Donde hay vida, hay esperanza
Queridos hermanos y amigos: paz y bien.
Donde hay vida, hay esperanza. Así lo ha repetido nuestra sabiduría popular. Si falta la vida, tan sólo nos resta la nostalgia triste de un ayer que pasó, o el miedo agónico de un mañana que no sabemos si vendrá.
Los obispos españoles decidieron en su Asamblea Plenaria del pasado noviembre dedicar dos jornadas distintas a la familia y a la vida. La de la familia tuvo lugar en diciembre en la festividad de la Sagrada Familia. Y la de la vida, ha quedado fijada en el día 25 de marzo, festividad de la Anunciación del Señor, que este año por reajustes del calendario litúrgico ha sido celebrada el pasado lunes. La Subcomisión episcopal para la familia y la defensa de la vida, ha publicado una breve nota con motivo de esta jornada. Se recuerda que “hace poco, la sociedad española se ha sentido conmovida por ciertas prácticas abortivas y la crueldad de los medios utilizados para ocultarlas". Esta realidad, que los obispos venimos denunciando desde hace años, ha suscitado de nuevo el debate sobre el aborto en nuestra sociedad. Juan Pablo II nos dijo en Madrid en 1982: «quien negara la defensa a la persona humana más inocente y débil, a la persona humana ya concebida aunque todavía no nacida, cometería una gravísima violación del orden moral. Nunca se puede legitimar la muerte de un inocente. Se minaría el mismo fundamento de la sociedad».
Invitamos a los fieles a que eleven su oración al Señor para que ilumine la conciencia de nuestros conciudadanos, especialmente la de los políticos. Que el Dios de la vida les ayude a comprender y remediar el enorme drama humano que el aborto supone para el niño en el seno de su madre, para la propia madre, y para la sociedad entera. La ley del aborto debe ser abolida, al tiempo que hay que apoyar eficazmente a la mujer, especialmente con motivo de su maternidad, creando una nueva cultura donde las familias acojan y promuevan la vida. Una alternativa importante es la adopción. Miles de esposos tienen que acudir a largos y gravosos procesos de adopción mientras en España más de cien mil niños murieron por el aborto durante el año 2006. Ningún católico, ni en el ámbito privado ni público, puede admitir en ningún caso prácticas como el aborto, la eutanasia o la producción, congelación y manipulación de embriones humanos.
La vida es una realidad maravillosa que no deja de sorprendernos. Cuantos más datos nos proporciona la ciencia, mejor podemos comprender que la vida del hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, es un misterio que desborda el ámbito de lo puramente bioquímico. En su constante progreso, la ciencia afirma cada vez con más fuerza que desde la fecundación tenemos una nueva vida humana, original e irrepetible, con una historia y un destino únicos. «Es compromiso de todos acoger la vida humana como don que se debe respetar, tutelar y promover, mucho más cuando es frágil y necesita atención y cuidados, sea antes del nacimiento, sea en su fase terminal» (Benedicto XVI)”.
La familia y la vida son dos cuestiones en donde la esperanza de la humanidad y de la Iglesia toman rostro. Es como el “santo y seña” de nuestra salud social y creyente. La Iglesia está viva y es joven, decía Benedicto XVI en la misa de inauguración de su Pontificado. Constatamos con gratitud conmovida que las realidades eclesiales más fecundas y es-peranzadoras son las que su propuesta a los retos de nuestro tiempo suscitan la acogida y defensa –a veces heroicas– de la familia y de la vida con todas sus consecuencias sociales, jurídicas y religiosas. Sólo donde hay familia habrá vida, y sólo donde hay vida nuestro mundo tendrá esperanza.
Recibid mi afecto y mi bendición.
+ Jesús Sanz Montes, ofm
Obispo de Huesca y de Jaca
Los comentarios están cerrados para esta publicación.