Iglesia y Judaísmo
En el Vaticano existe una Comisión para las relaciones religiosas con el Judaísmo, que depende del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos.
En Diciembre de 2015 ha publicado un documento llamado “Los dones y la llamada de Dios son irrevocables” (Rm 11:29) - Una reflexión sobre cuestiones teológicas en torno a las relaciones entre católicos y judíos en el 50 aniversario de “Nostra Aetate” (N°.4),” del cual dicen que:
“…no constituye un documento magisterial o una enseñanza doctrinal de la Iglesia Católica, sino sólo una reflexión, preparada por la Comisión para las Relaciones Religiosas con los Judíos, sobre temas teológicos actuales, desarrollados a partir del Concilio Vaticano II (…)”
En este documento se sostienen proposiciones que nos parecen, algunas de ellas, contrarias a la fe católica, acerca de la relación entre la Iglesia y el Judaísmo actual.
En lo esencial, entendemos que el núcleo de este documento se reduce a las siguientes proposiciones:
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1) Existen actualmente dos Alianzas de Dios con los hombres, la cristiana y la judía, cada una de ellas suficiente para llevar al menos a algunos de los hombres a la salvación eterna.
2) No se trata de dos religiones distintas entre sí, ni de dos caminos distintos dentro de la misma religión.
3) Se contradicen en el punto fundamental de la Mesianidad y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo.
4) Jesucristo es el único Mediador y Salvador de todos los hombres.
5) La conciliación entre 1), por un lado, y 4), por otro, es un misterio.
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Veamos cómo aparecen esas afirmaciones en el documento:
1) Existen actualmente dos Alianzas de Dios con los hombres, cada una de ellas suficiente para llevar al menos a algunos de los hombres a la salvación eterna.
“25. El Judaísmo y la fe Cristiana, como aparecen en el Nuevo Testamento, son dos caminos por los que el Pueblo de Dios puede apropiarse las Sagradas Escrituras de Israel. Consecuentemente, la Escritura, que los Cristianos llaman el Antiguo Testamento, se abre a ambos caminos. Una respuesta a la palabra de Dios expresada soteriológicamente, que vaya de acuerdo con una u otra tradición, puede por lo mismo franquear el acceso a Dios, quedando siempre en el poder de su consejo salvífico determinar, para cada caso, en qué manera piensa salvar a la humanidad. Las Escrituras testimonian la universalidad de su voluntad salvífica (cf. eg. Gn 12:1-3; Is 2:2-5; 1 Tm 2:4). Por consiguiente no existen dos caminos de salvación conforme a la expresión: “los Judíos sostienen al Torá, los Cristianos sostienen a Cristo". La fe Cristiana proclama que la obra salvífica de Cristo es universal y abraza a toda la humanidad. La palabra de Dios es una sola e indivisa realidad, que reviste formas concretas en relación a cada contexto histórico.”
“27. (…) Para los Cristianos, la Nueva Alianza en Cristo es el punto culminante de las promesas de salvación de la Antigua Alianza, a tal grado que nunca resulta independiente de ella. La Nueva Alianza radica y se basa sobre la Antigua, porque en definitiva es el Dios de Israel quien culmina la Antigua Alianza con el pueblo de Israel y habilita la Nueva Alianza en Jesucristo. Jesús vive durante el período de la Antigua Alianza, pero con su obra de salvación en la Nueva Alianza confirma y perfecciona las dimensiones de la Antigua. En consecuencia, el término Alianza significa una relación con Dios que se realiza de diferentes maneras para los Judíos y los Cristianos. La Nueva Alianza nunca puede reemplazar a la Antigua, sino que la presupone y le confiere una nueva dimensión de significado, en cuanto que refuerza la naturaleza personal de Dios como fue revelada en la Antigua Alianza y la establece como abierta para todos los que responden a ella fielmente de todas las naciones (cf. Za 8:20-23; Sal 87).”
2) No se trata de dos religiones distintas entre sí, ni de dos caminos distintos dentro de la misma religión.
“15. Sólo por analogía, el diálogo entre Judíos y Cristianos puede calificarse como un “diálogo interreligioso“, es decir, un diálogo entre dos religiones intrínsecamente separadas y diferentes. No es el caso de dos religiones, fundamentalmente diversas, que se confrontan entre sí, después de haberse desarrollado independientemente una de otra, sin influencia mutua. (…) Así Judíos y Cristianos tienen una misma madre y pueden ser considerados como si fueran dos hermanos que –como suele acontecer normalmente entre hermanos– se han desarrollado siguiendo direcciones diferentes.”
“20. Desde la perspectiva teológica, el diálogo con el Judaísmo tiene un carácter completamente diferente y, comparado con las otras religiones mundiales, supone un nivel distinto. La fe de los Judíos testimoniada en la Biblia, que se encuentra en el Antiguo Testamento, no es para los Cristianos otra religión, sino el fundamento de su propia fe, aunque claramente la figura de Jesús constituya la única clave para la interpretación Cristiana de las Escrituras del Antiguo Testamento. La piedra angular de la fe Cristiana es Jesús (cf. Hch 4:11; 1 P 2:4-8). De todos modos, el diálogo con el Judaísmo ocupa para los Cristianos una posición única; el Cristianismo, desde sus raíces, está conectado con el Judaísmo como con ninguna otra religión. Por consiguiente el diálogo Judío-Cristiano sólo con reservas puede calificarse como “diálogo interreligioso", en el sentido estricto de la expresión; se podría hablar sin embargo de un tipo de diálogo sui generis “intra-religioso” o “intra-familiar”. En su discurso en la Sinagoga romana del 13 de abril de 1986, el Papa Juan Pablo II expresaba esta situación con las siguientes palabras: “La religión Judía no nos es ‘extrínseca’, sino que en cierto modo, es ‘intrínseca’ a nuestra religión. Por tanto tenemos con ella relaciones que no tenemos con ninguna otra religión. Sois nuestros hermanos predilectos y en cierto modo se podría decir nuestros hermanos mayores” (n.4).”
“35. Puesto que Dios jamás ha revocado su alianza con el Pueblo de Israel, no puede haber caminos o acercamientos diferentes a la salvación de Dios. La teoría de que puede haber dos caminos diferentes de salvación, el camino Judío sin Cristo y el camino con Cristo, que los Cristianos creen identificarse con Jesús de Nazaret, pondría de hecho en peligro los fundamentos de la fe Cristiana.
3) Se contradicen en el punto fundamental de la Mesianidad y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo.
“14. (…) Total y plenamente humano, un Judío de su tiempo, descendiente de Abrahán, hijo de David, formado por toda la tradición de Israel, heredero de los profetas, Jesús se presenta en continuidad con su Pueblo y con su historia. Por otra parte, a la luz de la fe Cristiana, él es Dios mismo –el Hijo– y transciende el tiempo, la historia, y toda realidad terrena. La comunidad de los que creen en él confiesa su divinidad (cf. Flp 2:6-11). En este sentido él es interpretado como apareciendo en discontinuidad con la historia que preparó su venida. Desde la perspectiva de la fe cristiana, él lleva a cumplimiento la misión y la expectativa de Israel de una manera perfecta, al mismo tiempo que las supera y las transciende de una manera escatológica. En esto consiste la diferencia fundamental entre Judaísmo y Cristianismo: en el modo de juzgar la figura de Jesús.”
4) Jesucristo es el único Mediador y Salvador de todos los hombres.
“35 (…) La confesión de la mediación universal y por consiguiente también exclusiva de la salvación por medio de Jesucristo pertenece al núcleo de la fe Cristiana, como pertenece también la confesión del Dios uno, el Dios de Israel, que a través de su revelación en Jesucristo se ha manifestado totalmente como el Dios de todos los pueblos, de tal modo que en él se ha cumplido la promesa de que todas las naciones orarán al Dios de Israel como al único Dios (cf. Is 56:1-8). El documento “Notas para una correcta presentación de los Judíos y el Judaísmo en la predicación y la catequesis en la Iglesia Católica Romana“, publicado por la Comisión de la Santa Sede para las Relaciones Religiosas con los Judíos en 1985, mantenía consecuentemente que la Iglesia y el Judaísmo no pueden representarse como “dos vías paralelas de salvación", sino que “la Iglesia debe dar testimonio de Cristo como redentor de todos” (Nº.I, 7). La fe Cristiana confiesa que Dios quiere llevar todos los pueblos a la salvación, que Jesucristo es el mediador universal de la salvación, y que “no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos” (Hch 4:12).”
5) La conciliación entre 1), por un lado, y 4), por otro, es un misterio.
“36. (…) Que los Judíos son participes de la salvación de Dios es teológicamente incuestionable; pero cómo pueda ser esto posible sin confesar a Cristo explícitamente, es y seguirá siendo un misterio divino insondable. No es por consiguiente accidental el hecho de que las reflexiones soteriológicas de Pablo, en Romanos 9-11, sobre la redención irrevocable de Israel frente al trasfondo del misterio de Cristo, culminen en una magnífica doxología: “¡Oh abismo de la riqueza, de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus designios e inescrutables sus caminos!” (Rm 11:33). Bernardo de Claraval (De Cons. III/I,3) dice que para los Judíos “ha sido fijado en el tiempo un punto determinado que no puede anticiparse".”
“37. Otro tema de reflexión para los Católicos debe seguir siendo la pregunta teológica, muy compleja, de cómo la creencia Cristiana en el alcance salvífico universal de Jesucristo puede combinarse de una manera coherente con la declaración de fe, igualmente clara, de que la Alianza de Dios con Israel nunca ha sido revocada. Es creencia de la Iglesia que Cristo es Salvador para todos. Por consiguiente, no puede haber dos caminos de salvación, ya que Cristo, además de los Gentiles, es también el Redentor de los Judíos. Aquí afrontamos el misterio de la obra de Dios, no la cuestión del esfuerzo misionero por convertir a los Judíos, sino más bien la expectativa de que el Señor provocará la hora en que todos lleguemos a estar unidos, “en que todos los pueblos invocarán al Señor con una sola voz y ‘le servirán como un solo hombre’” (”Nostra Aetate“, Nº.4).”
“38. La Declaración del Concilio Vaticano II sobre el Judaísmo, es decir el artículo cuarto de “Nostra Aetate“, referente a la universalidad de la salvación en Jesucristo y a la Alianza irrevocable de Dios con Israel, está enmarcada en un contexto señaladamente teológico. Lo cual no significa que el texto haya resuelto todas las cuestiones teológicas sobre la relación entre el Cristianismo y el Judaísmo. Estas cuestiones, introducidas en la Declaración, requieren una reflexión teológica más profunda.”
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Lo que nosotros decimos es que claramente aquí no es que haya “misterio”, sino contradicción palmaria.
En efecto, la afirmación según la cual la Alianza de Dios con el judaísmo actual es por sí misma suficiente para llevar a algunos hombres a la salvación (“Una respuesta a la palabra de Dios expresada soteriológicamente, que vaya de acuerdo con una u otra tradición, puede por lo mismo franquear el acceso a Dios, quedando siempre en el poder de su consejo salvífico determinar, para cada caso, en qué manera piensa salvar a la humanidad”) se contradice con la afirmación de que Jesús es el Redentor de todos los hombres, porque en el Judaísmo actual, en tanto que estructura o institución religiosa, se niega que Jesucristo sea el Mesías, el Salvador, y el Hijo de Dios.
Es esencial a la fe cristiana, en efecto, la afirmación que dice que Dios ya ha determinado de qué manera piensa salvar a la humanidad, y que ha determinado hacerlo solamente por medio de su Hijo Jesucristo, como dice el Señor en el Evangelio de San Juan: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por Mí”, y también: “El que no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios.” Como agrega en el Evangelio según San Marcos: “El que crea y se bautice se salvará, el que no crea, se condenará”.
El documento intenta salvar esa contradicción flagrante mediante otra contradicción no menos flagrante: la Alianza de Dios con el pueblo judío actual y la Alianza de Dios con los hombres por medio de Jesucristo no son ni distintas ni idénticas entre sí.
No son distintas:
“25. (…) Por consiguiente no existen dos caminos de salvación conforme a la expresión: “los Judíos sostienen al Torá, los Cristianos sostienen a Cristo". La fe Cristiana proclama que la obra salvífica de Cristo es universal y abraza a toda la humanidad. La palabra de Dios es una sola e indivisa realidad, que reviste formas concretas en relación a cada contexto histórico.””
“35. Puesto que Dios jamás ha revocado su alianza con el Pueblo de Israel, no puede haber caminos o acercamientos diferentes a la salvación de Dios. La teoría de que puede haber dos caminos diferentes de salvación, el camino Judío sin Cristo y el camino con Cristo, que los Cristianos creen identificarse con Jesús de Nazaret, pondría de hecho en peligro los fundamentos de la fe Cristiana.”
No son tampoco idénticas:
“25. El Judaísmo y la fe Cristiana, como aparecen en el Nuevo Testamento, son dos caminos por los que el Pueblo de Dios puede apropiarse las Sagradas Escrituras de Israel. Consecuentemente, la Escritura, que los Cristianos llaman el Antiguo Testamento, se abre a ambos caminos.”
“14. (…) Desde la perspectiva de la fe cristiana, él lleva a cumplimiento la misión y la expectativa de Israel de una manera perfecta, al mismo tiempo que las supera y las transciende de una manera escatológica. En esto consiste la diferencia fundamental entre Judaísmo y Cristianismo: en el modo de juzgar la figura de Jesús.””
Si no son dos caminos diferentes ¿serán dos caminos idénticos? ¿Y entonces, cómo siguen siendo dos caminos, y no uno solo?
¿O será que no son dos caminos, pero tampoco son un solo camino?
Se dice que
“25. (…) La palabra de Dios es una sola e indivisa realidad, que reviste formas concretas en relación a cada contexto histórico.”
¿Formas concretas de “una sola e indivisa realidad” que se contradicen frontalmente entre sí en cuanto al punto absolutamente central y principal, a saber, si Jesús de Nazareth es o no es el Mesías esperado por Israel, el Salvador, y el Hijo de Dios hecho hombre?
El sabor a dialéctica hegeliana de esta contradicción queda patente en esta referencia que el documento hace a la Carta a los Romanos, concretamente, a la imagen del “olivo” que aparece en Rom. 11:
“34.(…) Esta imagen representa para Pablo la clave principal para pensar la relación entre Israel y la Iglesia a la luz de la fe. Con esta imagen Pablo expresa la dualidad de la unidad y divergencia entre Israel y la Iglesia.”
O sea que en la relación entre la Iglesia y el Israel actual hay una dualidad, y esta dualidad consta de unidad y divergencia.
Es decir, la Iglesia y el Israel actual son a la vez idénticos y no idénticos, una sola cosa y no una sola cosa, distintos y no distintos.
En cierto modo, es la forma más clara de reconocer que la manera en que estos sectores han planteado el diálogo con el judaísmo lleva a un callejón sin salida.
En realidad, la afirmación según la cual la religión judía actual puede por sí misma franquear a algunos el acceso a la salvación (“Una respuesta a la palabra de Dios expresada soteriológicamente, que vaya de acuerdo con una u otra tradición, puede por lo mismo franquear el acceso a Dios”) entendemos que es herética, pues contradice la afirmación central de la fe cristiana según la cual sólo en y por Jesucristo pueden los hombres acceder a la Vida Eterna.
La mencionada afirmación, en efecto, contradice la enseñanza de la Iglesia expresada en la Declaración “Dominus Iesus” de la Congregación para la Doctrina de la Fe, año 2000:
n. 20: “(…) Ante todo, debe ser firmemente creído que la « Iglesia peregrinante es necesaria para la salvación, pues Cristo es el único Mediador y el camino de salvación, presente a nosotros en su Cuerpo, que es la Iglesia, y Él, inculcando con palabras concretas la necesidad del bautismo (cf. Mt 16,16; Jn 3,5), confirmó a un tiempo la necesidad de la Iglesia, en la que los hombres entran por el bautismo como por una puerta ». Esta doctrina no se contrapone a la voluntad salvífica universal de Dios (cf. 1 Tm 2,4); por lo tanto, « es necesario, pues, mantener unidas estas dos verdades, o sea, la posibilidad real de la salvación en Cristo para todos los hombres y la necesidad de la Iglesia en orden a esta misma salvación ».
En un próximo “post”, Dios mediante, analizaremos los argumentos en que este documento pretender sustentar dicha afirmación.
24 comentarios
No es que parezcan, es que lo son. Contradice el documento tantos datos dados por la Escritura, Tradición y Magisterio, que solamente citándolos no da cabida en un artículo.
Por eso se dice que: “…no constituye un documento magisterial o una enseñanza doctrinal de la Iglesia Católica, sino sólo una reflexión, preparada por la Comisión para las Relaciones Religiosas con los Judíos, sobre temas teológicos actuales, desarrollados a partir del Concilio Vaticano II (…)”, y a eso ya estamos acostumbrados.
Se dice que algo no es magisterio, pero luego es lo que se lleva en la práctica, y no solamente práctica - se enseña y todo.
En resumen: si la Iglesia no es el nuevo Israel, entonces durante dos mil años estaba la Iglesia bien equivocada (hasta los Evangelios están entonces equivocados...).
Comparto su respuesta. Pero lo que no entiendo es la primera parte de mi propia pregunta
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La fe católica es que Cristo salva siempre a través de su Iglesia, sea visible o invisiblemente. Nos salvamos uniéndonos a Cristo, y no podemos unirnos a Cristo sin hacernos miembros suyos, y por tanto, formando parte de su Cuerpo, que es la Iglesia.
Para llevarnos a esa unión visible o invisible con la Iglesia Dios puede valerse de infinitos medios.
En el documento, además, el tema real no es la salvación de los judíos, aún sin creer en Cristo, sino el judaísmo actual como institución religiosa y su presunta validez salvífica, lo cual contradice la fe católica, tal como se ha expuesto, por ejemplo, en la "Dominus Iesus".
Saludos cordiales.
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Todo hombre será juzgado por su fidelidad a la ley divina, conocida por la voz de la conciencia, según que la haya podido conocer, siempre y cuando su ignorancia, si ignora algo, haya sido inculpable.
Y todo el que se salve, se salvará por Cristo y por su Iglesia, en forma visible o invisible, y nadie se salvará, por tanto, por el hecho de haber cumplido con la Ley mosaica.
Porque decir que alguien es juzgado por Dios según haya cumplido o no con la ley de Moisés es lo mismo que decir que si se salva, se salvará por haber cumplido con la ley de Moisés, lo cual va contra todo el Nuevo Testamento.
Por ejemplo, en la Carta a los Romanos:
4:1 ¿Y qué diremos de Abraham, nuestro padre según la carne? 4:2 Si él hubiera sido justificado por las obras tendría de qué gloriarse, pero no delante de Dios. 4:3 Porque, ¿qué dice la Escritura?: Abraham creyó en Dios y esto le fue tenido en cuenta para su justificación.
Las "obras" de que habla San Pablo aquí no son, como parece que pensaba Lutero, las obras buenas que todo cristiano debe practicar, sino precisamente las obras preceptuadas en la Ley mosaica, que incluyen toda la parte ritual y ceremonial y especialmente las leyes relativas a la pureza ritual. No son esas obras, dice San Pablo, las que nos justifican ante Dios, sino la fe en Jesucristo. Que en los que no conocen a Cristo, ha de darse de algún modo implícitamente.
4:9 Pero esta felicidad, ¿es únicamente para los que han sido circuncidados, o también para los que no lo han sido? Consideremos lo que ya dijimos: A Abraham le fue tenida en cuenta la fe para su justificación. 4:10 ¿Cuándo le fue tenida en cuenta? ¿Antes o después de la circuncisión? Evidentemente antes y no después. 4:11 Y él recibió el signo de la circuncisión, como sello de la justicia que alcanzó por medio de la fe, antes de ser circuncidado. Así llegó a ser padre de aquellos que, a pesar de no estar circuncidados, tienen la fe que les es tenida en cuenta para su justificación. 4:12 Y es también padre de los que se circuncidan pero no se contentan con esto, sino que siguen el mismo camino de la fe que tuvo nuestro padre Abraham, antes de ser circuncidado.
4:13 En efecto, la promesa de recibir el mundo en herencia, hecha a Abraham y a su posteridad, 29 no le fue concedida en virtud de la Ley, sino por la justicia que procede de la fe. 4:14 Porque si la herencia pertenece a los que están bajo la Ley, la fe no tiene objeto y la promesa carece de valor, 4:15 ya que la Ley provoca la ira y donde no hay Ley tampoco hay transgresión. 4:16 Por eso, la herencia se obtiene por medio de la fe, a fin de que esa herencia sea gratuita y la promesa quede asegurada para todos los descendientes de Abraham, no sólo los que lo son por la Ley, sino también los que lo son por la fe.
Saludos cordiales y feliz año nuevo.
Son tan graves las consecuencias que traerá este documento en la práctica (en un creciente proceso de judaización de la fe católica), oscureciendo -si cabe- la verdadera fe, que son urgentes estos análisis.
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Ciertamente, las consecuencias de esta tesis son desastrosas para la fe. Muchas gracias y que el Señor nos de un buen año.
Saludos cordiales.
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Tal cual. Saludos cordiales.
"Todos los que hayan pecado sin tener la Ley de Moisés perecerán sin esa Ley; y los que hayan pecado teniendo la Ley serán juzgados por ella" (Rom 2,12). En todo caso, la redención viene por Jesucristo, pues el "seno de Abraham" no era el Reino de Dios. Los judíos lo tienen ahora muy difícil, siendo que Dios permitió la destrucción del templo de Jerusalén, donde se hacían sacrificios expiatorios por el pueblo. No obstante, podrían llegar a salvarse por ignorancia inculpable y buen corazón, siempre que no rechazen a Jesucristo redentor en el momento del juicio particular. La Iglesia tiene una especial responsabilidad en la evangelización de los judíos, en atención a su papel en la historia de la salvación.
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El culto del Templo tampoco santificaba a los judíos. Oigamos a San Pablo:
“4:13 En efecto, la promesa de recibir el mundo en herencia, hecha a Abraham y a su posteridad, no le fue concedida en virtud de la Ley , sino por la justicia que procede de la fe. 4:14 Porque si la herencia pertenece a los que están bajo la Ley, la fe no tiene objeto y la promesa carece de valor, 4:15 ya que la Ley provoca la ira y donde no hay Ley tampoco hay transgresión. 4:16 Por eso, la herencia se obtiene por medio de la fe, a fin de que esa herencia sea gratuita y la promesa quede asegurada para todos los descendientes de Abraham, no sólo los que lo son por la Ley, sino también los que lo son por la fe.”
“7:4 De igual manera, hermanos, por la unión con el cuerpo de Cristo, ustedes han muerto a la Ley, para pertenecer a otro, a aquel que resucitó a fin de que podamos dar frutos para Dios. 7:5 Porque mientras vivíamos según la naturaleza carnal, las malas pasiones, estimuladas por la Ley, obraban en nuestros miembros para hacernos producir frutos de muerte . 7:6 Pero ahora, muertos a todo aquello que nos tenía esclavizados, hemos sido liberados de la Ley, de manera que podamos servir a Dios con un espíritu nuevo y no según una letra envejecida. 7:7 ¿Diremos entonces que la Ley es pecado? ¡De ninguna manera! Pero yo no hubiera conocido el pecado si no fuera por la Ley. En efecto, hubiera ignorado la codicia, si la Ley no dijera: No codiciarás. 7:8 Pero el pecado, aprovechando la oportunidad que le daba el precepto, provocó en mí toda suerte de codicia, porque sin la Ley, el pecado es cosa muerta. 7:9 Hubo un tiempo en que yo vivía sin Ley, pero al llegar el precepto, tomó vida el pecado, 7:10 y yo, en cambio, morí. Así resultó que el mandamiento que debía darme la vida, me llevó a la muerte. 7:11 Porque el pecado, aprovechando la oportunidad que le daba el precepto, me sedujo y, por medio del precepto, me causó la muerte. 7:12 De manera que la Ley es santa, como es santo, justo y bueno el precepto. 7:13 ¿Pero es posible que lo bueno me cause la muerte? ¡De ningún modo! Lo que pasa es que el pecado, a fin de mostrarse como tal, se valió de algo bueno para causarme la muerte, y así el pecado, por medio del precepto, llega a la plenitud de su malicia. 8:1 Por lo tanto, ya no hay condenación para aquellos que viven unidos a Cristo Jesús. 8:2 Porque la ley del Espíritu, que da la Vida, te ha librado, en Cristo Jesús, de la ley del pecado y de la muerte. 8:3 Lo que no podía hacer la Ley, reducida a la impotencia por la carne, Dios lo hizo, enviando a su propio Hijo, en una carne semejante a la del pecado, y como víctima por el pecado. Así él condenó el pecado en la carne, 8:4 para que la justicia de la Ley se cumpliera en nosotros, que ya no vivimos conforme a la carne sino al espíritu.”
Y al autor de la Carta a los Hebreos:
"10:1 No conteniendo, en efecto, la Ley más que una sombra de los bienes futuros, no la realidad de las cosas, no puede nunca, mediante unos mismos sacrificios que se ofrecen sin cesar año tras año, dar la perfección a los que se acercan. 10:2 De otro modo, ¿no habrían cesado de ofrecerlos, al no tener ya conciencia de pecado los que ofrecen ese culto, una vez purificados? 10:3 Al contrario, con ellos se renueva cada año el recuerdo de los pecados, 10:4 pues es imposible que sangre de toros y machos cabríos borre pecados. 10:5 Por eso, al entrar en este mundo, dice: Sacrificio y oblación no quisiste; pero me has formado un cuerpo. 10:6 Holocaustos y sacrificios por el pecado no te agradaron. 10:7 Entonces dije: ¡He aquí que vengo —pues de mí está escrito en el rollo del libro— a hacer, oh Dios, tu voluntad! 10:8 Dice primero: Sacrificios y oblaciones y holocaustos y sacrificios por el pecado no los quisiste ni te agradaron —cosas todas ofrecidas conforme a la Ley— 10:9 entonces —añade—: He aquí que vengo a hacer tu voluntad. Abroga lo primero para establecer el segundo. 10:10 Y en virtud de esta voluntad somos santificados, merced a la oblación de una vez para siempre del cuerpo de Jesucristo. 10:11 Y, ciertamente, todo sacerdote está en pie, día tras día, oficiando y ofreciendo reiteradamente los mismos sacrificios, que nunca pueden borrar pecados. 10:12 Él, por el contrario, habiendo ofrecido por los pecados un solo sacrificio, se sentó a la diestra de Dios para siempre, 10:13 esperando desde entonces hasta que sus enemigos sean puestos por escabel de sus pies."
En cuanto a la cita aducida, es lo que digo en el mensaje anterior: todo ser humano será juzgado por su fidelidad o no a la ley de Dios trasmitida por la voz de su conciencia, y es claro que unos tendrán más conocimiento que otros de esa ley divina, de modo que mientras la ignorancia que puedan tener no sea culpable, no les serán imputados los actos contrarios a la ley. En la ley veterotestamentaria se da a conocer sin duda una parte de esa ley divina, más que en el paganismo, y en ese sentido, el judío es más responsable ante Dios que el pagano. Pero si se salva, además de que toda salvación es por gracia de Dios y de Cristo, no lo salva tampoco la observancia de la ley judía como tal, sino el hecho de que por la gracia de Dios y de Cristo ha podido cumplir con aquella parte de la ley divina que conocía mediante la religión judía.
Saludos cordiales.
"En la práctica esto significa que la Iglesia Católica no actúa ni sostiene ninguna misión institucional específica dirigida a los Judíos. Pero, aunque se rechace en principio una misión institucional hacia los Judíos, los Cristianos están llamados a dar testimonio de su fe en Jesucristo también a los Judíos, aunque deben hacerlo de un modo humilde y cuidadoso, reconociendo que los Judíos son también portadores de la Palabra de Dios, y teniendo en cuenta especialmente la gran tragedia de la Shoah."
Por ahora hago sólo tres breves comentarios:
1) Si nuestra fe en Cristo es lo más valioso que tenemos, es necesaria para la salvación y Dios nos ha mandado compartirla con todos, el rechazo a la misión institucional hacia los judíos parece ser señal de muy poco amor a los judíos. Pienso que incluso muchos judíos lo entenderán así.
2) El documento afirma el deber del cristiano individual de dar testimonio de Cristo a los judíos y el rechazo de la Iglesia a una misión institucional dirigida a los judíos. Estas dos posturas son contradictorias entre sí. En la Iglesia no puede haber ninguna disociación radical entre la evangelización individual y la institucional.
3) Si la Iglesia rechazara oficialmente toda misión institucional dirigida a los judíos, rompería su sustancial continuidad histórica con la Iglesia de Nuestro Señor Jesucristo y de los Apóstoles, que (obviamente) estaba orgánicamente comprometida con la evangelización de los judíos.
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En lo que tiene que ver con el documento en cuestión, me parece clarificador el mensaje de Daniel Iglesias.
Saludos cordiales.
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Sin duda, la Iglesia evangeliza a los judíos. La renuncia a evangelizar como Iglesia a los judíos la expresa solamente el documento que estamos comentando, en el pasaje que citó Daniel en su comentario. Esa renuncia, que ese documento manifiesta, es contraria a la fe y a la praxis misionera de la Iglesia.
Conversiones auténticas, y no forzadas, de judíos ante la predicación del Evangelio ha habido siempre, desde las que nos muestra el Nuevo Testamento en los Evangelios y los Hechos de los Apóstoles.
No es igual el caso de un católico que anuncia el Evangelio a un judío, que el caso inverso en que un judío quiere convencer a un católico, porque la Verdad revelada por Dios, y la asistencia del Espíritu Santo para anunciarla, están del lado del católico, no del judío.
Saludos cordiales.
1) La que se produjo en España en 1492 que, a pesar de ser una conversión forzosa para evitar la expulsión, produjo dos ramas distintas: los judaizantes, que acabaron yéndose más tarde o más temprano, y los auténticos conversos que nos han llenado el Siglo de Oro de sabios y de santos.
2) La que se produjo en Alemania a partir de la Haskalá, o Ilustración Judía (s. XVIII), que fue una corriente racionalista liderada por Mose Mendelsshon que, por acercamiento a los planteamientos de los ilustrados, acabó debilitando las bases judías y posibilitando el paso al protestantismo (su nieto Félix Mendelsshon, el compositor, ya nació luterano). Este movimiento, como toda la Ilustración, incrementó mucho el conocimiento de la filosofía pero de religioso tuvo poco (relativismo).
Tanto los que siguieron siendo judíos como los que se convirtieron-al protestantismo, por supuesto-no eran demasiado religiosos como puede uno suponer. El cambio de religión fue más camaleónico que otra cosa.
En ninguno de los dos casos fueron conversiones promovidas por la Iglesia institucional sino cambios políticos o filosóficos.
El acercamiento de la Iglesia a los judíos con propósito de convertirlos podría ser contraproducente y lo mismo ocurre con el islam.
Hay que estar a su lado, simpatizar con ellos y dejar que el Espíritu Santo haga su trabajo. Realmente no creo que se pueda hacer otra cosa. Y eso no es una renuncia a su conversión sino una estrategia que continuamente estropeamos hablando mal de los judíos.
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El modelo insoslayable de evangelización de los judíos es el que nos presenta el Nuevo Testamento en los Evangelios, los Hechos de los Apóstoles, y las cartas de San Pablo.
La Iglesia evangeliza a los judíos, y les anuncia el cumplimiento en Jesucristo de las promesas mesiánicas.
Como siempre que se hace ese anuncio, algunos creen, y otros no creen. Así ha sucedido durante 2000 años, hasta el día de hoy. Y así será hasta que se cumpla lo que dice San Pablo en la Carta a los Romanos: "todo Israel será salvo".
Saludos cordiales.
Ahora pareciera que es al revés.
Y además dice que el culto en el Templo tampoco santificaba a los judíos.
¿Y entonces para qué manda Dios ese culto?, porque todo lo que se hacía venía bien especificado en el Levítico.
Es que parece que los judíos durante más de mil años desde la salida de Egipto al nacimiento de Jesús, han mantenido los mandamientos de Dios, incluso sufriendo martirio, para nada.
Por cierto, ¿qué opina ud. de que la Iglesia tenga canonizados a judíos anteriores a Jesús como el rey David o los macabeos?.
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Los justos del Antiguo Testamento se salvaron por la gracia de Cristo, que es el único Mediador entre Dios y los hombres.
La religión judía era una preparación a la Nueva Alianza en Cristo. Había en ella, por tanto, elementos permanentes, que están presentes también en el cristianismo, y otros transitorios, que servían más que nada para suscitar la fe y la esperanza en la venida del Mesías.
Por eso San Pablo dice que la salvación es por la fe y no por las obras de la ley, se trata de la fe en Cristo, y en el caso de los justos del Antiguo Testamento, de la fe en el Mesías que debía venir, que implícitamente era fe en Jesucristo.
Saludos cordiales.
Ese espantoso chiste judío del que en una estación de Varsovia, allá por los años treinta, preguntaba a los polacos si eran antisemitas recibiendo contestaciones negativas, hasta que llegó a un hombre que le dijo que sí por lo que recibió la felicitación del judío diciendo: "¡Por fin uno que dice la verdad!" da idea muy clara de lo que están pensando muchos de ellos. ¿Cómo vamos a evangelizarlos si tienen esa idea de nosotros? Primero hay que abrir barreras y los laicos parecemos más asequibles que los sacerdotes. Para algo serviremos ¿no? Con muchos cristianos como fue mi madre a lo mejor conseguiríamos algo porque, yo no sé lo que tenía, que producía en ellos un acercamiento inmediato. Naturalmente no convirtió a ninguno, que yo sepa, pero con unos cuantos como ella es posible que, al menos, logremos algo.
Hay que tener en cuenta de que los judíos son maestros del lenguaje, aman los libros y son muy instruidos y, sobre todo, nadie como ellos para hacer preguntas comprometidas. Lo que Chouraqui le dijo al Cardenal Danilou es una muestra de su pensamiento: le pidió al cardenal que le evangelizara, no para convertirse, sino porque si omitía con él lo que Jesús mandó que se hiciera con todos los hombres era como excluirle a él de la humanidad. Sutiles, muy sutiles.
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Lo que digo en el "post" es que es contraria a la fe católica la afirmación que dice que la Iglesia no tiene como institución la misión de evangelizar a los judíos.
Es contraria a la práctica de los Apóstoles como se ve por el Nuevo Testamento, que es norma en estas cosas para la Iglesia de todos los tiempos.
Si la Iglesia como institución no tiene la misión de evangelizar a los judíos, los laicos tampoco la tienen, porque la única misión que tienen los laicos la tienen en tanto que miembros de la Iglesia.
Obvio que cuando hablamos de la Iglesia como institución no estamos hablando solamente de la Jerarquía, sino del conjunto de los bautizados que creen en Cristo y están en comunión con el Papa y los Obispos de todo el mundo.
Dificultades para la evangelización presentan también los no judíos actuales, y muchos de ellos conocen "muy bien", también, la predicación cristiana, simplemente porque han pasado ya 2000 años de la misma.
Con ese argumento a muy pocas personas se les podría anunciar el Evangelio.
Y malas ideas de nosotros tiene la gran mayoría, diría yo, de los no católicos.
Misma conclusión.
Y si queremos alimentar complejos de inferioridad, tampoco tenemos porqué detenernos solamente en los judíos. Hay muchos ateos, masones, protestantes, agnósticos, budistas, musulmanes, etc., que son muy instruidos, muy inteligentes, y muy agudos.
De nuevo, misma conclusión.
En todo caso, el Señor dijo "Vayan y hagan discípulos a todas las naciones", sin especificar que había que omitir a los que fueran muy inteligentes.
Saludos cordiales.
En efecto, el documento que estamos criticando fundamenta su negación de la misión institucional de la Iglesia a los judíos en el supuesto hecho de que el judaísmo actual no es una religión distinta de la cristiana, ni un camino distinto del cristiano dentro de la misma religión.
O sea, la fundamenta en el supuesto hecho de que la religión judía actual es en el fondo lo mismo que el cristianismo y es por ello salvífica de modo por lo menos análogo a la religión católica.
Lo cual, a la vez que es contrario a la fe católica, muestra bien en qué sentido, contrario sin duda a la Verdad revelada, hay que entender esa afirmación sobre la renuncia de la Iglesia como institución a evangelizar a los judíos.
Porque efectivamente, si la religión judía es por sí misma salvífica, no hace falta evangelizar a los judíos.
Recordemos que el documento afirma todo eso de una religión que hoy día incluye la negación explícita de la Mesianidad y Divinidad de Jesucristo.
Saludos cordiales.
Saludos.
Prestemos particular atencion a estos dos pasajes:
Mas ahora ha obtenido él (Cristo) un ministerio tanto mejor cuanto es Mediador de una mejor Alianza, por haber sido fundada sobre promesas mejores. Pues si aquella primera fuera irreprochable, no habría lugar para una segunda. Porque les dice en tono de reproche: «He aquí que días vienen, dice el Señor, en que concertaré con la casa de Israel y con la casa de Judá una nueva Alianza,» ... Al decir nueva, declaró anticuada la primera; y lo anticuado y viejo está a punto de cesar. (Heb 8,6-13).
Por eso, al entrar en este mundo, dice: "Sacrificio y oblación no quisiste; pero me has formado un cuerpo. Holocaustos y sacrificios por el pecado no te agradaron. Entonces dije: ¡He aquí que vengo - pues de mí está escrito en el rollo del libro - a hacer, oh Dios, tu voluntad!" Dice primero: "Sacrificios y oblaciones y holocaustos y sacrificios por el pecado no los quisiste ni te agradaron" - cosas todas ofrecidas conforme a la Ley - entonces - añade -: "He aquí que vengo a hacer tu voluntad." Abroga lo primero para establecer lo segundo. (Heb 10,5-9).
En este punto hay que distinguir entre suficiencia objetiva y suficiencia subjetiva.
La Antigua Alianza jamás tuvo suficiencia objetiva: todo ser humano que fue/es/será salvado por Dios en cualquier momento de la historia, desde Adán hasta la Parusía, judío o gentil, lo fue/es/será por los méritos de Cristo. Incluyendo la Santísima Virgen, a quien los méritos de Cristo se le aplicaron en el mismo instante de su concepción.
Antes de Cristo, la Antigua Alianza tuvo suficiencia subjetiva para los israelitas: la práctica de los ritos de la Antigua Alianza por parte de un israelita, como parte de su actitud vital de guardar los preceptos divinos, era tenido en cuenta por Dios para darle la salvación por los méritos de Cristo, como también eran tenidos en cuenta, en el caso de los gentiles, la práctica de la religión natural (Rom 1,21) y de la ley natural, como entendió S. Pedro en el episodio de Cornelio: «Verdaderamente comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en cualquier nación el que le teme y practica la justicia le es grato.» (Hechos 10,34-35).
Ahora bien, es evidente que esa suficiencia subjetiva de la Antigua Alianza para los israelitas no desapareció simultáneamente para todos ellos el viernes 7 de abril de 30 A.D. a las 15:30. Por ejemplo, para los israelitas de Antioquía de Pisidia, la Antigua Alianza siguió teniendo suficiencia subjetiva hasta que S. Pablo predicó en su sinagoga (Hechos 13,14-43).
Una situación similar es, evidentemente, la de alguien que fue criado en el judaísmo y que no ha percibido claramente, sin culpa de su parte, que Jesús es el Hijo de Dios y el Mesías anunciado. En ese sentido, cómo pueda ser posible que un judío sea salvado por Dios sin confesar a Cristo explícitamente no es un misterio distinto a cómo pueda ser posible que cualquier otro no cristiano lo sea: la conjunción de buena voluntad con ignorancia invencible respecto de Jesucristo, como dice LG 16:
"Pues quienes, ignorando sin culpa el Evangelio de Cristo y su Iglesia, buscan, no obstante, a Dios con un corazón sincero y se esfuerzan, bajo el influjo de la gracia, en cumplir con obras su voluntad, conocida mediante el juicio de la conciencia, pueden conseguir la salvación eterna [33]. Y la divina Providencia tampoco niega los auxilios necesarios para la salvación a quienes sin culpa no han llegado todavía a un conocimiento expreso de Dios y se esfuerzan en llevar una vida recta, no sin la gracia de Dios."
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Dice Santo Tomás en III, q. 61, a. 3:
“Los sacramentos son necesarios para la salvación humana en cuanto que son signos sensibles de realidades invisibles por las que el hombre es santificado. Pero después del pecado nadie puede ser santificado más que por Cristo, a quien Dios ha propuesto como víctima de propiciación, mediante la fe en su sangre, para manifestación de su justicia, pues él es justo y justifica a todo el que cree en Cristo. Por eso, era necesario que antes de la venida de Cristo hubiera algunos signos sensibles mediante los cuales el hombre testimoniase su fe en el salvador futuro. Y a estos signos se les llama sacramentos. Y de este modo se prueba que antes de la venida de Cristo fue necesaria la institución de algunos sacramentos.”
Y en III, q. 62, a. 6:
“No puede decirse que los sacramentos de la antigua ley conferían la gracia por sí mismos, o sea, por su propia virtud, ya que, de ser así, no hubiese sido necesaria la pasión de Cristo, según lo que se dice en Gal 2,21: Si la justicia viene de la ley, Cristo murió en vano.
Pero es que ni siquiera se puede decir que recibiesen la virtud de conferir la gracia santificante de la pasión de Cristo. Como hemos visto (a.5), la virtud de la pasión de Cristo se nos comunica por la fe y los sacramentos. Sin embargo, de modo distinto en cada caso. Porque la unión por la fe se realiza por un acto del alma. Mientras que la unión por los sacramentos se realiza utilizando cosas externas. Es cierto que nada impide que una cosa posterior en el tiempo ejerza una moción antes de existir realmente, con tal que esté presente en el conocimiento: el fin, por ejemplo, aunque se consigue después, mueve ya al agente por su conocimiento y su deseo. Pero lo que todavía no existe en la realidad no puede mover utilizando cosas externas. Y, por eso, cronológicamente la causa eficiente no puede ser, como la causa final, posterior al efecto. Es claro, por tanto, que de la pasión de Cristo, la cual es causa de la justificación humana, se deriva convenientemente la virtud justificativa a los sacramentos de la nueva ley, pero no a los sacramentos de la ley antigua.
Sin embargo, también los antiguos padres eran justificados, como nosotros, por la fe en la pasión de Cristo, pues los sacramentos de la antigua ley eran profesiones de fe, en la medida en que esos sacramentos significaban la pasión de Cristo y sus efectos. Queda claro, por tanto, que los sacramentos de la antigua ley no contenían en sí mismos una virtud que confiriese la gracia justificante, sino que sólo significaban la fe por la que se justificaban.”
Para Santo Tomás, entonces, los Sacramentos son “signos sensibles de realidades invisibles por las que el hombre es santificado”, de dos maneras: 1) Por virtud propia, como instrumentos por medio de los cuales la Pasión de Cristo nos comunica la gracia, y eso es lo propio de los Sacramentos de la Nueva Alianza; en este caso, son signos eficaces de la gracia; 2) Solamente como signos de la fe en el Mesías futuro, que es la que justifica y salva en los sacramentos de la Antigua Alianza.
Si, entonces, la religión judía y sus ritos no tenían en el Antiguo Testamento capacidad salvífica alguna, sino que eran meros signos, ineficaces, y era la fe significada por esos ritos la que salvaba, menos pueden tener capacidad salvífica los ritos actuales del judaísmo, que niega la Mesianidad y Divinidad de Jesucristo.
Saludos cordiales.
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