¿Iglesia de los pobres o riquezas de la Iglesia? (2-4)
La verdadera riqueza de la Iglesia

Las obras de la Iglesia hacia los más necesitados nunca han sido discutidas por los historiadores de fuste, pues desde un principio la Barca de Pedro hizo su «opción por los pobres»; una opción preferencial no en clave marxista, es decir, no haciendo una dialéctica entre pobres ricos, sino al contrario: viendo en ambos un modo de santificarse. Tan pobre es el rico como pobre es el pobre, pues la única riqueza es Cristo.
Sin embargo, supo la Esposa de Cristo, mostrar el amor hacia el prójimo por medio de las obras de misericordia; obras de misericordia que son materiales (dar de comer al hambriento, de beber al sediento, etc.) y espirituales (enseñar al que no sabe, corregir al que yerra, etc.). ¿Por qué será que al mundo moderno le impactan más las primeras que las segundas? Por su materialismo; es por eso, creemos, que suele considerarse más «bueno» quien da un pedazo de pan que quien predica la Verdad que salva. Pero ese es otro tema.


«Dice Judas…: “¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios y se ha dado a los pobres?”. Pero no decía esto porque le preocuparan los pobres, sino porque era ladrón, y como tenía la bolsa, se llevaba lo que echaban en ella. Jesús dijo: “Déjala, que lo guarde para el día de mi sepultura. Porque pobres siempre tendréis con vosotros; pero a mí no siempre me tendréis”» (Jn 12,4-8).
