Peregrinar por Europa
Soy un convencido de que una peregrinación puede hacer mejor que varios retiros espirituales.
- “¿Cómo?”.
Así; como lo lee.
Al menos es lo que he experimentado en mi propia vida y en la de varios alumnos o amigos desde que comencé a viajar, hace ya veinticinco años, luego de leer “Los nueve libros de la historia” de Heródoto y –paradójicamente– los “Diarios de motocicleta” del Che Guevara… (en fin…, ¿quién no tuvo un momento de insensatez juvenil? je!).
En una peregrinación o incluso en un viaje cultural, todos llevamos una mochila, que es una mochila interior: no sólo nuestros pecados y virtudes, sino también esa búsqueda de felicidad que, al final de cuentas, es el “deseo de Dios” del que hablaba Jean Leclercq. Por eso, en todo viaje, uno verá “lo que tiene adentro”. Podrá estar en Madrid y tratar de ver el estadio Bernabeu o el Jardín de las delicias del Bosco. Podrá estar en Roma y sólo intentar comprar corbatas italianas o rezar frente a la tumba de San Pedro. Podrá estar en París y querer ver la Sainte Chapelle o sólo comerse unos crepes a la crema…