Un Rey que viene a pelear con sus hombres
Celebramos hoy la Misa de las primeras comuniones de nuestro establecimiento educativo “Sedes Sapientiae”. Y no se trata de un día más, sino de uno de los días más importantes de nuestras vidas: el día en que el siervo, recibe al Rey, el día en que Dios baja a la tierra para estar junto a sus soldados, para ser alimento de nuestras vidas.
El Rey va en ayuda del combatiente. El Señor se da a sí mismo como fuerza del que lucha.
Es que Cristo es Rey; más aún es Rey de reyes y Señor de señores; en esto creemos los católicos, en esto cree la Iglesia. Y lo es no por voto democrático, por plebiscito o por mayoría absoluta, sino por eterno designio del Padre que, desde todos los siglos, quiso darle esta prerrogativa.
No es siquiera un rey electivo, ni ha recibido la corona por medio de la ley sálica. No: su realeza “no es de este mundo”, como respondió claramente a Pilato (cfr. Jn 18,36):
- «¿Luego tú eres Rey?» - preguntó el procurador romano preocupado.
- «Tú lo has dicho. Yo soy Rey: para esto he nacido y para esto he venido al mundo»” (cfr. Jn 18,37).
La conversación no transcurre en un lugar cualquiera. No está platicando el Señor en parábolas ni en metáforas; no está hablando frente a las turbas o ante los pobres y enfermos, sino ante el mismo procurador romano, la encarnación imperial en Judea. Su declaración, pues, se trata de una confesión solemne, jurídica, hasta provocadora: “Yo soy rey. Para esto he venido al mundo”.
Desde entonces existirán dos gritos antagónicos que entrecrucen la historia a favor y en contra de este Dios hecho carne:
El “no queremos que este reine sobre nosotros” (Lc 19,15) y el de San Pablo: “es necesario que Cristo reine hasta poner a todos sus enemigos bajo sus pies” (1 Cor 15,25).
Dos gritos y dos cosmovisiones que resuenan en las cronologías. Pero, ¿hasta dónde llega Su realeza? ¿hasta dónde Su poder?
Y aquí comienzan las dificultades y se dividen las aguas.
Algunos, errados, dirían que el Verbo eterno quiso encarnarse para reinar sólo dentro de nuestros corazones, en la esfera personal, doméstica y familiar, de allí que dijera: “Mi reino está dentro de vosotros” (Lc 7,21).
Y es verdad; esto es el principio, pero nada más: Cristo quiere reinar en nuestras inteligencias, voluntades, afectos y criterios; y estando nuestras almas en gracia poseemos una participación en la vida divina. Pero no es el único ambiente donde el Verbo quiso reinar. El Señor no fue un hippie vagabundo que se enfrentó a los fariseos sólo para que las almas se hicieran devotas. Había recibido “todo poder en el cielo y en la tierra” (Mt 28,18) y no sólo en las almas…, de allí que su reinado debía -¡debe!- extenderse también al ámbito político, social y público. Pues “no porque los hombres estén en la sociedad se independizan de ese Cristo al cual están sujetos en su vida individual”, según decía bellamente Pío XI (Quas primas).
Esta lucha, la lucha del Verbo hecho Rey del alma o de las sociedades, se ha dado siempre a lo largo de la historia. Cuando el Señor reina sólo en el interior del hombre, puede ser que haya cristianismo (que es la base y el inicio) pero sólo eso; solamente cuando reina en las sociedades hay Cristiandad¸ por mal que les pese a los verbicidas modernos.
* * *
Así sucedió al principio: había cristianos pero no había aún Cristiandad. Fue poco a poco que, la fuerza del Evangelio, fue impregnando el orden social hasta llegar a la Edad Media, ese tiempo en que –al decir de León XIII- “la filosofía del Evangelio gobernaba los estados” (Immortale Dei). Sin embargo, con el transcurrir de la historia, la ruptura protestante y las crisis de la Iglesia llevaron a los católicos a abandonar la esfera pública para comenzar a vivir un catolicismo privado, un “catolicismo de sacristía”; algo reservado a las “acciones privadas de los hombres que no ofendan a la moral o al orden público”, como dice nuestra Constitución Nacional de la Argentina.
Y así, del grito de San Pablo (“¡es necesario que Cristo reine!”) de un catolicismo militante, se pasó a un catolicismo vegetante, que sólo cuida su jardín –en el mejor de los casos. Este es el gran mal que nos aqueja en el presente; es el catolicismo liberal, que hace de las componendas, los encuentros, el caminar juntos, nuevos dogmas que, transgredidos, son penados en la hoguera de la inquisición de lo eclesialmente correcto.
Es lo mismo que sucedió con los judíos y el profeta Elías en el Monte Carmelo quien, luego de llamar a quienes adoraban a Yahvé pero en privado, dijo:
“¿Hasta cuándo van a andar rengueando de las dos piernas? Si el Señor es Dios, síganlo; si es Baal, síganlo a él”. Pero el pueblo no le respondió ni una palabra… (1 Reyes 18,21).
Porque la tibieza es la temperatura que nos hizo vomitar a Cristo incluso de nuestro interior. Destronado de la política, de la economía, del arte, de las familias, fue también luego, destronado de nuestras almas, como decía Pío XII:
“En estos últimos siglos…quisieron la naturaleza sin la gracia: ‘Cristo sí y la Iglesia no’ (Revolución protestante)… Después Dios sí y Cristo no (Revolución liberal)… Al fin, el grito impío: Dios ha muerto (Revolución comunista)” (Pío XII, 12/10/1952):
Y, finalmente, como en la Revolución Francesa, Cristo fue destronado.
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Nos encontramos en el marco de las primeras comuniones de un colegio. Y es nuestro deber recordar estas cosas, no sólo para educar a los niños, ni siquiera para recordar esto a sus padres, sino para que estas verdades que ahora oímos, se hagan fuego en las almas de estos pequeños al punto que, los hijos de estos niños, intenten darle a Jesucristo el lugar que es debido.
Es esta la idea que tenemos aquí; porque éste intenta ser un colegio católico; no un colegio católico “sociedad anónima” que lucra con su nombre. Por eso no debemos buscar tener un colegio con Misa, sino al revés, una Misa con colegio, donde lo más importante sea Dios y todo el resto, añadidura. Porque aquí, como decía Santa Juana de Arco, Dios debe ser “le premier servi”, el primero servido.
Y esto es imposible sin la ayuda de los padres. Por eso, para que Cristo reine en las almas de estos niños y para que luego ellos o sus hijos puedan seguir siendo un eslabón en una cadena que implica resistir y avanzar, hace falta recordar que, “sin exasperar”, eduquemos niños para el Cielo.
Que los padres vayan a Misa y frecuenten los sacramentos, que recen el Rosario y den testimonio público de su Fe. Que sus hijos los vean confesar y comulgar; que los vean convertirse, pero sobre todo, que los vean como católicos militantes.
Pidamos entonces cambiar nuestro catolicismo de vegetante en militante, venciendo el respeto humano y trabajando y educando hasta que Cristo reine de nuevo en nuestra sociedad, haciendo nuestras las palabras de la gran Isabel la católica, que, ante el temor de las batallas interiores y exteriores, repetía:
“Tengo miedo, Señor,
de tener miedo
y no saber luchar.
Tengo miedo, Señor,
de tener miedo
y poderte negar.Yo te pido, Señor,
que en Tu grandeza
no te olvides de mí;
y me des con Tu amor
la fortaleza
para morir por Ti”.
P. Javier Olivera Ravasi, SE
30/9/2023
8 comentarios
Apocalipsis 14: quienes se dejen sellar con la marca de la bestia o chip-666, se condenarán.
Solo falta que sea apartado el Katejon como indica Daniel 9,27 y 12,11, para que se pueda manifestar el hombre inicuo, el vicario del diablo. Por ello debemos estar atentos a este sínodo masónico donde habrá cambios en la liturgia. Si modifican las palabras de la Consagración, provocarán el cisma. Habrá dos iglesias, la verdadera con la Eucaristía, la falsa sin ella.
Ana Catalina Enmerich: Ví como entraban en un templo de color gris y comían pan y vino Sin consagrar.
Arzobispo Fulton Scheen: de la Verdadera Iglesia surgirá la falsa iglesia del anticristo.
Non Nobis.
Es un misterio, pero todo es permitido por Dios.
Un abrazo .
2. Cristo es Rey eterno, no ha sido destronado, a pesar de la 3a tentación. Por ello, es absurdo escribir: "Destronado de la política, de la economía, del arte, de las familias, fue también luego, destronado de nuestras almas, como decía Pío XII: [...]"; porque el universo depende de Cristo Rey.
3. Dios providente no debe confundirse con la libre elección de aceptar o rechazar a Su Cristo Rey. Dios no impone, propone nuestra salvación. Pues, si impusiera nuestra salvación todos serían salvos sin necesidad de fe. Tenemos que colaborar por Su Gracia como acto meritorio de nuestra fe con obras.
4. Y estas obras pueden estar en nuestra acción humana movida por el Espíritu Santo si dejamos entrar en nuestro corazón a Cristo Rey. Y no puede reinar socialmente Cristo si es mayoritaria la conversión de la comunidad hacia Él. Aceptemos la realidad de que la fe católica no es impuesta, sino aceptada libremente.
5. Hoy hay mucho católico que no soporta la santa y sana doctrina. Ese católico es liberal = protestante del lenguaje duro del Logos eterno encarnado.
6. Ahora bien, dice usted, en clara contradicción protestante, "Es esta la idea que tenemos aquí; porque éste intenta ser un colegio católico; no un colegio católico “sociedad anónima” que lucra con su nombre. Por eso no debemos buscar tener un colegio con Misa, sino al revés, una Misa con colegio, donde lo más importante sea Dios y todo el resto, añadidura. Porque aquí, como decía Santa Juana de Arco, Dios debe ser “le premier servi”, el primero servido." Le pregunto, ¿acaso un colegio católico que obtiene beneficio económico no sirve primero a Dios?
7. Pues, la caridad cristiana material no puede darse sin riqueza material, porque el buen samaritano no saca de la nada para el vendaje las vendas, vendas que proceden de la "sociedad anónima que lucra", ni el aceite, ni el asno, ni la ropa, ni el dinero para la posada, etc. De otro modo, creo que usted habla de un colegio protestante que no conoce a San Martín caballero, de la Iglesia celestial, patrón de los comerciantes y del trabajo que genera riqueza para ser Dios servido por la fe que obra en la caridad en Cristo. Porque no pensará usted que por ser católico de la nada sale su parroquia, copa, copón, vestiduras, ... Pero, ¿qué está usted predicando, la fe en contra de la razón? Le reitero, eso no es católico, no reina Cristo en nuestra inteligencia. Eso es marxismo sin saberlo.
Tanto en latín las partículas “de” y “ex” y en griego “ɛκ” indican procedencia, origen; por lo que es más de acuerdo con el original la traducción: «Mi Reino no tiene origen, no procede, de este mundo».
Salvo error, si hiciera la versión al latín de la frase «Mi reino no es de este mundo» seria: «Regnum meum huius mundi —genitivo— non est», que es diferente de «Regnum meum non est de mundo hoc» (Jn.18,36).
Cristo Rey domina el mundo, fuerte y suavemente; tan suave que no se nota y tan fuerte que nada se sustrae a su poder.
—«¿Eres tú el rey de los judíos?» (Mt.27,11: Jn.18,33).
Jesús respondió:
—«Mi Reino no tiene origen de este mundo» (Jn.18,36)
Terminado el juicio de Pilatos vino la coronación de espinas y la burla de los soldados a Jesús, diciendo:
—«¡Salve, rey de los judíos!» (Mt.27,29; Jn.19,3)
En este relato tan abreviado Pilatos y los soldados no emplean ninguna metáfora, ya que la palabra rey o reino no se refiere a nada trascendente, sino a algo humano y mundano.
Pero lo curioso es que Cristo, a mi parecer, cuando dice la palabra “Reino” le da un sentido completamente religioso, y por lo tanto para expresar esa idea no le queda otro remedio que el uso de una metáfora. Mientras los soldados y Pilatos hablan de algo material y humano, Cristo habla de un Reino, que está en este mundo pero no procede de este mundo.
Me recuerda la escena de Jesús y la samaritana; mientras la samaritana habla del agua del pozo, el Maestro le habla con la metáfora del Agua viva.
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