11.09.19

Sarmiento en sus fuentes (5-5). Conclusión

Algo más sobre la mujer y sobre los judíos

a. Sobre la mujer

El hombre que habría de regir los destinos del país, no podía gobernar ni sus propias pasiones. Veamos si no, lo que él mismo le escribe a Demetrio Rodríguez Peña en 1846, con treinta y cinco años, ante un encuentro con la veterana unitaria Mariquita Sánchez de Thompson:

“Nos hicimos amigos, tanto que una mañana, solos, sentados en un sofá, hablando, sentí (…), ¡Vamos, a cualquiera le puede suceder otro tanto!, me sorprendí víctima triste de una erección, tan porfiada que estaba a punto de interrumpirla y, no obstante sus 60 años, violarla. Felizmente entró alguien y me salvó de tamaño atentado”.

Todo un defensor de la dignidad de la mujer…

b. Sobre los judíos

Dado que no gozamos ni del tiempo ni del grado de impunidad del “gran sanjuanino”, apelaremos sólo a una de sus citas respecto del pueblo de Israel:

“El pueblo judío esparcido por toda la tierra ejerciendo la usura y acumulando millones, rechazando la patria en que nace y muere por un ideal que baña escasamente el Jordan y a la que no piensa volver jamás. Este sueño que se perpetúa hace 20 ó 30 siglos, pues viene desde el origen de la raza, continúa hasta hoy perturbando la economía de las sociedades en que viven, pero que no forman parte.

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10.09.19

Las Cruzadas. Un movimiento popular. Vídeo (3-4)

Continuamos publicando algunos videos cortos de Que no te la cuenten sobre temas de apologética histórica y cristiana.

Toca en esta entrega: “Un movimiento popular”.

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9.09.19

Sarmiento en sus fuentes (3-5). Su catolicismo liberal

Es propio del catolicismo liberal hacerse un Dios a su medida, “a la carta”, tomando de las enseñanzas de la Iglesia lo que más conviene. Como hemos visto más arriba, Sarmiento tuvo una educación católica que, con el tiempo irá perdiendo hasta convertirse en un furioso anti-catolicismo y anti-clericalismo (que no significa anti-cristianismo, necesariamente). ¿De dónde le habrá venido? Es él mismo quien nos da la pauta, recordando el lejano año de 1827, cuando contaba con sólo dieciséis años de edad:

“Cuando el canónigo Pedro Ignacio de Cas­tro Barros hizo una misión pública predicando quince días en la plaza de San Juan, yo asistía con asiduidad procu­rando ganar desde temprano lugar favorecido (…). Hice confesión general con él; y lo consulté, “acercándome más y más a aquella fuente de luz”[1].

Pero poco después de aquellos hechos se disgustó con el predicador al oírle “vociferar contra Rivadavia y del Carril, Rousseau y Llorente”, es decir, contra el liberalismo imperante que todo lo permitía, incluso los desbandes morales juveniles tan propios de un adolescente que, según él lo declara “hacía de la noche día, viviendo en alegre romería[2].

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7.09.19

6.09.19

Sarmiento en sus fuentes (2-5). Su amor a la Patria

Normalmente los próceres son personas que han amado lo propio, han hecho del amor a la Patria, la tierra de los padres, uno de sus pilares. ¿Era así con Sarmiento? ¿qué pensaba de la Argentina, cuáles eran sus intereses respecto de ella?

A decir verdad, “el maestro de América reclamó siempre para sí la divisa de Pacuvio: “Ubi bene, ibi patria” (donde estoy bien, allí está mi patria). A quienes pensaban lo contrario –como el patriota Frías– les decía: “los más imbuidos en los dogmas del cristianismo son los más tercos y los más rencorosos (…) por un despunte de tierras estériles”[1].

De nada valía el terruño propio, tanto que el 5 de agosto de 1849, a propósito de Chile, dirá:

“Todos mis esfuerzos de contracción se circunscribieron al asunto (sobre las ventajas para Chile de ocupar el Estrecho de Magallanes y fundar allí una población), y una vez seguro de que la tentativa era posible, inicié la redacción de El Progreso (en 1842) con una serie de estudios que hoy, después de ocho años, no son del todo estériles”[2].

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