Mutilación de "Familiaris Consortio" en el círculo alemán

En el sitio web del Vaticano se encuentran las relaciones de los “círculos menores” del Sínodo, y entre ellas, la del grupo de lengua alemana, entre cuyos integrantes figuran los Cardenales Kasper, Marx, Schörnborn, Koch, y Müller.

http://www.osservatoreromano.va/it/news/relazione-del-circolo-minore-di-lingua-tedesca-ita

El pasaje relativo a la comunión de los adúlteros dice lo siguiente (traducción nuestra, intercalo comentarios en cursiva):

“Hemos discutido en detalle (…) si, y en qué medida, los divorciados y vueltos a casar, si desean participar en la vida de la Iglesia, bajo ciertas condiciones pueden recibir los sacramentos de la penitencia y de la Eucaristía. Los debates han demostrado que incluso en este caso no hay soluciones simples y generales.” (…)

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Empezamos mal, porque ciertamente la doctrina católica establece una solución general: no pueden comulgar mientras no hagan propósito firme de no tener más relaciones sexuales adúlteras.

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Sigue el círculo alemán:

“Los debates han mostrado claramente que se necesita algunas aclaraciones y profundizaciones para examinar mejor la complejidad de estas cuestiones a la luz del Evangelio, la doctrina de la Iglesia y con el don del discernimiento. Pero podemos señalar algunos criterios que ayudan a discernir. La primera de ellas está dada por el Papa San Juan Pablo II en la “Familiaris Consortio", cuando en el n. 84 dice:

“Los pastores deben saber que, en aras de la verdad, están obligados a discernir bien las situaciones. De hecho, hay una diferencia entre aquellos que han intentado sinceramente salvar su primer matrimonio y han sido abandonados injustamente, y los que por su culpa grave han destruido un matrimonio canónicamente válido. Por último, hay quienes han contraído un segundo matrimonio para el bien de los niños, y a veces están subjetivamente seguros en conciencia de que su anterior matrimonio, irreparablemente roto, nunca había sido válido".”

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En esta cita de “Familiaris Consortio” falta la parte en que San Juan Pablo II dice:

“La Iglesia, no obstante, fundándose en la Sagrada Escritura reafirma su práxis de no admitir a la comunión eucarística a los divorciados que se casan otra vez. Son ellos los que no pueden ser admitidos, dado que su estado y situación de vida contradicen objetivamente la unión de amor entre Cristo y la Iglesia, significada y actualizada en la Eucaristía. Hay además otro motivo pastoral: si se admitieran estas personas a la Eucaristía, los fieles serían inducidos a error y confusión acerca de la doctrina de la Iglesia sobre la indisolubilidad del matrimonio.

La reconciliación en el sacramento de la penitencia —que les abriría el camino al sacramento eucarístico— puede darse únicamente a los que, arrepentidos de haber violado el signo de la Alianza y de la fidelidad a Cristo, están sinceramente dispuestos a una forma de vida que no contradiga la indisolubilidad del matrimonio. Esto lleva consigo concretamente que cuando el hombre y la mujer, por motivos serios, —como, por ejemplo, la educación de los hijos— no pueden cumplir la obligación de la separación, «asumen el compromiso de vivir en plena continencia, o sea de abstenerse de los actos propios de los esposos».”

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Continúa el círculo tedesco:

“Es por lo tanto la tarea del pastor hacer con el interesado este proceso de discernimiento. Con este fin, puede ser útil hacer juntos, con un sincero examen de conciencia, los pasos de reflexión y penitencia. Así, por ejemplo, los divorciados vueltos a casar deben preguntarse cómo se han comportado con sus hijos cuando la comunión matrimonial entró en crisis. ¿Se intentó la reconciliación? ¿Cuál es la situación del “partner” abandonado? ¿Cuáles son los efectos de la nueva relación sobre la familia y la comunidad en general de los fieles? ¿Cuál es el ejemplo que se da a los más jóvenes que tienen que decidir para el matrimonio? Una reflexión sincera puede fortalecer la confianza en la misericordia de Dios, que no se le niega a nadie que pone ante Él sus fracasos y necesidades.

Este proceso de reflexión y penitencia, mediante el examen de la situación objetiva en el diálogo con el confesor, puede ayudar en el “foro interno", a tomar conciencia y a aclarar en qué medida es posible acceder a los sacramentos. Cada uno tiene que examinarse a sí mismo, según las palabras del apóstol Pablo, que se aplican a todos los que se acercan a la mesa del Señor: “Cada uno, por tanto, examínese a sí mismo, y entonces coma el pan y beba de la copa, porque el que come y bebe sin discernir el cuerpo del Señor, come y bebe su propia condenación. Pero si nos examinamos a nosotros mismos, no seremos juzgados “(1 Corintios 11: 28-31). […]”

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En definitiva, de lo que se habla aquí, al parecer, es del famoso “camino penitencial”, al cabo del cual, tras conversar con su sacerdote, la persona decide, en su fuero interno, es decir, en conciencia, si puede confesarse y comulgar o no, a pesar de proponerse perseverar en su situación objetiva de pecado grave, es decir, a pesar de no tener propósito de dejar de tener relaciones sexuales adúlteras.

De más está decir que el “examinarse a sí mismo” de que habla el Apóstol es para ver si se está en pecado o no, y en caso afirmativo, no comulgar hasta haberse reconciliado con Dios. No para ver si se puede comulgar de todos modos estando claramente en situación de pecado grave. 

Oremos para que no sea esto lo que quede reflejado en la Relatio final del Sínodo.