sentido es figura? Porque así como Adán fue causa de muerte, efecto del bocado prohibido, para sus descendientes, aunque no hayan comido del árbol, así Cristo es mediador de justicia, que nos otorga, por los méritos de su cruz, a todos los que nacemos de él, aunque nada bueno hayamos hecho".”
“Y en otro pasaje de este mismo sermón dice: "Cuando te pregunte un judío: '¿Cómo puede ser el mundo salvado por el poder de uno solo?', le puedes contestar: '¿Y cómo, por la desobediencia de uno solo, pudo el mundo ser condenado? '”
“En efecto, la naturaleza humana, dice, fue contaminada por el pecado del primer hombre; y para que no se piense que este pecado se contrae por imitación ética y no por generación carnal, añade que Adán fue llamado figura del que había de venir; porque así como el bocado prohibido fue causa de muerte para todos nosotros, sus descendientes, aunque no comamos del árbol vedado, así Cristo se hizo perdón y justicia para todos los suyos por su cruz, aunque nada bueno hayan hecho."
Saludos cordiales.
Muchas gracias de nuevo por su respuesta. No me acaba de convencer lo que dice: "Si los descendientes de Adán naciesen privados nada menos que de la justicia original, que estaba destinada a ellos por Voluntad de Dios, sujetos a todas las penalidades de esta vida, hasta la misma muerte, y además, arriesgando la pérdida definitiva de la visión de Dios, único fin del hombre en concreto, sin participar de ningún modo en la culpa de su padre Adán, entonces oiríamos dudas y quejas mucho más grandes acerca de la justicia divina". No me convence porque al fin y al cabo Dios no estaba obligado a darnos la justicia original ni a librarnos de las penalidades de la vida, ni a concedernos la visión beatífica. Algo parecido sucede con: "Nadie pierde definitivamente la comunión con Dios sin culpa alguna de su parte". Al fin y al cabo, hasta el bautismo, los hombres no tienen comunión con Dios, y por lo tanto no pueden perderla.
El pecado original originado es la ausencia de la gracia santificante, al menos según la Enciclopedia Católica, que es voluntaria por su relación a la voluntad de Adán, y por eso es pecado (ya que la voluntariedad es necesaria para que haya pecado, como muestra la condena a Miguel Bayo). ¿En qué sentido podría decirse que uno es "culpable" de tal pecado? Tal vez la clave está en la naturaleza de la culpa heredada, en oposición a una culpa personal. ¿En qué consiste esta culpa heredada?
Disculpe de nuevo las molestias, y mi ignorancia.
Reciba un cordial saludo:
Juan G. C.
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Es cierto que al crear al hombre, Dios lo ordenó gratuitamente a un fin sobrenatural, que es la visión de Dios, y para ello le dio la gracia de la justicia original.
Siendo el hombre un ser libre, pero creado, podía tanto ser fiel a la ley de Dios como pecar desobedeciéndola, y es claro que en caso de pecar, perdería la gracia, porque gracia y pecado son incompatibles, y que la pérdida de la gracia y las consecuencias negativas de la misma serían pena o castigo por el pecado.
Dios no estaba obligado a ordenar al hombre a un fin sobrenatural, pero a partir de esa libre decisión suya, algunas cosas son necesarias por coherencia de Dios consigo mismo, ante todo, darle al hombre la gracia necesaria para alcanzar ese fin.
Y supuesto que Dios quiso que el hombre alcanzase ese fin sobrenatural mediante el libre y meritorio uso de la gracia concedida, es también de coherencia de Dios consigo mismo, con sus libres decretos, que la visión beatífica sea recompensa por el buen uso de la gracia, y que la pérdida de la misma sólo pueda ser pena por el pecado.
Pero incluso abstrayendo del orden sobrenatural y situándonos en un hipotético estado de "naturaleza pura", que nunca existió, en el cual el hombre estuviese ordenado a un fin puramente natural y dotado solamente de su naturaleza humana, de todos modos, siendo un ser racional y dotado de libre albedrío, por esa naturaleza humana que también es un don del Creador, es también, por lo menos, de coherencia de Dios consigo mismo el que esta creatura no pierda su buena relación con Dios sino por medio del pecado.
Es decir, dado que el ángel y el hombre son creaturas racionales dotadas de libre albedrío, es de coherencia de Dios consigo mismo, pues Él los hizo así, que la relación de estas creaturas con Dios sea de tipo moral y que sólo por razones de tipo moral, concretamente, el pecado, pueda dañarse esa relación.
Luego del pecado de Adán y antes del bautismo, los hombres están privados de la comunión con Dios precisamente por el pecado original originado, que heredan de Adán, y por tanto, no sin culpa alguna de su parte, si bien no se trata de una culpa personal, sino de la culpa heredada de Adán.
Porque precisamente, el pecado es culpable en tanto que es voluntario, y por eso, al ser voluntario en los descendientes de Adán por la voluntad de Adán, es culpable en ellos por una participación en la culpa de Adán, o sea, por la recepción, por generación, de la naturaleza humana, que procede de Adán, privada de la gracia de la justicia original, y con una relación a la voluntad pecadora de Adán como causa de esa privación.
Saludos cordiales.
Muchas gracias de nuevo por su respuesta, y disculpe mi tardanza en responder. De acuerdo con lo que dice usted en su respuesta. Pero, ¿qué se entiende entonces por culpa, para que pueda haber una culpa heredada y no personal? Quiero decir, ¿cuál es aquí el significado de "culpa", su definición? Porque todas las que he leído hasta ahora implican que la culpa solo puede ser personal.
Reciba un cordial saludo:
Juan G. C.
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Lo que usualmente entendemos por “culpa” es la imputación del pecado a una persona y la responsabilidad en que ésta incurre por ese pecado.
Eso se da participativamente en los descendientes de Adán, pues la culpa sigue al pecado y a su voluntariedad, que participativamente se dan en ellos del modo ya dicho.
A saber, por la comunicación por parte de Adán a sus descendientes de la naturaleza humana privada de la gracia de la justicia original y con una relación a la voluntad de Adán como causa de esa privación.
Así, a los descendientes de Adán el pecado original originado (no el originante, que es el de Adán) no se les imputa por razón de alguna acción que personalmente hayan realizado, sino por razón de la naturaleza humana que reciben de Adán en esas condiciones.
Es pecado, entonces, por relación a la voluntad de Adán, y se le imputa a sus descendientes por razón de la naturaleza humana que reciben de Adán en las condiciones dichas.
No es por tanto, que cambie el significado de “culpa” en el caso de los descendientes de Adán, sino que cambia el modo en que el mismo significado se da en ellos, que no es personal sino participativo. Y lo mismo sucede con la noción de "pecado".
O sea que a la pregunta ¿cómo voy a ser culpable por el pecado de otro? se responde: si el pecado de ese otro ha quedado por así decir "grabado" en su naturaleza humana, y si yo recibo de ese otro mi propia naturaleza humana en esas precisas condiciones.
Y si se nos responde que eso no alcanza para que seamos personalmente culpables, se responde que efectivamente no somos personalmente culpables del pecado original, sino participativamente, por la naturaleza humana que recibimos de Adán.
Y si se nos dice que no se puede ser culpable a menos que se sea personalmente culpable, respondemos que eso vale para la culpa personal, pero no para la culpa participada.
Y si se nos dice que la culpa no puede ser participada, sino que ha de ser personal, pedimos la prueba de esa afirmación.
Porque si nos responden que el pecado sólo puede imputarse al que de hecho lo comete con su propia voluntad, respondemos que eso vale para la culpa personal, no para la participada.
De modo que si nos responden que la culpa no puede ser participada, sino que ha de ser personal, están repitiendo la tesis en vez de probarla.
Saludos cordiales.
Creo que ya le entiendo. El hombre es culpable del pecado original originado en el sentido de que ha recibido la naturaleza humana de Adán privada de la gracia santificante causada por la voluntad de Adán. Corríjame si me equivoco o le malinterpreto. Le agradezco mucho todo el espacio y tiempo que me ha dedicado de forma tan privilegiada.
Reciba un cordial saludo:
Juan G. C.
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Entiendo que sí, explicando que eso genera en los descendientes de Adán un estado de pecado y culpa participados, no personales, radicados en su naturaleza humana tal como la han recibido de Adán, según lo dicho.
Saludos cordiales.
Muchas gracias por todo. Teniendo en cuenta que se trata de un pecado y una culpa no personales sino heredados, ¿puede decirse igualmente que sería una injusticia someter por ellos a los descendientes de Adán a un castigo positivo como sería el infierno, en lugar de la pérdida de un bien?
Reciba un cordial saludo:
Juan G. C.
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Como dice el Concilio de Trento, el pecado original, en los descendientes de Adán, no siendo una culpa personal, es "propio de cada uno". Porque de cada uno es la naturaleza humana que reciben herida por el pecado original.
Como todo pecado, el pecado original merece un verdadero y auténtico castigo, otra cosa es que ese castigo pueda ser perdonado por Dios bajo determinadas condiciones.
Por otra parte, que un castigo consista en algo negativo, como la pérdida de un bien, no quiere decir que no sea un castigo.
De hecho, de las dos penas del Infierno, la de daño, que consiste en la pérdida de la visión de Dios, y la de sentido, que es el fuego eterno, la principal y peor es la primera.
Saludos cordiales.
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