No doblaré la espalda (carta de un amigo francés)
Bautismo de Clodoveo, rey de los francos
Por Santiago Muzio de Place
No. No doblaré la espalda. Como el orgulloso Sicambro(1), cuento con librar el combate. Estoy solo; como tú, como todos, frente a la invasión a la que estamos sometidos. Yo no soy Hebdo, no soy Charlie, no soy Niza. Mi corazón sangra delante de los muertos, pero no me hundiré en el pathos sentimental de consiste en compartir eslóganes tan vacíos como nuestra sociedad castrada por las redes sociales.
Ni iré a sentarme a un café para hacer una “resistencia” de pacotilla. Me resisto a seguir las consignas dadas por los responsables de la tragedia que se desarrolla, por medio de diferentes actos, delante de nuestros ojos.
Somos atacados en nuestros cuerpos, pero más aún en nuestras almas.
Esto comenzó como un hecho cualquiera. Primero, unos desequilibrados y perturbados que odiaban la vida occidental. Luego, unos cuantos lobos solitarios y, finalmente… los lobos se convirtieron en jauría comandadas por el extranjero. “Lame la mano que no puedes morder”, enseña un proverbio árabe. Después de haber lamido, mordieron tan fuerte que llegaron hasta el hueso.