515 - ONU: LA CORTE PENAL INTERNACIONAL.
ONU: LA CORTE PENAL INTERNACIONAL.
Fuentes: Hispanidad, Madrid, 03-07-02.
El 3 de Julio, el periódico electrónico Hispanidad de Madrid, publicó un editorial, firmado por su director, sobre el Tribunal Penal o Corte Penal Internacional que pensamos merece ser ponderado por nuestros lectores. Recordamos que durante 1998 y 1999, dedicamos más de veinte boletines a la constitución de ese tribunal y con posterioridad registramos las continuas menciones que hacen de él los documentos internacionales en los que se plasma el plan de reingeniería social, cultural, ética y religiosa de las Naciones Unidas.
El editorial de Hispanidad dice así:
TPI: Sincretismo y papanatismo
Nace el Tribunal Penal Internacional para juzgar crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad y genocidios. Ahora bien, ¿qué son crímenes contra la humanidad? Pues, por ejemplo, según sus mentores, un crimen contra la humanidad es la supresión del "derecho al aborto". Sí, como suena. A partir de aquí, no me extraña que los norteamericanos anden un poco mosca con esta especie de imposición ideológica disfrazada de justicia global. No es broma: castigar a los países que defiendan la vida humana más débil constituyó uno de los temas de discusión cuando se planteó el Estatuto de Roma, base del nuevo Tribunal, con sede en La Haya.
Nace, por así decirlo, un Tribunal Mundial de los Derechos Humanos sin decidir cuáles son esos derechos humanos o apuntando a cuestiones "chocantes". Al menos, Naciones Unidas, hace ya más de medio siglo, definió su objeto en la Carta de los Derechos del Hombre. Luego se ha violentado el espíritu y hasta la letra mil veces, y el actual secretario general, Kofi Annan, hace mangas y capirotes de sus principios, pero, por lo menos, la Carta supone una referencia segura a la que acogerse en caso de interpretaciones novedosas y brillantes.
En el TPI, por el contrario, se mantiene una interesada ambigüedad, especialmente en materia de defensa de la vida, de identidad de la familia y de homosexualidad. A ese derecho internacional yo no me apuntaría, sólo que me ha apuntado a la fuerza, como ciudadano español, mi querido Gobierno, tan aburguesado como todos los Gobiernos de la Unión Europa, y toda la prensa del Viejo Continente, tan papanatas ella, cantando loas a favor de la nueva institución la Nueva Era, el Nuevo Mundo. La nueva Era consiste en el viejo sincretismo romano, mezcolanzas de filosofías, religiones, cosmovisiones, religiones e inclinaciones, donde todas las ideas eran igualmente respetables porque ninguna valía un pimiento.
¿Quieren pruebas? el jueves 4 el Parlamento Europeo, qué casualidad, vota un informe por el que se pretende que todos los países que entren a formar parte de la Unión Europea, hay 13 en cola, se vean obligados a defender el "derecho al aborto", es decir, el derecho a asesinar (ante la apatía circundante conviene repetirlo) y a apoyar todo tipo de contracepción y aborto. De otra forma, no podrán meter mano en el erario público europeo, que de eso se trata. Los mercaderes de la muerte quieren asegurar el negocio futuro. El comisario Monti, de Defensa de la Competencia, debería intervenir, porque Europa se está convirtiendo en un auténtico monopolio de la cultura de la muerte.
Es más, el lobby abortero, capitaneado por la corriente de miasmas procedente de Naciones Unidas, pretende imponer esta especie de sincretismo universal al negocio de la guerra. En cuanto surge un conflicto, el último en Afganistán, la ayuda que reciben los más parias del planeta, los que sufren en sus carnes esa triste realidad, consiste en poner a su disposición, en lugar de comida, instrumentos de contracepción y aborto, que, dada la precaria situación de esas poblaciones y su aturdimiento ante la desgracia, supone una imposición de la más salvaje tiranía demográfica y quirúrgica. Ahora, esa tiranía tiene su punto de apoyo jurídico en La Haya, en forma de ponderado y alabado Tribunal de Justicia universal: ¡que no nos pase nada!
Y el segundo intento de este derecho internacional de la muerte segura, consistirá en aplicar el mismo procedimiento (paso del aborto libre al aborto obligatorio) a la homosexualidad. Tanto el Vaticano como cualquier otro Estado con sentido común, serán llevados, antes que después, ante el TPI, por homofobia. Se admiten apuestas.
Ortega y Gasset fiaba el futuro del planeta al derecho internacional. Tenía razón. Pero él pensaba en un ente, y en unas instituciones, que, además, de internacionales, defendieran el derecho. El primero de todos, el derecho a vivir. Ahora, vamos camino de lo contrario. Otra razón más para apoyar a los norteamericanos, tan denigrados ellos. Lo de Europa parece no tener remedio.
En cualquier caso, el TPI nace convertido ya en el Tribunal Penoso Internacional. Está a tiempo de enderezarse. Eulogio López