Sobre el argumento ontológico en San Anselmo, Descartes, Leibniz, Malcolm, Hartshorne y Göedel.
Nuestra idea de Dios tiene algo que la distingue de toda otra idea, y es que el ser o existencia actual aparece como formando parte del contenido inteligible mismo de esa idea, hasta el punto de que no puede ella pensarse separada de él.
Es decir, la idea de Dios es la idea del Ser Necesario, que no puede no existir, y por ello implica una relación necesaria entre la naturaleza divina, en la medida en que podemos conocerla en esta vida, y la existencia actual, que hace que ésta quede incluida en aquella.
Esa relación necesaria entre la Esencia divina y la existencia actual, que no admite excepciones en ninguna hipótesis absolutamente hablando, sólo puede fundarse en la identidad real entre ambas.
En efecto, una composición real entre la Esencia y la existencia divinas sólo podría ser al modo de la potencia y el acto, pero entonces, dada la distinción real entre ambos, habría al menos una hipótesis en que esa potencia no estaría actualizada.
Esto es lo que ha dado pie al argumento ontológico, que pretende demostrar la existencia de Dios a partir de la sola idea que tenemos de Dios en esta vida.
En esencia, este argumento viene a decir que dado que la existencia actual forma parte de nuestra idea de Dios hasta el punto de que no podemos pensarlo sin ella, pues sería contradictorio que el Ente que no puede no existir, no existiese, entonces, Dios existe.
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Las formulaciones de San Anselmo
¿Cómo se aplican estas reflexiones al argumento ontológico tal como lo presenta su creador, San Anselmo de Canterbury?
San Anselmo presenta dos argumentos en el “Proslogion”, uno en el cap. II, y otro en el cap. III.
El primero es el más conocido y dice así, en nuestras palabras:
“La idea de Dios es la idea de un Ser mayor que el cual no se puede pensar otro. Pero si Dios no existiese en la realidad extramental, o sea, si Dios existiese sólo en nuestra mente, se podría pensar algo más grande que Dios. Pues en efecto, existir en la mente y en la realidad extramental es más que existir sólo en la mente, y entonces el pensamiento de cualquier ente que existiese en la mente y también fuera de la mente sería el pensamiento de un ente más grande que Dios. Pero es absurdo que se pueda pensar un ser mayor que el ser mayor que el cual no se puede pensar otro, y lo absurdo es imposible. Por tanto, Dios no existe sólo en nuestra mente, sino también en la realidad extramental.”
El argumento se engloba dentro de lo que arriba hemos expuesto como esencia general del argumento ontológico, porque se apoya en el hecho de que quitada la existencia actual extramental ya no estaríamos hablando del ser mayor que el cual no se puede pensar otro, o sea, de Dios, Ser Perfectísimo, que tiene la existencia actual y necesaria como una de sus perfecciones, la principal de todas, pues sin ella nada serían las otras.
La crítica fundamental a este argumento es que no necesariamente se podría pensar algo mayor que Dios si Dios existiese sólo en la mente, pues allí, en la mente, Dios podría ser pensado como existiendo también en la realidad extramental.
En esa hipótesis, ya no se seguiría contradicción alguna para el que dijese que Dios existe sólo en nuestra mente.
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En el capítulo III del Proslogion, San Anselmo presenta otra formulación de su argumento, que dice así:
“Lo que acabamos de decir es tan cierto, que no se puede imaginar que Dios no exista. Porque se puede concebir un ser tal que no pueda ser pensado como no existente en la realidad, y que, por consiguiente, es mayor que aquel cuya idea no implica necesariamente la existencia. Por lo cual, si el ser por encima del cual nada mayor se puede imaginar puede ser considerado como no existente, síguese que este ser que no tenía igual, ya no es aquel por encima del cual no se puede concebir cosa mayor, conclusión necesariamente contradictoria, Existe, por tanto, verdaderamente un ser por encima del cual no podemos levantar otro, y de tal manera que no se le puede siquiera pensar como no existente; este ser eres tú, ¡oh Dios, Señor nuestro!”
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O sea que ambos argumentos de San Anselmo van encaminados a demostrar que el ser mayor que el cual no se puede pensar otro debe existir en la realidad, fuera de nuestra mente, y no solamente en nuestra mente, porque en caso contrario se podría pensar algo más grande que él, y eso es contradictorio.
Y se podría pensar algo más grande que él, por dos razones:
1) Porque lo que existe en la mente y también en la realidad es mayor que lo que sólo existe en la mente (primer argumento, capítulo II del Proslogion) y
2) porque lo que es necesario es mayor que lo que es contingente, y si el ser mayor que el cual no se puede pensar otro existiese sólo en la mente, sería contingente, porque sería verdad que puede no existir en la realidad, y se podría pensar en un ser necesario (segundo argumento, capítulo III).
En el caso del segundo argumento, se agrega además la conclusión de que no es posible pensar que Dios no exista, o sea, que Dios existe necesariamente.
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La crítica a este nuevo argumento es análoga a la del anterior: en la hipótesis de que el ser mayor que el cual no se puede pensar otro existiese sólo en nuestra mente, no necesariamente podríamos pensar en un ser mayor, pues podría ser pensado por nosotros, más bien, debe serlo, como existente, y existente necesariamente, también en la realidad, y entonces, el que así lo pensase no tendría razón para considerarlo contingente en vez de Necesario.
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Algunos intentos de defensa del argumento de San Anselmo.
Se puede replicar que un ente que existe sólo en nuestra mente pero pensado como existiendo también en la realidad, fuera de nuestra mente, es menor que un ser que además existe también en la realidad fuera de nuestra mente.
Y la respuesta es que en todo caso ese ente será, sì, menor que el que además existe en la realidad, pero no será pensado como menor que él o que ningùn otro, que es lo que requiere el argumento de San Anselmo.
Ahí mismo se está reconociendo que una cosa es la existencia extramental pensada (“in actu signato”, que dirían los escolásticos) y otra la existencia extramental actualmente ejercida y afirmable en un juicio verdadero (“in actu exercito”).
Y si se quiere evitar ese salto ilegítimo del orden lógico (la existencia pensada, “in actu signato”) al ontológico (la existencia actualmente ejercida, “in actu exercito”)”, con una formulación como ésta, por ejemplo:
“Dios es aquel ser mayor que el cual no cabe pensar otro. Pero si Dios existiera sólo en nuestra mente, se podría pensar algo mayor que Él, que existiría también en la realidad, fuera de nuestra mente. Pero es absurdo que se pueda pensar algo mayor que aquel ser mayor que el cual no se puede pensar otro. Por tanto, Dios existe en la realidad, fuera de nuestra mente”.
aquí, en la primera premisa, “Dios” debería significar Dios mismo, su ser real, no solamente su idea. Y entonces se entraría en un círculo vicioso, que pone como premisa precisamente lo que quiere demostrar: la existencia real y extramental de Dios.
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Frente a esta crítica clásica del salto ilegítimo del orden lógico (la existencia pensada, “in actu signato”) al ontológico (la existencia actualmente ejercida, “in actu exercito”)”, los defensores del argumento ontológico, como por ejemplo Rogelio Rovira (La fuga del no ser, Encuentro, Madrid, 1991) dicen lo siguiente:
“(…) el núcleo de la objeción expuesta (…) tiene un único supuesto tácito: la consideración injustificada de que el punto de partida de la prueba es un mero concepto o una idea arbitraria de Dios (…) tanto Anselmo como Buenaventura y Descartes insisten reiteradamente en que el punto de partida de su argumento no es en absoluto un mero concepto de Dios, sino, antes bien, un puro conocimiento de la esencia divina. Y, si ello es así, no se da en este caso tránsito alguno de lo pensado a lo real, de lo lógico a lo ontológico, sino que nos movemos desde siempre en el terreno de lo ontológico, de lo real; se trata, entonces, concretamente, del paso de la esencia a la existencia.” (pp. 99 – 100).
A esto respondemos que en esta vida, como dice Santo Tomás, no sabemos qué cosa es Dios, es decir, no tenemos un conocimiento adecuado de la Esencia divina, que sería la visión beatífica, pues conocemos solamente algunas de las perfecciones que están en Dios, pero no el modo divino de esas perfecciones, pues nuestro conocimiento de Dios lo tenemos mediante conceptos que hemos abstraído de las creaturas, y que por tanto, sólo analógicamente nos pueden decir algo acerca de lo que Dios es.
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Rovira argumenta que si admitimos el realismo de los universales, tenemos que admitir que nuestra idea de Dios no es un mero concepto, sino una captación de la Esencia divina:
“(…) si se admite un realismo de las esencias, o sea, si se defiende que lo universal existe en sí mismo, - bien con independencia del ser individual, bien en dependencia, necesaria o sólo posible, con él – cabría admitir que la verdad descubierta por el obispo de Canterbury no es una mera tautología, ya que las esencias existen extramentalmente, esto es, en la realidad, con independencia del pensar” (pp. 105 – 106).
Pero él mismo admite que “(…) quedaría aún por discutir si es realmente viable un auténtico conocimiento de la esencia de Dios” (p 106), al menos, agregamos nosotros (a la luz de la fe católica, que nos revela que nuestro fin es la visión beatífica) si tal conocimiento de la Esencia divina es viable en esta vida.
Entrando en esa discusión, Rovira sostiene que “(…) el hombre posee en realidad un cierto conocimiento de la Esencia de Dios, que es suficiente para hacerle evidente la existencia de este ser.” (p. 135).
Aceptando que el conocimiento que tenemos de Dios en esta vida es sumamente imperfecto, y apoyándose en la tesis tomista según la cual la proposición “Dios existe” es evidente en sí misma, pero no para nosotros, Rovira sostiene que “la condición de posibilidad de afirmar que la verdad de la proposición “Dios existe” es evidente en sí absolutamente, pero no para nosotros, es poseer un conocimiento, colateral, imperfecto y limitado, de la esencia de Dios, que consiste en existir.” (p. 139).
Y eso, decimos nosotros, es cierto, en un sentido, pero no suficiente. Porque lo que dice Santo Tomás no es que no conozcamos nada de la Esencia divina, sino que no la conocemos precisamente en tanto que divina, que si conocemos lo que distingue a Dios de todo otro ente posible, no lo conocemos según el modo propio y específico que eso tiene en Dios mismo. Se trata siempre de la distinción entre la perfección divina y el modo propiamente divino de esa perfección, que nunca puede ser anulada en esta vida.
Ahora bien, el nexo necesario entre la Esencia divina y la existencia, como actualmente ejercido (in actu exercito) y no solamente como pensado por una mente finita (in actusignato), pertenece al modo propiamente divino de esa Esencia de Dios y por tanto no es asequible a nosotros en esta vida, pues nuestros conceptos se abstraen de las cosas finitas e imperfectas, más aún, materiales y sensibles, de este mundo.
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Respecto de esto último, también tiene Rovira algo que decir. Efectivamente, su tesis es que la idea del Infinito es en nosotros innata, no procedente de la experiencia sensible (decimos “su tesis”, porque aunque él presenta más bien las diversas alternativas filosóficas según las cuales se acepta o se rechaza el argumento ontológico, nos parece claro que sus simpatías se inclinan por las que lo aceptan y fundamentan).
En el aristotelismo, la idea de “infinito” es negativa, porque consiste precisamente en la negación de los límites. Por tanto, su origen remoto es la experiencia de lo finito, a la que agregamos la negación de los límites que en ello encontramos. O sea, no se trata de una idea innata, sino de una composición mental de conceptos abstractos.
Para los autores de orientación platónica como San Buenaventura o Descartes, por el contrario, nuestra idea de “infinito” no es negativa sino positiva y su objeto es la plenitud del ser. No sólo no la hemos obtenido de la experiencia, sino que además es el presupuesto de nuestra idea de lo finito, que sólo puede surgir sobre el trasfondo de la idea de lo infinito. (pp 141 – 142).
Pero el mismo vocablo “infinito” le da la razón a Aristóteles, pues su sentido no puede ser otro que la negación de los límites. En cuanto a la idea de lo finito, es claro que su origen es la experiencia, pues si abstraemos las esencias de las cosas sensibles, es obvio que todas ellas son finitas.
Se puede objetar que de todos modos, reconocer en esas esencias finitas el límite como límite supone la idea de lo ilimitado.
En cierto modo es así, pero no se trata de la Infinitud positiva de Dios, que excluye todo límite, sino de la infinitud negativa de nuestro concepto de “ente”, que no incluye necesariamente límite alguno, y que así basta para que por comparación con ella resalten los límites que sí incluyen necesariamente las esencias finitas.
Así, vemos que tanto el perro como el tigre como la paloma son “ente”, y que por eso mismo ninguno de ellos agota el ente, o sea, son limitados, finitos.
Pero el ente en general no es Dios, de lo contrario, estaríamos en el panteísmo, pues como todo es ente, todo sería Dios.
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Un problema fundamental: la pendiente al ontologismo.
Ahora bien, el argumento central, para nosotros, aquí, es que si admitimos un conocimiento en esta vida de la Esencia divina suficientemente adecuado como para hacernos ver la conexión necesaria entre dicha Esencia y la existencia “in actu exercito” y no solamente “in actu signato” (en cuyo caso estaríamos de nuevo ante la existencia meramente pensada), no podemos quedarnos en nada intermedio y tenemos que aceptar una visión nuestra inmediata de Dios en esta vida que no se puede distinguir finalmente de la visión beatífica y que es el error, condenado por la Iglesia, de los “ontologistas”.
En efecto, el ontologismo es la corriente iniciada por el sacerdote francés Malebranche en el siglo XVII, según la cual el conocimiento humano natural, por ejemplo, el conocimiento de las matemáticas, se explica por una visión de Dios, y una visión de todas las cosas en Dios.
El nombre de “ontologismo” no le viene del argumento ontológico, sino del hecho de que igualan en todo el orden del ser con el orden del pensar u orden lógico, ya que, así como Dios es lo primero en el orden del ser, pues sin Él no puede existir ninguna otra cosa, así sería, según ellos, lo primero en el orden de nuestro conocimiento, puesto que, según sostienen, sin conocer a Dios previamente no se podría conocer absolutamente nada.
La razón de la condena eclesiástica del ontologismo, entendemos, es que el único que puede naturalmente ver a Dios, es Dios mismo, y así el ontologismo lleva al panteísmo.
Respecto de nuestro tema, es una tesis central de la teología y la filosofía católicas que en Dios Esencia y Ser se identifican realmente. La Esencia divina no puede ser abstraída por ningún intelecto, tampoco por el mismo Intelecto divino, porque no hay ninguna distinción real, ni de hecho ni de derecho, entre Ella y el Ser mismo Subsistente que es Dios mismo. En Dios no cabe distinción alguna entre el sujeto individual y su esencia, porque la Esencia divina no es solamente individual, sino un Ente individual (que subsiste en tres Personas, pero eso es otra cuestión), por derecho propio, por sí misma.
No puede darse, entonces, respecto de Dios, lo que sí se puede dar respecto de los entes finitos, a saber, que tengamos de ellos en nuestra mente un concepto que significa una esencia abstracta que , sin ser actualmente real, como la del dinosaurio, por ejemplo, es sin embargo objetiva y bajo ese aspecto, de algún modo extramental.
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Ése es justamente el error fundamental de Rosmini, que con razón es clasificado junto con los ontologistas, al menos, por lo que toca a las consecuencias lógicas de sus tesis.
En efecto, Rosmini quiere superar a Kant desde Kant mismo, admitiendo una única “forma a priori” para todo nuestro conocimiento intelectual, que es la idea del ser, haciendo así posible, contra Kant, pero al modo kantiano, la metafísica.
Pero para evitar el idealismo, Rosmini sostiene que esa idea del ser que es lo primero que nuestra inteligencia intuye y en la cual intuye todo lo demás no es algo de nuestra mente, sino algo objetivo.
Se le plantea entonces el problema de la relación entre esa idea del ser, que sería algo exterior a nuestra mente, y Dios. Si se identifican, entonces estamos en el ontologismo, condenado por la Iglesia. Si se distinguen realmente, entonces la idea del ser es algo creado, y Dios mismo quedaría fuera del ser (o sea, no existiría) y en caso de (absurdamente) existir fuera del ser, resultaría incognoscible para nuestro intelecto.
La solución de Rosmini es agregar otra categoría ontológica: además del ser de razón y el ser real, estaría el ser ideal. La idea del ser no es algo creado, es “algo divino”, pero no es Dios, porque no es de orden real, sino ideal.
Más precisamente, es la representación ideal de Dios mismo, obtenida por una “abstracción” que la Inteligencia divina opera sobre el mismo ser de Dios, y que luego Dios comunica a las inteligencias creadas.
Pero la solución es sólo aparente, porque de nuevo, o esa representación ideal de Dios se distingue realmente de Dios mismo, y entonces es algo creado y no puede representar adecuadamente a Dios, o no, y entonces, al intuirla naturalmente, nuestra inteligencia intuye naturalmente a Dios, que es lo propio del error ontologista.
Por eso no sirve acudir a otra categoría ontológica que sería lo “ideal”, y decir que algo puede no ser Dios y no ser tampoco creado, al no ser real sino “ideal”. Porque, por el principio de tercero excluido, no hay otra posibilidad sino que eso “ideal” se distinga realmente de Dios (y entonces es creado) o no (y entonces, es el mismo Dios real).
Y tampoco vale decir que el ser ideal se distingue de Dios, no realmente, pero sí “idealmente”. Porque si el ser ideal es realmente idéntico al Ser real que es Dios, entonces es real, y no es una nueva categoría ontológica, y además, esa distinción ideal, unida a la identidad real entre el ser ideal y Dios, sólo puede querer decir la distinción de razón con fundamento en la realidad que siempre la Escolástica ha reconocido entre los distintos atributos divinos, la cual no obsta a que la visión inmediata de cualquiera de esos atributos divinos realmente idénticos a Dios mismo sea exactamente lo mismo que la visión inmediata de Dios, que es lo que para esta vida sostiene el ontologismo.
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O sea que tenemos dos objeciones fundamentales contra el argumento ontológico, a saber: que una cosa es la idea de la existencia real y extramental y otra la existencia real y extramental y la afirmación de la misma, y que no tenemos en esta vida una intuición de la Esencia divina que nos permita contemplar en forma intuitiva e inmediata la existencia de Dios, que pertenece necesariamente a dicha Esencia divina hasta el punto de identificarse realmente con ella.
Ambas objeciones se resumen en una sola, porque un conocimiento adecuado de la Esencia divina sólo puede ser inmediato, ya que ninguna creatura puede servir de medio para tal conocimiento, y en un conocimiento inmediato de la Esencia divina no habría la mediación de los conceptos que abstraemos de las cosas creadas, y que por su carácter abstracto, precisamente, abstraen también de la existencia actual “hic et nunc” , o existencia “in actu excercito”, y nos dan solamente la idea general de la existencia actual, es decir, la existencia “in actu signato”, siendo ese paso ilegítimo de la existencia “in actu signato” a la existencia “in actu exercito” la falacia típica del argumento ontológico.
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La versión de Descartes.
En lo que sigue queremos analizar algunas variantes del argumento ontológico, ante todo, la que presenta Descartes. Ésta es una de sus formulaciones:
“Al poner más atención, resulta manifiesto que la existencia no puede separarse de la esencia de Dios más de lo que podría separarse de la esencia del triángulo el que el total de sus tres ángulos equivalga a dos rectos, o de la idea de “monte” la de “valle”; de manera que es tan contradictorio pensar que Dios (esto es, el ente sumamente perfecto) carece de existencia (esto es, que carece de una perfección), como pensar que un monte carece de valle.” (Meditaciones Metafísicas, Meditación Quinta)
Resumiendo:
“La existencia es una perfección. Pero al Ser Perfectísimo no puede faltarle ninguna perfección. Por tanto, al Ser Perfectísimo no puede faltarle la existencia. Por tanto, el Ser Perfectísimo existe.”
Sin duda, al Ser Perfectísimo no puede faltarle ninguna perfección, en nuestra mente, sin más, y en la realidad de las cosas, si existe, que es justamente la cuestión.
Esta formulación tal como suena, cae en el círculo vicioso, y si se la quiere entender, en las premisas, no del Ser Perfectísimo, sino de la idea del Ser Perfectísimo, y de la idea de la existencia, cae en el pasaje del orden lógico (existencia “in actu signato”, que es la que no puede faltarle a nuestra idea del Ser Perfectísimo) al orden ontológico (existencia “in actu exercito”, que es lo que queremos demostrar acerca de Dios), y si se la quiere referir a la Esencia divina, objetiva y extramental, para pasar de ella a la existencia actual de Dios, es lo mismo que antes se ha dicho: el resultado lógico es el ontologismo.
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La crítica de Kant al argumento ontológico.
Por otra parte, la crítica de Kant al argumento ontológico nos parece correcta solamente en su conclusión: tal argumento no es demostrativo. Pero no nos parece correcta en su fundamentación.
La esencia de la crítica kantiana al argumento ontológico es que es errado decir que la idea de Dios encierra en sí misma la idea de la existencia necesaria, porque “existencia”, “ser”, no es un predicado, es decir, no es una nota conceptual que pueda formar parte de una idea.
Dice Kant en la sección de la Crítica de la Razón Pura dedicada al argumento ontológico:
“Evidentemente, «ser» no es un predicado real, es decir, el concepto de algo que pueda añadirse al concepto de una cosa. Es simplemente la posición de una cosa o de ciertas determinaciones en sí. (…) Si tomo el sujeto («Dios») con todos sus predicados (entre los que se halla también la «omnipotencia») y digo «Dios es», o «Hay un Dios», no añado nada nuevo al concepto de Dios, sino que pongo el sujeto en sí mismo con todos sus predicados, y lo hago relacionando el objeto con mi concepto. Ambos deben poseer exactamente el mismo contenido. Nada puede añadirse, pues, al concepto, que sólo expresa la posibilidad, por el hecho de concebir su objeto (mediante la expresión «él es») como absolutamente dado. De este modo, lo real no contiene más que lo posible. Cien táleros reales no poseen en absoluto mayor contenido que cien táleros posibles. En efecto, si los primeros contuvieran más que los últimos y tenemos, además, en cuenta que los últimos significan el concepto, mientras que los primeros indican el objeto y su posición, entonces mi concepto no expresaría el objeto entero ni sería, consiguientemente, el concepto adecuado del mismo. Desde el punto de vista de mi situación financiera, en cambio, cien táleros reales son más que cien táleros en el mero concepto de los mismos (en el de su posibilidad), ya que, en el caso de ser real, el objeto no sólo está contenido analíticamente en mi concepto, sino que se añade sintéticamente a tal concepto (que es una mera determinación de mi estado), sin que los mencionados cien táleros queden aumentados en absoluto en virtud de esa existencia fuera de mi concepto.”
A esto decimos nosotros, en primer lugar, que el ejemplo de los “thalers” no sirve, porque precisamente, son entes contingentes, y entonces el ser no forma, efectivamente, parte de su concepto, de modo que su esencia sigue siendo la misma tanto si se la piensa como meramente posible como si se la piensa como actualmente existente.
Pero toda la base del argumento ontológico es que en el caso de Dios, Ser Necesario, el ser y la existencia necesaria sí forman parte del concepto de la cosa, de modo que al revés, ya no sería la misma esencia, no sería Dios, si se lo pensara solamente como posible y no también como actualmente existente.
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Para ver más claro en esto, hay que ver porqué y en qué sentido el ser no podría ser un predicado, y en qué sentidos sí lo es, en las cosas finitas, y en Dios.
Si por “predicado” entendemos aquello que se deduce necesariamente del concepto de algo, entonces es claro que el ser no es en ese sentido un predicado para ningún ente finito y contingente. Pero sí lo es para Dios, tal como lo conocemos en esta vida, si hablamos del ser “in actu signato”, no del ser “in actu exercito”. Y ésa es justamente nuestra crítica al argumento ontológico.
Si por “predicado” entendemos aquello que, contingente o necesario, “agrega algo” al concepto de un ente, que es el sentido en que Kant parece tomarlo en se pasaje, entonces el ser sí es un predicado para los entes finitos, porque el mismo Kant reconoce la diferencia abismal que tienen entre sí, respecto de nuestra situación financiera, los 100 thalers meramente posibles y los 100 thalers reales, actualmente existentes.
Respecto de Dios, tenemos que distinguir entre el ser “in acto signato” y el ser “in actu exercito”. En el primer sentido, el ser no agrega nada a nuestro concepto de Dios, porque forma parte del mismo. Pero en el segundo sentido, sí agrega algo, y fundamental, a nuestro concepto de Dios, puesto que sólo con tal agregado podemos decir que Dios existe realmente. Y ésa es nuestra crítica al argumento ontológico.
Finalmente, si por “predicado” entendemos aquello que “quita algo” al concepto de una cosa en caso de negarse de ella, hay que distinguir todavía, si un predicado es lo que quita algo esencial, necesario, al negarse de una cosa, o es lo que quita algo, sea esencial, sea accidental, sea necesario, sea contingente.
En el primer sentido, y respecto de los entes finitos, el ser no es un predicado, pues el ser no es esencial ni necesario para ningún ente finito. La esencia (finita) meramente posible y la esencia (finita) actualmente existente obviamente que tienen que ser la misma esencia en lo que tiene que ver con sus notas constitutivas.
Pero respecto de nuestro concepto de Dios, el ser como “actu signato” sí es un predicado, en este sentido, porque en caso de negarse de Dios quita todo a la Esencia divina, pues la constituye.
Mientras que el ser como “actu exercito” no es, respecto de nuestro concepto de Dios, un predicado, en este sentido, pues no quita nada, en caso de negarse, al concepto de Dios tal como nosotros lo concebimos, pues éste incluye necesariamente en sí mismo solamente al ser o existencia “in actu signato”. Y ésa es, justamente, nuestra crítica al argumento ontológico.
En el segundo sentido, y respecto de los entes finitos, el ser sí es un predicado, por lo que dijimos arriba, la inmensa diferencia entre los 100 thalers meramente posibles y los 100 thalers actualmente existentes.
Y respecto de Dios, en ese segundo sentido también el ser “actu exercito” es un predicado, pues también es infinita, en un sentido, la diferencia entre Dios pensado solamente como existente, “actu signato”, y Dios legítimamente afirmado como actualmente existente, “actu exercito”. Y de nuevo, ésa es nuestra crítica al argumento ontológico.
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En resumen, al argumento de Kant:
“Lo que no agrega nada al concepto de algo, no es un predicado de ese algo. Pero el ser no agrega nada al concepto de las cosas en general, ni por tanto al de Dios en particular. Por tanto, el ser no es un predicado ni de las cosas en general, ni de Dios en particular. Y por eso no vale el argumento ontológico”.
Respondemos distinguiendo la Mayor:
Lo que no agrega nada al concepto de algo, porque ni constituye su esencia, ni lo cambia en nada al afirmarse o negarse de ello, no es un predicado de ese algo: Concedo.
Lo que no agrega nada al concepto de algo, porque constituye su esencia, de modo tal que no lo cambia al afirmarse de ello, pero sí lo cambia al negarse de ello: Niego.
Lo que no agrega nada al concepto de la cosa, porque no constituye su esencia, pero sí la cambia, en forma lógicamente accidental, según se dé o no en ella: Niego. En efecto, en algún sentido sí es un predicado de algo aquello que lo cambia o lo hace diferente de algún modo al menos, según que esté o no en ese algo.
Y distinguimos también la Menor:
El ser no agrega nada al concepto de las cosas finitas, porque no constituye su esencia, es decir, porque si se lo niega de esas esencias no les quita nada de lo que las constituye esencialmente: Concedo.
No agrega nada al concepto de las cosas finitas, porque no las cambia en nada al afirmarse o negarse de ellas: Niego. Cambian inmensamente los 100 thalers si son solamente posibles o si son también actualmente existentes.
Y además: el ser no agrega nada al concepto de Dios, porque no constituye su Esencia, ni se agrega a ella de ningún modo:
Subdistingo: hablando de la Esencia divina en sí misma considerada: Niego, tanto respecto del ser “actu signato” como respecto del ser “acto exercito”, que la constituyen.
Hablando de la Esencia divina tal como la podemos conocer, analógicamente, en esta vida:
Subdistingo: el ser “actu signato”: Concedo: no agrega nada al nuestro concepto de Dios, pero porque lo constituye.
El ser “actu exercito”: Niego, porque le agrega nada menos que la existencia actual y real en tanto que afirmada fundadamente por nosotros en un juicio.
Por eso, distingo también la primera Conclusión:
El ser, “actu signato” o “actu exercito”, no es un predicado esencial de las cosas finitas: Concedo. El ser no forma parte de la esencia de los entes contingentes, porque de lo contrario no serían contingentes.
No es un predicado lógicamente accidental de las cosas finitas: En ambos casos, niego. Es decir, el ser es un predicado lógicamente accidental de la esencia finita, en el sentido de que le agrega algo, tanto si solamente se piensa acerca de ella, como si se afirma su existencia actual.
El ser, “actu signato”, no es un predicado esencial de Dios tal como lo podemos concebir en esta vida: Niego. Esta negación es la parte de verdad del argumento ontológico, que Kant no ha sabido ver.
El ser, “actu exercito”, no es un predicado esencial de Dios tal como lo podemos concebir en esta vida: Concedo.
Y por esto último concedo la segunda conclusión, es decir, que no concluye el argumento ontológico.
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La versión de Leibniz.
El argumento ontológico de Leibniz es el que está en la base de todas las formulaciones del argumento ontológico que han ido apareciendo últimamente.
Dice, en nuestras palabras, lo siguiente: si el Ser Perfectísimo es posible, existe, porque en la posibilidad real de un ente deben estar incluidas todas sus características definitorias, y una de las características definitorias del Ser Perfectísimo es la existencia actual, que es una de las perfecciones, y la más fundamental, puesto que condiciona a todas las otras.
Ahora bien, el Ser Perfectísimo es posible, porque es la suma de todas las perfecciones simples y positivas, llevadas al infinito y carentes por tanto de todo no ser, y por tanto, en él no puede haber ninguna oposición contradictoria.
Luego, el Ser Perfectísimo existe.
Otra formulación de Leibniz dice más bien algo así: si el Ser Necesario es posible y no existe, entonces es contingente, pues puede no existir, y no es Necesario, lo que es absurdo. Por tanto, si el Ser Necesario es posible, existe. Pero el Ser Necesario es posible. Por tanto, existe.
A esta conclusión la llama Leibniz “la cumbre de la doctrina modal”.
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Se debe conceder a Leibniz este condicional: “Si el Ser Necesario o Perfectísimo es posible, entonces existe necesariamente”.
Entendiendo por “es posible” que es posible objetivamente, en la realidad de las cosas.
Porque siendo así posible, no podría ser contingente, ya que entonces la existencia no sería parte de su Esencia al no serle necesaria, y entonces, ya no sería ni el Ser Necesario ni el Ser Perfectísimo, al poder faltarle una perfección tan fundamental como es la existencia misma. Y entonces, si Dios es posible y no es contingente, sólo queda que sea Necesario, es decir, que sea una posibilidad que no puede estar carente de su realización efectiva. Y entonces, si Dios es posible, existe, y existe necesariamente.
Pero la objeción tomista de principio a este argumento es que nos falta la Menor: “Dios es posible”, porque para conocer la posibilidad real de Dios habría que conocer en esta vida la Esencia divina, pues decir que las cosas son posibles y que su esencia no es contradictoria es lo mismo. Y en esta vida, como se ha dicho, no tenemos un conocimiento adecuado de la Esencia divina.
Y por la misma razón, como vimos arriba, hay que objetar, también, que el hecho de que nuestra idea de Dios incluya la idea de la existencia actual (existencia actual “in acto signato”) no nos permite ya concluir que Dios existe actualmente (existencia actual “in actu exercito”), como ya se dijo.
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En cuanto al argumento de Leibniz para probar que la Esencia divina es posible, dice así:
“Donde no puede haber contradicción, no puede haber imposibilidad. Pero en la idea de Dios, entendida como conjunto de las perfecciones simples y positivas en grado infinito, no puede haber contradicción, porque al carecer de todo límite, esas perfecciones carecen de toda negatividad que pueda oponerse contradictoriamente a alguna positividad. Por tanto, en la idea de Dios no puede haber imposibilidad alguna, es decir, Dios es posible.”
Por lo dicho arriba, este argumento prueba, en todo caso, que nuestro concepto de Dios no es contradictorio, pero en este caso no basta con la sola no contradicción del concepto para asegurar la posibilidad objetiva, extramental, de la esencia, por lo ya dicho, que en esta vida no tenemos un conocimiento de la Esencia divina en su modo propiamente divino, y el mismo Leibniz concede que
“Lo mismo [es] que a partir de la posibilidad de algo se siga su existencia y que de la esencia de algo se siga su existencia, porque lo mismo es la esencia de la cosa y la razón especial de la posibilidad.”
(Definitio Dei seu Entis a se (Diciembre de 1676))
https://dadun.unav.edu/bitstream/10171/5589/1/120.pdf
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El argumento de Malcolm.
Norman Malcolm es uno de los que han retomado el argumento de Leibniz en el pensamiento contemporáneo. Su argumento ontológico dice:
“(…) Si Dios, un ser mayor que lo cual nada puede ser pensado, no existe, entonces él no puede venir a la existencia, pues si lo hiciese, él habría de ser causado para venir a la existencia, o su venida a la existencia debiera haberse ocasionado, y en ambos casos él sería un ser limitado, lo que según nuestra concepción de él, él no es. De ahí que no pueda venir a la existencia: si él no existe, su existencia es imposible. Si existe, no puede haber venido a la existencia (por las razones dadas) ni puede cesar de existir, pues nada podría causar el cese de su existir, ni podría aun ocurrir que cesara de existir. Así, si Dios existe, su existencia es necesaria. De este modo la existencia de Dios es, o bien imposible, o bien necesaria. Lo primero (que su existencia es imposible) puede ser sólo si el concepto de un ser tal es auto-contradictorio, o, de algún modo, lógicamente absurdo. Si se asume que esto no es así, se sigue que él necesariamente existe.”
Esquematizamos:
“La existencia de Dios es imposible o necesaria, porque una existencia contingente es una forma de limitación, y nuestro concepto de Dios es el de un Ser Ilimitado. Pero no es imposible, porque nuestro concepto de Dios no es contradictorio. Por tanto, la existencia de Dios es necesaria. Por tanto, Dios existe.”
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Malcolm acepta la crítica de Kant al argumento ontológico por lo que toca a la primera formulación del mismo que viene en el cap. II del “Proslogion” de San Anselmo, pero la rechaza por lo que toca a la segunda formulación, la del cap. III de esa misma obra, pues dice que si la crítica de Kant acerca de que el ser no es un predicado, vale para la existencia, sin más, no vale para la existencia necesaria, que es el concepto clave en dicha segunda formulación del argumento.
Por nuestra parte, entendemos haber mostrado que para enjuiciar la crítica kantiana a este argumento hay que distinguir correctamente entre el ser “in actu signato” y el ser “in actu exercito”; entre el predicado esencial y el predicado lógicamente accidental, y por lo toca al eventual sujeto de ese predicado “ser”, entre nuestro concepto de Dios y nuestros conceptos de algo creado.
Las mismas distinciones se aplicarían de modo semejante para la cuestión de si “existencia necesaria” es o no un predicado.
Por lo que toca al argumento de Malcolm, es claro que nuestra crítica recae sobre el pasaje de la afirmación de que nuestro concepto de Dios no es contradictorio a la afirmación de la posibilidad objetiva de Dios, por lo que ya dijimos arriba sobre la imposibilidad de conocer en esta vida la Esencia divina según su modo propiamente divino.
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El argumento de Hartshorne.
Otro moderno seguidor de Leibniz en este punto es Charles Hartshorne. Su argumento ontológico es como sigue:
q = “(Ex) Px” Hay un Ser Perfectísimo.
N = “es necesario que”
- = Negación
v = Disyunción
p -> q = Implicación
Prueba:
1) q ->Nq Si q, entonces necesariamente q. Principio de Anselmo (el Perfectísimo es Necesario)
2) Nq v –Nq Principio de tercero excluido.
3) –Nq -> N – Nq El estado modal es siempre necesario o “postulado de Becker”
4) Nq v N – Nq De 2) y 3)
5) N – Nq -> N – q De 1): Modus Tollens.
6) Nq v N –q De 4) y 5)
7) –N – q Postulado: Un Ser Perfectísimo no es imposible.
8) Nq De 6) y 7)
9) Nq -> q Axioma modal.
10) q De 8) y 9)
Traducido al castellano:
“Si el Ser perfectísimo existe, entonces existe necesariamente. Ahora bien, o es necesario que exista el Ser Perfectísimo, o no lo es. Si no es necesario que exista el Perfectísimo, es necesario que no sea necesario que exista el Perfectísimo, porque el estado modal es siempre necesario (postulado de Becker). Por tanto, o bien es necesario que exista el Perfectísimo, o bien es necesario que no sea necesario que exista el Perfectísimo. Pero dado que si existe el Perfectísimo, existe necesariamente, entonces, si es necesario que no sea necesario que exista el Perfectísimo, entonces es necesario que no exista el Perfectísimo. Por tanto, o es necesario que exista el Perfectísimo, o es necesario que no exista el Perfectísimo. Ahora bien, no es necesario que no exista el Perfectísimo, es decir, es posible que el Perfectísimo exista. Por tanto, es necesario que exista el Perfectísimo, y por tanto, existe.”
El “principio de Anselmo” es la verdad lógicamente necesaria según la cual si existe el Ser Perfectísimo existe en forma necesaria, porque existir en forma necesaria, sin poder no existir, es más perfecto que existir en forma contingente, pudiendo no existir.
El postulado de Becker es un principio verdadero de la lógica modal: si algo es posible, es necesariamente posible, si es contingente, es necesariamente contingente, etc.
El “axioma modal” de 9) simplemente dice que si es necesario que algo exista, entonces ese algo existe.
La falla principal de este argumento, por lo ya dicho, está en el paso 7), que equivale a tomar como premisa la posibilidad objetiva, real, de Dios, lo cual a su vez exigiría un conocimiento adecuado de la Esencia divina que no tenemos en esta vida.
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El argumento de Gödel.
Kurt Gödel ha dado también una versión modal, de inspiración leibniziana, del argumento ontológico. Explicamos algunos símbolos, otros los damos por supuestos junto con un conocimiento básico de la lógica proposicional moderna:
Las letras griegas son variables de predicados, mientras que las otras letras como “x”, “y”, son variables de individuos.
El símbolo en forma de cuadrado significa “ es necesario” o “necesariamente”, mientras que el símbolo en forma de rombo significa “es posible” o “posiblemente”.
P es el predicado “…es una perfección positiva”.
G es el predicado “…es divino”.
“…ess x” es el predicado “…es esencia de x”.
E es el predicado “…existe necesariamente”.
El argumento tiene dos partes. En la primera establece que Dios es posible (Teorema 2), es decir, que hay al menos un mundo posible en el que Dios existe; en la segunda establece que si Dios es posible, entonces existe en todos los mundos posibles, o sea, necesariamente, y por tanto, también en nuestro mundo real. (Teorema 4)
Para decir que Dios es posible, establece que toda perfección positiva es posible (Teorema 1), y que la Divinidad es una perfección positiva.
Para lo primero, la idea parece ser que una perfección positiva nunca puede dar lugar a una contradicción, que sería lo necesario para que esa perfección positiva fuese imposible. Y no puede hacerlo, porque de ella sólo pueden derivarse perfecciones positivas (Axioma 1), que por tanto, no la contradicen, ya que una perfección positiva no puede ser nunca la negación de otra perfección positiva (Axioma 2).
Argumentando por absurdo, si una perfección positiva fuese imposible, entonces sería contradictoria, y por tanto, implicaría su propia negación. Pero por el Axioma 1, entonces, su negación sería una perfección positiva, mientras que por Axioma 2 no puede serlo.
Para lo segundo, establece que Dios es el conjunto de todas las perfecciones positivas (Definición 1), y que dicho conjunto es una perfección positiva (Axioma 3).
Para establecer que Dios existe en todos los mundos posibles, Gödel debe establecer dos cosas: que la existencia necesaria es una perfección positiva, y que la existencia necesaria le pertenece necesariamente a Dios.
Esto último se debe a que Gödel quiere evitar la crítica de Kant acerca de que la existencia no es una propiedad de las cosas, apelando, no a que la existencia es una propiedad de Dios, sino a que es una propiedad necesaria de Dios, con lo cual él y muchos otros, como vimos arriba el caso de Malcolm, creen que pueden sortear la objeción de Kant.
Para establecer lo primero, entonces, Gödel recurre simplemente a un axioma: la existencia necesaria es una perfección positiva (Axioma 5).
Para establecer lo segundo, o sea, que Dios tiene necesariamente la existencia necesaria, Gödel recurre al concepto de “esencia”, pues define la existencia necesaria como la característica de aquel ente que es tal, que necesariamente existe algo que tiene su esencia (Definición 3).
O sea: Gödel debe probar que si es posible que Dios exista, entonces necesariamente Dios es tal que necesariamente existe algo que tiene su Esencia.
Para probar esto, Gödel necesita mostrar que la existencia necesaria pertenece a la Esencia divina, y, dado que ya tiene un axioma que dice que la existencia necesaria es una perfección positiva, para esto necesita probar que el conjunto de todas las perfecciones positivas es la Esencia de Dios (Teorema 3).
Porque en efecto, todo lo que pertenece a la esencia de un ente, según la definición de “esencia” de Gödel (Definición 2) se sigue necesariamente de esa Esencia. Por tanto, si la existencia necesaria, como perfección positiva que es, pertenece a la Esencia divina, entonces se sigue necesariamente del hecho de que algo sea Dios, o sea, es una propiedad necesaria de Dios.
La prueba de que todas las perfecciones positivas constituyen la Esencia de Dios, depende de la definición de “Esencia” (Definición 2) como aquello de lo cual se siguen necesariamente todas las propiedades de la cosa. Es evidente que si algo es divino si y sólo si constituye el conjunto de todas las perfecciones positivas (Definición 1) entonces dicho conjunto es la Esencia de la Divinidad.
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Resumiendo, sobre la base de la posibilidad objetiva de Dios, entonces, Gödel quiere demostrar la existencia necesaria de Dios. El argumento es que la posibilidad objetiva de Dios incluye la totalidad de las perfecciones positivas, y que una de ellas es la existencia necesaria, pero es claro que esto está pidiendo ulteriores aclaraciones, porque si partimos de la idea de la posibilidad objetiva de Dios, la totalidad de las perfecciones positivas está ahí incluida como posible, en principio, y hay que mostrar todavía que esas perfecciones posibles son también actuales.
Una de las formas de argumentar, partiendo del concepto de la posibilidad objetiva de Dios como totalidad de las perfecciones positivas, es que al menos la existencia necesaria, que es una de esas perfecciones positivas, no puede estar allí solamente como posible, porque entonces no sería necesaria, sino contingente, pudiendo ser y pudiendo también no ser. Y entonces, ha de estar actualmente dada.
Una forma de este mismo argumento más cercana al argumento de Gödel, que luego retomará Plantinga, parece ser demostrar primero que la existencia necesaria, junto con todas las otras perfecciones positivas que integran la esencia posible de Dios, está de hecho instanciada en al menos un mundo posible (forma complicada de decir que la Esencia divina es posible), y luego, concluir que no puede estar instanciada en un solo mundo posible, ni dejar de estarlo en algún mundo posible, porque entonces no sería necesaria, sino contingente. Debe por tanto estar instanciada en todos los mundos posibles, y por tanto, también en el real.
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La crítica filosófica a este argumento de Gödel (y de Plantinga) es la que ya vimos: en esta vida no podemos tener un conocimiento adecuado de la Esencia divina, es decir, un conocimiento de la Esencia divina según su modo propiamente divino de ser, y que sin ese conocimiento no es posible conocer la posibilidad real de Dios antes de demostrar Su existencia.
En el caso de Dios, como dijimos, el hecho de que su concepto no implique contradicción (la prueba, en definitiva, que da Gödel de la necesaria posibilidad de toda perfección positiva (Teorema 1)) no quiere decir todavía que Dios sea objetivamente posible. En efecto, ningún concepto que sea el concepto de una esencia posible puede implicar contradicción, pero de ahí no se sigue que todo concepto que no implica contradicción sea el de una esencia posible.
Sin duda, todo lo que en sí mismo es no contradictorio, es posible, pero de ahí no se sigue que todo lo que en nuestro concepto no es contradictorio, no lo sea en sí mismo, pues para eso haría falta que todo concepto nuestro fuese el concepto adecuado de una esencia, y no es así, al menos, en el caso de la Esencia divina, justamente.
Obviamente, esto tampoco quiere decir que la Esencia divina sea contradictoria en sí misma, sino que no podemos afirmarlo ni negarlo a partir de nuestro solo concepto de Dios.
Y se debe agregar, en conexión con la imposibilidad de un conocimiento adecuado de la Esencia divina en esta vida, y por tanto, de la posibilidad objetiva de Dios, antes de haber demostrado su existencia a partir de las cosas creadas de hecho existentes, que por eso mismo, la existencia necesaria de que se viene hablando aquí es la existencia necesaria pensada, “in actu signato”,no la existencia necesaria ejercida, “in actu exercito”, que es lo que se afirma cuando se afirma que Dios existe, y que lo único que se ha demostrado, entonces, es que si Dios existe, existe en todos los mundos posibles, o sea, necesariamente.
31 comentarios
Hace mucho que leo infocatolica, en especial los artículos de filosofía. Y aunque no he estudiado esta area puedo entender algunos terminos por contexto y de tanto verlos repetir.
Sin embargo, desearía que usted o algún otro bloguero, pueda hacer un post sobre los términos básicos que emplea la filosofía católica. Así por ejemplo, los conceptos de sustancia, accidente, forma, materia. La diferencia entre cada uno de ellos. La división interna. El tema de los universales, etc.
Se que se da por sentado que un filosofo sepa esos temas, pero para los que tratamos de profundizar sin tener los conceptos básicos definidos es muy lento el proceso.
Ojalá tome en cuenta mi sugerencia.
Muchas gracias
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Gracias a Ud. Lo que solicita se parece bastante a un pequeño manual de Filosofía, pero de todos modos ensayaremos aquí una respuesta sumamente esquemática.
El ente es aquello que es o puede ser, el sujeto actual o posible del acto de ser, que es justamente el acto del ente, como el acto de cantar es el acto del cantante en cuanto tal. Con la diferencia de que cantar es un acto operativo, segundo, mientras que ser es un acto entitativo, primero, es decir, cantar es un acto y una acción, ser es un acto, no una acción.
Así, un gato, un árbol, una lapicera, un pensamiento, son entes.
Fuera del ente no hay nada, lo que no es ente, por definición, no es.
Al decir que el ente es sujeto del acto de ser, ya estamos apuntando a una dualidad en el ente: el sujeto y el acto. ¿Cómo se compagina esa dualidad con la unidad obvia que tiene que tener un ente?
Por aquí se llega a la doctrina fundamental de los co-principios metafísicos. Los entes de nuestra experiencia, teniendo sin duda unidad, no son sin embargo simples, sino que tienen una composición interna.
Sus componentes ya no son entes en sentido pleno, sino principios constitutivos del ente, que por un lado, sin duda que son, pero por otro lado, como dice Santo Tomás: "más que ser ellos, por ellos el ente es”.
Porque, por lo que toca al sentido pleno de “ente”, un ente no puede ser varios entes sin contradicción.
En general los co-principios metafísicos se relacionan entre sí como la potencia y el acto. El ente en potencia es el ente imperfectamente realizado, lo que puede ser, pero de suyo solamente no alcanza para ser; el ente en acto es el ente perfectamente realizado. La potencia es aquel principio metafísico por el cual el ente tiene la capacidad o posibilidad de tal o cual acto; mientras que el acto es el principio metafísico que actualiza, realiza, hace efectiva, esa potencialidad.
Un ente finito existente, entonces, es siempre una potencia actualizada, un compuesto de acto y potencia.
El ente, entonces, lo que es, lo que existe, puede existir en sí o en otro. Lo primero es ser sujeto propiamente del acto de ser, sin ser parte o propiedad de otra cosa; eso es la sustancia. Lo segundo es ser aspecto, propiedad o modificación de algo, y eso es el accidente.
El gato, por ejemplo, es una sustancia, su color negro, su tamaño, su agilidad, son accidentes.
Por un lado, la sustancia, como ente en sentido primero, está en acto antes que los accidentes, que participan de su actualidad, pero por otro lado, la sustancia está en potencia para los accidentes, que la actualizan y perfeccionan, pero no, obviamente, a nivel sustancial, sino a nivel accidental.
Un rostro, por ejemplo, está de suyo en potencia tanto para la palidez, como el rubor, etc.
Los diversos entes sustanciales se distinguen entre sí no solamente en forma numérica, sino también por su naturaleza o esencia. Además de este gato y aquel otro gato, hay el gato, el perro, el roble, el agua, etc.
La “esencia” es “aquello que algo es” y también “aquello por lo que algo es lo que es”.
La que tiene esencia, ante todo, es la sustancia, del accidente sólo se puede decir en un sentido derivado.
El ser, por tanto, no solamente es participado por distintos entes sustanciales, sino que es participado de distinta manera por ellos; esas diversas formas de participar del ser son las diversas esencias o naturalezas de las cosas.
Enseña por eso Santo Tomás que la esencia finita es potencia respecto del acto de ser, el cual al mismo tiempo que la actualiza, es limitado por ella a un determinado grado de participación en el ser.
En los entes materiales, la esencia se compone de materia y forma. Esto se comprueba porque de la misma esencia o naturaleza existen muchas realizaciones individuales: muchos gatos, muchos robles, etc.
Para que eso sea posible, es necesario que el elemento determinante de la esencia o naturaleza de la cosa se una a otro elemento que lo diversifique en una pluralidad de individuos, de modo semejante a como una misma novela es multiplicada, gracias al papel y la tinta, en una gran cantidad de ejemplares.
La forma sustancial es ese elemento determinante de la esencia de los entes corpóreos, la materia, “signada por la cantidad”, es el elemento diversificador y multiplicador.
Eso de “signada por la cantidad” se explica así: la cantidad es uno de los accidentes de la sustancia corpórea, y tiene como propiedad esencial la extensión, que consiste en tener “partes fuera de las partes”.
Eso hace posible el “hic et nunc”, el “aquí y ahora”, que es la base de la distinción entre los individuos: ante todo, Pedro es aquel hombre que está en aquel lugar en aquel momento del tiempo, y Juan es aquel hombre que está o en otro lugar, o en otro momento del tiempo, o ambas cosas.
De modo análogo a como un mismo sello puede hacer una gran cantidad de impresiones en una plancha de papel extensa, y gracias precisamente a la extensión.
Y eso es así, porque si la diferencia entre dos individuos de la misma especie fuese del orden de los elementos constitutivos, inteligibles, no serían los dos de la misma especie. La materia es ese elemento por así decir “extra-inteligible” que hace posible la multiplicación de la esencia sin cambiar su constitución interna.
Se distingue, ciertamente, entre “materia primera” y “materia segunda”. Esta última es la materia que ya posee en sí misma alguna forma sustancial, pero que pasa a ser parte integrante de una sustancia mayor, siendo actualizada así por la forma sustancial de esa sustancia mayor. Por ejemplo, todos los componentes químicos de nuestro organismo.
La primera es la pura potencialidad para las formas sustanciales, de suyo carente de toda forma sustancial.
Se llega a ella por una conclusión lógica necesaria: si toda materia fuese segunda, se retrocedería al infinito, y ello no es posible. En efecto, si toda materia fuese segunda, toda materia está compuesta de materia y forma, y ello nos haría retroceder infinitamente en la serie de materias a su vez compuestas de materia y forma. Debe haber por tanto una materia primera que de suyo no incluya forma alguna, pero que, por eso mismo, esté en potencia para todas las formas.
Si hay sustancias finitas inmateriales (la fe nos enseña que así es, son los ángeles) entonces son solamente forma sustancial, sin materia alguna, y por tanto, no se multiplican dentro de una misma especie.
En el mundo angélico, cada individuo agota su especie, y “ángel” no es un concepto específico, como “caballo”, sino genérico, como “animal”.
La única composición que hay en el ángel, entonces, es la esencia y acto de ser, como potencia y acto, y también la de sustancia y accidente, pues en el ángel, además de su sustancia, están también sus pensamientos y sus voliciones.
Pero la única forma en que es concebible que el acto de ser sea participado por una pluralidad de esencias distintas entre sí es que todas ellas lo reciban de una Fuente que es el Acto Puro de Ser, sin potencia pasiva alguna, y por tanto, sin limitación alguna, sino Infinito, Perfectísimo y Único. A ése, dice Santo Tomás, es al que llamamos Dios.
Por lo que toca al tema de los universales, son los conceptos por medio de los cuales nuestra inteligencia piensa las cosas, y que siempre nos presentan lo común a varios individuos. El problema que se plantea es si eso común existe de algún modo fuera de nuestra mente, o no, los que responden que sí, son los realistas, los que responden que no, son los nominalistas.
Sólo para el realismo, por tanto, los entes corpóreos pueden tener esencias que sean comunes a varios individuos distintos; para el nominalismo dos individuos cualesquiera son siempre absolutamente distintos entre sí y toda comunidad entre ellos no es más que obra de nuestra mente.
Entre los realistas se diferencian la línea platónica, que sostiene que las esencias subsisten en sí mismas en un mundo aparte y superior, fuera de las cosas, y la línea aristotélica, que enseña que las esencias de las cosas son constitutivos intrínsecos de esas mismas cosas, que son las únicas que subsisten, según se dijo al comienzo.
Para poder sostener eso el aristotelismo hace una distinción que no hacen ni lo platónicos ni los nominalistas, entre el contenido objetivo de un concepto cualquiera, y el modo en que ese contenido está en nuestra mente, a saber, como común a varios individuos. Ese contenido es real y objetivo, independiente de nuestra mente, pues se realiza individualmente en cada individuo concreto, no así ese modo universal de existir, que se da sólo en nuestra mente.
Saludos cordiales.
El problema de Hartshorne es similar: no distinguir entre necesidad lógica y necesidad física, o más precisamente entre falta de necesidad lógica (la cual es innegable: no es lógicamente necesario que no exista el Perfectísimo) y falta de necesidad física (la cual es negable: puede ser físicamente necesario que no exista el Perfectísimo).
Que no sea lógicamente necesario que no exista el Perfectísimo (lo cual es evidente) NO implica que no pueda ser físicamente necesario que no exista. Porque si no existe de hecho nunca podrá llegar a existir, y en tal caso es físicamente necesario que no exista.
El problema de Gödel es similar al de Malcom: no distinguir entre posibilidad lógica y posibilidad física.
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En efecto, por eso digo en el "post" que solamente en el caso de nuestro concepto de Dios resulta que la no contradicción no basta por sí sola para conocer la posibilidad real. Sigue en pie que todo lo que es objetivamente no contradictorio es posible. Pero solamente en el caso de nuestro concepto de Dios resulta que el no poder hallar contradicción en él, o incluso, demostrar que no puede haberla, no implica todavía, por sí solo, que esa no contradicción sea objetiva. Porque ello implicaría sostener que nuestro concepto de Dios nos da un conocimiento adecuado de la Esencia divina, en la cual radica la posibilidad objetiva de Dios. Y eso, en esta vida, no es posible.
Saludos cordiales.
La primera demostración es un tema que Edward Feser trató repetidamente en su blog.
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En todo caso, esa es otra cuestión distinta de la del ontologismo y separable de él.
Saludos cordiales
Y hace días también meditaba en esto que comentas:
"En el mundo angélico, cada individuo agota su especie, y “ángel” no es un concepto específico, como “caballo”, sino genérico, como “animal”."
Que maravilla eso que mi ángel de la guarda sea único y así con todos los miles o cientos de miles de ángeles. Cada uno tan particular, y nosotros por otro lado formamos una especie y encima estamos todos relacionados al punto que el pecado original nos afecta a todos.
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Muchas gracias. La fe nos muestra, en efecto, que conocemos sólo una partecita de la realidad total de la Creación. El mismo cosmos material, con su inmensidad de vértigo, es solamente la parte corpórea de lo creado.
Saludos cordiales.
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En realidad, antes de demostrada la existencia de Dios, o de aceptada por fe en la Revelación, la hipótesis de la nada absoluta es perfectamente posible, desde nuestro punto de vista, quiero decir. La nada no es un concepto contradictorio, porque no tiene positividad alguna que pueda oponerse a la pura negatividad.
Sin duda, en la realidad, la nada es imposible, pero eso es solamente porque Dios es el Ser Necesario, que no puede no existir. En la realidad de las cosas hay sólo dos hipótesis posibles: 1) Existe Dios y nada más existe 2) Existe Dios y existen las creaturas, que de hecho es la real. QUe una u otra de esas hipótesis sea la real depende de la Libertad divina. Por eso digo que antes de demostrada la existencia de Dios, o aceptada en la fe, la nada es posible, no en sí misma, sino para nosotros.
Porque nosotros y todos los entes que nos rodean somos contingentes, podemos no existir, y entonces, también podemos no existir todos juntos, de modo que si Dios tampoco existiese, no habría nada.
No se apoya en la razón la afirmación que dice que nuestro mundo es el ser necesario. Una colección de entes contingentes, como es nuestro mundo, es contingente, como una multitud de ciegos es ciega. En metafísica la unión no hace la fuerza.
Por eso hay oposición radical entre la visión del mundo del teista y la del ateo, no solamente por lo que tiene que ver con Dios, que uno lo afirma y el otro lo niega, sino también por lo que tiene que ver con este mundo, que para el teísta es contingente, mientras que para el ateo es necesario.
Y es necesario este mundo, para el ateo, inevitablemente, porque lo contingente no puede existir solo. Hasta tal punto tiene fuerza el principio de causalidad (todo ente contingente es causado), y hasta tal punto es imposible el retroceso al infinito que vendría de decir que toda causa es a su vez contingente y por tanto causada, que el ateo debe negar que el mundo sea contingente para poder negar que tenga una Causa Primera.
Salvo que se decante, en teoría al menos, por el absurdo, como Sartre, y diga que el mundo está "de más", o sea, que es un ente contingente que no tiene razón suficiente.
Por eso el ateo, en pura lógica al menos, es necesariamente un adorador del mundo, o un desesperado, esto último incluso, y sobre todo, si acepta la titánicamente absurda tarea que Sartre le impone de darle sentido a un mundo absurdo.
Saludos cordiales.
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Sin duda, la nada absoluta es imposible, pero eso no lo podemos saber a partir del concepto de "nada", sino solamente porque sabemos que Dios es el Ser Necesario.
Hay que distinguir el concepto y la afirmación. Lo que es contradictorio es la afirmación de la nada, por muchas razones: porque alguien tiene que haber para hacer esa afirmación, o porque al menos la afirmación existe, y también porque afirmar la nada es ponerla como real, y porque esa afirmación, al ser verdadera, implicaría que al menos existe la verdad. Pero es que si no hubiese nada, tampoco habría alguien para afirmar que no hay nada.
El concepto de la nada absoluta no es contradictorio, y curiosamente, ésa es la tesis escolástica, y es Bergson uno de los primeros, o el primero, que dice que lo es.
Solamente a partir de la afirmación de Dios como Ser Necesario podemos decir que el ente es de algún modo necesario. "Ente" es un concepto abstracto que no tiene realidad fuera de los entes concretos en los que se realiza, y por eso, si no hubiese un Ente necesario, tampoco el ente en general sería necesario.
Obviamente, la hipótesis de que no hay un Ente necesario es absurda e imposible, pero eso nosotros sólo lo podemos saber una vez demostrada la existencia de Dios, o podemos tenerlo por la fe en la Revelación.
Saludos cordiales.
En mi blog, analizo esa insuficiencia //razonilustrada.blogspot.com/2018/11/la-insuficiencia-de-las-pruebas-de-la.html.
Allí incluso lo cito Profesor Nestor, en una respuesta suya de la entrada que corresponde al argumento por la contingencia.
Por lo demás y a pesar de que estamos en lugares distintos, siempre agradezco por sus "clases gratis" de filosofía y en gran manera, usted siempre ha sido un modelo que imitar intelectualmente hablando.
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No sólo nada nos dice que el mundo no sea contingente, sino que muchas razones nos dicen que sí lo es, comenzando por la que ya dí, que el mundo no es un ente, sino un conjunto de entes, y que todos esos entes, por ejemplo, planetas, estrellas, galaxias, etc., son contingentes, por lo que el mundo también lo es.
Contingente, en efecto, es lo que puede no ser, por ejemplo, puede dejar de existir. Pero cada una de esas cosas mencionadas, planetas, estrellas, galaxias, pueden dejar de existir. Además, pueden dejar de existir, en principio, en cualquier momento, y por tanto, nada impide lógicamente que todas esas cosas dejen de existir en el mismo momento, y eso es lo mismo que decir que nada impide que el cosmos material deje de existir. Por tanto, es contingente.
De nada sirve responder que cuando una estrella, por ejemplo, deja de existir, es porque se transforma en otra cosa, es decir, que en la naturaleza no se dan nunca las aniquilaciones, sino sólo las transformaciones, a veces sustanciales. Porque esas otras cosas en que la estrella se transforma, también pueden dejar de existir, y también pueden dejar de existir sus componentes, partículas, etc.
De hecho, según la teoría del Big Bang, comúnmente aceptada hoy, todas esas partículas comenzaron a existir, y por tanto, previamente no existieron, y entonces, pueden no existir.
El hecho de que esa aniquilación no pueda producirse naturalmente, entonces, no quiere decir que no se pueda producir absolutamente hablando, y efectivamente, sólo Dios puede aniquilar algo de lo que Él mismo ha creado.
El ateo es adorador del mundo o desesperado si es lógico, lo que pasa es que con mucha frecuencia la gente no es lógica, a veces, para su bien, dado lo defectuoso de las premisas que tendrían para sacar una conclusión lógica.
Pero esa sensación de que el mundo es auto-sustentado y necesario ya es una adoración al menos en germen, porque ya es aplicarle al mundo el atributo divino por excelencia, que es la "aseidad" o el existir por si, es decir, teniendo en sí mismo y no en otro la razón suficiente de su propia existencia.
En cuanto a la vía tomista de la contingencia, no conozco ninguna refutación concluyente de la misma.
Saludos cordiales.
Cuando partimos de la contingencia de las estrellas, de las galaxias y de los planetas para decir que el universo como un todo es contingente, se está cometiendo la falacia de composición, es decir hay un paso ilegitimo desde las partes al todo. Una de las razones para esto, es que la propiedad que se aplica a las partes debe ser usada en el mismo sentido cuándo se usa refiriéndose al todo. Por eso, es que sí sirve de mucho hablar que la contingencia a la que nos referimos como caracterísitca de los planetas, las estrellas y las galaxias, es una contingencia superficial, mientras que cuando hablamos del universo, estamos hablando de una contingencia radical.
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Néstor:
La contingencia no es superficial ni radical, es simplemente la posibilidad de que algo no exista. No hay ninguna falacia de composición en adjudicar una propiedad como la contingencia de las partes al todo, teniendo en cuenta que es un todo, como tal, accidental, mientras que la contingencia de los integrantes de ese todo es sustancial. Por ejemplo, un cuadro de fútbol ocupa un lugar en el espacio, y lo hace solamente porque también lo ocupa cada uno de sus integrantes, sin falacia de composición alguna.
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Por otra parte, como lo muestro en mi blog, es que si bien es cierto, el modelo estandar es el aceptado por lo científicos hoy en día, no se han podido poner de acuerdo si ese big bang es un evento local en un multiverso o un momento único o un momento en una serie eterna de contracciones y expansiones.
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Néstor:
Eso no cambia nada, Santo Tomás admite la posibilidad de un cosmos sin comienzo temporal, que no por eso dejaría de ser contingente. No hay ninguna contradicción en la noción de que el universo material no existe, y por tanto, dicha no existencia es posible. Y eso es la contingencia, precisamente.
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Otro problema es que la nada que hablan los físicos que al igual que el filosófico, no tiene ni espacio ni tiempo, pueden surgir espontáneamente partículas, y esto lo explica la mecánica cuántica.
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Néstor:
La nada absoluta no es la nada de la que hablan, si hablan, los físicos, que de ella no tienen nada que decir. Es un tema de la filosofía. La carencia de espacio y de tiempo no es todavía la carencia de ser en general, que es lo propio del concepto de la nada absoluta. De la nada así entendida, obviamente, no sale nada. Y no viene al caso la Creación "ex nihilo", que no es sacar cosas de la nada, sino producir cosas sin materia previa.
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Cuándo usted habla que solo Dios puede aniquilar algo que el mismo ha creado incurre en una clara petición de principio.
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Néstor:
Ninguna petición de principio. La contingencia de las cosas se prueba porque su no existencia no implica contradicción, y además porque de hecho vemos que todo en el universo material depende de alguna causa, y por tanto, no tiene en sí mismo la razón suficiente de su existencia, que es lo propio del Ser Necesario.
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Y del hecho de que nadie ha refutado la prueba por contingencia de Santo Tomás, no se sigue nada, a no ser que se quiera caer en una falacia Ad Ignorantiam. En conclusión, simplemente NO sabemos.
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Néstor:
No sabrá Ud. La prueba por la contingencia, obviamente, no saca su fuerza del hecho cierto de que nadie la ha refutado, sino de su propia naturaleza de prueba concluyente, que parte de premisas verdaderas y concluye en forma necesaria.
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Es más lógico el que acepta que como decía Richard Feynman, nunca podremos conocer algo en su totalidad y es capaz de vivir con la incertidumbre, que aquel que no soporta esta incertidumbre y entonces inventa mundos o explicaciones de los cuáles no hay ninguna prueba positiva, objetiva, reproducirle, aceptable, suficiente, dado que son sobrenaturales y misteriosas y por lo tanto ilógicas.
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Néstor:
Las pruebas filosóficas no son sobrenaturales, la filosofía depende de la capacidad natural del conocimiento humano. Hacer psicoanálisis de los filósofos no ayuda mucho, porque se puede hacer en ambas direcciones: el que prefiere la incertidumbre es el que no quiere comprometerse con la verdad cierta. Como dice San Juan: "La luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. El que hace el mal aborrece la luz, y no viene a ella, para que no sean reprendidas sus obras".
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Esa idea de que el ateo es una persona infeliz, frustrada, inmoral, desesperada. es solo un autoplacebo de creyentes que no soportan ver que es posible no creer.
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Néstor:
De nuevo, el psicoanálisis. Más bien es el ateísmo el que es un placebo para ilusionarse con que no hay infierno eterno.
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Es decir, ni las pruebas ontológicas, ni las pruebas cosmológicas prueban que Dios existe, como pretenden hacerlo.
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Néstor:
Lo que gratis se afirma, gratis se niega. Las pruebas "cosmológicas" sí son demostrativas.
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Habrá que ver las pruebas de razón que usted mismo ha traído en su blog, pues esas me parecen bastante poderosas, por lo que habrá que leer bastante sobre ellas para hacer un juicio crítico.
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Néstor:
Justamente, son pruebas "cosmológicas".
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Gracias profe.
PD: Profe haga más vídeos, solo encuentro el de los abortos en youtube.
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Buena idea, sería bueno disponer de más horas por día, pero habría que hacer una reforma del calendario :)
Saludos cordiales.
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Justamente, es lo que digo ahí, aunque ahora veo que no está claro: la tesis escolástica es que el concepto de la nada absoluta no es contradictorio, la de Bergson, que sí lo es.
Saludos cordiales.
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GS: Petición de principio. Se parte de que el universo como un todo es accidental cuando precisamente eso es lo que hay que probar. Es claro que nosotros como seres naturales no somos mantenidos en la existencia por la acción sobrenatural de Dios como la causa eficiente indispensable para que continuemos existiendo, en ese caso cuando dejemos de “existir” Dios sería el responsable directo de nuestra muerte por dejar de actuar como causa eficiente y necesaria de nuestra existencia continua. Mientras que cuándo se habla del universo si se habla de Dios como causa eficiente que preserva al universo de ser aniquilado en la nada. No es lo mismo generación y corrupción natural que son las que acompañan la posibilidad de nuestra existencia como seres de la naturaleza, a hablar de aniquilación o desaniquilación, cuándo se habla de la existencia del universo. Creo que los sentidos son distintos y que si hay falacia de composición, como cuando se dice que como cada ser humano tienen madre, entonces la humanidad como un todo tiene madre también.
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“Eso no cambia nada, Santo Tomás admite la posibilidad de un cosmos sin comienzo temporal, que no por eso dejaría de ser contingente. No hay ninguna contradicción en la noción de que el universo material no existe, y por tanto, dicha no existencia es posible. Y eso es la contingencia, precisamente.”
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GS: NO, la cuestión aquí no es que el universo haya tenido un principio o no, y tampoco partir de definiciones para atribuir que la existencia no hace parte de la esencia del universo, cuándo precisamente el problema es que no sabemos, ni podemos, establecer una definición completa del universo. Si hay un multiverso por ejemplo, ¿quién nos dice que ese multiverso como un todo es una posibilidad entre muchas?, porque más allá de las posibilidades que forma nuestra imaginación, las posibilidades de la materia son finitas. ¿Si es un universo que se contrae y se expande desde la eternidad, por qué podemos pensar que ese conjunto de lo existente, como conjunto de todas las posibilidades reales, es en sí mismo, otra posibilidad?
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“Ninguna petición de principio. La contingencia de las cosas se prueba porque su no existencia no implica contradicción, y además porque de hecho vemos que todo en el universo material depende de alguna causa, y por tanto, no tiene en sí mismo la razón suficiente de su existencia, que es lo propio del Ser Necesario.”
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GS: La contingencia de las cosas no se prueba porque su existencia no hace parte de su esencia y por lo tanto no hay contradicción, no es por definiciones, si fuera así el argumento ontológico que usted trata en este post sería cierto y Dios existe necesariamente porque en su definición es contradictorio que no exista. Por lo demás, volvemos a la falacia de composición.
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“Las pruebas filosóficas no son sobrenaturales, la filosofía depende de la capacidad natural del conocimiento humano. Hacer psicoanálisis de los filósofos no ayuda mucho, porque se puede hacer en ambas direcciones: el que prefiere la incertidumbre es el que no quiere comprometerse con la verdad cierta.”
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GS: Usted lo ha dicho, la filosofía depende de la capacidad natural del conocimiento humano y por eso precisamente tiene límites. Hay problemas que nunca podremos ni siquiera delimitar completamente, otros no podremos tener nunca comprobaciones empíricas y su carácter especulativo siempre estará ahí. Eso es un hecho y por eso existe la filosofía y por eso seguirá existiendo, no precisamente como un compendio de verdades definitivas, sino precisamente como lo contrario, como catálogo de preguntas que no se han hecho todavía. Lo otro es hacer uso de “verdades” reveladas que no son susceptibles de falsación o de constatación y citar pasajes de la biblia, por algo parecido es que no me gusta el psicoanálisis.
NI vale decir, como seguramente dirá, que los primeros principios metafísicos son incontrovertibles, pues tiene razón, pero ese no es el asunto. En todo razonamiento filosófico precisamente por su carácter filosófico habrá una o más de una premisa problemática, que permitirá su debate y la posibilidad de diversas posturas.
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De nuevo, el psicoanálisis. Más bien es el ateísmo el que es un placebo para ilusionarse con que no hay infierno eterno.
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Bueno como que usted también práctica el psicoanálisis, pero usted tiene razón, el asunto de la muerte termina siendo peor para aquellos que se han creído el cuento asustador del infierno.
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Las pruebas "cosmológicas" sí son demostrativas.
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Lo que gratis se afirma, gratis se prueba. Exactamente.
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Bueno, ojalá que algún día tenga tiempito para lo de los videos, o que de pronto se cambie este calendario “Gregoriano”.
Saludos profe y gracias.
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Con el Universo pasa lo mismo que con la humanidad: es un todo accidental, simplemente porque sus partes, los seres humanos, que son parte de la humanidad, y también del Universo, son sustancias, y un conjunto de entes sustanciales no es un ente sustancial, sino que sólo puede ser un todo accidental. Nosotros también somos parte del Universo, pero no como la mano es parte del cuerpo, sino como un jugador es parte de un equipo de fútbol, que es un todo accidental. Con eso solo ya alcanza para que el cosmos material no pueda ser una sustancia.
Dios no es responsable de nuestra muerte, simplemente porque no está obligado a darnos la existencia, mucho menos a conservárnosla.
No hace falta tener una definición completa de algo para saber que ese algo es contingente. Basta con que del concepto que tenemos de ese algo no se siga contradicción al pensarlo como no existente.
¿Cuántas cosas habría que cambiar en nuestro universo para que fuese otro universo distinto? ¿O seguiría siendo el mismo cambiando todos los eventos? Un mundo en el que César no hubiese cruzado el Rubicón ya sería otro mundo distinto del nuestro. Y eso mismo vale para cada acontecimiento que ha tenido lugar en el cosmos desde el Big Bang. La cantidad de universos posibles, con sólo eso, es ya incalculable. Todos los acontecimientos son equivalentes desde ese punto de vista, no hay un "núcleo privilegiado" que defina a un mismo universo mientras no cambie, precisamente, porque se trata de un todo accidental.
Más permanentes parecen ser las leyes naturales, pero las mismas leyes naturales, en tanto que su negación tampoco implica contradicción, carecen de necesidad metafísica, y se puede pensar por tanto en un universo (distinto del real, obviamente) con leyes distintas.
En cuanto al argumento ontológico, el caso del concepto de Dios, como digo ahí, es la única excepción a la regla que dice que la posibilidad de una esencia depende de la no contradictoriedad de su concepto. Porque Dios es Trascendente, y es el único, ciertamente, que lo es. Como explica Santo Tomás, conocemos a partir de las creaturas las perfecciones que hay en Dios, pero no, como es lógico, el modo propiamente divino de esas perfecciones. El universo material, por el contrario, está del lado de lo creado, igual que nosotros.
En cuanto a su negación de la posibilidad de que la Filosofía conozca la verdad con certeza, es dogmática. Es un decreto universal que no se presenta apoyado en argumento alguno. Es el dogmatismo de los agnósticos. El ignorante no es dogmático, porque se limita a decir que no sabe. El agnóstico es dogmático, porque pretende imponer el principio (gratuito) de que no se puede saber.
En cuanto a la muerte, si del otro lado no hay nada, tampoco nos vamos a enterar, así que por ese lado no va a haber desilusión alguna. Pero si hay algo, y no hemos vivido como debíamos, puede ser peor que una desilusión.
Saludos cordiales.
"No hace falta tener una definición completa de algo para saber que ese algo es contingente. Basta con que del concepto que tenemos de ese algo no se siga contradicción al pensarlo como no existente"
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GS: Una vez más el puente inexistente entre el pensamiento y lo real. Y lo mismo, cómo tener un concepto claro (que se expresa en una definición o en una descripción) si no sabemos lo qué es el universo. Porque por más que usted se aferre a lo contrario no lo sabemos, hay muchos misterios, muchos. Decir lo contrario o es ingenuidad o es caer en un estado de negación conveniente.
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La verdad es muy gracioso que usted critique el dogmatismo ¿en serio?, si usted es precisamente un ejemplo de ello, y un ejemplo del dogmatismo duro, tanto religioso como filosófico. El dogmático ingenuo cree que todo se puede saber y lo afirma de manera gratuita, como si la historia de la filosofía y la ciencia y el debate epistemológico de los últimos dos siglos, no hubiesen pasado nunca. Pues eso de que la afirmación de que habrán cosas de las que no se podrá conocer nunca su verdad absoluta, no tiene respaldo de ningún argumento, es solo un intento de desacreditar la afirmación. La misma característica del saber filosófico y de su objeto de estudio, es una razón evidente de ello y también de la ciencia, que esta limitada por su método y por los modelos que construye.
En cuanto a la apuesta de Pascal y la muerte, menos mal reconoce que "No sabe" lo que hay del otro lado, ¡¡bueno, algo es algo!!!!, pero si por esa razón es que me debo volver creyente, que creyente tan mediocre sería. Sobre todo porque la creencia estaría motivada por el miedo a un Dios,que pudo hacer las cosas de otra manera y prefirió optar por una en la que el infierno eterno y terrorífico fuera posible. Vaya ¡¡Qué Dios!!
Gracias profe y hasta otra oportunidad.
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Es que la única razón que tenemos para decir que algo es absolutamente imposible es que su concepto sea contradictorio. Fuera de eso, declarar que algo es absolutamente imposible sería justamente pretender saber más de lo que de hecho sabemos. Y pensar el cosmos como inexistente no implica contradicción.
Por otra parte, si el pensamiento no nos pone en contacto con la realidad, toda discusión es una pérdida de tiempo bastante notable.
En cuanto a qué es el Universo, hay tres cosas distintas: un conocimiento de algunas de sus propiedades, una definición esencial del universo material, y un conocimiento exhaustivo del mismo. Lo tercero no hace falta para que se pueda tener lo primero o lo segundo. Es muy cierto que el cosmos es el conjunto de los entes materiales o corpóreos, y a partir de ahí ya se pueden sacar conclusiones. Toda conclusión que se siga necesariamente de esa noción básica del Cosmos va a seguir siendo verdadera por más que aumente nuestro conocimiento del universo material, porque la realidad no es contradictoria.
Sin duda que soy dogmático en lo teológico, porque soy creyente, gracias a Dios, y la Palabra de Dios obviamente que no tiene sentido discutirla, siendo como es necesariamente verdadera.
En lo filosófico, hago algo que Ud. no hace tanto, que es dar argumentos a favor de mis afirmaciones y analizar los argumentos de los otros, en vez de lanzar decretos sin pruebas acerca de lo que se puede y lo que no se puede conocer, que es justamente, un ejemplo de mal dogmatismo.
"Absoluto" quiere decir "independiente", y en ese sentido, toda verdad es absoluta, o no es verdad, porque la verdad, para serlo, tiene que ser independiente del sujeto que la conoce. Eso no quiere decir que la verdad conocida deba ser exhaustiva, que es el sentido que tienen en mente los escépticos y agnósticos cuando niegan que se pueda conocer la verdad absoluta.
En cuanto a la apuesta de Pascal, es obvio que no estoy "reconociendo" nada, sino argumentando en forma condicional contra su contradictoria noción de que tras la desaparición total vendría la desilusión.
Un consejo: estudie más detenidamente la lógica y entrénese en argumentar y analizar argumentos. Eso es lo que distingue a la filosofía de la literatura.
Saludos cordiales.
Usted afirma:
La crítica filosófica a este argumento de Gödel (y de Plantinga) es la que ya vimos: en esta vida no podemos tener un conocimiento adecuado de la Esencia divina, es decir, un conocimiento de la Esencia divina según su modo propiamente divino de ser, y que sin ese conocimiento no es posible conocer la posibilidad real de Dios antes de demostrar Su existencia.
Por favor, podría explicar la expresión "conocimiento adecuado", y como sin él, no es posible conocer la posibilidad real de Dios.
Gracias
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Un conocimiento adecuado de una esencia o naturaleza nos ha hace conocer tal como ella es en sí misma, es decir, según su modo específico. A Dios lo conocemos, en esta vida, a partir de las creaturas, que quedan infinitamente por debajo de Él. Por tanto, conocemos cosas verdaderas sobre la Esencia divina, pero no la conocemos según su modo específico divino de ser. Y por eso no tenemos un conocimiento adecuado de la misma.
Santo Tomás explica que las perfecciones que la razón demuestra que están en Dios, están verdaderamente en él, pero según un modo divino que escapa a nuestro conocimiento en esta vida, y por eso nuestro conocimiento de Dios es analógico, no unívoco, es decir, los predicados que atribuimos a Dios son verdaderos en cuanto a la perfección que significan, pero no en cuanto al modo necesariamente finito que tienen en nuestro conocimiento, dado que su origen es lo creado.
Saludos cordiales.
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Es que la existencia, así sin más, no es Dios. Una cosa es decir que Dios es la existencia en su realización máxima, primigenia, absoluta, y otra cosa es decir que la existencia es Dios. La diferencia es que en el primer caso nuestra propia existencia no es Dios (como debe ser), en el segundo, sí.
Cuando decimos que Dios es el Ser, eso no es intercambiable con "el ser (o también, la existencia) es Dios". Lo primero es teísmo, lo segundo, panteísmo.
Por eso repito que "ente" es un concepto abstracto que se extiende analógicamente a todo lo que existe, incluido Dios mismo, y que sólo tiene realidad concreta en cada uno de los entes distinto de todos los demás, y por antonomasia y analogía, en el Ente supremo que es Dios.
Sin duda que todos los filósofos, hasta los recientes desvaríos que hubo acerca de la "fluctuación de la nada", partieron de la base de que algo existió siempre, simplemente porque de la nada nada sale y si entonces si en algún momento no hubo nada, ahora nada habría.
Pero ahí termina el acuerdo, y se abren dos vías totalmente incompatibles entre sí: una que dice que lo que existió siempre es el mundo, y solamente él, y otra que dice que lo que existió siempre es en toda hipótesis Dios, distinto del mundo.
Sólo en la primera de esas alternativas se puede y se debe decir que el ser o la existencia es Dios.
Saludos cordiales.
Precisamente dice lo contrario, pues la energía para esa explosión ya estaba presente, no salió de la nada.
Y efectivamente como dices en la naturaleza no hay extinciones sino transformaciones, lo que contradice tu afirmación anterior sobre las partículas que no existían, porque entonces ¿Qué impide que en lugar de una creación ex nihilo haya una existencia eterna de la energía y la materia que se transforman?.
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Seguramente que la teoría del Big Bang no habla de partículas anteriores al Big Bang mismo y que hayan seguido existiendo después. Más bien dice que yendo hacia atrás, se llega a un momento, poco antes (o sea, después) del "punto cero", en el que las leyes de la naturaleza conocidas dejan de tener valor y a partir del cual la ciencia, por tanto, se calla. Así que menos que menos va a poder hablar de "partículas" ahí o antes de ahí.
La existencia de un universo material sin comienzo temporal es posible, para Santo Tomas, y que de hecho no es así lo sabemos, dice, sólo por la Revelación divina.
Pero eso no cambia la contingencia del cosmos material. Una pared iluminada no lo está por sí misma, sino por la fuente luminosa. Y eso sigue siendo verdad aunque la fuente la esté iluminando desde siempre, sin comienzo. Esa pared estaría a la vez "eternamente" (lo pongo entre comillas, porque "eternidad" en sentido estricto es otra cosa) y contingentemente iluminada.
Pues bien, en nuestro tema la pared es el cosmos, la iluminación es la existencia, y la Fuente es Dios.
Saludos cordiales.
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Ese argumento no contrarresta por sí solo la réplica que dice que lo que hay es una sucesión continua de entes contingentes desde siempre, sin comienzo temporal. Con eso ya alcanza para que no exista la nada inicial, pero todavía no se afirma a Dios, e incluso se pretende excluirlo.
Por eso la más profunda de las vías tomistas es la de la contingencia de los entes. No importa si el ente contingente tiene comienzo temporal o no. El hecho es que no tiene en sí mismo la razón suficiente de su existencia, porque de suyo puede tanto ser como no ser. Y entonces ha de tenerla en otro. Y es imposible que ese otro también sea contingente, y así en serie infinita, porque entonces no habría, finalmente, razón suficiente del ente contingente, ya que cualquier supuesta razón suficiente que se quisiese asignar en esa hipótesis a su vez remitiría a otra.
Por tanto, incluso en un mundo sin comienzo temporal haría falta un Ser Necesario.
Saludos cordiales.
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La libertad divina no se extiende a la existencia y naturaleza de Dios, es decir, éstas no dependen de la libertad de Dios, sino que Dios necesariamente existe y necesariamente es Dios, del mismo modo en que necesariamente es libre respecto de todo lo que no es Él mismo. A sí mismo, en cambio, Dios se quiere en forma necesaria, no libre: la libertad no es una propiedad de la voluntad como voluntad, sin más, sino solamente es una propiedad de la voluntad de cara a los bienes finitos.
Sería absurdo que la existencia y la naturaleza de Dios dependiesen de la libertad divina, porque para ser libre hay que existir primero, y tener una naturaleza racional, que es la naturaleza que es capaz de elegir de cara a los bienes finitos.
Saludos cordiales.
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En el tomismo no es que Dios prescinda de su presciencia, sino que la presciencia divina de lo que de hecho harán las creaturas racionales depende del libre decreto divino de mover o no mover a las voluntades creadas, y entonces, ese libre decreto, que está incluido en la predestinación, es anterior a la previsión de los méritos de las creaturas, como lo es la misma elección divina de los que se han de salvar, que es anterior a la predestinación, ya que tiene que ver con el fin, y la predestinación, con los medios, y el fin se quiere primero, porque los medios se quieren en orden al fin.
Saludos cordiales.
Aunque usted se mueva en el terreno de la filosofía, no puede obviar la física.
Y la Fisica y la ley de la entropía, nos informan de que el mundo es contingente, Y como diría un castizo, el sentido común. No lo digo en un sentido peyorativo.
Me recuerda la fábula de Zeñon y Diógenes, dando vueltas alrededor.
Hasta el mas iletrado se da cuenta de que esto es contingente y si estudia cosmología y física entonces mas.
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Cuando hablamos de libertad, hablamos usualmente del libre albedrío, o capacidad de elección. No es de esa libertad de la que habla ahí Santo Tomás, sino de la ausencia de coacción externa, que es otra cosa.
Se trata de las Cuestiones Disputadas "De Potentia", cuestión 10, artículo 2, argumento 5. El argumento objeta que si el Espíritu Santo procede por modo de voluntad, porque procede por vía de amor, entonces procede libremente, y entonces es contingente, y no es Dios.
La respuesta de Santo Tomás explica el sentido de "libremente" en ese contexto: "la libertad de la voluntad se opone a la coacción y a la violencia".
Cuando habla de lo que hoy día llamamos "libertad", Santo Tomás usa la expresión "libero arbitrio", libre albedrío, que es la capacidad de elección. Esa, según el Aquinate, Dios la tiene solamente respecto de lo creado, no respecto de Sí mismo:
"El libre albedrío lo tenemos con respecto a lo que no queremos por necesidad o por instinto natural. Pues querer ser feliz no pertenece al libre albedrío, sino al instinto natural. Por eso, los animales, que, por instinto, se mueven para algo, no tienen libre albedrío. Así, pues, como Dios, según se demostró (a.3), por necesidad quiere su bondad, y no por necesidad quiere lo demás, con respecto a esto ultimo tiene libre albedrío. (Ia, q. 19 a. 10)."
Si hoy día fuésemos a responder a ese mismo argumento usando el concepto de "libertad de elección", negaríamos la premisa que dice que todo lo que es voluntario es libre, como hace Santo Tomás respecto del libre albedrío en el último texto citado.
Saludos cordiales.
Supongamos que alguien aparece de un momento a otro en este mundo, en la existencia, supongamos que lo único que esa persona (que llamaremos X) ve al momento de su aparición es a un ser llamado Gustavo. Cuándo él ve ese ser, en ese momento solo puede decir que hay algo allí y que tiene una forma y unos detalles. Lo que X puede decir sobre la existencia de ese ser que le dice que se llama Gustavo es que es, que está allí, no sabe si Gustavo tuvo un principio y tampoco puede saber con solo ese conocimiento que tiene en ese momento si Gustavo tendrá un final en su existir.
Solo en la medida en que esa persona comienza a tener una EXPERIENCIA no solo de Gustavo, sino de seres semejantes a él, pero de también de otros seres, X comienza a observar que hay cosas que aparecen y que después desaparecen y entonces comienza a pensar que Gustavo así como es, pudo no ser, que hubo que pasar muchas cosas para que Gustavo existiera, solo en esa medida es que X recién llegado a este mundo, comienza a decir que Gustavo es un ser contingente. Pero de igual manera, observa que a todos los demás seres le pasa lo mismo, que esto llamado animal, pudo ser o no, que las montañas, pudieron ser o no y al reunir todas esas cosas dice entonces que la totalidad como sumatoria de todas estas cosas, pudo ser y no pudo ser, es decir, la totalidad es contingente también. ¿Es esta conclusión valida? Considero que no, pienso que no son los seres individuales que componen la totalidad de lo existente sino que ellos simplemente son productos y transformaciones de algo que preexiste: la materia-energía y el espacio-tiempo. Es allí cuándo creo que al pasar de los seres individuales contingentes para concluir que la totalidad es contingente, se comete una falacia de composición. No es como el ejemplo de un cuadro de futbol, que resulta de la sumatoria de los jugadores, es más bien como el agua que hierve cuyas burbujas en sus superficie aparecen y desaparecen, pero el agua por debajo sigue siendo. El agua sería la substancia y las burbujas los seres que aparecemos y desaparecemos en ella, sus accidentes (en el sentido Spinoziano), concluir algo sobre la existencia de ese sustrato a partir de las características de la aparición o desaparición de fenómenos dentro de él, no me parece legítimo. La materia-energía-espacio-tiempo es y es de una característica distinta (ontológicamente hablando) a las trasformaciones que se dan dentro de ella. (Caramba que es difícil explicar esto, espero haberlo hecho un poco mejor para que no parezca esto un decreto universal).
Ahora bien, conocemos que la materia- energía es la misma por el principio de conservación de la energía, entonces al igual que con Gustavo necesitamos saber si esa totalidad también comenzó y si va a tener un final, es decir, necesitamos una experiencia de la totalidad de lo existente, del universo (Por darle un nombre). Aparece entonces la teoría estándar con base en contrastación empírica que nos dice que sí, que todo comenzó en una gran explosión y que antes de eso no había nada, Pero resulta que ese “antes” que al principio se consideraba imposible de saber por aquello de la singularidad en donde las leyes de la física colapsan, ahora comienza a ser objeto de teorías que reclaman algún grado de contrastabilidad empírica. Una por ejemplo (la teoría de la expansión eterna), nos dice que el big bang es solo un evento local, que antes de ese big bang había un universo en expansión y que sigue habiendo grandes explosiones y el nacimiento de otros universos en otras regiones de ese multiverso que se expande, otra la teoría del gran rebote), que habla de que nuestro universo actual es solo un momento, en un eterno devenir de expansiones y contracciones, otra que el universo no surgió de una nada filosófica, sino que en realidad esa nada era una nada “positiva”, sin dimensiones de espacio tiempo pero en la que las leyes de la física cuántica permitieron que se produjera el universo actual.
No me interesa defender ninguna posición en específica. Solo me interesa decir que racionalmente, desde la ciencia y también desde la filosofía, es posible que lo existente (para no llamarlo universo, porque veo que presta para mal entendidos), haya existido siempre, sea eterno.
Entonces surge esta pregunta ¿Cómo sabemos que esta totalidad de lo existente que presuponemos ahora eterna, es contingente? Es ahí donde surge la pregunta radical: ¿Por qué existe algo en lugar de nada?, pero esa pregunta es también, radicalmente distinta a la que uno se hace cuándo va dirigida a la existencia de Gustavo, a la existencia de las montañas, de las galaxias, las cuáles son explicadas en términos de leyes naturales propias de una materia-energía y un espacio-tiempo, preexistente. La pregunta es un dilema radical: o la nada o la existencia ¿Por qué la existencia?, pero esa pregunta lleva a mi juicio (obviamente no soy original en esto y me sirvo de una tradición filosófica de mucha antigüedad), a un absurdo, porque hablar de la nada como posibilidad, es decir algo así como que es posible que la nada exista, una evidente contradicción de términos, es decir o que exista la nada o que exista algo, pero la nada no puede existir, porque precisamente es precisamente la nada. Pero hay algo, esa existencia, no puede ser que no sea; lo que es, es. Este es el principio de identidad. La nada es un absurdo, es imposible cuando se parte de que existe la existencia. (perdón por mi falta de lenguaje).
Entonces tenemos que la totalidad existe, que es, pero esa totalidad que es matería-energía, espacio-tiempo, no es la sumatoria de los universos existentes es el sustrato de los universos posibles y existentes, pero ella en sí misma es eterna y es idéntica a sí misma (como existencia).
Pero ojo, no estoy diciendo tampoco que esta tesis, seguramente mal explicada o pensada por el que escribe, sea la verdad, no estoy diciendo eso, estoy diciendo es que esa mirada es una mirada concebible, desde el punto de vista racional. Lo que me lleva al planteamiento original sobre el argumento cosmológico: no es que sea falso, es que no da una certeza absoluta, no es una verdad absoluta (cuándo hablo de verdad absoluta, me refiero a enunciados que sean independientes de cualquier experiencia o contexto), es decir, que aunque en ella se dé un procedimiento demostrativo formal, no se está transmitiendo verdades de las premisas a la conclusión, sino que en realidad esa demostración formal se da con base en un razonamiento dialéctico, puesto que al menos una de sus premisas no es evidente como que se pretende sino que hay que argumentar sobre ella, es verosímil y no verdadera por sí misma.
Pero esa es otra discusión, continúo investigando para sostener que la filosofía toda, es ante todo un ejercicio argumentativo (dialéctico-retórico) y no demostrativo (Lógico-formal), en donde no hay verdades conclusivas, sino argumentos convincentes. (Conste que estoy aclarando que no pretendo argumentar esta posición ahora, pues la discusión es otra).
Anotaciones:
• Al señor JUAN NADIE, creo que el principio de entropía es interesante, pero habría que pensarselo bien para aplicarlo al caso que se discute aquí, la entropía funciona al interior de un sistema y no habla de la existencia del mismo, pues por ejemplo uno puede hablar de la muerte térmica del universo y de un universo caótico pero existente. No se cómo se entendería este principio con el de un multiverso y si ese principio se puede aplicar a un vacío cuántico, no sé cómo se relacione con la autopoiesis de un sistema si se entiende al universo como sistema. En fin, no sé, tal vez usted pueda explicarlo de mejor manera, aunque dudo que usted le dé una conclusión definitiva a este asunto.
• Algunos dirán que el teorema Guth-Vilenkin, demuestra que el universo tuvo un principio, sin embargo aquí también vale la crítica de un teorema es simplemente eso, un teorema, que pone unas reglas de juego originales y sobre esas reglas deduce conclusiones. Que faltan matemáticas adecuadas para tratar estos temas y que hay otros teoremas, es decir, no sabemos a ciencia cierta esto. Claro que hay que argumentar más crítica que planteo aquí, pero si lo hago, este comentario se alargaría más que el mismo post de Nestor y esa no es la idea.
• Por último al profe Nestor: cuándo analizo la discusión que tuvimos que infortunadamente se fue por el lado personal y de acusaciones mutuas, pienso que tuve culpa y fui muy pretencioso en algunas sentencias, pero pienso que usted también fue injusto en muchas de sus apreciaciones y que también dicto alguna que otra sentencia. A veces pienso que usted da por sentado cosas que seguramente ya explico en alguna entrada anterior o que por cansancio y/o tiempo (espero que no por arrogancia), descarta algunos planteamientos sin apenas considerarlos a profundidad.
Y si profe, seguiré estudiando y me entrenaré más (acepto así su regaño-consejo), mi objetivo más que hacer filosofía es formarme una idea coherente de la vida y del mundo a partir del pensamiento crítico, lo que me obliga necesariamente a meterme con asuntos filosóficos.
De parte mía sigue teniendo todo mi respeto como persona y como profesor virtual.
Gracias
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Ud. dice que es concebible la hipótesis según la cual el universo material no es un conjunto de entes, en definitiva, sino un ente especial que sufre diversas transformaciones que llamamos planetas, animales, seres humanos, etc.
Y que es concebible que ese ente especial sea, en definitiva, el Ser Necesario (porque no hay otra posibilidad, si algo existe y no es contingente)
De todo ello se sigue que ese ente especial sería el único ente sustancial, y que todos los entes de nuestra experiencia serían transformaciones accidentales suyas.
En efecto, la relación entre dos sustancias no puede ser sustancial, sino accidental, ya que dos sustancias distintas no pueden sin contradicción ser sustancialmente una sola. Por tanto, o la relación entre las partes del cosmos es accidental, y entonces, es un conjunto de sustancias, todas ellas contingentes, y por tanto, contingente él mismo, o es sustancial, y entonces, esas partes ya no pueden ser sustancias, sino que la única sustancia sería el "espacio tiempo" o como se lo quiera llamar, y los entes de nuestra experiencia serían partes de esa sustancia, pero no sustancias completas ellos mismos, como la mano, por ejemplo, es parte del cuerpo humano.
En primer lugar, como ya he dicho muchas veces, la Tercera Vía no tiene porqué partir del universo material en su conjunto. En realidad, siendo estrictos, no puede hacerlo, porque el cosmos en su totalidad no es ni puede ser objeto de nuestra experiencia, y las vías tomistas parten de hechos empíricos. El argumento es que si existe un ente contingente, existe el Ser Necesario, ese condicional se prueba en la vía en cuestión, de modo que luego de eso, para concluir que el Ser Necesario existe alcanza con mostrar una lapicera y decir "es contingente" (Modus ponens).
Pero en definitiva, estaríamos de acuerdo, en esa hipótesis, en la existencia del Ser Necesario, y la única cuestión a discutir sería si es posible que los entes contingentes sean transformaciones del Ser Necesario.
Esta discusión, en realidad, tiene que ver más con la naturaleza de Dios que con su existencia, y se dilucida en las cuestiones de la Suma que vienen después de aquella en que la vienen las "vías".
Y la respuesta es obviamente que no. El Ser Necesario no tiene causa, porque todo lo que es causado es es contingente, ya que depende para existir o no existir de si su causa lo produce o no lo produce. Pero todo lo que sufre alguna transformación, la sufre por alguna causa. Por eso mismo, el Ser Necesario no puede sufrir transformación alguna, es Inmutable. Y entonces, el ente contingente no puede ser una transformación del Ser Necesario.
Un Ser Necesario cuyas partes fuesen los entes contingentes y cambiantes sería a cada instante uno de muchos Seres Necesarios posibles, lo cual es una contradicción. Porque a cada instante tendría una configuración particular, según qué cambios concretos habrían tenido lugar en él, y qué cambios no. Por ejemplo, si César cruzó en él el Rubicón, o no. Y habría entonces infinidad de otros Seres Necesarios posibles pero no existentes de hecho, con otros cambios distintos. Pero si son posibles y no son existentes, son contingentes y no necesarios, y lo mismo se aplicaría al de hecho existente, pero al igual que ellos, sólo posible en sí mismo.
Es inútil aquí acudir a la hipótesis del "multiverso", porque en todo caso cada uno de esos "universos particulares" sería uno entre infinitos posibles, por la razón dada, y entonces, el "multiverso global" sería también uno entre infinitos posibles.
Es imposible además, y ciertamente falso, que los seres humanos seamos partes integrantes de un ser sustancial que sería ese Ser Necesario, llámese "espacio- tiempo" o como sea. Los seres humanos somos sustancias independientes en el subsistir, aunque no lo seamos en el existir, y por tanto, no somos parte de ninguna otra sustancia. La relación entre dos personas no es una relación entre dos modificaciones accidentales de una misma sustancia, porque eso no es una relación entre dos personas, sino en todo caso la relación de algo consigo mismo. Es por el contrario la relación entre dos sustancias distintas. Pero si dos personas cualesquiera son dos sustancias, entonces ya es imposible que el universo material sea una sola sustancia, porque dos sustancias (por lo menos) no pueden ser una sola sustancia.
Ni el espacio, ni el tiempo, ni la energía son sustancias. Curiosamente Aristóteles y Kant están de acuerdo por lo menos en esto: que el espacio y el tiempo no son reales. De distinta manera, ambos los explican como cosas que existen más en nuestra mente que en la realidad de las cosas. Para Aristóteles, lo que hay en la realidad, independientemente de nuestra mente, son los cuerpos extensos y cambiantes, sobre esa base nuestra mente forma los entes de razón con fundamento "in re" que son el espacio y el tiempo. El que impuso modernamente la idea del espacio y el tiempo como realidades extramentales fue Newton, que no era filósofo.
En cuanto a la energía, sí es real e independiente de nuestra mente, pero no es una sustancia, sino algo que se da en las sustancias, que son las que actúan con mayor o menor energía, como cuando un jugador de fútbol golpea una pelota con más o menos fuerza. Sería absurdo pretender que lo sustancial es la fuerza del puntapié, y que el puntapié, el pie, y el jugador entero no son más que modificaciones accidentales de esa fuerza.
Como dije, la Tercera Vía no parte propiamente hablando del "universo", que no es objeto de nuestra experiencia. Parte del ente contingente, es decir, la lapicera. Lo del cosmos como conjunto de entes contingentes y por tanto contingente él mismo es una verdad, pero sólo viene a cuento en lo que tiene que ver con las vías si del otro lado se quiere objetar, al estilo panteísta, que el Ser Necesario es el cosmos mismo.
En efecto, si la existencia de un solo ente contingente, por ejemplo, una lapicera, impone lógicamente la existencia del Ser Necesario, y si los entes contingentes no son ni pueden ser partes del Ser Necesario, entonces lo que existe es, por un lado, el Ser Necesario, y por otro, los entes contingentes que dependen de él. Es claro que estos entes contingentes forman un conjunto, y que ese conjunto, no identificándose con el Ser Necesario y siendo todos sus integrantes contingentes, es contingente. Es conveniente buscarle un nombre, y el mejor es "creación (material)". Le vienen bien también los nombres de "mundo" y "cosmos", y menos bien, pero no hay más remedio que usarlo, el de "universo" (menos bien, porque quiere decir "totalidad", y en realidad dicho conjunto no incluye al Ser Necesario, nada menos).
Saludos cordiales.
De mi parte no lo molesto más , gracias por tomarse el tiempo. Feliz fin de semana
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Exactamente. Muchas gracias y saludos cordiales.
Y si se dice que los cuerpos son el espacio mismo modificado, entonces se está diciendo que el espacio es la única sustancia corpórea. Pero eso va contra la experiencia de saludar a alguien, por ejemplo, porque en el acto de saludo reconocemos que el otro es otra persona distinta, y por tanto, otra sustancia distinta, y entonces ya tenemos por lo menos dos sustancias, y no una sola, que sería el espacio mismo.
Si el espacio es real y anterior a los cuerpos que lo ocupan, entonces es sustancial, y entonces podría haber existido solamente el espacio, bajo la forma, eso sí, de "espacio vacío". Pero eso es absurdo ¿qué habría en el "espacio vacío" para distinguirlo de la nada absoluta, que no puede existir?
Si se dice que habría "extensión", según las tres, por lo menos, dimensiones, entonces hay que preguntar extensión de qué, porque la extensión, contra Descartes, tampoco es una sustancia, sino un accidente de las sustancias. Es la hoja de papel, por ejemplo, la que es extensa. Y si hay un "qué" extenso, que sería el espacio, entonces el espacio ya no sería "extensión" ¿y qué sería?
Por eso es muy distinto el concepto del "espacio" del concepto del "lugar". El lugar, según Aristóteles, es "el limite inmediato del continente". Por ejemplo, una casa está contenida en la atmósfera, y entonces, el lugar en que esa casa se encuentra está formado por el límite de la atmósfera al tocar la casa.
Lo cual quiere decir que antes de que la casa estuviese allí, y cuando sólo había atmósfera, ese lugar era solamente potencial, no actual.
El lugar, por tanto, es posterior a la existencia de los cuerpos, a la cual supone, y entonces el espacio, que lo imaginamos como anterior a los cuerpos mismos que están en él, no puede ser tampoco el conjunto de todos los lugares.
Como la nada absoluta, entonces, el espacio es un ente de razón, pero a diferencia de ella, con fundamento en la realidad, que es la extensión, accidente real de las sustancias corpóreas reales.
Saludos cordiales.
Corolarios: 1.- Es necesario un ser incausado para inhibir la nada, porque si tuviera una causa anterior a él, esa causa sería ser necesario.
2.- No hay una cadena infinita de causas sin primera , porque ya ha existido una causa primera que ha inhibido la nada ( por eso hay seres ahora)
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Muchas gracias. En efecto, si no existiese el Ser Necesario no existiría nada, porque el ente contingente, por definición, puede tanto existir como no existir y entonces de suyo, solamente, no alcanza para existir.
Por tanto, "quoad nos", es decir, visto desde nosotros, que ontológicamente venimos al final de todo, desde que hay algo, a saber, la lapicera, existe el Ser Necesario. "Quoad se", en sí mismo, es diferente: el Ser Necesario existe en cualquier hipótesis (eso quiere decir "necesario") exista o no exista la lapicera.
Por eso la famosa pregunta de Leibniz, que retoma Heidegger: porqué existe algo en vez de no existir nada, sólo tiene sentido "quoad nos", y eso, antes de haber demostrado la existencia de Dios, solamente.
Porque una vez que comprendemos que hay un Ser Necesario, también comprendemos, por eso mismo, que no puede no haberlo, que no está en stock la hipótesis en que Dios no existe, que por tanto la "nada" es un fantasma, y que lo que hay que explicar, en Filosofía, no es la ausencia, por así decir, de la nada, sino la existencia del ente contingente.
Lo problemático, en sí mismo considerado, no es Dios, ni la nada, sino nosotros, los entes finitos. Que el Ser exista sin mezcla de no ser alguno, es lógico, que existamos nosotros, que por un lado somos y por otro lado no somos, es lo que da origen a la Filosofía.
Claro, no podemos probar la existencia de Dios con sólo decir que el Ser no puede no ser, eso es justamente el argumento ontológico, que no es válido. Ahí estaríamos ignorando la distinción entre el orden del ser (quoad se) y el orden de nuestro conocimiento (quoad nos). En Filosofía, mientras no demostramos la existencia de Dios a partir de la lapicera o cosas semejantes, eso de que el Ser no puede no ser es solamente una verdad hipotética: Si existe, el Ser puro y perfecto no puede no existir.
Saludos cordiales.
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