Peregrinar por Europa
Soy un convencido de que una peregrinación puede hacer mejor que varios retiros espirituales.
- “¿Cómo?”.
Así; como lo lee.
Al menos es lo que he experimentado en mi propia vida y en la de varios alumnos o amigos desde que comencé a viajar, hace ya veinticinco años, luego de leer “Los nueve libros de la historia” de Heródoto y –paradójicamente– los “Diarios de motocicleta” del Che Guevara… (en fin…, ¿quién no tuvo un momento de insensatez juvenil? je!).
En una peregrinación o incluso en un viaje cultural, todos llevamos una mochila, que es una mochila interior: no sólo nuestros pecados y virtudes, sino también esa búsqueda de felicidad que, al final de cuentas, es el “deseo de Dios” del que hablaba Jean Leclercq. Por eso, en todo viaje, uno verá “lo que tiene adentro”. Podrá estar en Madrid y tratar de ver el estadio Bernabeu o el Jardín de las delicias del Bosco. Podrá estar en Roma y sólo intentar comprar corbatas italianas o rezar frente a la tumba de San Pedro. Podrá estar en París y querer ver la Sainte Chapelle o sólo comerse unos crepes a la crema…
Pues retomo: quizás por ese “contemplata aliis tradere” que decían los dominicos (transmitir a otros las cosas contempladas) y antes de saber que el gran John Senior hacía algo parecido con sus estudiantes, se me ocurrió hace años transmitir lo que yo mismo había vivido siendo un joven laico. ¿A qué nos referimos? Pues a comunicar la riqueza de los viajes/peregrinaciones que había hecho con poquísimo dinero. Fue así como, antes de ingresar al seminario, logré viajar con amigos verdaderamente católicos por aquello que fue la Cristiandad.
Preparábamos los viajes, leíamos su historia, nos nutríamos durante un año y, luego, ¡a peregrinar en las vacaciones nomás! Todo muy económico y todo a pulmón. De esos viajes –recuerdo– surgieron con el tiempo santos matrimonios y hasta vocaciones sacerdotales y religiosas.
Todo con gran connaturalidad, sin forzar nada.
Pero vayamos al grano: hace ya un buen tiempo que, cada dos años, vengo organizando un viaje con una veintena de jóvenes universitarios o pre-universitarios verdaderamente católicos (elegidos “dedo-cráticamente”) por Europa. Yendo principalmente a España, Francia e Italia y colgados de la Divina Providencia (paramos gratuitamente allí donde conseguimos previamente alojamiento), realizamos una peregrinación espiritual/cultural que, con el tiempo, termina dando siempre sus frutos.
Uno de los lugares obligados (de nuevo, sin saber que John Senior lo hacía) es alguna abadía tradicional benedictina donde aprovechamos no sólo a rezar con los monjes sino a conversar acerca de la vida contemplativa, y hasta a trabajar con ellos (que es un modo de pagar la estadía, claro).
Así, hace algunos años, en uno de estos viajes locos, un ex alumno, Joaquín Ansaldi conoció una de estas abadías en Francia; y quedó prendado: el oficio el latín, maitines, la misa tradicional, la seria y recia vida monacal, etc. Todo un tesoro que no existía en nuestro país.
Pasó el tiempo y pasó el tiempo y, finalmente, hace ya un año ingresó en la Abadía de Le Barroux (dimos cuenta de ello aquí hace poco).
- “Debo ir a verlo la próxima vez”- me dije. Y así fue
Hace algunas semanas, viajando por allí con un nuevo grupo de jóvenes peregrinos, lo visitamos. Y pasamos dos días espléndidos.
Cuando nos despedimos, me dio dos cartas: una para mí (que guardaré celosamente) y otra para el grupo que me acompañaba. Es breve.
¿Qué nos dice? Pues lea.
“Abadía de Le Barroux, 18 de Noviembre de 2018
Queridos jóvenes:
Antes de que continúen su peregrinación les propongo un intercambio de oración:
- Yo rezo por ustedes, sus intenciones, sus familias, la santidad de cada uno;
- Y ustedes rezan para que, si así es el beneplácito de Dios, se funde un monasterio benedictino tradicional en Argentina. El padre Abad, la condición que puso a esta fundación, es el ingreso al monasterio de 10 argentinos.
Especialmente pidan por esta intención en las reliquias de los santos que visiten.
Buena continuación y ¡hasta el Cielo!
Vuestro hermano,
Fray Juan Diego”.
Pues ahí está; ya hay uno.
Faltan nueve.
Que no te la cuenten…
P. Javier Olivera Ravasi
4 de Diciembre de 2018
PD: Si alguno quiere escribirle, hágalo “a la antigua”, por carta: Frére Juan Diego, Abbaye Sainte Madelaine, Le Barroux (84330), Francia.
3 comentarios
Me llevo la intención del P. Juan Diego a mi próximo turno de Adoración Perpetua.
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