El hombre moderno y la muerte que nunca llegaría. Reflexión
Imagen: Atlas levantando al mundo (Rockefeller Center, New York, frente a la Catedral)
“Últimamente está muriendo gente que antes no se moría“, decía mi abuelita, con un humor a prueba de balas.
La siguiente reflexión acerca de la muerte en los tiempos que corren, nos tienen que hacer pensar en la vida verdadera, que es la que comienza cuando esta de aquí abajo termina.
Que Dios nos pille confesados y,
Que no te la cuenten…
P. Javier Olivera Ravasi, SE
La pandemia y el optimismo con pies de barro
Por Rubén Peretó Rivas*
Reflexiones ante el insólito impacto emocional que ha tenido la enfermedad en la población planetaria
Fuente: Diario La Prensa
Además de un ingente número de muertos, el covid-19 dejará una serie de experiencias sobre las que vale la pena reflexionar. Entre otras cosas, llama la atención el impacto emocional que ha producido en la población mundial, alentado en muchos casos por políticos y gobernantes que utilizan un discurso según el cual estaríamos atravesando una situación inédita en toda la historia de la humanidad. Lo cierto es que no hace falta remontarse a la peste de Justiniano del siglo VI o a la de San Carlos en el XVI. Hace cincuenta años la humanidad sufrió la pandemia del H3N2, que dejó un millón de muertos, y hace sesenta años la de la gripe asiática que dejó un número semejante de fatalidades.
¿Por qué, entonces, en aquellas ocasiones recientes el mundo no entró en el estado convulsivo en que se encuentra ahora? O bien, ¿por qué en la pandemia de 2020 el mundo ha reaccionado de un modo tan brutal y drástico ante la aparición de un virus, aún a costa de destruir su economía y ocasionar de ese modo muchas más muertes que las producidas por el patógeno?
Las razones son muchas, y van desde lo estrictamente epidemiológico hasta lo político. Pero me interesa señalar una que corre el riesgo de pasar desapercibida y que, sin embargo, es indicadora de algunas debilidades que la humanidad ha adquirido en las últimas décadas.
PRESUNTA MADUREZ
Luego de la Segunda Guerra Mundial el mundo entero comenzó a transitar un lento pero sostenido camino hacia un optimismo no siempre justificado. Hasta la iglesia católica, conservadora por naturaleza, convocó a un concilio universal en los “60 a fin de abrir sus ventanas para airearse y recibir al hombre nuevo que se avecinaba. Parecía, en efecto, que el hombre había llegado finalmente a un estado de madurez que lo ubicaba muy por encima de todos sus antepasados. Si el fin de la Guerra Fría dio un fuerte envión a este impulso, la caída del régimen soviético transformó a buena parte del globo a partir de los “90 en una suerte de universal estado de bienestar. En el mundo occidental, el hombre, como nunca antes, podía vivir con un desmesurado confort, buenos salarios y una seguridad social que le permitía el acceso a la salud y a generosas pensiones a lo largo de una prolongada vejez.
El frenesí de los avances tecnológicos aumentó la sensación que los límites que imponía la naturaleza habían sido vencidos: la expectativa de vida aumentaba, se podía viajar con facilidad y rapidez de un continente a otro y las comunicaciones superaban aún lo imaginable. El hombre se constituyó incluso en dador de la vida y la muerte, eliminando a sus congéneres indeseables antes de que nacieran o cuando ya habían vivido demasiado, invocando en todos los casos -proezas de la retórica-, razones humanitarias.
El consumo, por otro lado, había excedido ampliamente su cometido inicial de subsanar las necesidades naturales para transformarse en el habitual proveedor de la felicidad, o en un ruidoso sustituto capaz de abotagar las conciencias.
La muerte, aunque no había sido vencida, había sido ocultada. Las costumbre sociales eliminaban los periodos de duelo y las empresas fúnebres eliminaban los cadáveres con las cremaciones. Los velatorios se acortaban o desaparecían, e incluso los funerales, aún los religiosos, adaptaban sus discursos y ahora consistían en “celebrar la vida” del difunto. Una simple estrategia narrativa para disimular la tragedia de la muerte.
La pandemia del coronavirus ha venido a recordar al hombre contemporáneo su finitud. Quien ha puesto al mundo de rodillas no ha sido una invasión de poderosos extraterrestres; ha sido un simple y sencillo microorganismo. Más allá de su origen y de su mecanismo de contagio e infección, el virus nos ha recordado de un modo feroz nuestra fragilidad, que es mucho mayor y actual de lo que pensábamos.
La pandemia tomó por sorpresa al mundo, y no solamente porque sus sistemas de salud no estuvieran preparados para enfrentarla, sino y sobre todo, porque nadie esperaba un baldazo de agua fría de esta naturaleza, que vino a arruinar las ilusiones de un mundo feliz. El soma del consumismo masivo al que nos habíamos hecho adictos perdió gran parte de su efectividad. Los hombres de 1968, cuando atravesaron su pandemia, tenían aún fresco en la memoria el recuerdo de los horrores de la Segunda Guerra Mundial, y aún de la Primera, que había sido peor. Los hombres de todas las épocas sabían que las tragedias y catástrofes forman parte de la vida. Para ellos eran habituales las muertes frecuentes y prematuras debido a los escasos avances de la medicina, y las plagas, guerras, hambrunas o inviernos inclementes se amontonaban en su memoria personal o social. El hombre contemporáneo perdió esos recuerdos y, cuando pugnaban por volver, los rechazaba con fuerza. Se embriagó de optimismo. Pero el coronavirus nos ha demostrado, para nuestro estupor, que ese optimismo tiene pies de barro.
* El autor es profesor de la Universidad Nacional de Cuyo, investigador del Conicet y científico invitado de la Universidad de Oxford
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11 comentarios
Debe tener tiempo suficiente como lo ha sido su tiempo de vida y saber que esa Persona entra en un Espacio Atemporal ;pero sigue viva en el Espíritu; así se evitarían los duelos desgarradores que se dan en años posteriores ;pues la muerte ha llegado y estábamos desprevenidos como caso coronavirus ;múltiples accidentes de tráfico u otros con muerte inmediata padres destrozados por muerte de un hijo.
Acaso no se podría tratar la muerte con sensatez antes de partir la persona y preparar a la población en este evento que ocurriría siempre pronto o más tarde y que nos acompaña hasta que nos lleva?
El Cristiano tiene una realidad para meditar y acoger a Cristo Crucificado y Resucitado.
"No era de extrañar su profunda simpatía por El Greco que había inventado una técnica nueva para expresar los matices de su alma. Philip miró la serie de retratos de caballeros españoles con la rizada gola y la barbilla en punta: el rostro pálido sobre la negrura del vestido y la oscuridad del fondo. El Greco era el pintor del alma. Aquellos caballeros pálidos y demudados, no por cansancio físico, sino por contricción moral, con los cerebros atormentados, parecían atravesar el mundo sin ver su belleza. Sus ojos miraban sólo en su corazón y aparecían como anonadados ante el esplendor de lo invisible. Ningún pintor ha mostrado más claramente que la tierra es únicamente un lugar de paso."
Otra, desafiando los designios de Dios, decía ante la muerte de una mujer joven, que una madre no debía morir nunca.
Si se tienen estas ideas en la cabeza es lógico que te desconciertes, te llames a andana y sientas que alguien te está negando un derecho. Si esa es la actitud de la mayoría de la población claro que esta pandemia está siendo tomada de forma distinta a las anteriores.
Así que el mundo está lleno de malentendidos, ante las prueba a la que mañana me voy a someter para saber si tengo o no coronavirus, aunque de momento sea asintomática, le dije a mi sobrina: "estamos en manos de Dios" y me contestó "sí, y otros también, pero se han muerto" porque pensó que yo decía eso en la convicción de que Dios me iba a conceder a mi un seguro de vida, cuando lo que quería decir simplemente era: "hágase tu voluntad así en la Tierra como en el Cielo".
Cada vez es más incomprensible que alguien diga esto, no se entiende en absoluto.
El mejor descriptor del alma castellana, Antonio Machado, dejó claro que en esta tierra la muerte no se veía como una enemiga sino como una compañera.
¡Oh tierra ingrata y fuerte, tierra mía!
¡Castilla, tus decrépitas ciudades!
¡La agria melancolía que puebla tus sombrías soledades!
¡Castilla varonil, adusta tierra; Castilla del desdén contra la suerte, Castilla del dolor y de la guerra, tierra inmortal, Castilla de la muerte!
A. Machado. "Campos de Castilla"
Lo que en su inmortal "Coplas a la muerte de su padre" dijo también Jorge Manrique:
El vivir que es perdurable
no se gana con estados
mundanales,
ni con vida delectable
donde moran los pecados
infernales;
mas los buenos religiosos
gánanlo con oraciones
y con lloros;
los caballeros famosos,
con trabajos y aflicciones
contra moros.
Recientemente he leído una noticia, que personas jóvenes que no creían en esta pandemia, terminan siendo infectados y mueren por hacer desafíos: "a mí no me pasará nada", pero notaron los estragos de la enfermedad, y vaya que sí le pasó, y lo mismo a tantos...
Para algunos de nosotros, hay algo peor que la pandemia, que es la vida del pecado, por la que el alma no quiere romper esos lazos mortales, vicios y pecados que matan el alma, que convierten al ser humano una cueva de vicios, pecados, de demonios.
Buscan remedios para las enfermedades, pero no para evitar la corrupción del pecado.
A lo largo de la historia el mundo ha sido azotado por plagas, pandemias, invasiones bárbaras, muchas muertes. Sobre las pandemias todavía no había sido inventado la técnica, cuando ya aparecía en el mundo. Y es que los ignorantes piensan, imaginan, "este virus ha sido inventado por tal o tal". Y es que no conocen la Palabra de Dios, no rezan, no comprenden.
Es verdad que también la ciencia demoniaca de los ateos, ha inventado cosas en perjuicios del ser humano, en la medicina y en otras cosas. Pero ya darán cuenta a Dios y perderán sin remedio. Este es el verdadero mal, que el ser humano se imagina ser bastante poderoso, y viene un microorganismo, y van poniendo fin a todos los planes de los malvados, pues a todos llega ese final.
La verdadera Ciencia, en mayúscula, siempre está unida a la fe, y no puede ser dañina al ser humano. Pues el Autor de la verdadera Ciencia es Dios.
• «La Sabiduría y la ciencia y el conocimiento de la Ley vienen del Señor; el amor y la buena conducta son de Él; la insensatez y la oscuridad han sido creadas para los pecadores: los que se complacen en el mal, envejecerán en él» (Eclesiástico 11,15-16).
"La ciencia más acabada
es que el hombre en gracia acabe,
pues al fin de la jornada,
aquél que se salva, sabe,
y el que no, no sabe nada.
En esta vida emprestada,
do bien obrar es la llave,
aquel que se salva sabe;
el otro no sabe nada"
¿Qué sentido tiene la Iglesia si no? ¿De qué vino a salvarnos Cristo, sino del pecado y su consecuencia, la muerte eterna?
La obligatoriedad del uso de la mascarilla, incluso encontrándonos sólo en medio del campo, en la soledad más profunda, y con la peligrosa compañía de árboles y pajaritos cantarines es un símbolo de la opresión de los depravados que nos llevan al matadero. Un instrumento de señalamiento al modo nazi. Un marcar la piel como hacen con las vacas. Una sumisión mas del alma del esclavo ante sus amos. A los judíos le pintaban una cruz amarilla en el pecho. A nosotros, la "ciudadanía" que tanto aman, para someternos y machacar nuestra dignidad, de eso se trata, de ver hasta dónde aguantamos, nos obligan -ilegalmente- a ponernos como los perros peligrosos un bozal en la boca a todas horas. Y ay de aquel que no lo lleve!!!. Será señalado, denunciado, e incluso acabará en la cárcel.
Algo similar, para que vayan preparándose, pasará con los que se nieguen a ponerse la vacuna que nos regalarán los mismos angelitos que han creado/permitido el virus chino. Soros, Gates, y compañía, con la inestimable ayuda del Partido Comunista Chino, y aquí en España con la banda de la porra, Sánchez, el chepudo dongiovani de Galapagar, los Medios y las medias, las entidades bancarias, etcétera.
La vacuna lleva un microchip, la marca de la Bestia del Apocalipsis de San Juan (todo está escrito y revelado, solo hace falta querer ver y saber). Sin ese sello del Diablo que contaminará a placer nuestra sangre y nuestra voluntad, no se podrá comprar, ni viajar, ni acceder a ningún lugar. Serás un apestado. La veda contra la escoria humana (de la cual desde ya orgullosamente formo parte), porque escoria es lo que somos para la elite satanista que controla y dirige el mundo, se habrá abierto.
Veamos: Satanás odia al género humano por ser creación de su Enemigo. Dios creó el mundo porque quería una familia. Dios quería acompañarse, compartir su Obra maestra con sus criaturas y sus hijos.... Entienden porque la elite globalista odia la familia?. Y la natalidad?. Fomentan el aborto, asesinato de los más débiles que clama al Cielo. Promueven la eutanasia, asesinato de los más débiles que también clama al cielo. Adoctrinan en la perversidad sexual e ideológica a los niños en las escuelas para robarles la inocencia. Es en la inocencia, hermana de la santa humildad, donde se purifica el alma. Satanás roba almas para llevarlas a la perdición. Ese es el fin de toda esta movida.
De verdad creen ustedes que a estos chulànganos enemigos de Dios les interesa nuestra salud?. Es un contrasentido envenenar las almas con el relativismo y el cuerpo con sus virus para después querer curarnos. Curarnos de qué? PROTEGERNOS DE QUIÉN?!! Nos quieren muertos o sumisos. Y no crean los sumisos que se salvarán. Ellos caerán primero.
En sus manos, queridos amigos, está elegir el bando, porque esto es una guerra. Y solo acaba de empezar.
"Porque nuestra lucha no es contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los poderes de este mundo de tinieblas, contra las huestes espirituales de maldad en las regiones celestiales" .
-San Pablo, Efesios 6, 12.
ALABADO SEA JESUCRISTO
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