Kelsen y los políticos "católicos"
“La causa de la democracia resulta desesperada si se basa en la idea de que sea posible el conocimiento de la verdad absoluta, de la comprensión de valores absolutos. […]
Por tanto, el relativismo es la cosmovisión que la democracia asume” (Hans Kelsen, Esencia y valor de la democracia).
El nombre de “Hans Kelsen” quizás no diga mucho al común de los mortales, pero a quienes han pasado por una facultad de derecho, seguro que sí.
Austríaco, protestante y filósofo del derecho, se exilió en USA después del advenimiento “democrático” del nacional-socialismo, para convertirse, luego, en el mayor representante del positivismo jurídico moderno (una corriente filosófica del nominalismo). Su obra principal es la Teoría Pura del Derecho donde afirma, entre otras cosas, que la validez de las normas depende del gobernante y del modo de dictarlas; no de su contenido; es decir: una ley es “justa” siempre y cuando haya sido bien sancionada.
Para hablar en criollo: si una norma es dictada “como Dios manda”, hay que obedecer. Punto.
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“¿Y si es injusta?”.
¡Es ley! Punto. A apechugar…
- “¿Y si fuese una ley de los nazis?” (porque los nazis siempre son los malos ¿vio?).
El mismo Kelsen se enfrentó ante esta disyuntiva teniendo que aceptar inicialmente la “legalidad” de las leyes alemanas para, luego, crear un nuevo principio (el de “efectividad”) para gambetearlo.
Es decir: “estos son mis principios, pero si no les gustan, tengo estos otros”, como decía Groucho.